Cierta buena amiga necesitada de mano de obra para la puesta a punto de su casa del balneario, apelando a la reconocida buena voluntad que caracteriza mi paso por el mundo, adoptó la vagabunda idea de invitarme a pasar un fin de semana en tal paraje.

Salieron a flote mis recuerdos de boy scout y el "siempre listo", conservado inclusive hasta en mis días pos adolescentes, donde detrás de cada picnic o reunión festiva subyacía la idea -entonces comprensible- de lujuria y perversión y cuyos resultados han sido por demás diversos, pues abarcan desde vuelos a los siete cielos hasta los estrepitosos aterrizajes.

No soy mal pensado, de ninguna manera podía pasar por mi cerebro algo más inocente que un fin de semana laborioso acondicionando una morada para ser ofrecida en alquiler. A mis años suspicacia semejante merecería los calificativos: "viejo verde", "mente podrida", "mal amigo", "interesado" y etc., etc., etc., aunque alguno más comprensivo exclamaría: ¡Ah, viejito pillo! Pero quien erróneamente alguna vez se ha sentido un latín lover bien podría permitirle a su hiper ego reiterar la pifia.

A la sazón y para no parecer anacrónico creí adecuado adaptarme al momento actual del mundo, cosa que se reflejó al armar mi menguado equipaje de week end.

Abrí la mochila con intenciones de cargar sólo lo imprescindible para dos días de trabajo y veraneo, porque no había dudas en cuanto a que habría oportunidad de hacer playa. Habían dado buen tiempo pero... -¡Por las dudas llevo el paraguas! -me dije, notando que al menos mi inteligencia conservaba su vitalidad. Metí las romanitas, el bronceador, patas de rana, bermudas, short de baño, sunga...

Me arrepentí y saqué la sunga, al usarla me ha dado la sensación de que desestimula al sexo opuesto, al menos en mi caso. En cambio agregué una bufanda, me pareció exagerado cargar la bolsa de agua caliente y opté por sustituirla por un par de medias de lana y el rompevientos polar que casi no he usado pues en estas latitudes tanto frío no hace.

El sombrero de paja para el sol lo llevaría a la espalda, pero por si acaso el astro rey no apareciera, para proteger las canas que me quedan escondí dentro un gacho de fieltro. Esto me pareció doblemente acertado, a mi amiga le encantan los sombreros. Pensando eso agregué además una gorra con visera alusiva al alunizaje, que aunque estuviera pasada de moda la entendí acorde con mi inminente expedición.

Al finalizar de guardar todo hallé excesivo el peso de la mochila. Debía preparar mi par de días de veraneo dispuesto a no ser tomado de sorpresa por ninguna contingencia. Repasé todo y dudé dejar las botas de goma que de todos modos fueron conmigo, al igual que las manoplas y el pijama de franela. Resignándome a reducir mis previsiones dejé fuera el calzoncillo con trompita de elefante y los dos preservativos de rigor, cosa que también vino bien pues me sentí puro, leal y solidario, nada de ideas pecaminosas o interesadas: hice el saludo boy scout y salí.

El cielo estaba cubierto, amenazante. ¡Con razón olvidé llevar los lentes para sol! Dirigí mi vista a las nubes penumbrosas y dejando rígido el dedo medio mientras elevaba el puño cerrado, con irónica sonrisa les advertí:

-¡Hagan lo que hagan a mí no me van a joder! Pensé que si me iba bien al regreso les haría pito catalán, aunque fueran otras las nubes.

Y allá fui.

Soy un tipo puntual y cada vez que lo confirmo me siento ridículo, solo, un espécimen exótico al borde la extinción. Aun así no puedo dejar de salir a la hora debida, incluso dándome un margen de tiempo por si ocurre un imprevisto. Por eso he pasado la vida llegando cinco minutos antes a citas que se concretan diez minutos tarde. Ese intervalo de quince minutos solía dejarme algo exasperado, con lo cual el humor resultante fastidiaba mi rostro en el momento del encuentro.

Luego de reiterados fracasos sentimentales, con esfuerzo he logrado capitalizar las malas experiencias, atemperando mi ánimo y adiestrando mis nervios. Ante los atrasos aprendí a ocultar la bronca detrás de una frase alegre, ya sea comprensiva, irónica o graciosa.

Esto viene a cuento pues mi amiga bien me había pedido puntualidad, aun sabiendo lo meticuloso que suelo ser al respecto. Y allí estuve cinco minutos antes. Apenas llegar a la terminal le pregunté por celular dónde estaba, pensando que me diría: "Detrás tuyo", "En la entrada X", o "En el ómnibus". Al borde de una crisis nerviosa me gritó que estaba saliendo de la casa y algunas cosas más que no llegué a comprender, algo sobre el cajero y los pasajes.

Inserto en la calma y consideración que me había impuesto caminé al exterior a fumar mientras la esperaba, cuidando de ubicarme próximo al bus que debíamos tomar. Antes de que ella llegara en medio de una gran exaltación fumé tres cigarrillos y se fueron tres buses. -¿Dónde estabas? Te llamé... ¿Porque no contestaste? Vamos, rápido que perdemos el ómnibus.

-Ya se fue -dije, es aquél.

-¿Aquél? ¡Vamos, vamos, corramos!

Y allá salimos disparados rezando para que el semáforo lo detuviera lo suficiente hasta que llegáramos. Pero no, se fue, lo vimos irse... Corrí, mis oxidadas articulaciones de animal sedentario, para mi asombro, disimularon su vetustez

-¡Rápido, un taxi! ¡Taxi, taxi, por favor! -gemía ahora mi amiga con desesperación, cada uno cargando sus respectivas mochilas pero yo mucho menos preocupado (la inducida calma para evitar enojos ante tardanzas continuaba vigente).

Había quince taxis en la fila cuando llegamos al último, pero no pudimos subir, debíamos hacerlo en el primero, así que seguimos corriendo hasta llegar al del viejo del firme carácter.

El hombre, muy bien dispuesto, subió sin perder un instante al notar nuestra prisa y arrancó. Una vez puesto al tanto de nuestro cometido de alcanzar el ómnibus era esperable que demostrara su destreza, esa habilidad que tienen los taxistas de pasar con el coche en dos ruedas y circular volando bajito... Bueno, a no ser cuando van sin pasaje, que lo hacen muy lento y por el medio de la calle sin importarles las prisas ajenas.

En lugar de tomar la avenida que llevaba el ómnibus tomó una lateral, especulando si de acuerdo al destino que llevaba tomaría por aquí o por allá. Esto no ocurría en silencio, sino que el coche se desplazaba con total ebullición interna pues mi amiga le pedía que se apurara por favor, que viera de adelantar, que... Y el taxista fue subiendo la temperatura, delante tenía una fila de autos que parecía la caravana del desierto.

Le pedí calma a mi amiga, que no insistiera que por ahí el hombre no podía pasar.

-¡Pero no! ¡No! ¡Por favor apúrese! ¡¡¡Perdemos el ómnibus!!!

El hombre quería explicarse pero sus intentos eran sepultados una y otra vez:

-¡Por favor apúrese! ¡¡¡Perdemos el ómnibus!!! ¿Por qué agarró por acá? ¡Vamos! ¡Ay, por dios! ¡Por dios! ¡Por dios!

Entonces al obrero del volante se le voló la tapa de la válvula: -¡Ah no! Así no los llevo. ¡Bájense!

Y no hubo súplica ni promesa de silencio que lo hiciera cambiar de idea, estoy seguro que habrían fracaso aun los intentos de soborno que yo podría haberle hecho y hasta las sucias propuestas que podría haber intentado mi amiga.

Nos quedamos en una calle lateral donde no pasaba un auto desde la época de la diligencia, caminando a ninguna parte con el ómnibus definitivamente perdido.

Entonces comenzó la cacería del chivo expiatorio: -¿Dónde estabas? ¡Por dios! Te llamé, te mandé mensajes... Te dije en Tal lado... ¿Por qué no fuiste a Tal lado como te dije?

-Me imagino que tenemos alternativas ¿O ese ómnibus era el arca de Noé y quedamos expuestos al fin del mundo?

-¡Pero por qué no me contestaste! Tenía que encontrarte en Tal lado, te dije: Tal lado, Tal lado. ¡Ay que bronca!

Me sentí como el perro que cagó la alfombra y para peor, el poco sol que había dado la mañana dio parte de enfermo.

Bueno seria hacer un paréntesis y plasmar un somero retrato comparado de este servidor y su amiga, de la cual podemos decir que aun esta en edad de merecer mientras que yo, de merecer algo ha de ser nietos. Tiene la distribución bien proporcionada de una botella de Cocacola, en tanto lo único que rompe la monotonía de mi escualidez es la pelota de basket abdominal que a duras penas disimulo sacando pecho y quitando el aire de mi barriga. Ella se excede cinco centímetros en la altura de la mujer media y yo cinco con las posibilidades de vestir en Babalay (tienda de ropas para niños que visitaba en mi infancia hasta que cerró, cuando yo terminaba secundaria y ya no iba de la mano de mamá)

Ella es robusta, fuerte, maciza y si la vida la castiga no duda en devolverle el golpe (bien me cuido de no rozarla) Lo único que tiene menos que yo son años, y muchos, lo cual me concede el privilegio de contraponer mis meditadas razones a su vitalidad exuberante, cosa que nos mantiene en total concordia. En definitiva, ella podría tomarse medidas para un vestido de noche con una buena modista y yo con un carpintero las del sobretodo de madera.

Bien, continuemos, quedamos de a pie y sin más remedio que llegar a destino mucho más tarde de lo previsto, lo cual daba al follaje de su finca posibilidades de continuar creciendo a sus anchas. Volvimos a la terminal a sacar pasaje para el siguiente coche. Éste tenía la particularidad de dejarnos a quince kilómetros, lo cual no ha de ser poco ni para un miliciano de infantería. De haber subido al anterior habríamos llegado a tiempo de tomar una conexión que la cual el que tomamos no contaba.

Culminado el trayecto descendimos del ómnibus y al observar la ruta que debíamos recorrer perderse en el horizonte lamenté no haber metido en la mochila los archivados patines de mi hija, de tenerlos la distancia aun sería abrumadora pero mucho más divertida. Hasta imaginé que, como el par de patines sería uno, yo los usaría una prudente distancia y luego me los quitaría continuando a pie, dejándolos para que ella cuando llegara los calzara, me superara y a su vez los dejara para repetir una y otra vez esa operación (el cerebro humano en los momentos de crisis es capaz de elucubrar soluciones desesperadas)

Y comenzamos a caminar sobre aquel río asfaltado que cortaba en dos la campiña como si fuésemos capaces de realizar la proeza. Ella estaba totalmente segura de que podía hacerlo, nada habría logrado que yo no opinara lo contrario. Claro, yo no contaba con sus recursos pues ella, ante la proximidad del primer vehículo que iba en esa dirección hizo auto stop (no, digamos "dedo", es más vernáculo, y eso fue lo que ella dijo: ¡Vamos a hacer dedo!) y la camioneta se detuvo.

Mientras yo me preparaba para ayudarla a subir ella trepó de un salto y desde arriba me subió de un tirón. Luego fue un camión, luego otra camioneta. Fuimos en las cajas, bajo un cielo nublado y con el viento fresco golpeándonos el rostro. La libertad era tan libre que no se dejaba agarrar ni un tantito.

Finalmente quedamos ante un camino de pedregullo del cual nuestro andar desprendía melodías insospechadas; tararee un par de ellas pero desentono tanto que mi amiga con toda gentileza fingió no escucharlas.

Esa es la casa de Fulano, decía ella al pasar ante alguna de las viviendas del balneario; esa otra de Mengano y aquella de Zutano. No me atreví a preguntarle: Está bien, pero... ¿Dónde mierdas está la tuya?

Cuando menos lo esperaba me dijo: -Ahí está mi casa.

-¿Cual?

-Esa. ¿No la ves?

Ante mí tenía un pastizal gigante, una maraña intrincada de vegetación exuberante: -¿Dónde?

-Ahí. ¿Sos ciego?

Me paré en puntas de pie hasta igualar su altura y miré en la dirección que indicaba, alcancé entonces a ver las dos alas del techo de la construcción: -Ah, sí, ahora la veo.

Apartando malezas sin consideración ni miramientos se abrió paso, abrió la puerta y exclamó: ¡Al fin! ¡Ay, que crecido está este césped!

La vivienda da a un acantilado y desde ella se escucha el sonido de fondo del oleaje, setenta metros adelante y cuarenta hacia abajo. El ambiente interno es cálido y acogedor, lo cual significó un remanso a tanto viento y libertad que veníamos trayendo.

Abandoné mi mochila en un rincón pero continué encorvado varios minutos más. Ella sacó los pechos ventana afuera y miró el cielo: ¡Qué tiempo podrido! -dijo -Parece que va a llover.

Ese comentario hizo volar por mi cerebro ideas perimidas, casi olvidadas, y algunos deja vu me hicieron desear la lluvia. Entonces aun no terminaba de erguirme y apenas lo lograba cuando ella salió al fondo pidiéndome que la siguiera.

Se detuvo ante el parrillero y se volvió: Sabés hacer asado ¿No?

Je je, esa era una de mis más famosas habilidades, pero con total modestia fingí duda: Y... Me defiendo. Decidido tomé pequeñas ramas, unos trozos de leña, y los ordené sobre papel de diario. Encendí el diario y desplegué mi secreto, rezos continuados a la virgen de los asadores: Que no se apague, que no se apague, amén.

El libérrimo viento abundante e inmisericorde colaboró en buena forma y la leña ardió a la perfección trayéndome sosiego. Ahora sólo restaba lo más sencillo: lograr que la carne y los chorizos se asaran parejo, no se arrebataran, no se chamuscaran, y lograran el punto de una exquisitez.

Comimos y bebimos bien, es decir, sin excesos. Charlamos mucho, como solemos hacerlo, intercambiando pareceres sobre los más diversos tópicos, ninguno baladí, todos interesantes y que a lo mejor, algún día, los cuento.

Recibí congratulaciones por la labor cumplida ante el parrillero lo cual, de ser exagerado el estímulo, al menos podría asegurarle mi buena disposición si se presentaba oportunidad semejante. En eso comenzó a lloviznar.

-Así no podemos cortar el pasto -dijo -¿Querés tirarte un rato? Arriba están las camas.

Asentí lleno de curiosidad y subimos. El espacio era continuo, abierto, y contaba con cinco (¿o seis?) camas. En este momento me parece muy estúpido no haber tomado cuenta cierta de las camas. ¿Tan poco observador soy? Aunque pensándolo bien... ¿Qué importancia tiene?

Se dirigió a un rincón y dijo: -Si querés podés dormir en esta. -Asentí, me importaba poco en cual habría de dormir, era de suponer que me daría una de las mejores. Luego se dirigió al otro extremo de la habitación y deteniéndose en la cama más lejana a la mía dijo que allí dormiría ella. Al menos algunas incógnitas comenzaban a despejarse... bueno, en caso de que hubieran existido interrogantes: eso no se dice.

Me recosté e intenté sestear un poco. Creo que no pude hacerlo, en alguna parte un audaz monteador desafiaba la leve tormenta desmalezando sin tregua; supongo que a eso se debía el ruido de motor que se escuchaba (a no ser que fuesen los ronquidos de mi amiga, cosa que por delicadeza no quise constatar.)

Aburrido de no dormir me levanté y apronté el mate, fumé, esperé que mi amiga se levantara, fumé, comencé a tomar mate, fumé... y tres pitadas antes de morir de angina subí a preguntarle si quería mate.

-Acá no, ahora bajo, tenemos que ir a comprar nafta para la desmalezadora. ¿Te animás a ir conmigo?

-¿Queda lejos?

-No, ahí nomás, ocho cuadras.

- Bueno ¡Menos mal! -contesté simulando extremo alivio. En realidad dos cuadras me habrían parecido demasiado.

Hacia allí fuimos tomando mate, ya con otro ritmo, sin las ansias por llegar del comienzo del día. Me dijo los nombres de los habitantes del lugar que le faltaban, la historia de alguna de las construcciones, el nombre de ciertos árboles... y no estuvimos de acuerdo con el nombre de una pequeña ave que nos acompañó cinco saltitos antes de volar.

Me compré un cepillo de dientes, pasta e hilo dental, una toalla... -¿Qué trajiste en esa mochila pelotuda? -preguntó. Iba a contestarle: "cosas útiles", pero me sentí ridículo y para no entrar en detalles la ignoré. En cambio dije: -Bueno, está todo. ¿Vamos?

Atardecía, y lo que quedaba de mí iba llegando a la casa cual suspiro doloroso. Eso en cuanto al cuerpo, porque mi ánimo era el habitual, el de quien tolera que el ferrocarril venga directo en su dirección siempre y cuando le de tiempo para lentamente ladearse un poco.

Cenamos mucha conversación y algunos alimentos. Luego de darme una ducha subí la escalera con la esperanza de llegar al extremo donde se hallaba mi cama sin caer exhausto en la primera que me saliera al paso. Todo venía viento en popa, ya estaba moribundo y aun no comenzábamos a desmalezar la Amazonía.

Apenas introducirme entre las sabanas una ronda de ángeles celestiales me dejó en brazos de Morfeo, ni siquiera advertí el momento en que se acostó mi amiga. A mitad de la profunda noche un sonido reptante me despertó, tuve la sensación de que alguien subía la escalera envuelto en la oscuridad. Habían sido como cinco o seis pasos que de pronto se detuvieron. Si alguien nos acechaba estábamos perdidos, en mi mochila no traía ni siquiera mi oxidado cortaplumas de los Cortapalos.

Afuera el viento azotaba el follaje dispersando rumores y era nítida la cacofonía de las olas rompiendo contra la costa. Cerré los ojos procurando continuar durmiendo pero siempre algún ruido me sobresaltaba: el violín de alguna rama al rozar otra, el clanc clanc de alguna chapa suelta, el remecerse de alguna alimaña en el quincho... Cuando me iba acostumbrando a tales sonidos vuelvo a sentir los golpeteos que me habían parecido cinco o seis pasos y que nuevamente se detienen. Al rato esto se repite y decido contar los segundos entre una y otra serie de golpes, resultando siete golpes cada par de minutos.

Pensé en levantarme a verificar, pero si mi amiga me descubría rondando su lecho podría llegar a perder su confianza en mí, sospecharme de pervertido, voyeur u onanista, atributos que asumiría de tenerlos pero que hallo injusto ostentar sin merecerlos.

Lejos de resolver el misterio, a falta de ovejas me resultó sedante contar dichos golpes y dormí hasta que el sol me metió un rayo en el ojo.

Me levanté y preparé mate mientras ella disponía los bártulos de poda para su uso, luego llegó el momento de dar batalla. Tronó la desmalezadora y mi amiga la blandió con entereza ante mis atentos ojos. Advertí que lo hacía en forma despareja, dejando mechones de pasto aquí y allá sobre los que habría que volver. Así que le pedí el artefacto y ataqué en forma organizada.

Mis brazos sintieron el fuerte temblor del motor enojado pero se pusieron firmes, dispuestos a no cejar hasta cumplir la misión. En semicírculo iba segando toneladas de maleza, yuyos y humedades. Briznas de pasto me cubrieron hasta media pierna sin hacerme retroceder y de a poco la luz comenzó a invadir el terreno.

Mis brazos no tardaron en manifestar su flaqueza, continuaban moviéndose luego de que le pasara la máquina a mi amiga. Ahora ella lo hacía mejor, metódicamente, y avanzábamos. Cuando yo desmalezaba ella amontonaba los restos, cuando desmalezaba ella juntaba yo.

El tiempo nos estaba dando la oportunidad, estaba fresco y el sol aparecía y se ocultaba según el capricho de las nubes... o el viento que empujaba el carro. Cierta armonía natural, oxigenada y fresca me envolvía, y aunque estaba cansado quería continuar con la faena.

Durante el almuerzo le comenté de los extraños sonidos nocturnos y ella, tras una prolongada carcajada ante lo que entendió temor de parte mía, confesó padecer el trastorno "Síndrome de las piernas inquietas", afirmando que los golpeteos habrían de provenir del tamborileo de su pierna contra el borde de la cama. A modo de excusa confesó que por tal motivo se ubicó lejos de mí, temía que uno de esos golpes terminara lanzándome por la ventana acantilado abajo.

Su consideración me enterneció, lo que sumado al intenso trabajo matinal y el almuerzo provocó que soñara con una buena siesta, justo cuando ella proponía dar una vuelta por los alrededores para bajar la comida. Ante su tan caballeroso comportamiento asentí, acompañándola como todo buen señorito.

Bajamos hondonadas, exploramos acantilados, caminamos por la playa, subimos barrancos, tanto que de seguro que el almuerzo logró bajar hasta el mismo infierno. Al llegar, exhausto, me tendí bajo la sombra de un árbol el tiempo suficiente para que mi amiga calzara la desmalezadora y continuara la faena. Con los ojos llorosos, desfalleciente, y a mero empuje espiritual me erguí y le pedí el instrumento de tortura: -Descansá, yo sigo, yo puedo. -dijo muy decidida.

Eso fue como un reto, una mojada de oreja, un desafío imposible de eludir. Así que con todo mi amor propio me introduje en el resto de jungla que restaba talar y casi, casi, lo logro; las hectáreas que dejé pendientes no eran de tanta importancia y mi amiga podría desmocharlas sin mi invalorable ayuda.

Al atardecer me acompañó a tomar el ómnibus, volvería solo pues ella permanecería un día más. Por fortuna así lo habíamos establecido, de lo contrario parecería que yo huía vilmente. El espíritu humano es incomprensible, extravagante, díscolo, y como ejemplo manifiesto la singularidad de mis sentimientos varios kilómetros adelante: me sentía profundamente aliviado de regresar, pero apenas hacía diez minutos que no la sentía rondando en mi entorno con su brío y ya la estaba extrañando.

Si vuelve a invitarme volveré... quien muere una vez y no escarmienta bien puede morir dos veces.

By Contando

La vida es una serie de elecciones y decisiones., y también de cosas que ocurren sin saber por qué.

Ayer comencé este post sin saber que escribir, a las pocas oraciones solamente les dije: pronto escribiré!.

Pero por esas razones desconocidas las cuales todos sabemos, no se publicó y además se borró.entonces, aquí me tienen con todo lo anterior, lo que me surgió ayer y algo más que ni lo había pensado.

Hoy día de elecciones nacionales, salí a la tarde por la calle Colonia, sol, calor y poca gente, pocas cuadras para caminar pero las disfruté y la palabra surgió : ELECCIONES.

Pensaba en este año que pasó... sí.364 días sin su presencia. Sin recordar, sonreí.cuántos sueños cumplidos!!

Un año de decisiones y de elecciones!

Las decisiones son relativamente sencillas comparadas con ponerlas en funcionamiento, concretarlas. No siempre son comenzadas por nosotros, pero terminan siendo .

Decidir es el desafío de llevar a cabo las elecciones. Hay que concentrarse en una o varias y surge una nueva elección.

Mi elección fue vivir para seguir con mis sueños, mis "objetivos con alas".

Sin pensar, sin intentar, sin saber como hacerlo, sin límites, sin excusas, sin.

Mis recursos y yo.!

La elección estaba hecha, la decisión también, sin alternativas. Seguir un camino de deseos guardados en el inconsciente. Cargar mi mochila con ropa y sin rumbo, sólo dejando al cosmos que señalara el destino.

Y así fue.sencillo.al trote y no al galope fui llegando a cada uno de ellos!!

Me puse a pensar ¿cuántos?, me asombró mi propia respuesta.cinco, seis ¡en un año!.

Respiré hondo y mis pensamientos se aceleraron!

Solucioné las deudas, fui al Amazonas, al Valle de Vilcabamba, organicé viajes a Perú, sigo escribiendo, Rodolfo a pesar de no haber podido seguir en la Escuela Naval tiene su uniforme blanco al optar por la Reserva, Marcia entro al bachilletaro en la Escuela Naval y se ennovió con alguien que hacía mucho me agradaba, mantengo el rancho en Kiyu..

Tengo una linda cantidad de amigos, "una familia" y más, hacemos reuniones, salimos de locura a kms de aquí, mi casa se llena de ellos y de amigos de mis hijos. Noches de parranda!.

Lo que pienso se concreta hasta en lo más tonto!

Y hace apenas unos días, un programa de radio online con un grupo maravilloso el cual la producción me mantiene muy ocupada!.

Por todo esto el título.estoy ocupada viviendo mis sueños.

"Lo importante en la vida no es lo que sucede, sino que hacemos con lo que sucede"

Sábado 18 de abril: 18 hs.

Me siento a leer el correo desde el mundo de Internet : en bandeja de entrada, una invitación para el Encuentro de Generación ' 82 de Veterinaria para el día siguiente de 12 a 19 hs.

Entro en pánico!, mis miedos, los tontos y estúpidos miedos del ¿y si tal cosa...o tal otra?, y comienzo llamadas telefónicas para enterarme de quienes asistirían..

En diciembre en la Paloma me había reencontrado con Leonardo, el cual no reconocí por que le faltaba su divina cabellera rubia que lo destacaba en aquellos años!, insistió en que sí fuera, que éramos muchos, nos divertiríamos y que nos "colgarían " cartelitos para identificarnos.

También hablo con Daniel , el cual estamos en comunicación por Montevideo.com (bloguers ambos), y ya le había avisado a la súper organizadora del evento- Madelón -que yo asistiría.

Me decido...voy a ir. Como siempre mis hijos y sus amigos casi me empujaban desde ese momento.

Domingo 19 : 8 hs.

Ya levantada con termo y mate, voy a la feria, organizo todo, cargo la batería de la máquina digital (casi lo olvidaba), celular, compro una caja de cigarrillos; ¡ cómo iba a llevar tabaco para armar!, (aunque lo hubiera hecho), parecía que tenía una importante cita pues no sabía que escoger del guardarropa , formal ?,informal ?, qué nervios!

12.00 hs:

Salgo...ya tarde, a unas cuadras, no llevaba la dirección!!. Unas llamadas y nadie estaba ya!.

El viejo Alemán me estaba jugando esas hermosas pasadas que a nuestros años comienzan.

Solución rápida, un cyber de camino!, ya está: Orinoco y Amazonas.

12:45 hs.

A media cuadra del lugar distingo una pequeña multitud, y al acercarme mis primeras palabras. ¡que montón de viejos!, y nos reímos!.

La barrera del miedo a lo "desconocido" se había quebrado. Y claro, el Chiquito también "casi " me quebró de un abrazo...así seguí saludando y leyendo los cartelitos por suerte con letra grande, ya que algunos habíamos cambiado tanto!!.

Me reciben con una sonrisa y todos contentos con nuestras asistencia , me pego la identificación y de paso les aclaro que mi generación era 81, como la de la Vieja Corujo, pero nos acoplamos con la siguiente, razones no importan!.

Besos, abrazos, saludos, encuentros y reencuentros.

Exclamaciones como: ¡estás igual!, ¡estás más viejo/a!, ¿engordaste un poco no?, ¿dónde estás?, ¿que hacés?, etc., se mezclaban con el whisky, la pepsi, y los bocadillos que aparecián pero que pocos le prestábamos atención. En realidad era una algarabía, algunos no nos habíamos visto desde hacía 27 años!!.

De las mujeres muchas nos recordamos casi iguales , kilos más , kilos menos, canas o tinta , arrugas, maridos, hijos más o menos, pero la risa, la alegría, la sorpresa era genial. Jamás falta un tema para conversar e intercambiar.

Era común también el : no te ubico, no me acuerdo de vos, y por allá salía el ¡claro, vos estabas en tal lugar, o estudiabas con fulano o disecabas con siclano!.

De los hombres, capítulo aparte: por los ojos reconocíamos a unos cuantos, la sonrisa o la altura. El tiempo se ha encargado de " platearle " en diferentes grados "la sien" y a otros el clima - vientos fuertes - les ha "volado las chapas", los callos "eróticos"- grasa abdominal- en algunos eran más notorios, pero dos ó tres no nos quisieron revelar en qué momento le habían robado el formol al Enano De Lima en el cual se conservan.

Un factor casi en común en esta generación: la mayoría casados dos veces, ó en vías, pocos solteros que ya aman ese estado civil y que fueron acosados -en realidad , acosada- y no la pudimos convencer.

15 hs.

Fotos y más fotos, bebida y más bebidas. Comenzábamos a "entonarnos."

Madelón lee los correos recibidos de los ausentes, cada frase era una exclamación, una risa generalizada, chiflidos, hasta que la dejamos casi sin voz.

La temperatura y la sensación térmica estaba descendiendo a medida que el sol dejaba la esquina, varios entramos a la parte más cerrada y Sergio comenzó a guitarrear- eso intentaba-, Ricardo quería hablar, -eso intentaba también- al final todos nos reunimos en el gritrerío.

El tiempo parecía detenido por momentos en aquella época donde la responsabilidad familiar y laboral no existía.Estábamos felices y así lo reflejábamos.

17 hs.

Botellas comenzaron a caer de las mesas y algunos dicen que vieron un cementerio de ellas, vasos y hasta una maceta se rompió!, las pizzetas estaban riquísimas pero el whisky y la cerveza parecían estaban mejor, ¡pero a no exagerar!, en pedo, no estaba ninguno... hasta esa hora!.

19 hs.

Ya los ocho últimos que quedábamos estábamos más que contentos!, queríamos postre, pero no cruzar hasta la heladería, entonces a seguir con la bebida,¡por suerte también habia agua mineral y pepsi!.

Diego muy conciente no había bebido, él era el conductor...el problema era:¿cómo entraríamos en el auto?, seríamos seis. Imposible contar los disparates que decíamos!!

Tomamos la última foto- dos veces- por si salía "movida", muertos de risa : Madelón, Diego, Daniel , Leonardo, Hugo, Beatriz, Diego R.y yo.

Nos despedimos pidiéndole a la nombrada por mayoría , Presidenta de eventos Dra. M.Alvarez otro próximo encuentro no tan alejado en tiempo ya que no quisiéramos asistir con bastón o prótesis.

20 hs. y un poco más.

Llego a casa!, me atomizan a preguntas, se ríen con las anécdotas, miran las fotos, las pasan a la compu, y me dicen : ¿ y vos que no te animabas a ir?

Lunes 20: 7.00 hs

Aún me dura la sonrisa y la alegría de ese encuentro con tanta gente.!!

Me sentí fantástica, la pasé super bien!, me reencontré con gente que de verla en la calle no la hubiera reconocido.

Me reí, me reí y me reí como hace mucho, y las fotos lo demuestran!.

Gracias a Daniel "Perro viejo"( a mi izquierda en la foto) , a Madelón y a los 74 compañeros por esas maravillosas horas que compartimos!

Este encuentro - reencuentro será un día más de esos que guardaré como las cosas hermosas que se ganan cuando algo se perdió y la edad sabe valorar.

Nos vemos en el 2012!!

" Después de todo, esto es aprender, pensé, no el hecho de perder el juego, sino cómo lo perdemos, cómo nos cambia el perder, qué obtenemos de eso que no teníamos antes, para aplicarlo a otras partidas.

Perder, de un modo extraño, es ganar."

Richard Bach - "Un puente hacia el infinito "

Hacen ya varios días que comienzo un post y por alguna u otra razón no logro , o es imposible terminarlo, o se tara la máquina o me distraigo, ó... ó ...ó ...y aún se los debo, pero es muy importante y necesario para mí lo que quiero transmitirles aquí.

Como muchos medité balances, sin importar el resultado, tal vez a los efectos solamente de hacer un "compilado" de hechos, procesos, etc del año anterior.

Una manera de pasar en limpio los detalles que se pasaron, o los dejamos de lado, ó pensar que este año será mejor.

Cambié la piel -y no es metafórico-, entre estrés, alergias , picazón, bronceador y clicks varios, me renové, o he de decir: ¡ he vuelto!

Cómo muchos aprendí, aprendimos a generar un cambio, mínimo ó máximo, pero la intención vale igual!, nos conocimos y abrimos los corazones y pateamos tristezas !!

Cuánto perdí y cuantísimo gané!

Mi balance total creo que la foto tomada el último día del año 2008 lo dice todo.

Perdí ? ó gané ?.

Libertad, calma, paz, cariño y amigos!, y para ellos unas pocas palabras con mucho amor:

Pocos o muchos estamos . Hemos compartido parte viva de nuestras vidas, algunos nos conocemos y otros aún no, pero sólo aún. Las telarañas de la vida entretejiendo y atrapándonos...

Les deseo en este año del Búfalo - mi signo - los ayude a todos a forjar sueños, esperanzas y los empuje lo suficiente para que todos los proyectos y objetivos se cumplan.

Ya tengo los míos, y ustedes?...

Un gran abrazo, besos, y mil GRACIAS por estar aquí, conmigo : CONTANDO, SOL40, MICA37, BOOMVD, ROSIMEN, ANNADR, MALEGRIA, LAPRINCESAANELIS,VICK06, ODIOALJEFE, DALUK, MIRADA, ANTOLIN, 69DEMENTE, ELRAUL, DEC811, BICHITODELUZ, DIANAPENSAMIENTOS, MAX DEMIAN

A Elena, Laura, Stella, Viviana y Manuel que desde hace tantos años también comparten mi vida.

Y a mis amores, Rodolfo y Marcia que aparte de ser la realización de mi más hermoso sueño, son mi apoyo incondicional.