eclipse total de inteligencia
Blog de literatura de cajón

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cUENtoS

27.11.2008 14:02

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.el sudor corre hacia los pies, un sinfin de gotas como un caldo viscoso inundan mis tobillos y tejen una represa rala de cabellos seminacidos que apenas pueden contener el llanto de mi cuerpo. Mas arriba, en mi cabeza, las cosas se suceden con una dinámica incómoda, el tiempo no pasa, esta muerto en algún punto de esta privación y sin embargo corre tan rápido que apenas puedo escuchar mis palabras. La verdad se construye me dice mi voz desde el fondo de algún páramo de discernimiento; siento que no es verdad. Siento el miedo carcomer como una hormiga la base marchita de mis pensamientos. Siento que voy a morir.

La verdad te trajo hasta aquí me devuelve la pared blanca una vez mas. Y me conjuga el relato inequívoco de mis pasos hasta los umbrales de mi muerte. En conclusión, este es el fin de una verdad construida durante setenta años, tu verdad; la única verdad válida en tus recursos y variables.

No.no es verdad, esta inminencia es verdad, siento que voy a morir, lo sé. No recuerdo haber construido este momento; pero es cierto. Lo siento, lo sé. Mi pálpito se agudiza, mi corazón arrastra el cansancio de mil y un intentos de construir verdades, la única forma legítima de vivir la vida.hasta aquí.

Mis hijos, mis trabajos, mi sano juicio, los aciagos momentos de felicidad, mis vínculos, mis sonrisas, mis caricias, mis dones, mi lógica, mis tiempos, mis verdades, mis mentiras.están muriendo. Lo saben, sienten que es verdad. Certeza absoluta, sentir absoluto, verdad absoluta. Ellos no han sido nadie; nada hasta este racimo de vida sentida, de verdad inagotable en el pecho cansado de un viejo casi muerto; vuelto a nacer.

Una gota ha alcanzado mis pies, es ella sola; las demás permanecen contenidas en el cerco firme de mis tobillos. Apenas trasciende el cerco parece dudar, sin embargo no ha mirado hacia atrás. Vacila y se impulsa dejando un hilo acuoso ligado a su mar. Ha tomado por mi empeine y apenas lucha para escalar ya sola y distante el resto de poros que la hará libertar.

La verdad palpita en mi pecho, siento su juego dinámico bajar por el arco directo a mis dedos y mas allá. Mi sonrisa, otra sonrisa. Un rincón de mi cuerpo sueña un recuerdo y apenas puede soportar. La gota palpita en la carne trémula y conquista un descubrimiento demoledor; la muerte y la verdad no se construyen; se sienten. Apenas se puede soportar.

M.N




18.06.2008 11:53

 

... en el muelle casi no existe sombra. Pablo había llegado minutos antes de las tres al embarcadero, donde ya llevaba seis horas. Pudo encontrar un lugar bastante cómodo entre dos grandes rollos de cable. Tuvo cuidado de que nadie lo viese. Esperó hasta que un par de muchacho se alejaron con sus largas cañas, entonces se acomodó entre dos rollos de cable de alta tensión. La tarde pasó lenta, tortuosa, calurosamente. Aquel amontonamiento le recordó la celda, también hacia calor en el calabozo. Ahora, cuando ya estaba anocheciendo, la brisa del mar le devolvió algo de vida. Recogió la bolsa del piso, se puso de pie y sacó el revólver de la bolsa. Seis balas bien cargadas. Solo una le hacia falta, sonrió. Todo se acercaba a ese momento, la convergencia de una existencia sumergida en ternura, amor, miedo, dolor y odio. Ya se sentía un tanto aliviado, simplemente contemplando con el pensamiento el momento culmine. Escuchó voces acercándose desde el estacionamiento. Pasos de zapatos, pasos de botas, voces seguras y poderosas, al menos cuatro personas. Una de ellas era Miguel. Ni siquiera se acordaba que rango había escupido aquella boca grosera y violenta, ¿Teniente? ¿Capitán? No importaba, era el ultimo que quedaba, era el único demonio en su lista. Sacó del bolso seis balas más, ya listas para insertar en el tambor, solo le hacia falta una, se recordó, este era el ultimo. Escuchó la voz que tanto había temido por largos años, avejentada claro, pero ese mismo timbre prepotente e intolerante con que lo había escuchado hablar por horas en los pasillos, riendo, tosiendo de la risa, mientras en los calabozos los 'detenidos' esperaban durante años la libertad, o la muerte. Sintió el calor del odio llenándole el cuerpo, dándole fuerza, no valor, no, ya no le hacia falta valor, ya no le quedaba nada que temer. Los pasos se acercaban lentamente, hablaban de algún negocio, dijeron un par de nombres, pecadores todos ellos, "todos nosotros", se dijo Pablo. Cuando calculó que estarían a unos pocos pasos salió de su escondite en las sombras, revólver en mano, buscando en la oscuridad de la temprana noche en el muelle la cara de aquel demonio carcelero. Vio los ojos del torturador. Levanto el revolver sin darse cuenta de que dos de los hombres que venían con Miguel estaban armados y se apuraban por sacar sus armas. Pablo le vio los ojos rojizos al diablo aquel, le apuntó en medio de las cejas peludas, luego sonrió ante el desconcierto del carcelero Miguel, bajó la mira y le disparó un balazo certero en el abdomen, cerca de la ingle. El tercer hombre había servido bajo la comandancia de Miguel, él sostuvo al carcelero mientras los guarda espaldas dispararon a Pablo, dos balazos en el cuerpo, uno en el hombro izquierdo, otro en la pierna derecha. Cayó al suelo revólver en mano. Levantó el brazo para asestar un ultimo tiro, sabía que debía ver morir a aquel hombre cruel. Pero cuando levantó la cabeza para apuntar escuchó disparos nuevamente y cerró los ojos preparándose para morir. No sintió dolor, más que el de las heridas que ya tenia. Escuchó los cuerpos de los guardias desplomándose en el piso de madera del muelle. Luego pasos apresurados. Abrió los ojos esperando encontrar a la policía, sabia que lo meterían preso por matar a aquel monstruo. Pero se encontró en cambio con un hombre parado frente a Miguel, que moría lentamente en los brazos de su protegido, irónicamente. "Carceleros de mierda, tendría que matarlos a todos cien veces." Salvador les disparó entonces hasta que no les quedo mas vida en el cuerpo. Se volteó luego y se acerco a Pablo. "Me enteré esta tarde que venían con guarda espaldas, te dije que tenias que conseguirte un celular Pablo." Pablo quiso reír, pero en cambio comenzó a llorar silenciosamente. Salvador le tomó el brazo sano, le ayudó a levantarse y se apresuraron a marcharse, perdiéndose en la oscuridad del muelle, bajo el sonido de las olas que golpeaban con matemática precisión las piedras viejas y oscuras del embarcadero.

 

 

final. esto queda. pueden volver. leer. pensar. o no. como gusten. compartimos con ustedes. una muerte.algo que no puede morir.un punto de vista.

respetos... 




13.06.2008 13:34

 

... era tranquilizador el silencio en el cementerio. Sobretodo en la madrugada, cuando solo venían las buenas viudas que pasaban por ahí antes del trabajo, a dejar flores y a hablar con sus difuntos maridos, o los devotos hijos. La comunión en el cementerio es una peculiar experiencia, uno ve por lo general siempre a la misma gente, por que uno va siempre mas o menos los mismos días cada año. Pero este no era uno de esos días. Francisco, el hermano de Salvador, había muerto en primavera, no en verano. Tampoco estaba enterrado en aquella isla caliente y ruidosa, en verdad nadie sabía donde había terminado el cuerpo de Francisco. Pero Salvador iba al cementerio igual, a hablar con Francisco, porque no le gustaba ir a la iglesia hablar con muertos, había muchos ecos y oídos en las iglesias. Se había pasado la noche sentado ahí, esperando al alba, hablando con su hermano muerto, con sus amigos muertos, con sus compatriotas muertos. No recordaba cuando había comenzado la cacería, cuando habían perdido el control, cuando perdieron la ultima oportunidad de dar la vuelta y desistir. Ya hacia tantos años, tantas vidas, tantas muertes, la causa los termino por convertir en monstruos a ellos también. Ya no quedaba lugar para la vergüenza, la conciencia era otra cosa muerta en el camino. Salvador sintió el viento del mar sobre el rostro, el aroma a sal y arena. Había aprendido a disfrutar de estos momentos, los instantes de calma en los que la razón se parece más al alma, cuando lograba verse a sí mismo, cuando solo existían sensaciones. Se preguntaba como será el infierno. Si el alma extraña las sensaciones corpóreas. Si va a recordar porqué ha sido condenado. Era el problema de creer en algo, uno no puede solo creer en lo bueno, si existe el premio también existe entonces el castigo. Se preguntaba si no estaría haciéndole un favor al diablo en mandarle a todos sus demonios de vuelta al horno. Su risa asustó a un par de gaviotas que descansaban cerca de la tumba de una dama de ostentosa muerte, una alta cruz de mármol blanca adornada con flores de oro sobre la tapa de piedra rodeada ahora de pastos largos y flores secas. Vio como las gaviotas se alejaron quejándose hacia la costa, el cielo ya había perdido la oscuridad de la noche y sobre el este el horizonte prometía la llegada del Sol. Miró en su reloj, era aun muy temprano. Sacó del bolsillo el paquete a medio terminar de cigarrillos. Escuchó que se acercaba alguien. Una mujer, bastante joven, bella aun bajo el dolor que llevaba todavía fresco en los ojos. No le gustaba ver mujeres llorar. Le recordaban todas a su madre, ella había llorado tanto que ahora casi no podía recordarla sin verla llorar. A veces hasta le parecía oírla sollozar desde los callejones o alguna ventana oscura mientras andaba por la calle. En esas ocasiones sentía que perdía el juicio en verdad, cuando yendo de un lugar a otro, siempre en la cacería, escuchaba la voz de su madre susurrar entre sollozos "sin vergüenza...", "asesino..." La mujer se sentó cerca de Salvador, no estaba llorando. "Buen día." Tenia la voz cansada, pero el timbre era amable. "Buen día." Salvador respondió cortésmente. "¿A quien visita?" La miró por un momento sin responder. "A mucha gente, ¿a quien visita usted?" La mujer sonrió brevemente y luego miró hacia el horizonte que ya brillaba azul bajo las estrellas que se desvanecían lentamente. "Mi madre, se ha muerto hace seis meses, Estefanía se llamaba, yo soy Sandra." Salvador agachó la cabeza. "Lamento oírlo..." Ella se acomodó el cabello tras la oreja. "La extraño mucho, pero estuvo tan enferma, por tanto tiempo, yo sé que al final ella quería morirse..." Hizo una pausa, Salvador estaba seguro de que lloraría, se equivoco. "... va a hacer calor hoy." Dijo finalmente. Salvador miró nuevamente su reloj y se levantó, enfrentó a la mujer y se llevó la mano al bolsillo. Extrajo el teléfono celular y comenzó a discar un numero. "Discúlpeme Sandra, pero tengo que hacer una llamada, que tenga un buen día." La mujer lo vio alejarse con el teléfono pegado a la oreja sin hablar, el Sol se asomaba ya con abrasante determinación...

 

 




10.06.2008 10:57


...los aviones eran mejores en estos tiempos. Miguel había vivido en los tiempos en que las cabinas filtraban el viento frío que se respira en las alturas. Vio desde la ventana la isla lejana, otra hora para aterrizar, quizás menos si hay pista. Las viejas manos buscaron un cigarrillo en el bolsillo de su camisa. Recordó que en los aviones ya no se podía fumar. Hizo una mueca odiosa con el bigote, blanco de tiempo y avaricia, como una oruga peluda, blanca como la cara de la muerte. La azafata comento casualmente por el altavoz la pronta llegada, se veían ya los cultivos en la isla, y los edificios más prominentes. Miguel miró a su alrededor, la gente empezaba a despertar, lentamente el sonido de voces y movimiento llenó el aire acondicionado del avión. Luces y bips, azafatas hablando tiernamente, niños quejándose, adultos quejándose. Nuevamente emite Miguel esa mueca horrible. Un niño lo mira desde cierta distancia, dos o tres asientos delante de él, arrodillado mirando hacia atrás. Ve los ojos de aquel viejo terrible que lo miran severamente desde la oscuridad de las cejas blancas y largas, el niño se da vuelta atemorizado. Miguel sonríe, del mismo modo que sonreía cuando caminaba golpeando los barrotes de las celdas inmundas, una sonrisa sin felicidad, la sonrisa del tirano. La voz de la azafata vuelve al altavoz, esta vez para pedir cortésmente la correcta disposición de los pasajeros, sentados y atados todos, por favor. Miguel no se había desprendido el cinturón desde que salieran, ni había notado que lo llevaba puesto hasta que la azafata lo mencionó. El pelo largo y gris le cae sobre los ojos mientras se asegura que el cinturón viene bien cerrado, se queja profanamente mientras se acomoda el pelo sobre la cabeza maligna, como todo ser miserable teme sobre todo morir, especialmente ahora que ha logrado vivir mas de lo que merecía. Las cejas peludas se endurecieron mientras pensaba en quien era, el verdadero villano sabe lo que es, sabe a donde va y lo que ha hecho, ya las mentiras que ha dicho para justificar su maldad no logran convencerlo, si es que alguna vez lo lograron. Las luces en el tablero sobre los asientos tintinean anunciando el inminente aterrizaje, al parecer no hay trafico en la isla al amanecer. La sucesión de sacudidas y aullidos de turbinas comienza mientras el avión desciende sobre la pista. Las ruedas gritan brevemente. La calma vuelve nuevamente al avión. Los pasajeros se creen ahora a salvo. Miguel sabe que no existe tal cosa, él sabe que la vida es una cosa frágil que puede ser arrancada al cuerpo en cualquier momento, en infinidad de maneras. El bigote espeso volvió a encorvársele bajo la nariz aguileña, volteo hacia la ventana mientras los pasajeros comenzaban el desfile hacia la puerta, vio que la gente afuera llevaba pantalones cortos y camisetas livianas, otra vez al calor...

y una vez más... continuará.... 

 




06.06.2008 13:01

Conclusiones sin limite

 

 

... un día que se sucede a sí mismo. La sensación de estar despierto le llenaba el pecho tibio. Sabia que era tiempo de enfrentar la vida. De la ventana llega el grito de la calle, la voz del porvenir cantando ronca, desafinada, injustamente. Se mira las manos por un momento, como queriendo recordar algo, una sensación tal vez, o algún pecado. No se han perdido del todo en su rostro ni la intolerancia sufrida, ni la soledad impuesta. Los sentidos despiertan. El teléfono comienza su desesperada llamada, insiste desde un principio. Pablo sabe que seguirá sonando hasta que lo levante. La llamada es para recordarle cosas que el ya sabe. Para informarle de los tiempos que ya no tiene. En la mesa de luz ha quedado una taza de café de la noche anterior, el teléfono suena otra vez, siente la vibración de la campana cuando sus dedos envuelven la taza de café frío. Le ha quedado también medio habano en el cenicero, vuelve a sentir la vibración del teléfono en los dedos cuando recoge el habano y luego los fósforos de la mesa de luz. El reloj marca las seis y veintinueve de la mañana cuando el teléfono vuelve a sonar, piensa que debería de afeitarse mientras la súbita llama del fósforo le ilumina la cara de diablo, los ojos inertes de quien ha dejado el alma en el pasado. Pablo se levanta entonces rascándose la barba de un par de días, revuelve en la valija por un momento y maldice en silencio, el teléfono vuelve a sonar, todavía seis veintinueve, tendría que haber empacado mejor. Pablo abre entonces la canilla de la angosta ducha, odiaba las duchas de hotel, el agua tartamudeó un momento antes de emerger con determinación, ya caliente, ya fría, luego tibia. El teléfono en el cuarto persistía, como un grillo inmenso sobre la mesa de luz, junto al reloj despertador, cantando desde la oscuridad. Mientras el agua le golpeaba el rostro trató de soñar con su vida, una cosa que había desaparecido años atrás, junto con su verdadero ser. Recuerda risas de niños en la distancia, manos de mujer sobre su espalda, las cosas que perdió cuando se lo llevaron, las cosas que no estaban mas cuando al fin logro volver. Salió de la ducha y cuando cerró la canilla el teléfono volvió a gritar. Se vistió y termino el café frío de la noche anterior y levanto el tubo. "Pablo, ¿qué mierda? ¿Porqué no atiende?" La voz ronca de gritar bajo la tortura responde cortamente. "Me estaba bañando." La voz del otro lado demora un momento. "Bueno, escúcheme, tiene que estar atrás del embarcadero a las tres, ahí se tiene que aguantar unas horas, así que llévese algo de tomar, mire que va a hacer calor hoy. ¿Esta seguro de que va a poder?" Pablo mira el reloj sobre la mesa de luz. "Gracias Salvador, lo llamo cuando termine esta noche." Vuelve a poner el tubo sobre el teléfono y vuelve a revolver las valijas, saca una bolsa más pequeña en la que pone un par de botellas de agua que saca de la heladerita junto a la puerta al pasillo, un paquete de galletas saladas y el revólver que llevaba en la valija. En verdad terminaba aquella noche...

 

continuará... 

 

R.B.




29.05.2008 16:30

...no supo si era una tragedia, un simulacro de tragedia o un momento de lucidez. Un atajo a la comprensiòn de la estupidez cotidiana quizàs; esos que iluminan dèbilmente una porciòn de inteligencia que no nos pertenece.Supo en un segundo de fatalidad, que el no era èl y ella tampoco lo era. Supo sin cuestionamientos que hubo un tiempo de su desnudez donde no dolìan los ojos. Un lugar a su desnudez, anterior a su mirada; un terreno àrido, exento de opiniòn. Un habitat natural donde su cuerpo de mujer flotaba eternamente en un momento previo, no imaginado.Como si despertara de un susto de muerte y con la agudeza desprovista de anclajes, comprendiò que ella existiò en un tiempo ajeno a su sospecha, donde su certeza flotaba apenas como una probabilidad, en tiempos primigenios de inmaculada voluntad. Al verla allì sentada, vestida con sus mejores gestos, con su refinada bùsqueda de aprobaciòn,surgiò ante èl, la terrible desdicha de comprobar que su existencia discurrìa al margen de su inventario personal,como una escencia expropiada a su futuro deseo.Y  sintiò rabia o miedo, o ambas cosas a la vez, desde dentro, desde las entrañas de la piel que no cejaba en su vigilia; con la atenciòn pegada a esa inseguridad de no ser ese instante pleno donde su cuerpo era toda tenencia y donde su bùsqueda de utopìas se topaba con un amor que era apenas, un punto de vista. 

 



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Lo no dicho es lo que no se ve, estos, Estos somos nosotros, una hecatae masculina, una deidad triple, pagana y blasfema, tres tristes humanos olvidados cuando no mal recordados, apasionados lectores de autores inexistentes en una biblioteca que NO está en la vigilia, respetos oneiromantes

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