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Reflexiones y opiniones de un uruguayo que vive en Bélgica.

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03.04.2012 07:07 / Mis artículos

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Que mis compañeras francesas me saluden con un beso en cada mejilla, les otorga cierta ventaja sobre las belgas. Pero la finalizacion del almuerzo de comienzo de la semana, les confirió otro plus.

Nadine y Marie Cristine son mujeres maduras de mas de cincuenta años, casadas desde hace mucho tiempo y con hijos veinteañeros.

En la barra de la sala de fiestas, preparando los postres con los que culminariamos el almuerzo, coincidimos los tres. Nadine cortaba trozos de una gran torta de chocolate, que tenia letras de mazapan decorando su superficie. Ella coloco alguno de dichos signos sobre distintas porciones.

Cuando comencé a poner los platos en una bandeja, para llevarnos a la mesa del comedor, donde nos esperaban los demas colegas, Nadine me dijo señalando uno de ellos, que tenía la letra U:

 - Este es para vos –

- ¿Por qué? – Fue mi obvia pregunta.

- Es la U de Uruguay – Me respondió sonriente.

Cuando uno ya tiene la experiencia de varios años de emigrante en un pais lejano, en el que mucha gente cree que Uruguay es un pais tropical centroamericano, lo confunde frecuentemente con Paraguay o sencillamente se ovida de su nombre con facilidad, un detalle asi cobra otra significación.

Despues de balbucear algo sobre que no me habia dado cuenta, pues no era una letra de mi nombre, me surgió decirle una frase, que en francés posiblemente expresó mejor mi valoración positiva de su gesto:

 - ¡Tu est malingne! – (Sos astuta/pícara)

Malin(gne) es una palabra que incorporé oyendola en el ambiente escolar de mi hijo, cuando se aplica a un/a niño/a que demuestra ser listo.

A todo esto Marie Cristine que presenciaba nuestro diálogo, se acercó más a Nadine, la tomó del brazo y me dijo :

 - Nosotras somos francesas. ¿Es otra cosa, no? –

Acotación que provocó nuestra hilaridad, pero rapidamente cierto reparo de Nadine, suponiendo que los demás locales (sobretodo las féminas, aunque esta acotación corre por mi cuenta), podrían molestarse, si oyeran esta parte de la charla.

Ese instante de alegre camaradería se disolvió rapidamente en la cotidianeidad ordinaria. Pero el cosmos emite signos constantemente, que a veces son guiñadas cómplices, si logramos leerlas adecuadamente.

Estas damas francesas, con su buena onda y sin saberlo, me estaban diciendo que esa letra, bien podía ser un número. El número de una de las casillas iniciales de una Rayuela. Y que existen hadas y brujas, pero la magia c’est une autre chose.

febrero 2011.






05.03.2012 16:46 / Mis artículos

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Hacía un frio de la puta madre. Fué un miércoles de las dos semanas polares, durante las cuales el termómetro marcó contínuamente, a toda hora, por debajo de cero grado Celsius.

Podría haber llegado temprano a donde tenía que ir, pero por hacer el cambio de trenes con la mayor celeridad, monté a uno que no era el correcto. Bajarme en la siguiente estación y esperar el viaje en sentido contrario, hizo que los minutos que antes tenía a favor se esfumaran.

Retorné a la gare (estación de trenes) de Ottigniès y con precaución reforzada comprobé la salida de mi próximo tren, en el sentido adecuado, en la vía 1. Ya había comenzado la hora pico de la tarde y había mucha gente en los andenes.

Por la vía 2 llegaba un tren, con rumbo a Bruselas, de muchos vagones. Numerosos viajeros esperaban descender y otros tantos se aprestaban a subir al mismo, mientras se iba deteniendo lentamente, como es la rutina. Una vez aparcado el tren, la muchedumbre se fué reduciendo, a medida que se efectuaba el recambio.

De pronto percibí un movimiento inusual; dos o tres guardias ferroviarios, uniformados de rojo y negro, llegaron al trote y enfilaron hacia la cabecera del tren que iba a Bruselas. Cuando arribaron hasta el primer vagón, ordenaron descender a los pasajeros. ¿ Sería algún incidente con algún usuario sin su billete en regla o un pickpocket (carterista) denunciado en flagrante infracción ? me pregunté mentalmente.

Al mirar pasar la columna de los que bajaron por la intervención de los guardias , noté una jóven que lloraba mientras hablaba por su teléfono móvil. Su afección hizo cambiar mis hipóteisis anteriores súbitamente.

Los vigilantes apostados ante el vagón exhortaban al público a circular y alejarse de ese entorno. Prontamente los altavoces informaron que la circulación de trenes por las vías 2 y 3 (que son adyacentes), estaba suspendida a causa de un « accidente », e indicaba que había que dirijirse a la vía 4.

Mientras tanto mi tren estaba ya en la vía 1, no parecía haber obstáculos para que partiera a la hora indicada. Subí y al sentarme, otra pasajera lo hizo casi al mismo tiempo enfrente mío. Surgió espontáneamente un breve diálogo, con sonrisas que no alcanzaban a mitigar las vibraciones angustiosas por lo que había pasado a unos metros de allí.

Pasados varios minutos del tiempo previsto para la salida, el tren no se movía. Cuando oímos los sonidos característicos introductorios a una comunicación verbal, por el sistema de parlantes internos a los vagones, fué para enterarnos que también la vía 1 estaba bloqueda, por un sistema automático. Nuestro tren no saldría durante un tiempo prolongado e indefinido. Nos instaban a descender y dirijirnos, ¡también a la vía 4!

Al bajar del tren e introducirme en la galería subterránea que comunica todos los andenes, vi pasar algunos paramédicos, con sus uniformes e implementos, rumbo a la vía 2. En el andén de vía 4, como era esperable, había un gran hormigueo humano y clima de confusión. Los tableros electrónicos daban informaciones no muy claras, con abundancia de numeros rojos, indicadores de minutos de retraso. Inexplicablemente continuaba figurando el tren de la vía 1, del que yo había descendido y estaba bloqueado, sin miras de largar.

Tampoco algunos revisadores o funcionarios de la empresa de trenes, que pasaban o estaban por allí, podían dar informaciones precisas, pues no las tenían. Mientras tanto, se podía ver a los paramédicos, junto a empleados de la estación, abordando el tren del siniestro, desde el lado externo al andén, con mejor acceso a la zona por debajo del vagón.

Sin ganas de observar ese penoso trabajo, preferí retornar a la galería que une los once andenes con que cuenta la gare, donde también continuaba el ajetreo y la incertidumbre. Decidí llamar por teléfono a Rafael, para avisarle de la situación, que hacía que mi llegada ya estuviera inevitablemente retrasada. Su reacción fué  inmediata y por cierto bienvenida de mi parte ; me dijo que me pasaría a buscar en su vehículo. Fijamos un punto de encuentro fuera y a unas cuadras de la estación de trenes.

Mientras salía del edificio, ví un cortejo de paramédicos, funcionarios de la estación y algún otro uniformado, en torno a una camilla, que transportaba un cuerpo humano anónimo, totalmente cubierto por una tela blanca. En el estacionamiento del frente, había varios vehículos : ambulancia, bomberos y policía.

Hacía un frio de la puta madre. Tuve que recurrir por segunda vez en este invierno, a una especie de pasamontañas azul, que nunca antes había usado. Si no me hubiera equivocado de tren en mi primera llegada a la gare de Ottigniès, no habría sido testigo de esta tragedia y probablemente ni me hubiera enterado.

Estaba recordando una estrofa de la canción  « Construçao » de Chico Buarque, « Morreu na contramão atrapalhando o tráfego », cuando vi llegar la camioneta de Rafael por el rond-point.

 

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15.01.2012 19:36 / Mis artículos

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En la capital de Suecia los trenes subterráneos se llaman Tunnelbana ; por este motivo su símbolo no es una M (de « metropolitanos »), ni una S (de « subterráneos), sino una letra te.

La T azul en un círculo blanco, indica las estaciones de los trenes urbanos, que efectivamente viajan bajo la superficie en zonas céntricas, pero también lo hacen al aire libre, en barrios más perisféricos.

No habrá sido sencilla su construcción, pues la ciudad de Estocolmo se situa en un archipiélago y está compuesta por 14 islas, con abundantes brazos de agua entre sus distintas zonas.

Debió haber una generación de ciudadanos suecos, representantes políticos y sociales, organizaciones, partidos y gobiernos, que imaginaron, planificaron, decidieron y realizaron la construcción de este sistema de transporte (se inauguró en 1950), que décadas después es un instrumento importante para la movilidad pública.

Mientras estaba escribiendo estas notas, me enteré de la aparición de un libro uruguayo sobre un imaginario Subte montevideano (« Metro de Montevideo », Marco Caltieri, editorial Amuleto, 2011). Lo supuse a priori un texto historiográfico, tal vez sobre iniciativas e ideas de construcción de un tren subterráneo, obviamente frustradas hasta el presente.

Sin embargo es un libro de humor, con personajes y situaciones ficcionadas y parece prometedor de amena y divertida lectura. Posiblemente la aproximación humorística sea una vía adecuada (como lo dice aquel dicho « reir para no llorar ») para reflexionar sobre la inexistencia de un bien social, que sin duda mejoraría la calidad de vida ciudadana y la dinámica del transporte montevideano.

En la tarde de mi arribo e Estocolmo, mi anfitriona me propuso ir al supermercado de un barrio contigüo, con un centro más grande, para adquirir una bebida para la cena fin de año. Evitaríamos asi la previsible multitud del 31 de diciembre, y me pareció una idea correcta.

Lo que no había entendido era que el « supermercado » no era de los habituales y omnipresentes. Este era un comercio dedicado unicamente a bebidas alcoholicas, ya que en Suecia solo se pueden vender en ese marco estrictamente controlado.

En algún momento esto se pensó, se discutió, se legalizó y se instrumentó y ahora es parte de la cotidianeidad de la sociedad sueca. Seguramente incide preventivamente en las modalidades de consumo de bebidas alcohólicas allí.

Me cuesta imaginar una regulación con ese temperamento en Bélgica. Su instrumentación sería muy problemática en un país mundialmente conocido por su afición a las cervezas, pero que también cuanta con grandes bebedores de vinos (es de los principales importadores de vinos franceses del mundo) y otras bebidas espirituosas.

Aunque debe acotarse que el expendio de cervezas (generalmente con graduaciones alcohólicas menores a 10 grados), está autorizado en Suecia, para los comercios comunes, ya que las ví en supermercados normales. Esto es un dato tranquilizante para los belgas y otros amantes del tradicional fluído.

Ya comenzado el nuevo año los primeros noticieros televisivos suecos me parecieron algo provincianos. Tanto uno nacional, como otro centrado en la ciudad de Estocolmo. No se consignaron accidentes espectaculares, ni abundantes  situaciones de violencia. Solo apareció la cobertura del homicidio de un jóven, ultimado fuera del edificio en el que vivía por herida de bala, en la ciudad de Malmö. La nota fue sobria y el caracter global del noticiero me llevó a pensar que si hubiera habido otros crímenes, también se hubieran informado de manera similar.

Sin intención de extrapolaciones sociológicas, culturales o psicosociales, tal vez la imágen del cielo de Estocolmo a la medianoche del 31 de diciembre de 2011, nos de alguna clave nórdica.

Muchos y vistosos fuegos artificiales, adornaron el firmamento durante decenas de minutos. Una buena porción serían de manofactura china, como en gran parte del mundo. Pero entre las explosiones coloridas, se elevaron también característicos globos de papel arroz, que con sus llamitas menos estruendosas, alcanzaban alturas considerables, hasta perderse de vista. Las tradiciones escandinavas, junto al cosmopolitismo.

Después de todo fue un sueco quién inventó la dinamita (e instituyó los Premios Nobel). También, según reparé al ver la heterogénea vidriera de una casa de antigüedades, los viejos Primus, tan populares en el Río de la Plata, eran de orígen escandinavo.

 


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Sobre mí
Leonel Elola Verocay. Vivo en Bélgica desde el 2004. BXLMVD habita una adyacencia psicogeográfica entre Bélgica y Uruguay; esa es su ventaja y a la vez su handicap.

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