AL OTRO LADO DEL RIO
Una lata con tierra de Treintaytres, labrada y sembrada... al otro lado del rio.

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LOS OLIMAREÑOS Archivo Virtual.

15.02.2013 10:29

rumbo

Cedar Vigietti es un guitarrista uruguayo, nacido en Minas en 1951 y actualmente reside en la ciudad de Toluca, México.

En 1981 se cruza con Los Olimareños en el exilio, una actuación que se extiende en un asado y hasta se van de pesca con Pepe y Braulio.

El autor ha contextualizado este artículo (que hemos tomado de su blog: http://cedarviglietti.blogspot.com) con rigor histórico y social, y nos permite poner luz sobre aquellos años de oscura distancia.

Quienes nacimos en el interior hace más de 50 años, sin televisión, sin internet  y con pocas estaciones de radio para oír (en Minas apenas había dos radiodifusoras: Radio Lavalleja y Emisora del Este) éramos atrapados por la música folklórica que transmitía Radio Rural, estación de triste recuerdos porque fue una de las tantas que incitaron y defendieron con sus comentaristas al golpe de estado de 1973. Sin embargo, en la mañana temprano difundía música folklórica uruguaya y argentina con la incomparable voz de la arachana (gentilicio de los nacidos en el departamento de Cerro Largo, Uruguay) Amalia de la Vega, los argentinos Antonio Tormo, Los Trovadores de Cuyo, Atahualpa Yupanqui y Eduardo Falú.

Amalia de la Vega, nacida María Celia Martínez Fernández en la ciudad de Melo en 1919 y fallecida en el año 2000, ha sido en mi opinión la mayor figura del canto popular uruguayo e injustamente relegada por muchos años después de recuperada la democracia. Además de contar con una voz privilegiadamente clara y afinada interpretó muchas formas musicales uruguayas que hoy casi no se oyen, como los estilos, tristes, cifras, cielitos, gatos, huellas y vidalitas, entre otras, que eran del gusto de la gente del interior del país.
Los citados argentinos aportaron una copiosa discografía de sus aires y ritmos que no forman parte del folklor uruguayo (zambas, chacareras, cuecas, entre otros) pero que fueron y aún hoy son interpretados por los cantantes al oriente del Río Uruguay.
Pero un buen día de 1962 aparece un dúo de canaritos[i] de Treinta y Tres (departamento del este de Uruguay) que tomaron el nombre de “Los Olimareños” por el río Olimar que pasa por su terruño, y refrescan la música rural uruguaya con canciones del maestro Ruben Lena y del salteño Víctor Lima. Así se sucedieron chamarritas, milongas, polcas, serraneras  y las curiosas e infaltables canciones llaneras de origen venezolano tan lejanas al Uruguay pero que impuso este dúo formado por Pepe Guerra y Braulio López.
Verdadera sensación causaron Los Olimareños en los uruguayos durante los años 60´s y principios de los 70´s hasta que la dictadura militar los prohibió, aunque –curiosamente– la madrugada del 27 de junio de 1973 utilizó algunas de sus canciones para enlazar a todas las estaciones de radio del país y anunciar el tristemente célebre golpe de estado. Nacía sola la dictadura. No tenía cantantes que la acompañaran y le dieran un marco de dignidad a lo indigno. Asombrados del cinismo militar amanecimos esa mañana con las voces de Pepe y Braulio interpretando “A Don José”, canción artiguista de Ruben Lena.
Pasaron los años y el exilio desparramó a un montón de uruguayos por el mundo, entre ellos a Los Olimareños que iniciados los 80´s fueron a dar a México sin que –en mi caso– me enterara de su arribo al país azteca. Por ello casi me infarto cuando veo pegado en un muro de la Ciudad de Lázaro Cárdenas, Michoacán, un poster anunciando una presentación del dúo uruguayo Los Olimareños.
No podía creer que a 750 kilómetros de la Ciudad de México, en aquel pueblo olvidado de Michoacán, se presentara este dúo tan significativo para los uruguayos y tan admirado por mí. Aquellos humildes cantores de pueblo pero que arrastraban multitudes en Uruguay ¡los íbamos a tener en Lázaro Cárdenas! Iba a ser un encuentro muy especial porque un pedacito tan querido de nuestro Uruguay llegaba a ese lugar sin televisión, casi sin radio, sin internet y casi sin teléfonos.
No está de más recordar que en 1981 el contacto con Uruguay desde México era escasísimo y mucho más desde ese puerto del Pacífico mexicano. Todo se circunscribía a lo que podíamos escuchar en alguna emisora internacional de onda corta (Radio Moscú, Radio Habana y alguna triste mención de la BBC de Londres), que captábamos con una larga antena instalada en la azotea de la casa. Cuando íbamos a la Ciudad de México, a través de los compañeros que allí vivían, nos enterábamos de algo más. Si asistíamos a la embajada uruguaya en la capital azteca para solicitar algún trámite nos recordaban puntual y del mal modo que éramos parias y no teníamos derecho a nada porque no éramos ciudadanos uruguayos. Ya rechazados mendigábamos algún diario viejo para leer algo del paisito y muy pocas veces y de mala gana nos daban la sección de avisos clasificados de El País que devorábamos para encontrarnos con nombres de calles, barrios, empresas, comercios conocidos y soñar con el regreso. Cuánto odiábamos a esos funcionarios uruguayos representantes de la dictadura militar y cuánto me molesta hoy ver alguno que quedó en la actual embajada que ahora es muy amable y simpático…
Por todo esto se entenderá que encontrarse con Los Olimareños en un lugar tan lejano de todo era un milagro que no esperábamos. Y allí estábamos las dos únicas familias de exiliados uruguayos del puerto sentados en primerísima fila, pegaditos al escenario de aquel parque al aire libre, a la sombra de enormes parotas, esperando al famosísimo dúo. Lamentablemente no había nadie más… Ni una persona más que fuera a escucharlo, salvo un par de muchachos que se encargaba del sonido. Amigo lector, si usted es uruguayo le costará entender que a Los Olimareños nadie los fuera a escuchar, pero si es mexicano no necesito decirle que en México eran prácticamente desconocidos y mucho más en ese lejano puerto.
No crean que nos desanimamos; ni ellos ni nosotros. Los invitamos a nuestra casa y a la sombra de los almendros y ya preparando un fuego para un asadito, nos sacamos el gusto de oírlos cantar y charlar hasta el cansancio. La sencillez, bonhomía y generosidad de Pepe y Braulio nos empaparon de inimaginables sentimientos de nostalgia por nuestra patria distante.
Quizá algún lector joven no entienda de manera cabal lo que sentíamos en esos años, porque hoy es tan fácil acceder a través del internet a cualquier información, estaciones de radio, diarios y hasta hablar con la familia por Skype que han hecho cambiar dramáticamente las distancias. Por ejemplo, y a pesar de tener una antena de onda corta muy bien hecha y de un espíritu diexista[ii] empecinado jamás pude oír nada de Uruguay o Argentina. Unas pocas veces pudimos escuchar una radio brasileña trasmitiendo fútbol y nos quedábamos embobados con ello.
El mate, ese amigo inseparable, se transformó en algo muy lejano, porque con muchas dificultades se conseguía yerba mate argentina en la Ciudad de México exclusivamente. En Lázaro Cárdenas metíamos un montón de yuyos (hierbas) locales en un vaso y nos hacíamos una infusión que tomábamos con bombilla (especie de popote metálico para tomar mate) para no perder la costumbre.
Pero volvamos con Los Olimareños. Pepe y Braulio nos comentaron que regresarían al DF en un par de días así que teníamos tiempo para invitarlos a ir a la playa y a pescar en la escollera que estaba en la desembocadura del Río Balsas en el mar.
–¿Y vos Pepe, sabés pescar?
–Ah claro que sí. Pero mirá que Braulio no sabe ni agarrar una caña, eh.
Nos instalamos en la escollera con las cañas e inmediatamente vimos que Pepe sabía del negocio y tiraba muy bien el reel. Braulio era un desastre y al primer tiro se le hizo una galleta bárbara (enredo de la línea en el carrete) y mientras le ayudamos a desenredarla ya tenía un pescado enganchado. Al segundo tiro, lo mismo, otro fenomenal enredo pero ahora enganchó dos pescados a la vez. Pepe miraba aquello y no lo podía entender. Recogía su reel y tiraba cerquita de donde Braulio lograba mal lanzar y nada…
Para evitar enredos y demoras le encarnábamos y tirábamos la caña a Braulio y no hacía más que recoger uno o dos pescados por tiro. Pepe… nada. Mascullaba bronca nomás...

Pero nosotros, amigo lector, ¿qué podíamos decir? Estábamos encantados de tener aquellos increíbles compañeros de pesca que nos hicieron sentir cerquita a la patria que estaba tan lejos al sur.




16.12.2007 19:03

Rubén Lena: un paquete cultural

 

 

Lucio Muníz

 

Maestro, director e inspector de Enseñanza Primaría. Conocido autor de canciones. 
Publicó dos libros de creación y una antología de canciones cantadas por el dúo Los Olimareños. Prologó un cancionero de Víctor Lima.
Grabó un disco en forma oral sobre la obra de Gabriel Guerra.

 

L. M. Si no te conociera te preguntaría tu profesión. Pero sabiéndola, espero nos cuentes alguna experiencia de la misma relacionada al folklore. ¿Qué experiencia puramente tuya nos podes contar, que a través de tus años de enseñanza se puede vincular a lo folklórico?

R. L. En el aspecto musical, el folklore nacional se revela muy carente de expresiones representativas. Como maestro, esta circunstancia implica el desguarnecimiento para encontrar nuestras propias raíces. En otros países, Brasil, Argentina, Paraguay, etc. el hombre vive inmerso en un mundo folklórico riquísimo, lo que significa que allí, en esos lugares, el docente puede ser un buen seleccionador. Aquí no hay casi qué seleccionar.

—Sin embargo yo creo que si te sirvieran de tus años de maestro rural, podrías encontrar algo más sólido para la respuesta.

—Yo hablo de folklore musical vivo. Yo no hablo -como es obvio- del movimiento cancionero iniciado hace unos diez o doce años; que este sí, ha dado más canciones a nuestro país que todas las creadas en los siglos XIX y XX en estas regiones. Sin embargo el concepto de folklore es mucho más amplio que el referido anteriormente. Porque si nosotros partimos de la base que folklore se refiere al saber del pueblo, entonces la connotación de musical, circunscribe el tema a un área reducida. Ahora, ese saber folklórico está constituido por bienes materiales, sociales y espirituales, y guarda entre ellos una relación común. Forman, lo que podemos llamar: un paquete cultural.

—Desátalo.

—El hombre posee un caudal enorme de saber material: cómo se hacen las riendas, cómo se hace el rancho, cómo se ceba mate, cómo se hace un asado, etc. etc. El hombre sabe y usa un lenguaje particular. Tiene costumbres que integran su saber. Tiene su moral. Asiste a fiestas, ceremonias, pasatiempos. Sabe cómo conducirse en esas ceremonias que es un saber heredado en forma oral; pero, si se le pide que cante, no sabe qué, o le es difícil encontrar una forma auténtica de expresión. Lo de "paquete" se puede explicar de esta manera para que quede más claro: si a uno lo ponen con los ojos vendados en un rancho y le preguntan qué hay, uno puede suponer lógicamente: una caldera, un mate, un banco de ceibo, un poncho sobre una cama, etc. etc. Puede suponer que su dueño sabe andar a caballo, tiene las manos rústicas, dice o puede decir: "pa" o "jue", tiene ahijado o padrino, le gustan las pencas y el truco, y cree vagamente en Dios. Sabe alguna décima, puede silbar un estilo; pero no integraría este paquete por ejemplo, su silbido de un fragmento de Vivaldi, el gusto por tomar whisky o la costumbre de alimentarse nada más que a verduras.

—O sea que el conjunto se alteraría si no fuera equilibrado.

—Es más fácil modificar el saber material que el espiritual.

—¿El acto de tomar mate, es a la vez material y espiritual?

—El mate es material en cuanto a objeto, y todo lo relativo a el. El mate es social, en cuanto es costumbre de un pueblo. El mate es espiritual por cuanto su forma de tomarlo habla de un ensimismamiento que es natural en el medio campesino, o de comunión en los medios más poblados. O motivo de un reportaje.

—Después pasaremos al plano musical; pero considerando que el tema se está enriqueciendo con los motivos expuestos, pienso que ese sabor popular, o sea folklore se puede extender a la medicina naturista, ¿no?

—Claro que sí; en cuanto saber empírico sobre si mismo y sobre la naturaleza. Hay un saber acumulado sobre las enfermedades y su tratamiento, derivados de la observación de ellas y de las cualidades de las plantas. Muchos de esos conocimientos son verdaderos y otros falsos. Constituyen un saber vulgar, precientífico. Pero el conocimiento de las virtudes de ciertas hierbas y de ciertos productos, son patrimonio utilizable que suple la falta de otros recursos.

—¿Utilizaste en vos mismo alguna vez ese saber popular?

—Todos más o menos lo hemos utilizado. No debe haber ningún oriental que no haya tomado marcela, carnicera o pastoduro.

—¿Conoces algún instrumento puramente folklórico en nuestro país?

—Bien pudieran ser los noques; las pelotas para cruzar los ríos.

—¿Y musicales?

—No sé.

—Volviendo a la música, tu respuesta anterior no me conformó. Decías que nuestro folklore se revela muy carente de expresiones. La respuesta no invalida totalmente esas expresiones y da a entender que existen.

—Naturalmente que sí. Solamente que la pregunta se refería a los hallazgos que había hecho como maestro para ser utilizados en mi labor. En ese caso, los hallazgos son escasísimos.

—Pero existen.

—Yo no los hice pero existen. Alguna milonga, algún estilo, que se pueden rescatar y en cierto modo utilizar.

—¿Recopilados?

Si, aunque esa no es mi labor y para la cual se necesitan conocimientos especializados.

—¿Utilizaste en alguna de tus canciones la recopilación?

—Musicalmente alguna vez si, porque aunque no soy recopilador siempre fui un oyente atento de las músicas populares, las cuales guardo en mi memoria.

—LA SERRANERA, por ejemplo, ¿es de tu paternidad?

—Yo creo que sí. Pero no veo en eso ningún mérito..

—¿Tiene algún parentesco?

—A mi modo de entender con la milonga y el pericón.

—¿Es folklórica?

—Es de raíz folklórica, y a lo mejor esa raíz es muy ramificada.

—No entiendo.

—La Serranera puede ser una variante de una forma musical que recorre toda América, como el corrido mejicano, el venezolano, las milongas argentinas y uruguaya. Es decir variantes locales de la misma forma.

—¿Y la forma madre -a tu entender de esas formas americanas, puede ser?

—El romance español.

—Las ramificaciones nos están llevando a España, y yo prefiero volver a nosotros. Por ejemplo: ¿puede ser nuestro paisaje, incluido, o influyendo en lo folklórico?

—Sí, cómo no, el paisaje influye en los hechos culturales. El es el medio natural, donde se desarrolla un tipo de cultura. Influye porque la cultura es la respuesta, entre otras cosas, a ese medio y los hechos folklóricos son cultura en el sentido antropológico, técnico del término.

—Pero hay algo regional autóctono que es anterior a la colonización.

Sí, la base física. El paisaje. Y además grupos humanos. Y del contacto de esos

elementos se crean respuestas y comportamientos distintos. En el caso nuestro esa síntesis no se dio porque pese a que el elemento indígena aportó algo, no aportó su música, que la tenía, porque no hubo integración.

El paisaje es el centro de la cosa y además la forma de agrupamiento.

Además el paisaje se transfigura en el hombre uruguayo y se da líricamente.

De ahí el hombre y su modo de expresión y sus motivos.

 -El paisaje no como objeto, sino como pretexto.

 —¿Para cantarlo y contarlo? Para cantarse y trasmitirse.

 —En esencia para expresarse.

 —¿Y en su expresión se integra al paisaje o es el paisaje quien lo integra?

 —¿No seria importante aclarar la pregunta?

 —Decías que el paisaje como objeto, no como pretexto, y decías también que en esencia para expresarse. Ahora bien, entre hombre y paisaje hay relación que trasmite el hombre al expresarse. Si nos asomáramos a mirar ambas cosas como si fueran colores, ¿cuál se tragaría a cuál?

 —Es muy difícil contestarte, pero si nosotros consultamos la obra de los recopiladores e investigadores (porque es poco lo viviente que hay) entonces diríamos que en nuestro caso el paisaje físico pudo más que el hombre en cierto sentido, y el hombre mediante su expresión quiso decir sus preocupaciones, sus dolores, utilizando el paisaje como referencia. El paisano dice: fulano "es como campo de sierra" o sea con partes buenas y malas; toma el paisaje como referencia para expresar un juicio de valor en el que está implícito el paisaje. Temporalmente el hombre va tragando el paisaje (creando otro nuevo) porque lo modifica, igual que la lluvia y el viento, pero con voluntad. Y en la medida que se desarrolla culturalmente lo hace con más conciencia y sentido positivo.

 Treinta y Tres, 25 de setiembre de 1972.

Lucio Muniz
Publicado originalmente en su Libro "Treinta y Tres en quince nombres"
Ediciones de la crítica
Montevideo, Uruguay, 1992




05.11.2007 01:57

Entrevista publicada por la Revista Guambia

Reportajes de pantalón cortito

Braulio López, un eterno olimareño

“El dueño de la panadería donde trabajaba me escuchó y me dijo: "che, -¿no querés cantar en la radio? Yo te patrocino". Y bueno... para mí fue como tocar el cielo con las manos”

Entrevista de Antonio Dabezies y Memo Reimann. Caricatura de Daniel Jardim

Jesús Braulio López Amorín

Nació el 26 de marzo de 1942, año de nacimiento de numerosos y afamados cantantes: Chico Buarque, Paul Mc Cartney, Serrat, entre otros. Sus padres, Félix y Ramona, tuvieron doce hijos, siete mujeres y cinco varones. Hizo la escuela en Pirarajá y en la capital olimareña algo de liceo. De gurí, tropeó con un hermano y trabajó en una panadería con otro. Empezó a cantar a los 13 años en CW 45, la radio local con el trío Libertad. En 1960 comienza el dúo con Pepe Guerra, y dos años después se presentan en Montevideo, en El Espectador. Estuvo exiliado en España y en México, y ha cantado en el mundo entero. Tiene cuatro hijos, de menor a mayor: Félix de 5, Mauro de 7, Mariana de 18 y Camilo, el mayor, 19. Vive, desde hace años cerca de Propios y Ramón Anador, del lado del Buceo. Además de los 48 discos con Los Olima, como solista cuenta con ocho CD en su haber.

Sigue siendo un hombre del campo. A pesar de tanta vida urbana, su forma de hablar, de pronunciar, de razonar, son propios de su origen campero. Habla bajito, pausado, con una vocecita fina, un poco aflautada, misteriosamente distinta al vozarrón que saca cuando está en el escenario. “Es la voz del Braulio”: cualquier uruguayo puede afirmarlo. Y cantando dice las cosas que ha dicho siempre: de la vida, de la gente, del sentir, de los humildes, del compromiso con esa vida y con esa gente. Defiende y reivindica su identidad, su individualidad, pero le consta –y le enorgullece– no poder dejar de ser “uno” de “los dos”: la mitad de un dúo que fue un verdadero fenómeno de la música popular uruguaya. Por eso carga sobre sus hombros, quizá como el Pepe Guerra, el peso de ser quienes han sido. Escuchar a uno o a otro sigue siendo escuchar a Los Olimareños, y la gente –la que sigue preguntándoles cuándo van a volver a cantar juntos– sigue queriendo a uno y al otro porque sigue queriendo a Los Olimareños. Este “pantalón cortito” con Braulio López es lo que es, un reportaje individual, muy personal, y muy disfrutable por cierto, y sin embargo también siente, también añora y también se ilusiona, inútilmente tal vez. De puro agradecido nomás, seguramente como ustedes queridos lectores.

-Olimareño... ¿pero de qué barrio de Treinta y Tres?

-Eeeh... del barrio Tanco.

-¿Tanco...? ¿Por qué Tanco?

-Es un apellido. Hay un escritor allá que se llamaba Gorosito Tanco, pero no sé si el nombre viene por él o viene del que era dueño de esos terrenos antes.

-¿Cómo era ese barrio?

-Es todavía, porque no cambió nada... Un barrio típico de ciudad del interior; o sea: casitas bajas, mucho techo de zinc, del que se usaba. Yo vivía en un casa que todavía está del mismo color, estaba pintada de rosado, no sé por qué. El barrio Tanco está a la entrada de Treinta y Tres, y ahí está la casa, siempre del mismo color. Yo estuve ahora, en abril, en el festival, y siempre me fijo en la casa... y sigue pintada de rosado.

-¿Qué hacía tu padre?

-Mi viejo era rematador...

-¿De ahí sacaste la voz? (risas).

-¿Y tu madre?

-No, mi vieja no... ¡Tenía de sobra con cuidar doce gurises!

-¡Doce!

-Sí, doce... Demasiado era, ¡jodido trabajo tenía!

-¿Vos eras de los más grandes?

-Yo era el menor de los varones; siete mujeres y cinco varones... Hoy pensar que una familia va a tener doce hijos... ¡no! (se ríe). Y mi vieja tenía 57 nietos, porque un hermano mío tuvo diez hijos, y los que tienen menos tienen tres. Yo tengo cuatro, otro seis, siete... Mi vieja murió hace unos años.

-¿Daba el laburo de rematador para bancar doce hijos?

-¡Yo qué sé! Yo no sé, la gente, antes cómo se arreglaba... Mi vieja cosía para afuera, en la casa tenía una máquina de aquellas a pedal y trabajaba en eso, aparte de cuidarnos a nosotros. Nosotros siempre estuvimos en el límite -¿no? en el límite de la pobreza vamos a decir. Pobres fuimos siempre, digo.

-¿Pero para comer había?

-Sí, claro. En esos tiempos se jugaban otras cosas, no sé... ahora raspás la olla y no sale nada, pero en aquel tiempo siempre alguna cosita había.

-Parece mentira, pero carne había en todos lados...

-Sí, y los bolicheros te fiaban, había otro oxígeno.

-¿Tu padre era rematador rural?

-Mirá, de lo que viniera. A veces lo contrataban para las carreras, carreras de caballo...

-¿Carreras o pencas?

-Pencas, sí. Y también corría, cuidaba caballos, era lo que se llama compositor, --¿no? Tenía condiciones porque era chiquito y livianito, me acuerdo; y cuando corría él, ese caballo siempre ganaba. Se ve que era buen jockey, pero eran esas carreras de pueblo: se hacían en un campo cerca del pueblo, pero se juntaba muchísima gente.

-¿La escuela?

-La escuela la empecé en Pirarajá, un pueblo de la 9ª Sección de Lavalleja, donde viví unos años porque mi familia era de ahí. Hice el primer año en Pirarajá, después la terminé y hice parte del liceo en Treinta y Tres. Siempre escuela pública, por una cantidad de razones, en primer lugar porque la situación económica no permitía otra cosa.

-Pero vos naciste en Treinta y Tres, -¿no?

-Sí, sí, yo soy olimareño… Después vivimos un tiempo en Pirarajá, pero hay gente que siempre me dice: “usted es un poquito de Pirarajá también”. Y tienen razón, un poquito soy de ahí.

-¿Cómo te llevabas con los estudios?

-Era un estudiante medio: no estuve ni entre los últimos ni entre los primeros, estaba en el pelotón. No era un comelibros...

-¿Pero te gustaba estudiar?

-Sí, me gustaba. Lo que siempre me gustó mucho fue la historia, lo que tenía que ver con la literatura también.

-¿Seguiste leyendo después de la escuela y del liceo?

-Sí, leyendo siempre. Yo siempre tuve a Miguel Hernández en mi cabecera, para mí es una especie de biblia, un consultor constante, un referente tremendo.

-Los Olimareños han interpretado a Miguel Hernández.

-Sí... pero más allá de la parte técnica literaria, vamos a decir, hay otra cosa en la obra de él que me atrapa muchísimo que es todo el concepto de valores que maneja, su filosofía tan profunda.

-Volviendo a la niñez, -¿con qué jugabas de gurí?

-Yyyy... uno, como todo gurí pobre se arreglaba con cualquier cosa: con huesitos, con maderas, con piedras, con cosas de la naturaleza, que era lo que estaba más a mano, --¿no? Porque juguetes generalmente no había, y éramos doce hermanos... Lo que sí me acuerdo es de un Día de Reyes, que no era changa que hubiera reyes para doce gurises... pero yo tenía tres o cuatro años y nunca más me pude olvidar, por lo menos a nivel consciente, de esos primeros reyes que tuve. Me acuerdo que me dejaron un par de alpargatas y una flautita azul... En aquel tiempo los gurises usaban mucho la alpargata como calzado, mucho más que ahora...

-¿Y la flautita?

-Bueno, sí, esa flautita para mí fue como un premio; la tuve durante años hasta que una vez se me quedó afuera, la agarró la lluvia, se oxidó... y bueno, se terminó la flautita.

-Además, era un instrumento musical...

-Sí, es cierto: ese fue el primer contacto mío con un instrumento musical. Siempre recuerdo esa flautita, son esas cosas que quedan prendidas como una luz, -¿no?

-¿Y cómo eras para tocar la flautita?

-No, no... yo era muy chico, no estaba ni ahí con la música. Era una cosa muy humilde, muy modesta, era un juguete. Yo me di cuenta que me gustaba la música mucho después, en la adolescencia, a los doce, trece años fue cuando me di cuenta que podía expresarme a través de la música. A pesar de que yo siempre cantaba en los cumpleaños y en las reuniones familiares.

-¿Tu familia cantaba?

-Lo que pasa es que mi familia, mis hermanos, a todos les gustaba cantar, entonces... yo vengo un poco de ahí, de ese medio

-¿Qué cantaban en los cumples?

-Cosas que escuchaba en la radio, yo qué sé, de Los Chalchaleros, de Antonio Tormo... Había un vals que se llama “Manos adoradas” que es una letra que habla de la madre; entonces mi madre me pedía que se la cantara, y ella siempre se emocionaba mucho y lloraba, me acuerdo. Mis hermanos me decían: “¡no, no cantés esa que si no mamá se pone a llorar!” (risas). A mí me gustaba mucho esa canción.

-¿Algún otro hermano tuyo cantaba bien?

-Sí, Olimpio, el mayor. Cantaba tangos y tenía muy buena voz. A una de mis hermanas le gustaba payar, tenía el canto repentino, y lo hacía medianamente bien. En todas las fiestas ella era la que cerraba, hacía como un resumen de todo lo que había pasado. Tenía mucha facilidad para improvisar; eso lo sacó de mi padre, que tenía ese don natural de la improvisación.

-¿Jugabas al fútbol de chico?

-Siempre fui muy malo, pero me gustaba. Jugaba en un club que se llamaba Danubio Fútbol Club, era un cuadro de gurises de Treinta y Tres y jugaba de jas izquierdo; pero jugaba para divertirme nomás, siempre fui muy patadura...

-Hay un Braulio famoso en el fútbol...

-¿Vos sabés que la gente a veces me confunde? Una vez estaba cantando en Washington, y el que presentaba, un uruguayo también, va y anuncia a Braulio Castro... (risas) y la gente largó la risa. Pero muchas veces se han equivocado con mi apellido.

-Pero a vos te pusieron Braulio por el jugador Braulio Castro?

-No, no: mi abuela era la que le ponía los nombres a los varones y era muy católica, ponía los nombres por los santos. Y a mí me puso Jesús, por Jesús y Braulio por San Braulio.

-¿Y de chico te decían Braulio o Jesús?

-No, me decían Cocol, un sobrenombre que me lo puso una tía; nunca supe de dónde venía ese nombre. Recién cuando empecé a cantar solo, en la radio, ahí me empezaron a decir Braulio.

-¿Te gustaba el campo?

-Sí, cómo no... Yo de gurí salí mucho a tropear, me llevaba mi hermano Hilario, Hilario Rosas es el nombre. Yo tenía nueve, diez años, y me iba con él a llevar ganado de un lado a otro. Antes se tropeaba mucho, de a caballo y a mí me encantaba.

-¿Qué era lo que te atraía?

-Y toda esa especie de magia que tiene el campo: el caballo, el aire, el ganado, la tarea rural... La gente que no conoce piensa que no es sacrificada esa tarea, pero para el que vive de eso, es muy sacrificado el trabajo en el campo. Y no tiene horario.

-¿Tenías caballo propio?

-Tuve uno que nos habían regalado, porque tenía un defecto: tenía una pata mas corta, y un estanciero de la zona se lo regaló a mi papá. Lo criamos de potrillito, de guacho. Era el caballo de la casa, andaba por todos lados. Y casualmente no tenía nombre, no le pusimos...

-¿Y perro?

-Perro sí, el Moreno. Me quedó grabado una vuelta que vi pasar una ambulancia de la policía, ahí cerca de la casa; y lo seguí y resulta que al perro lo tenían atado y lo estaban por matar; lo mataron con un sable, una espada, no sé... El perro estaba rabioso y lo tuvieron que sacrificar.

-Que escena fuerte -¿no?

-Ah, sí, a mí me impactó muchísimo verlo morir así... También tuve avestruz.

-¿Avestruz o ñandú?

-Un ñandú guacho (se ríe). Se crían, sí... A mí me gustaba muchísimo el bicho. ¡Se tragan todo lo que brilla! Me acuerdo que se tragó un encendedor, de esos de dos tapitas, niquelado, que había antes. No se podía dejar nada en la vuelta, porque se lo tragaba.

-Aparte de tropear -¿trabajaste en otra cosa?

-A los 13 años yo ya estaba trabajando en una panadería. Un hermano mío era maestro de pala y yo trabajé con él en la cuadra de la panadería, con las barcas de pan, y también estuve de repartidor con el canasto bajo el brazo, o en bicicleta de esas que tienen para poner la carga adelante. Yo hacía de todo, lo que me pedían.

-¿Y cómo empezaste a ser un cantor, en serio?

-Fue en una panadería, justamente, cuando empezó la cosa. Un muchacho estaba cumpliendo años y se lo festejamos ahí mismo, en la panadería; y yo le canté una canción ahí, y el dueño de la panadería me escuchó y me dijo: “che, qué lindo cantás vos, --¿no querés cantar en la radio? Yo te patrocino, con la firma de la panadería”. Y bueno, para mí fue como tocar el cielo con las manos.

-¿Y ahí empezaste?

-Sí, formamos un trío con dos amigos, Ruben Aldabe y Néstor Lampes, un trío que se llamaba Libertad. Yo cantaba y ellos acompañaban, en la radio, en la CW 45 Difusora Treinta y Tres, que era la única radio que había en el pueblo en aquel momento.

-¿Qué edad tenías?

-Tenía 13 ó 14 años... ¡ni barba tenía! (risas). Yo andaba en la vuelta, buscando adonde volar, y bueno ahí agarré pa’la música.

-En Treinta y Tres había un ambiente favorable, ¿no?

-Sí, siempre hubo algo muy mágico en ese sentido: muchos guitarreros, muchos poetas, Serafín J. García, Gorosito Tanco, Pedro Leandro Ipuche... gente que tiene un lugar en las letras uruguayas. Y ceramistas, pintores, escritores, músicos, toda la cosa popular. En Treinta y Tres llegaron a haber tres teatros: el Teatro Vocacional, el Teatro Experimental y el Teatro del Pueblo, y funcionaban los tres en forma simultánea.

-Por ahí pasó mucha gente importante, -¿no?

-Claro, fijate que por ahí recaló Carlos Puebla, después de la Revolución Cubana; me acuerdo que hasta lo tuvieron preso unas horas. Yo lo vi en el Teatro Experimental y quedé enamorado de su obra. Por aquella época también fueron los Demonios da Garoa, un conjunto brasileño muy famoso, fueron Los Chalchaleros, Miguel Aceves Mejía, Yupanqui que escribió ahí unos versos preciosos: “con las patas en el Olimar” como él decía. Fue Carlitos Roldán un montón de veces, Abel Carlevaro, Segovia incluso, cuando estuvo en el Uruguay. Por algo los artistas iban a Treinta y Tres...

-¿A Ruben Lena cuándo lo conociste?

-Lo conocí después de formado Los Olimareños. Fue a través del Laucha Prieto, que era una especie de sacerdote para toda la gurisada que se estaba formando, un consultor obligado, un referente... todos íbamos a pedirle su opinión. Y cuando formamos el dúo y le dijimos que queríamos cantar cosas uruguayas, él nos conectó con Rúben Lena. Y yo quedé prendido para siempre de su obra, de su personalidad, de su forma de ser tan humilde, con tanta grandeza y tanta belleza en su poesía... El es uno de los que ha hecho que el Uruguay tenga una cara de canto, -¿no?

-Hicieron muchas cosas juntos, además.

-Sí, sí, formamos una especie de equipo, buscando lo que había que hacer porque acá no había un canto propio. Y bueno, creo que hoy por hoy el Uruguay tiene un cancionero nacional muy identificado, muy rico, muy variado, y Rubén Lena tiene mucho que ver con ese cancionero.

-Víctor Lima también, -¿no?

-¡Por supuesto! Yo desde la escuela escuchaba cosas de Víctor Lima, “A orillas del Olimar” por ejemplo; yo no sabía que existía una canción que hablaba del Olimar... Víctor Lima fue un trashumante de la canción, creo que vivió para hacer canciones, no le importó nunca registrarlas. Yo pienso que era realmente un juglar en ese aspecto, y nunca se adaptó a tener que registrar sus temas y esas cosas. Fue otro de los grandes de nuestras cosas populares, de la palabra cantada.

-Y al Pepe, -¿cuándo lo conociste?

-Fue en una especie de festival que se había formado, Paisajes del Mundo se llamaba. Ahí iba cantidad de gente a tocar y a cantar, de todo: tango, boleros, canciones españolas, folclore, de todo. Éramos alrededor de 50 personas tocando y cantando, y como éramos tantos, para hacerlo más corto se formaron grupos, conjuntos, dúos... y viendo las voces que podían combinar mejor, Pepe y yo empezamos a cantar. Ese fue el nacimiento de lo que después fueron Los Olimareños.

-¿Se entendieron en seguida?

-Sí... la gente empezó a decir que le gustaba, el mismo Ruben Lena que ahí nos conoció.

-¿En qué año fue eso?

-En el 60 más o menos. Anduvimos dos años en la vuelta hasta que Ruben Lena nos dio una carta para venir a El Espectador, una radio que tenía un rating impresionante. Nos hicieron una prueba y nos dieron un espacio por 15 días, y la fonoplatea de El Espectador se empezó a llenar, llegaban cartas, mandaban flores... Ahí ya éramos Los Olimareños.

“No reniego de mi pasado: al contrario, me enorgullece”

--¿Cuántos discos grabaron Los Olimareños?

-Tenemos grabados 48 LP, antes de que salieran los compact; muchos son grabados en el exterior. El primer disco fue en el año 63, por ahí. A medida que va pasando el tiempo me doy cuenta que es una obra muy gregaria la de Los Olimareños, por que se desprenden muchas cosas de ahí. Primero que en el Uruguay hasta ese momento no existía un canto a dúo impuesto, y después de Los Olimareños surgieron cantidad de dúos...

-Estaban Sampayo, Osiris...

-Claro, pero eran solistas. Ya te digo, cantar así, en dúo creo que fue una cosa impuesta por Los Olimareños. Además el lenguaje, la forma de cantar, el enfoque de cantar cosas uruguayas, yo qué sé... un montón de cosas que marcaron muchísimo.

-¿Condiciona todo eso?

- A mi no, al contrario, yo lo llevo como un estandarte de orgullo todo eso, a mi no me condiciona para nada, al contrario, me enorgullece que lo que hiciste no estuvo mal, -¿no?. Pasa el tiempo y la gente nunca deja de saludarte en la calle, de preguntarte cuando se van a juntar Los Olimareños de vuelta...

-¿Cómo te cae que te pregunten eso? Porque es una pregunta permanente, supongo?

-Sí, permanente. Vos sabés que cuando se separaron Los Olimareños, a mí nunca se me pasó por la cabeza decir, por ejemplo: “ahora que soy Braulio López no soy más...”. No, para nada, incluso yo en mis afiches siempre pongo “el olimareño”, en primer lugar porque soy olimareño, nací en Treinta y Tres, y después porque la gente me ubicó 30 años haciendo cosas con ese nombre. Yo siento que lo que hago es una continuidad de lo otro; si no fuera así no cantaría nada de Los Olimareños. No reniego de mi pasado: al contrario, me enorgullece.

-Alguna vez han vuelto a tocar juntos, ¿no?

-Sí, tocamos juntos en Treinta y Tres, cantamos A Don José cuando se le hizo el homenaje a Rúben Lena. Y otra vez de Durazno, cuando le entregaron el Charrúa de Oro a Pepe.

-A Don José es como un himno a esta altura ¿no?

-Es la canción uruguaya más cantada, indudablemente. Ahora hace poco la declararon oficialmente canción patria. Se toca en todos lados, en las escuelas, las bandas militares, todos... Yo voy seguido a cantar a las escuelas, me gusta cantar con los niños.

 

La pregunta del millón

-¿Alguna vez volverán a cantar juntos Los Olimareños? Como todo el mundo sabe, el desgaste de su relación personal a lo largo de tantos años de transitar juntos, a veces en circunstancias más que difíciles, fuera la razón final de la separación del dúo. A Braulio no se lo preguntamos directamente porque un par de días antes de esta entrevista fuimos testigos de otra más extensa que le hizo para VTV el colega Alejandro Camino, en el mismo Espacio Guambia. “No lo descarto... sería muy lindo. No es que creo que volvamos a formar el dúo, eso es como imposible; pero no descarto que algún día, para alguna ocasión, volvamos a presentarnos juntos. Es lo que la gente quiere, y nosotros somos de la gente... así que algún día quizá lo hagamos”.




05.11.2007 01:55

 PUBLICADO EN EL PORTAL RODELU. 

Pepe Guerra

Ricardo Comba

Nació en la ciudad de Treinta y Tres (Uruguay) y su único oficio fue siempre el de cantor popular.

Sin olvidar nunca su origen humilde, logró sin proponérselo que en Uruguay su nombre se fuera haciendo sinónimo de la música del pueblo, sintetizando en sus cantares el sentir y los ritmos de su gente. Un dato contundente es que no existe ningún uruguayo, dentro o fuera del país, que no sepa quién es Pepe Guerra, el cantor que nació junto al río Olimar.

Fue integrante del dúo "Los Olimareños", conjunto que con 44 discos editados recorrió el mundo entero y obtuvo innumerables discos de oro y platino. El dúo ya no existe, pero permanece vivo en la memoria colectiva de todos los uruguayos como un punto referencial. Más que un conjunto de canto popular, sigue siendo un fenómeno social irrepetible. En la etapa más dura del país, a partir de 1973, "Los Olimareños" fueron prohibidos, pero sus cantos permanecieron porfiadamente en labios de la gente, tanto en los centenares de miles de uruguayos que partieron a la emigración, como en los que se quedaron.

Prohibido el dúo, Pepe Guerra decidió cantar como solista hasta que la situación se regularizara y seguir actuando con Los Olimareños, que vuelven a reunirse fuera del país en 1978.

Desde ese año vivió en el exilio cantando por el mundo con el dúo, residiendo en España y México, volviendo definitivamente al Uruguay en 1984. El regreso del dúo fue un hecho histórico para el Canto Popular uruguayo: cientos de miles de personas los esperaban.

Luego de casi 3 décadas integrando "Los Olimareños", ante la disolución del dúo, Pepe Guerra inicia en 1990 una brillante labor como solista. Recorre un nuevo y definitivo camino, demostrando en los escenarios su comunicación con el público, gracias a la gran fuerza interior que durante tantos años aportó al conjunto. Todo ello se resume en una convocatoria infalible.

Su guitarra tiene un toque rotundo, exclusivo, inconfundible, diríamos, y la voz del Pepe Guerra es reconocida por canciones populares como una de las características uruguayas desde la década de los 60 hasta hoy.

Ya sea en la ciudad o en los lugares más recónditos del campo, este nuevo rumbo que da a su carrera no hace más que refrendar, día tras día, su arraigo popular con el reconocimiento de ser profeta en su tierra.

Actualmente vive y canta en Uruguay, realizando giras periódicas por Estados Unidos, México, Argentina, Australia o Brasil, entre otros países.

Sus discos siempre tienen una aceptación inmediata y todos los que salieron se convirtieron en “discos de oro” o “discos de platino”. Sus actuaciones son sinónimo de miles de personas, que le reconocen con su fidelidad varias décadas cantándole a los de abajo, donde está mi corazón, como dice en una de sus canciones más conocidas.

Actúa acompañado de un grupo musical: Víctor Amaral (acordeón y teclados); Quique Lafourcade, bajo; Alejandro Turubich, percusión.

Pero es su guitarra, con un pulsar inconfundible, la que manda y nos exige silencio, anunciándonos que comienza a cantar el Pepe Guerra. (Artículo publicado en España).

Trayectoria de Pepe Guerra con “Los Olimareños”

El nombre del dúo, integrado por Pepe Guerra y Braulio López tiene su origen en el río Olimar, que atraviesa la zona Este del Uruguay, en el departamento de Treinta y Tres del cual son oriundos.

El dúo refleja todas las manifestaciones del hombre latinoamericano, dando prioridad a los temas cruciales de esos años y su creación artística se nutre de ritmos populares, tanto de origen campesino como urbano. Son pioneros en recoger ritmos como el candombe y la canción carnavalera, así como en imponer la serranera, junto a Rubén Lena, el poeta que fue el espejo sensible donde se miraba el dúo y que logró las canciones exactas para ellos.

La importancia de “Los Olimareños” trasciende las fronteras de su país, donde son considerados primeras figuras del arte popular y reconocidos en su valkor artístico por el público latinoamericano o europeo, a través de más de 40 LP o cassettes, editados en Alemania, Argentina, Brasil, Costa Rica, Dinamarka, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, Holanda ,Italia, México, Suecia, Uruguay, Venezuela, etc.

En 1966 “Los Olimareños” comienzan su andadura internacional y participan en algunos festivales, entre los que destacan:

• 1967, Festival de la Canción Protesta (Cuba).

• 1970, Festival de la Canción Comprometida (Chile).

• 1971, Festival “Melodías de Verano” (URSS).

• 1972, 73, 75 y 76, Festival de Cosquín (Argentina).

• 1974, Gira artística por Australia e islas de los Mares del Sur (Papete, Hawai).

• 1975, III Festival Folklórico Latinoamericano (Canadá).

Desde fines de 1977 el dúo, exiliado en España, desarrolla su trabajo en Europa, manteniendo sus vínculos con Latinoamérica, Estados Unidos o Australia.

Período de 1978 a 1983. Actúan repetidamente en:

Alemania. (Berlín Occidental, Berlín Oriental, Bonn, Kassel,Koln, Sttutgard, etc.).

Argelia. (Annaba, Argel, Constantine).

Australia. (Canberra, Melbourne, Sydney, etc.).

Austria. (Viena).

Bélgica. (Bruxelles, Liege, etc.).

Brasil. (Río de Janeiro, São Paulo, Porto Alegre).

Canadá. (Montreal, Quebec, Toronto).

Costa Rica. (San José).

Ecuador. (Ambato, Cuenca, Guayaquil, Quito).

España. (Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca, Valencia, Zaragoza).

Estados Unidos. New York, New Jersey, Chicago (etc. en gira por toda la costa Este). Francia. (París, Grenoble, Lyon, Toulouse, etc.).

Holanda. Amsterdam, La Haya, Rotterdam, Utrecht, etc.).

Italia. (Génova, Milán, Padua, Pescara,Roma, Treviso, Boloña, etc.).

México. Viven en este país, luego de residir en España y lo recorren de punta a punta: Cancún,Ciudad de México, Cuernavaca, Guanajuato,Lázaro, Cárdenas, Monterrey, Morelia, Pázcuaro, Saltillo, San Luis de Potosí, Tabasco, Uruapán, Villa Hermosa, etc. Nicaragua. (Chinandega, Granada, Managua, Matagalpa, Masaya, Montelimar, etc.) Noruega. (Oslo).

Portugal. (Lisboa, Coimbra).

Reino Unido. (Londres, Manchester, Liverpool, etc.).

Suecia. (Goteborg,, Lund, Malmo, Stockholm, Uppsala, etc.).

Suiza. (Berna, Fribourg, Ginebra, LucernaNeuchatel, Zurich, etc.).

Venezuela. (Barquisimeto, Caracas, Isla Margarita, Maracaibo, Valencia, etc.).

El 18 de mayo de 1984 es una fecha trascendente para el dúo: el regreso al Uruguay debido a que la prohibición de la actividad artística se levantó. Ese día cantan en el Estadio Centenario para unas 50.000 personas, luego de casi 10 años de silencio.

 

Hasta su disolución, en 1990, “Los Olimareños” siguen sus presentaciones por todo el Uruguay, al tiempo que siguen recorriendo la mayoría de países mencionados anteriormente, siendo contratados por radios y emisoras de televisión de diferentes países: Radio-TV 2 de Suecia; Radio Deuche Velle de Colonia (Alemania); BBC de Londres; Radio Neederland (Holanda); Canal 11 y 13 de México; Canal 6 de Nicaragua; TV Gaúcha de Brasil, etc.

Trayectoria de Pepe Guerra como solista

Frente a la disolución del dúo, Pepe Guerra decide continuar en solitario con el canto olimareño que siempre hizo, pero proyectándolo con características propias, acompañado por un excelente grupo de músicos. Fiel a sus principios, mantuvo y fue ampliando el apoyo incondicional del público de la etapa anterior. Surge un solista rotundo, que nos trae nuevas aportaciones junto a una complicidad antigua, con el impulso de los comienzos y la experiencia de tres décadas en lo más alto del Canto Popular latinoamericano.

...“Como solista, encontramos a un artista más alegre y entregado en su presentación. Al Comienzo se hace difícil ver en el escenario sólo a Pepe Guerra, pero al ir escuchando su voz, el recuerdo del dúo se va olvidando y de lleno encontramos al solista, con una fuerza interpretativa que nos saca la duda de los comienzos”... (de una crónica en Melbourne, Australia, en 1991).

Ya había tenido una experiencia como solista en 1977-1978 en Uruguay, período durante el cual obtuvo un premio muy importante por la música de un audivisual llamado “Mundotango”, junto al bandoneonista René Marino Rivero y sale su primer disco solista: “Ta llorando”.

Posteriormente, en España, graba un disco de poesía y tango: “Conversando con el tango” (1982) y en Uruguay otro con la base del primero, “De chamuye con el tango” (1988).

• 1990. Pepe Guerra forma un grupo de músicos y comienza su andadura actuando en Montevideo en setiembre de este año. Los meses siguientes realiza actuaciones ininterrumpidas por todo el país y a fin de año viaja a actuar en Estados Unidos: Nueva York, Nueva Jersey, Washington DC y Miami.

• A fin de año sale su cuarta grabación como solista, primera en esta etapa definitiva de solista: “La voz del Pepe Guerra”.

• 1991. Se reedita el disco aparecido en 1977, “Ta llorando”. Permanentemente canta por todo el Uruguay o ciudades fronterizas de Brasil. Actúa en Argentina y realiza una gira por Australia, cantando en Sidney, Melbourne y otras ciuades.

• 1992. Ante 30.000 personas, en el Festival del Reencuentro, en Treinta y Tres, su ciudad natal, recibe la “Guitarra Olimareña”. Este premio es entregado por la municipalidad a personas oriundas de ese departamento (provincia), las cuales se hayan destacado en una actividad. Pepe Guerra, teniendo siempre presente su origen humilde, dedica la guitarra de oro a los cantores y guitarreros de Treinta y Tres, con los cuales aprendió su oficio, así como a sus maestros de escuela y a autores fundamentales en su trayectoria, como Rubén Lena, cediendo, al mismo tiempo, el premio al museo de la ciudad.

• Siguen sus actuaciones permanentemente en Uruguay y viaja nuevamente a Argentina.

• Sale otra grabación: “Verde Esperanza” , la cual, como las anteriores, tiene gran acogida.

• 1993. Sus actuaciones continúan ininterrumpidamente con un éxito absoluto de público, como desde sus comienzos. En junio viaja a Buenos Aires actuando en el Sindicato de Músicos y de allí sigue viaje a Estados Unidos, donde actúa en Nueva York y Nueva Jersey en una extensa gira.

• 1994. Canta en Buenos Aires en varias oportunidades.

La casa de grabaciones Orfeo le entrega dos discos de oro correspondientes a “La voz del Pepe Guerra” y “Verde Esperanza”. La entrega se realiza el día de Navidad, en el teatro de verano del Parque Rodó con el aforo completo (8.000 localidades), en un festival realizado por los cantores para un colegio de niños discapacitados. Los niños le entregan uno de los discos y los cantores, sus colegas, el otro.

• Sale al mercado una nueva grabación: “El tango...la milonga”.

• 1995. Sigue su labor sin interrupciones y realiza actuaciones con el soporte musical del “Dúo Confluencia”, guitarristas cubanos.

• Canta en Argentina.

• En diciembre sale la grabación “El que siembra su maíz”.

• 1996. En febrero participa en el festival de la ciudad de Durazno, como todos los años, junto a artistas uruguayos, argentinos, brasileros, paraguayos y chilenos, etc... Allí le entregan el “Charrúa de Oro”. Este premio se otorga todos los años y, si bien hay una comision que trabaja en la elección del artista, la decision más importante la tiene el pueblo, ya que días antes de que comience el festival se hacen encuestas en las calles preguntando a la gente a quien le darían el premio entre todos los artistas que participan. Pepe Guerra obtuvo el 99 % de los votos.

• En junio hace una gira por Estados Unidos, actuando en Nueva York, Nueva Jersey, Washington.

• 1997- Actúa ante 20.000 personas en la Semana de la Cerveza (Paysandú, Uruguay). Siguiendo la dinámica de años anteriores, en Sydney (Australia) y en mayo viaja a Argentina para continuar su labor.

En su extensa trayectoria artística compartió escenario, entre otros, con Alfredo Zitarroza (Uruguay), Amparo Ochoa (México), Atahualpa Yupanqui (Argentina), Chico Buarque (Brasil), Daniel Viglietti (Uruguay), Eduardo Falú (Argentina), George Moustaki (Grecia-Francia), Horacio Guaraní (Argentina), Inti-Illimani (Chile), Joan Manuel Serrat (España), José Antonio Labordeta (España), Los Chalchaleros (Argentina), Los Fronterizos (Argentina), Los Quilapayun (Chile), Luigi Nono (Italia), Mercedes Sosa (Argentina), Mikis Theodorakis (Grecia), Milton Nascimento (Brasil), Os Serranos (Brasil), Pablo Milanes (Cuba), Pete Seeger (Estados Unidos), Silvio Rodriguez (Cuba), Victor Jara (Chile), Victor Manuel (España), Vinicius de Moraes (Brasil), Violeta Parra (Chile) etc.

Montevideo, enero de 2000

 


05.11.2007 01:53

Entrevista publicada por el diario Pagina 12 de Buenos Aires, Argentina, el 2 de Octubre de 2004 DOS DISCOS FUNDAMENTALES DE LOS OLIMAREÑOS DESDE MAÑANA CON PAGINA/12
“La lucha se ha acrecentado”
 

Braulio López habla en nombre de Los Olimareños, el legendario dúo uruguayo que conformó junto a Pepe Guerra. La antología que se publica a partir de mañana reúne sus canciones fundamentales.

 Por Claudio Kleiman

El sonido de sus voces es inconfundible. Si bien su autor fue José Carbajal, “El Sabalero”, aquellos versos que empiezan con “Sentados al cordón de la vereda” quedaron para siempre identificados en la memoria popular con las voces de Braulio López y Pepe Guerra, Los Olimareños. Durante 30 años, este dúo surgido en una pequeña ciudad del interior uruguayo edificó una obra tan vasta como influyente, que vistió con una identidad propia al folklore de su país a la vez que lo pintó de colores latinoamericanos; que incorporó de manera pionera influencias que van desde el joropo venezolano a la guajira cubana; que trabajó con textos que reflejaban el sentir popular, lo que les costó la prohibición por las dictaduras uruguaya y argentina, forzándolos al exilio.

Entre 1972 y 1976, grabaron en Buenos Aires, en excelentes condiciones técnicas, cinco álbumes que condensan lo mejor de su repertorio. De allí están extraídas las canciones de los dos CD que edita Página/12 a partir de mañana. El mismo Braulio López aprueba con entusiasmo la selección de canciones: “Están ahí todos los títulos que más pegaron, como A mi gente, ¿No lo conoce a Juan?, Angelitos negros, Junto al Jagüey o La niña de Guatemala, estas dos últimas canciones las retomé ahora como parte de una selección de todas las canciones de amor que cantaban Los Olimareños, que fueron muchas. Muchas veces se asocia al dúo sólo con un cancionero ligado a lo social y político. Nosotros no teníamos una polaridad en el repertorio, siempre fue muy amplio, plural. Hubo canciones que pegaron mucho con textos ligados a lo testimonial, pero también canciones de amor. Tratábamos de hacer un balance de todo eso”.
En el plano musical también abarcaron un rango muy amplio de géneros y ritmos ligados al folklore latinoamericano, algo que era muy poco usual en esa época. “Es cierto, dicen que el que pega primero pega dos veces”, afirma López. “Se dio un poco eso. Y la obra de Los Olimareños es muy gregaria, porque yo escucho grupos que recién empiezan, incluso en Argentina, que hacen nuestras canciones. También hay grupos de rock que hacen versiones, en algunos casos con otro ritmo.” Los Olimareños dejaron una huella tan profunda que tanto López como Guerra no pueden desprenderse de su propia leyenda y si bien desde la separación del dúo, en 1990, ambos han desarrollado una intensa carrera como solistas, editando ocho álbumes cada uno, saben que sus nombres están ligados para siempre a la historia en común. En el caso de López, que suele tocar en Córdoba y San Luis, esto se le manifiesta permanentemente, pero es un legado que asume con orgullo. “Ahora que estoy trabajando bastante en el interior de Argentina, me doy cuenta que muchas de esas canciones están en la memoria de la gente, porque uno las empieza a cantar y el público se larga a aplaudir. A veces la gente ni siquiera las conoce por el título, pero cuando las canto se saben toda la letra. Nosotros estuvimos muchos años trabajando en Argentina, la recorrimos de Norte a Sur. Cuando comenzamos, vivíamos en la Alta Córdoba o en el Barrio Clínicas, nos quedábamos en casas de estudiantes. A la gente joven de esa época la temática de Los Olimareños le resultaba muy atractiva, y nos brindaban su casa, su amistad y cariño. Yo me he encontrado ahora con que son doctores, ingenieros, con hijos y nietos.”
–¿Cómo llegaron a tocar a la Argentina por primera vez?
–De la mano de Jorge Cafrune. Nos habíamos hecho muy amigos, porque él andaba mucho de gira por Uruguay y el sur de Brasil, y nosotros también. En el año 1964, cuando estaba en pleno auge, estuvimos seis meses de gira juntos por toda la Argentina, llegamos hasta Caleta Olivia. De ahí él sacó Orejano, A Don José, temas nuestros que luego grabó. Jorge era un tipo entrañable, gran amigo, había mucho feeling personal y artístico con él.
–¿Fue esa famosa gira que hizo a caballo?
–A veces sí, llegábamos a los pueblos y el conseguía caballos y nosotros lo acompañábamos, también montados. Una vuelta nos metimos en el carnaval de La Pampa, en Santa Rosa, con los caballos, y atrás nos seguían todos disfrazados de indios, entonces el turco me mira y me dice, “solamente nos faltan las plumas, chango”.
–¿Pudieron trabajar durante la época de la dictadura?
–En Uruguay ya nos habían prohibido antes del golpe de 1973, y después ya directamente no pudimos trabajar, entonces empezamos a venir más seguido a la Argentina, hasta el golpe de 1976, cuando tampoco se pudo hacer más nada. Yo estuve un año preso en Argentina, de marzo de 1976 a marzo de 1977. Me agarraron en Córdoba y estuve cinco meses en el Campo de la Ribera, y de ahí fui a la penitenciaría militar de Córdoba, ya reconocido como preso legal. Después me pasan a la Unidad 9 de La Plata y luego a Devoto, donde me dan la opción para salir del país. Me llevaron a Ezeiza, y me embarqué para España.
–¿Cuál era el supuesto delito por el que lo apresaron?
–Divulgar canciones de protesta, temas como Los Dos Gallos, Cielo de 1969 y Hasta siempre. Nosotros fuimos los primeros que la grabamos en Argentina. A mí lo que me llena de orgullo es cómo esa semilla que plantamos pudo prender tan fuerte en este país. La obra de Los Olimareños no es una cosa pasada, está todavía presente.
–Cuando regresaron al Uruguay, luego del restablecimiento de la democracia, dieron un recital que fue histórico.
–Sí, en el Estadio Centenario, que se llenó totalmente, fueron caravanas de gente, una cosa muy emocionante. A veces lo recuerdan los canales en Uruguay, lo pasan en los noticieros; ahora se tomó esa fecha del regreso de los Olimas, en mayo del ’84, como el Día de la Canción Popular uruguaya.
–¿Es cierto que grabaron casi cincuenta discos con Los Olimareños?
–Grabamos 44 discos de larga duración. Aproximadamente la mitad en Uruguay, y los demás repartidos entre Argentina, México, España, Costa Rica, Venezuela y Ecuador. Se grabó mucho. He tratado de reunirlos, pero ni siquiera yo tengo todos los discos.
–Antes de toda esa historia había simplemente dos cantores de ciudad chica que llegaron a unirse por obra de la casualidad.
–Con Pepe Guerra somos los dos del mismo pueblo, Treinta y Tres, una ciudad chiquita, de 25.000 habitantes, cabecera del departamento del mismo nombre. Por ahí pasa el río Olimar, y la gente que es de esa zona se llaman olimareños. A mí desde temprana edad me gustó cantar, vengo de una familia grande, de origen campesino, y me inicié cantando en los cumpleaños de mis hermanos mayores. Cuando lo conocí a Pepe, cada uno cantaba por su lado, éramos solistas. Aunque es una ciudad chica, allí había una cosa cultural muy fuerte, tres teatros independientes, cuerpos de baile, pintores, escritores, todos los cantores pasaban por allí. Yupanqui escribió una canción que habla de Uruguay, Poema para un dulce nombre, y la hizo en Treinta y Tres, con los pies en el agua del Olimar, dicho por él mismo. Había un muchacho, el Nene Hernández, que organizaba espectáculos con toda la gente de allá. Como eran muchísimos cantantes, resultaban largos, cansadores, todavía no existía la costumbre de los festivales, estamos hablando de 1960. Entonces había que achicar un poco el tiempo, y nos pidió que cantáramos en dúo.
–¿Esa química vocal, tan característica entre ustedes, surgió de manera natural?
–Esas cosas se traen, vienen en los genes. Son cosas muy recónditas, que ni uno sabe a veces de dónde vienen, simplemente están. Lo que sí proyectamos, después de la formación del dúo, fue desarrollar un cancionero popular para Uruguay, que no existía en ese momento. Y ahí casi que se inventó un mapa musical en Uruguay, con la creatividad de Rubén Lena como cabecera. Hasta ese momento, el folklore uruguayo era muy dependiente de lo que llegaba de Argentina.
–¿La canción política sigue teniendo vigencia?
–Claro. Si se hubiesen terminado las luchas de clase en el mundo, macanudo, pero yo pienso que se han acrecentado. La pobreza y la riqueza son cosas que el hombre no ha podido superar, para poder encontrar un equilibrio. Ojalá tuviera que cantar actualmente otras cosas, pero como ser humano y por respeto a mí mismo no reniego de eso, sino todo lo contrario. Mientras me parezca que sea necesario hacerlo, lo voy a hacer.


–¿Los Olimareños pueden volver a juntarse?
–Sin dinero de por medio, para una ocasión especial, tal vez. Como un reconocimiento al cariño de la gente.




05.11.2007 01:51

DIARIO CLARÍN, Jueves 05 de junio de 1997, Buenos Aires, República Argentina

ENTREVISTA AL EX OLIMAREÑO PEPE GUERRA

"Estoy más cómodo como solista"

PEPE GUERRA. "Afuera, hasta la canción más alegre se vuelve nostalgiosa". 

E x Olimareño, casi prócer uruguayo, el músico Pepe Guerra estuvo en Buenos Aires. Fugazmente: desembarcó horas antes de su recital porteño y volvió poco después a su casa de Shangrilá. Un balneario vecino a Montevideo que eligió después de probar la vida en la capital "en una especie de colmenera. Un apartamento con ascensor: subía al ascensor y la gente me miraba. Terrible". José Luis Guerra cuenta que sigue prefiriendo la placidez de los pueblos como el suyo, en el departamento de Treinta y Tres, donde corre el río Olimar del que él y su compañero Braulio López tomaron el nombre en 1964. Pasaron años de exilio, tres décadas de vida del dúo Los Olimareños con clásicos como Orejano, A don José e Isla Patrulla, la separación de Braulio López en 1992, y varios discos como solista. Hoy, Guerra se reconoce como una especie de patriarca no del todo resignado a la notoriedad en su medio. Dice: "Es bravo bancar eso. No soy de los tipos que dicen que un cantor se debe a su pueblo. Yo creo que un cantor se debe a sí mismo primero. Pero sucede que decir me debo a mi pueblo queda lindo". Y enseguida dice: "Los Olimareños nos separamos porque Braulio tenía que irse a los Estados Unidos y a mí se me planteó la disyuntiva. Me pareció que no debía irme. Por el pueblo uruguayo... Nos había bancado toda la vida y nos seguía bancando".

¿Y en los aspectos artísticos?

Cada uno tenía su estética propia. Además, ya eran muchos años de estar juntos. Como solista probé algo riesgoso. Lo primero que hice fue recorrer todo el interior, para ver qué efecto surtía lo mío en esa gente, que se resiste más a los cambios y está menos contaminada por nuevas propuestas que la gente de la capital. Al principio de cada recital, la reacción que percibía era: ¿Qué pasa con el Pepe Guerra? ¿Qué hace con toda esa banda de músicos atrás, bajo, teclados y melenudos? Pero al ratito todos se terminaban enroscando.

¿Cómo evaluás, ahora, la elección?

Estoy muchísimo más cómodo en el campo de la creación. Un socio siempre es un socio, y yo creo que la creación es un momento de soledad.

Guerra caracteriza su público en Buenos Aires como una población con predominio de uruguayos emigrados, melancólicos que transmiten la afición a sus hijos: "Fuera del país, la canción adquiere otras connotaciones, la más alegre y divertida se vuelve nostalgiosa en el extranjero".

Las expectativas de esa gente, ¿no siguen más asociadas a la tradición de Los Olimareños que a tu trabajo solista?

En una época hubo que hacer canciones de urgencia, como decía Benedetti. Pero la gente supo filtrar, entre esas canciones de Los Olimareños, las que valían. Y esas son las que quedaron, gracias a que existe una intuición colectiva de la belleza. A mí mismo, de Los Olimareños me gustan ciertas cosas. Pero fue una etapa. Sigo cantando algunas de esas canciones, porque la gente las pide. Pero creo que ahora, en el terreno estrictamente artístico, hay que valorizar otras cosas. Por ahí escucho una grabación de Los Olimareños, si por casualidad estoy con la radio encendida y pasan algo, y en el campo estético me cuestiono muchas cosas.

¿Por ejemplo?

Me digo: ¿Cómo hice esto? ¿Cómo hicimos aquello? E incluso: ­Cómo desafinamos!

IRENE AMUCHASTEGUI

 



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De allá vine, aunque mi lugar en el mundo está en otra parte. "Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción". Los años añejan el alma, hacen que la vida sepa mejor, y los besos me hicieron hechar raiz. Ahora cuando me preguntan de donde soy digo que nací allá y vivo en este agujero. Las dos querencias, por ahí viene la cosa...

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