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Mis artículos

06.04.2010 15:55

Vista de la Plaza Hargain en fotografia de 1896

FRAY BENTOS, es una ciudad eminentemente portuaria. Nació gracias a su interacción con el río y gracias a las propiedades naturales de su profundo puerto natural abrigado por las barrancas de 60 millones de años de antigüedad. De hecho, esas barrancas enhiestas afrontando con su imagen la imponencia del ancho río Uruguay, desde hace más de 200 años que ven pobladores europeos sobre sus cimas. Porque antes fueron los aborígenes que recorrieron estas costas los que a sus pies dejaron los restos de modestos asentamientos.

Es de 1801 el documento más antiguo que hemos ubicado haciendo referencia a estos asentamientos. En un diario de reconocimiento fechado el 31 de octubre de ese año, se deja constancia : "Se marcó los ranchos de Fr. Bentos sobre la barranca".

Esas propiedades de puerto profundo y abrigado, pronto sirvió para que embarcaciones lo utilizaran para guarecerse o acaso para esperar carga y descarga de mercaderías del puerto de Gualeguaychú, cuando éste fue decretado único puerto de salida de toda la producción entrerriana y su puerto no estaba en condiciones de recibir barcos de cierto calado.

Ya en 1851 y hasta 1855 se registra importante movimiento portuario, deteniéndose incluso los barcos que desde 1854 comenzaron a hacer “la carrera” entre Salto y Buenos Aires. La zona de las barrancas, en tierra, comienza también a registrar movimiento. Aparte de la actividad de los leñadores y carboneros que aprovechaban la riqueza de los montes de madera dura. En 1857 debe establecerse aquí una línea de transporte por diligencias procedente diariamente de Mercedes, para traer pasajeros que se embarcaban en los pailebotes o para continuar viaje hacia la Argentina vía Gualeguaychú.

Este movimiento era tan interesante, que gestó en la idea del Dr. Isidoro de María, Vice-Cónsul de Uruguay en Gualeguaychú desde 1852, la de formar un pueblo ahí, prioritariamente un centro de control aduanero, porque de lo contrario, los propios funcionarios aduaneros argentinos obraban como si estuviesen en su propio país y cruzaban al embarcadero de Fray Bentos a cobrar los impuestos.

SE CONCRETA LA POBLACIÓN. Esta ajetreada actividad fue notada personalmente por el comerciante José Hargain, radicado por entonces en Gualeguaychú, quien con su familia, cruzó y se radicó sobre las barrancas, apostando a prestar servicio a los tripulantes y pasajeros de los barcos que, (según el propio Hargain) “fondeaban en un numero de 73 cuando yo estuve ahí...”

El impulso de Hargain, más las notas y gestiones de De María reproducidas en cartas y notas periodísticas (él mismo era periodista y fundador del primer diario de Gualeguaychú), dieron su resultado y los dueños de las tierras, la familia Hargain, decidieron construir un poblado en 1857, cosa que no se concretó “por carecer de dinero para tamaña empresa”.

Finalmente, se produce la fundación tan anunciada, debido al nucleamiento de comerciantes uruguayos, alemanes e ingleses que adquieren las tierras, donan parte de ellas al gobierno nacional y gestan un movimiento empresarial en el rubro inmobiliario. El 16 de abril de 1859, con el nombre de Villa Independencia, nace la población, que ya contaba desde casi dos años atrás, “la hostería de la Independencia” construida por Hargain en lo alto de la barranca, mirando al puerto.

Alrededor del desembarcadero (que era “un pequeño puerto de mar donde los barcos anclan mas cerca que en el puerto de Montevideo”, a decir del ingeniero George Giebert) comienza a gestarse la población, siguiendo el delineamiento hecho por el inteligente agrimensor inglés Guillermo Hammett, quien ya tenía preparado los planos desde 1857 cuando lo convocara la familia Haedo para la frustrada fundación.

Hammett había dejado una manzana dedicada a “plaza de frutos” justamente frente al puerto, para que sirviera de lugar de movimiento de cargas y descargas de mercaderías, movimiento de carretas y diligencias, etc. Es la actual Plaza Hargain. En su derredor se inició la construcción de casas de familia y comerciantes dedicados al movimiento portuario. Así aparecen, además de la hostería ya señalada de Hargain (ver antecedentes en “Historiografía de la Ciudad de Fray Bentos”), una posta de diligencias y hostería de Pons y Florenza y más tarde el “Gran Hotel del Universo” de Arnaud Monfort (construcción también existente hoy día, frente al edificio de Aduanas). La prensa montevideana también hacía propaganda al “Hotel del Puerto” de Vicente Fornari, ubicado en la misma zona.

Casas de habitación de familias importantes de la ciudad naciente, fueron también ubicadas en este estratégico lugar, como la hoy denominada “esquina de la proa” donde vivió la familia de don Juan de Dios Mendoza, importante ciudadano de accionar político durante la primera década de Villa Independencia. Allí se editó, el primer órgano de prensa local, “El Independiente”, de corta vida, hacia 1873. También cabe destacar la señorial casa de la familia Cánepa, cuyos dueños se dedicaron a negocios inmobiliarios, despachos de aduana, manejo de venta de pasajes en los barcos de la carrera, etc. Ubicada donde la familia Carminatti está proyectando construir un hotel, respetando adecuadamente las líneas y valor arquitectónico de este importante elemento del patrimonio citadino.

 

LA PLAZA HARGAIN. Esta “plaza de frutos”, vio pasar treinta años antes de convertirse en un paseo público adecuado para tal fin. Más bien fue un terreno baldío sin ninguna utilidad, respetando la idea del agrimensor Hammett en el plano original de Villa Independencia.

Eran épocas de deficiente luminaria callejera, no obstante el puerto de madera tuviera adecuada iluminación “mejor que en los puertos de Mercedes y de Salto” (según el diario “La Prensa” de Mercedes). Un viejo comentario de la época, recordaba al lugar como nido de malvivientes donde, cierta noche, unos desconocidos llevaron a don Arnaud Monfort al descampado y amenazaban con matarle si no decía dónde escondía sus libras esterlinas. Descubierto eso y alertando a la vecindad a gritos, una hija de José Hargain, salvó al pobre comerciante de su comprometida situación.

Justamente, cabe resaltar otra de las casas que aún hoy se mantienen y que reclama sea declarada dentro del patrimonio oficial de la ciudad, protegida adecuadamente: la casa de familia de José Hargain. Construida en 1862, se ubica en la intersección de las actuales calles 25 de Mayo y Lavalleja. En una de las rejas sobre las ventanas, figuran las iniciales de Hargain y el año en que comenzó a utilizarla.

En Julio de 1895 el Dr. Gaspar Creagh, yerno del ya fallecido fundador y benefactor de la ciudad, don Santiago Lowry, ofreció dinero, árboles y plantas para comenzar a mejorar la Plaza. En Junio de 1897, se comenzaron trabajos de delineación. Se colocaron árboles y bancos, previendo habilitarla al público para el verano de 1898. Se recibió entonces una importante donación de árboles y plantas del Gerente de la Liebig, don Otto Gunther, lo que se mandó comprar a un importador de Montevideo. Los bancos fueron confeccionados por el obrero don Vicente Mónaco.

Para el año 1899 la plaza en ciernes ya era visitada por el público y servía de paseo alternativo de quienes concurrían a la zona del puerto a esperar los paquetes. Actuaban las bandas de “La Estrella “ y “La Unión” ofreciendo retretas. Finalmente, se produjo la inauguración oficial en el año 1900, como parte de los actos en conmemoración del arribo del siglo veinte.

En 1903, cuando llega el presidente Batlle de visita a la ciudad, se observa que ya tiene iluminación, alguna ornamentación con árboles y está ya construida la balaustrada que da a la actual calle Herrera.

Hacia 1910, se produce un cambio sustancial, debido a que toda esta zona costera, incluyendo hasta las barrancas frente al actual club Remeros, las compra la MIDDLAND, compañía que trajo el tren mediante la extensión de una línea desde Algorta. De esta forma, la costa, que era una amplia playada donde los carreros concurrían a llenar sus tanques para vender agua a la población, fue ocupada por edificaciones y Villa Independencia tuvo una pinta “más de ciudad”. Lo mismo sucede por la misma época, al finalizar la primera década del siglo XX cuando se construye el edificio para la usina eléctrica.

 




19.03.2007 18:10

René Boretto Ovalle


ANTECEDENTES

 

En una zona situada apenas al suroeste del casco urbano de Fray Bentos, de su puerto natural que dio vida a la localidad hacia 1859 y en la continuación de las costas barrancosas del Río Uruguay, la presencia de otro puerto motivó un emprendimiento comercial en la misma época.

Aprovechando las circunstancias -hacia 1858- se planteó la perspectiva comercial don Ricardo Hughes, inglés integrante de la sociedad comercial que había adquirido esas tierras imaginando que una ciudad poseedora de "un bello puerto de mar" -como diría el alemán Augusto Hoffmann, otro de los compradores- sería un buen negocio.

Paralelamente al planteo de la ciudad que se fundaría el 16 de abril de 1859 con el nombre de "Villa Independencia", Hughes intentó suerte con un pequeño saladero de carnes, aunque poco después lo alquiló a los saladeristas Benítez Hermanos de Gualeguaychú, sin éxito industrial a causa de la crisis financiera y la gran sequía que afectaba la región por esos tiempos.

En 1861, el alemán Augusto Hoffmann, (foto) asociado con Santiago Lowry como uno de los compradores de las tierras donde se fundara Villa Independencia, trae una visita que será fundamental para el crecimiento de la zona. Se trataba del ingeniero alemán Georg Giebert, quien procuraba implantar en Uruguay, a causa de su riqueza en carne vacuna, un proyecto industrial en la fabricación de extracto de carne a gran escala, según la fórmula del también alemán Justus von Liebig.. Las condiciones naturales convencieron a Giebert que éste sería el lugar ideal para desarrollar la industria, dejando de lado una idea de instalarla en la zona de Paso Molino, en Montevideo.

La materia prima barata y accesible podía hacer viable el proyecto que, con la autorización previa del inventor, podría comenzar inmediatamente. Así, escribió antes de finalizar el año a Liebig, a quien no conocía y como el químico demoró en contestarle, en marzo de 1862 viajó a Europa para conocer detalles de la elaboración.

Después del regreso, alentado por Liebig y su químico jefe en el laboratorio de Munich, el Dr. Pettenkoffer, Giebert encaró la primera fase de su idea, alquilando un pequeño galpón de las instalaciones que Ricardo Hughes tenía cercano al puerto natural situado al oeste de la naciente Villa Independencia. En noviembre de 1862, Giebert ya estaba remitiendo a Europa las muestras del extracto fraybentino, que sorprendieron a su inventor que definitivamente aceptó la idea de crear una empresa para llevarlo a la fabricación industrial a gran escala.

A principios de 1863, el técnico alemán regresó a Europa y luego de ajustados todos los detalles, creó el 21 de Abril de 1863 la empresa "Giebert et Compagnie, para la cual adquiría, con dinero de banqueros europeos asociados a la idea, diez millas de terrenos al sur de Fray Bentos, con un total de 28.000 acres (Acre: medida inglesa equivalente a algo más de 4.000 metros cuadrados), 6.000 cabezas de ganado vacuno y 5.000 ovejas, todo por unas 30.000 libras esterlinas inglesas.

Mientras tanto, el propietario de la zona, Ricardo Hughes, había alquilado el saladero hasta 1867 a los hermanos Benítez, saladeristas de Gualeguaychú, por lo que en noviembre de 1863, cuando la empresa Giebert se hace cargo de las tierras compradas, también se procede al traspaso de dicho documento.

LAS PRIMERAS POBLACIONES DEL HOY BARRIO ANGLO.

Como antecedente poblacional de esta zona contigua a la Villa Independencia, tenemos que poco tiempo antes (1857), quien se considera el primer poblador en forma de la zona, el vasco francés José Hargain, se instaló en la desembocadura del Arroyo Laureles, límite natural suroeste del poblado. Allí colocó "una vivienda de palo a pique y pajizo, techo de veintiocho varas de largo por ocho de ancho" en la que brindaba servicios a los pasajeros y tripulaciones de las embarcaciones que se resguardaban en la rada, según constancia documental del ex Cónsul de Uruguay en la ciudad de Gualeguaychú, don Isidoro de María.

Este testigo, dice respecto a este primer establecimiento:"Recuerdo en diciembre del 57 viniendo yo de pasaje con mi familia para Mercedes, nos alojamos en un rancho provisorio de quincha de paja las paredes, que fue lo primero que hizo a su llegada, y tenía una vaca lechera de la que tomamos leche".

Este primer asentamiento de Hargain, no fue el más conveniente y pronto se mudó a otro más cercano a la zona de desembarco del denominado "atracadero de Fray Bentos", donde -según la misma referencia documental- "en el año '59 ya lo encontramos con casa de azotea y su hotel en toda regla, donde nos alojamos y donde concurren los capitanes de los barcos anclados en Fray Bentos, que me recordaba a Montevideo".

Los primeros intentos de utilizar la zona de los alrededores del puerto natural a dos kilómetros del de la Villa Independencia, fueron de los propios compradores del terreno donde ésta se fundó. El inglés Ricardo Hughes, asociado con Guillermo Haycroff, radicó un pequeño establecimiento para salado de carnes, aunque no en un momento propicio. Con muy poco tiempo de trabajo, Hughes alquiló las instalaciones a Apolinario Benítez y hermano, saladeristas de Gualeguaychú. Cuando se produce el arrendamiento, el saladero comprendía: "el terreno de 200 cuadras cuadradas, más o menos, y el establecimiento de saladero, que consta de cuatro corrales, manga y brete con sus portones, galpón de playa, con camino de fierro y dos zorras, galpón de salazón de carnes, depósito de sal y barraca de cueros, grasería que contiene nueve tinas, dos cilindros, dos refinadores de madera y una prensa con tacho y pileta, galpón de depósito cerca del muelle, plancha de pesar y oficina, herrería, camino de fierro con cinco zorras, muelle con dos anclas y sus cadenas, bomba, caños y pileta para agua, casa de habitación y sus dependencias y dos ranchos de material". Puede observarse el dibujo basado en una fotografía, obtenido por el autor en el Museo Liebig de Giessen (Alemania) cuya imagen es casi coincidente con la descripción. (Ver página 11)

Estas tierras, tenían como límite suroeste el arroyo Laureles, a partir de donde comenzaban las propiedades que adquiría Giebert para su emprendimiento, llamado en primera instancia "Giebert et Compagnie" (creada en abril de 1863) y tomando posteriormente (en diciembre de 1865) el nombre de "Liebig's Extract of Meat Company Limited" (LEMCO).



LA ZONA CRECE AL IMPULSO DEL SALADERO


Giebert comunicó a Liebig en Alemania que en Setiembre de 1864, "podemos iniciar ya los primeros estadios de la fabricación", dado que ya se habían hecho las pruebas y se habían adecuado los campos con instalaciones para la producción, creando la estancia "La Pileta" (a 10 kilómetros de Villa Independencia) y algunas instalaciones para viviendas de los obreros.

La actividad industrial iniciada, tuvo una inmediata respuesta con las ventas en Europa y la producción local fue totalmente insuficiente para los pedidos que diariamente se recibían en la sede central, lo que alentó a mejorar y ampliar las instalaciones. Este crecimiento fue paralelo en la fábrica y en las habitaciones para trabajadores que de inmediato comenzaron a planificarse. Inclusive, se construyó un camino comunicando el saladero con Villa Independencia y un puente de material sobre el Arroyo Laureles. La obra se inauguró el 2 de junio de 1866, recibiendo el nombre de Puente Keller, en homenaje al Ingeniero Federico Keller, autor del mismo.

Ya se había dado lugar a la que consideramos la primera obra civil, no industrial, destinada a obreros y troperos. Se trataba de un rancho de material que, como pulpería, daba servicios en las inmediaciones de donde se ubicaron los primeros corrales, en los fondos de lo que sería después el jardín de la "Casa Grande". Esta pulpería puede observarse nítidamente en una de las fotos tomadas una vez que se culminó la construcción de la mansión del Gerente, en 1868.

En el mismo mes de Junio de 1866, llegaron desde Europa las maquinarias específicamente pensadas y diagramadas por el Ingeniero Giebert para la novel industria y que estuvieron a cargo de la "Mc.Clelland & Millwall" de Glasgow. Para alojarlas, se produjo el primer estadio de diagramación, dando lugar a la "fábrica nueva", primera ampliación de las primarias instalaciones contiguas al puerto. Numerosos edificios -estratégicamente ubicados en la parte más alta del terreno a 16,40 metros sobre el cero del río- alojaron las diferentes dependencias fabriles que profesionalizaron la acción, permitiendo llegar en este año de 1867 a 47.500 vacunos faenados. Dos años antes, al inicio de los primeros intentos, se habían faenado 3.200 animales.

También se pensaron espacios y construcciones para alojamiento de obreros, contiguo a la fábrica propiamente dicha, en los primeros ejemplos de la planificación urbana conexa al proceso fabril.

EL BARRIO OBRERO COMO ESTRATEGIA DE LA INDUSTRIA.

La creación de un núcleo poblacional alrededor de los establecimientos fabriles, es un concepto inmediatamente adicionado al crecimiento de emprendimientos industriales europeos.

Resulta evidente la conveniencia de tener a disposición y en las mejores condiciones posibles a la mano de obra, siendo el aprovechamiento de la fuerza laboral uno de los componentes en el rendimiento y también para la comodidad del propio trabajador, que se va beneficiando con los componentes sociales que son insertados por las empresas en las villas obreras.

Siguiendo a autores dedicados a la materia, comprendemos que:"cuando la industria coloniza el espacio, se ve forzada a la organización de la residencia de la mano de obra que necesita, mediante la vivienda y coincidente o paralelamente, con un sistema social en el que los relacionamientos entre los trabajadores y la empresa no se restringen exclusivamente a lo laboral" (Schvarzer, Jorge. "La implantación industrial"-Buenos Aires, 1983).


"La asociación entre la fábrica y la villa obrera, forma parte de un modelo de industrialización frecuente, no sólo en nuestra primera etapa de desarrollo industrial, sino también utilizado preferentemente en las industrias ligadas a los recursos naturales, como por ejemplo las agro-industrias", opina la Arq. María Marta Lupano, investigadora del Instituto de Arte Americano de Argentina.

Justifica esta aseveración, agregando :"Al localizarse la fábrica en áreas despobladas o con muy poca población y la ausencia de un mercado de trabajo previo, obliga a la industria que crea y organiza ese mercado, a fijar su personal a través de la construcción de viviendas".

En el Barrio Anglo notamos esta intencionalidad desde el primer momento. El propio Ingeniero Giebert, cuando es entrevistado por la prensa capitalina, en 1866, menciona que, junto a las construcciones propias de la producción del extracto de carne, se prevén "alojamientos para los obreros". Giebert estudiaba la posibilidad de crear una "colonia alemana", favoreciendo la inmigración de numerosas familias. Las investigaciones de la autora uruguaya Lic.María del Carmen Medina Pintado en su libro "La presencia alemana en el Uruguay - 1850-1930", le llevan a opinar que "Muchos alemanes encontraron trabajo allí,; al poco tiempo Fray Bentos se transformó en una colonia alemana. Los integrantes de esta colonia que profesaban la fe protestante, eran atendidos por el pastor Delius que desde 1863 estaba en el sur del país, en el departamento de Colonia".

En el mismo sentido, aunque en un testimonio muy posterior, el profesor Backhaus, citado por la mencionada historiadora uruguaya, refiere que: " Para los operarios hay ochenta casas amuebladas a todo confort... por consiguiente (la empresa Liebig) siempre tiene a disposición el número de trabajadores necesarios para cuando en diciembre comienzan las grandes matanzas de cuya dimensión Alemania no se puede hacer una idea, ya que el establecimiento carnea, a diario, de 1000 a 1500 vacunos".

EL NACIMIENTO DEL BARRIO :

SE PLANIFICA Y SE CONSTRUYE "LA RANCHADA".


La ocupación del espacio. Lo que denominamos "Barrio Anglo" y las instalaciones fabriles del ex establecimiento, llegando a ocupar una extensión de 630.000 metros cuadrados, preferentemente sobre la costa del Río Uruguay. Esta utilización del terreno fue progresiva y siguiendo diversas pautas condicionadas por el crecimiento de la actividad fabril y las necesidades de expansión, en primera instancia de lugar para la industria y posteriormente para el alojamiento de los obreros y los servicios inherentes.

El primer instante de ocupación, se vio condicionado exclusivamente por la presencia del puerto natural que tiene la zona. Las mediciones actuales, le indican 15 pies de profundidad en las áreas internas del actual puerto y 40 pies en las zonas de uso, prácticamente coincidente con la canal principal del río. A escasos 50 metros del puerto, existen profundidades de 100 pies, aunque el promedio es de 30 pies de profundidad.

La actividad industrial de los saladeros, tal como se encaró en la región a mediados del siglo pasado, apostaba a la exportación por vía fluvial y los emprendimientos existentes siempre dependían de un puerto accesible y de mediana profundidad.

El segundo instante de ocupación, se produjo en lo alto del terreno circundante al puerto, que a escasos doscientos metros lineales del mismo, ya se eleva a 16 metros sobre el cero del río. En este lugar se construyeron las edificaciones para recibir las maquinarias fabricadas en Escocia en 1866.

A partir del puerto, se establecieron nuevos senderos de conexión con las edificaciones, en especial "caminos de fierro" o rieles para transporte de zorras tiradas por burros con las cuales trasladaban mercaderías, materias primas, etc. que ingresaban o egresaban por aquel. Algunos terrenos fueron destinados como "canchas" para depósitos provisorios de elementos de mucho uso como el carbón de cocke y sal. Las "canchas" más cercanas al puerto, se destinaron al acopio de producciones prontas para exportar, como barriles de grasa, montañas de cueros, de huesos, de pezuñas, etc. Allí también se construyó un gran galpón de madera que se mantendrá durante muchas décadas.

Coincidente con este crecimiento del sector de la industria, comenzaron a ocuparse espacios para casas de obreros, "casi" rodeadas por el propio entorno fabril. Las primeras habitaciones se construyeron entre los 200 y 250 metros de distancia del portón de entrada (Véase plano casas 88 a 94b) en tanto que con mayor calidad y seguramente para personal técnico o jerárquico, se ocupó un preferencial sitio alto contiguo a la entrada para cuatro casas (Véase plano casas 96, 97a y 100).

Se delimitó desde este primer momento, un "camino de entrada principal" que bordeaba la costa del río y continuaba de la misma forma hasta entroncar con el sendero que unía el saladero con la villa. Como se ha informado anteriormente, en 1866 se construyó el puente sobre el Arroyo Laureles para facilitar los traslados y transportes de mercaderías y de obreros, muchos de los cuales se asentarían en la Villa Independencia. En la margen izquierda del arroyo, contiguo al puente, se estableció un puestero con su casa, cuyas ruinas aún se observaban hacia 1966, cuando se construyó el nuevo puente de material que suplantó al exactamente centenario "Keller".

Las obras de la empresa fueron inclusive más allá de sus propios terrenos. Para servir a sus intereses, procedieron al arreglo de los principales puentes en los arroyos que cortaban el camino "real" que unía Independencia con la ciudad de Mercedes y hasta se colocó una balsa sobre el Río Negro para pasar las tropas de ganado, aunque se permitía también el cruce de personas y vehículos de transporte no relacionados con la empresa, cobrándose un peaje..

Otro de los ejemplos de construcciones no fabriles importantes de esta etapa, es el de la denominada Casa Grande o Casa de los Gerentes. Hacia 1868, en la principal altura de la zona adyacente, desde donde se divisaba el total del emprendimiento y el propio río, se construyó esta mansión (Véase plano adjunto), compuesta de tres sectores: el central y principal para casa habitación del Ingeniero Georg Giebert y familia y a ambos costados un sector para visitas (completado en 1890) y otro para personal y actividades del servicio.

Detrás de la casa, en un desnivel escalonado que se previó desde un principio, se construyó hacia 1903 un hermoso parque estilo Versailles cuya diagramación se vio cambiada por el crecimiento de grandes árboles y arbustos.

A pesar de que hay un crecimiento fabril permanente, podemos establecer un tercer instante de ocupación del terreno y que es el más importante porque determina la necesidad de pensar en la utilización masiva del territorio para construir una "ranchada" o "ranchería".

De este período, cabe reconocer dos momentos: la construcción de "cuartos" o edificios comunitarios destinados a obreros que trabajaban en secciones específicas. Siguiendo un técnica propia de los "factory towns" se construyeron locales o "barracas" de gran tamaño destinadas al alojamiento de trabajadores que tenían actividades similares como "los obreros de Ingeniería", "obreros de la playa", "obreros de la fábrica de extracto", "hombres de la molienda", "bomberos", etc.

Esta época de construcciones, se inicia hacia 1885 y se concentra casi específicamente en un sector al que se le denominó "Pandilla". Allí se ubicaban los obreros con responsabilidad de "bomberos" y los trabajadores del puerto. El sector tuvo constantes ampliaciones que registramos en 1889, 1900 y 1906.

Encontramos justificación en el nucleamiento obrero en edificaciones exclusivas para cada sección, en la necesidad de coordinación para el trabajo y para responder en forma masiva a los llamados, muchas veces no previstos. Un testigo presencial informó que existían diferentes toques de campanas o sirenas de acuerdo al reclamo o convocatoria al trabajo que se hiciese desde la fábrica. En el caso de los bomberos o los portuarios, eran gente "al pie del trabajo" y en constante vigilia.

El segundo momento que reconocemos en este período, se inicia en Junio de 1889 cuando la construcción masiva de la "ranchería" y la profesionalización de la empresa obliga a construir un lugar físico importante para la Administración y servicios conexos.

LAS CASAS OBRERAS.


En 1892 se encuentra el barrio totalmente configurado y con la casi totalidad de las casas con que hoy cuenta. Debe reconocerse, no obstante, que los planos de las viviendas originales han tenido modificaciones aunque no sustanciales. Dado que se trataba de casas para grupos familiares, cada una fue adecuando su crecimiento a través del tiempo, con materiales aportados por la propia empresa..

Podemos reconocer una injerencia e influencia técnica de la empresa en cuanto a los planos pero podemos inferir que en cuanto a la responsabilidad de construcción, no todas las casas fueron hechas por la Liebig. Del total de 63 construcciones en un plano de 1892, un 40% son consideradas por la empresa como "privadas", lo que da a entender la posibilidad de una cesión provisoria del terreno para que particulares concreten su vivienda. De las 75 casas que constatamos en plano de 1912, seis se consideran privadas todavía.

Las casas fueron muy modestas en tamaño en su primaria construcción, según se observa en los primeros planos y tuvieron que ser adecuadas, remodeladas y ampliadas a causa de los lógicos crecimientos demográficos del núcleo social allí instalado. En 1902 constatamos ampliaciones o modificaciones en el 26% de las construcciones y en 1905 se constatan cambios en el 60% de las mismas.

Las casas eran adjudicadas a obreros con familia, a quienes se cobraba un alquiler muy modesto que incluía el consumo de energía eléctrica y que se descontaba de los salarios; el agua potable - tratada en la misma fábrica - no se cobraba.

Cuando eran necesarios materiales de construcción o pinturas para el mantenimiento de las casas, todo se proveía de la fábrica.

En este crecimiento edilicio homogéneo y explosivo en el período de tres años, debe incluirse la construcción de los llamados "cuartos de solteros", volúmenes de 50 metros por 6 metros destinados a habitación comunitaria de obreros, con instalaciones de baños en el exterior. Estos edificios se refuerzan en número y se amplían en el período entre 1902 y 1905.

Como decíamos anteriormente, es de la misma época, la diagramación y construcción de la parte principal del EDIFICIO DE ADMINISTRACION, con un doble frente. El que da hacia el río, destaca su prestancia sobre la barranca con un breve parque anterior.

A pesar de que seguiremos el crecimiento fabril en un trabajo aparte, corresponde mencionar, a los fines de comprender que este es el momento cúspide del crecimiento de la Liebig en Fray Bentos, que en estos años se produce uno s los mayores crecimientos estructurales en el interior del establecimiento. Se construye la nueva playa de faenas y los nuevos corrales, se construyen grandes galpones para almacenamiento de fertilizantes, se construyen los grandes tanques de agua y los filtros de potabilización y se introducen maquinarias nuevas en ayuda de procesos industriales del secado y empaquetado de carnes saladas, aserrado y preparación de huesos, prensado de residuos de carne,etc.

No consideramos una nueva instancia de crecimiento sino de complemento, la comprendida en la primera década del siglo. Las circunstancias obligan a reforzar esquemas y complementarlos y se observa un nuevo período de obras relativamnte importante. Se construyen las casas de jerarquía frente al río en el camino de acceso (frente a actual sede de Club Anglo) y las obras apuntan a dar alojamiento a obreros zafrales, ampliando los cuartos de la "Pandilla", los "cuartos de solteros" y una segunda etapa del edificio de Administración. Además, se prevé en los planos una importante extensión de la barriada a ejecutarse en los terrenos de la actual cancha de golf, lo que no se concreta.

LAS GEOGRAFÍA Y EL TERRENO COMO CONDICIONANTE DEL ASENTAMIENTO URBANO.

El terreno que podía utilizarse para la construcción de la "ranchada", debía extenderse desde los límites ya determinados para el crecimiento de la fábrica en el puerto y su entorno, y el Arroyo Laureles, donde desde 1866 existía un puente.

Dos núcleos principales se diagramaron, condicionados por circunstancias naturales. El primero de ellos, hacia el este partiendo desde un sangrador de no gran porte procedente de la zona de la "Pandilla" hasta otra pequeña corriente de agua similar que desembocaba en el río aprovechando la cañada natural formada por el buzamiento o declive de dos zonas altas.

El otro sector, a partir de este último accidente geográfico y una gran cantera para extracción de tosca existente a la altura de la actual cancha de baby fútbol del Club Anglo.

Se trata de un interesante aprovechamiento del terreno y sus alteraciones geográficas, convirtiendo el amanzanamiento tradicional tipo damero en una disposición diferente. Entendemos que no hay una intención manifiesta de salirse de este esquema urbano, sino de aprovechar al máximo el paisaje.

Caminos que en algunos casos son senderos, con recorridos en varias direcciones determinan amanzanamientos no tradicionales, en algunos casos con lotes de distintas superficies que permiten que cada casa disponga de terrenos aprovechables para quintas y jardines.

La similitud en los frentes determina, en algunos casos, atractivos conjuntos arquitectónicos, lo que es ayudado por los porches cubiertos de enredaderas, plantas trepadoras, etc.


EL CONCEPTO SOCIAL: PRIORITARIO EN LA DIAGRAMACION.

Hay un aspecto que deseamos resaltar en la distribución de las viviendas y en su relacionamiento espacial, teniendo en cuenta el destino de las mismas: no parece existir una distribución de las casas del personal jerárquico separada exclusivamente de las destinadas para los obreros.

En varios ejemplos observados o de los que nos hemos informado a través de publicaciones técnicas, encontramos un tipo de villa fabril donde el personal jerárquico, técnico y administrativo es extranjero y, en el momento de diagramar su ubicación en el espacio, reserva los mejores sitios con exclusividad, impidiendo por variados métodos y sistemas, el tener una relación "demasiado directa" con el obrero, para el que se prevé un sector específico de villa obrera nítidamente diferenciada en su estructura, en los servicios y en la ubicación especial alejada del sector de los jerarcas. Tal es el caso de "Pueblo Liebig" en las cercanías de la ciudad de Colón (Entre Ríos, Argentina). Es un sistema también observado en aquellas actividades rurales como la cosecha y talas de montes.

Según nota la investigadora Lupano en su estudio referido a "Vivienda obrera promovida por la industria. Buenos Aires 1880-1930", hay otro ejemplo netamente diferenciado. Y es donde deseamos integrar el ejemplo del Barrio Anglo. Se trata de "las empresas donde se trabaja con un esquema personalizado, en el cual se tiende a privilegiar la figura del patrón benefactor, organizándose el establecimiento como una gran familia. En este caso, podemos hablar de una relación paternalista, en el cual el patrón está presente en todo el conjunto de relaciones que el obrero establece con la empresa." "...La característica fundamental de este sistema es la estrecha comunidad que está vinculada no sólo con la fábrica sino que forma parte de un sismo sistema social y que concentra en un mismo espacio la esfera de la producción y la vida de los trabajadores".

Esta ca



14.03.2007 16:45


René Boretto Ovalle

Armando Olveira



Cuando hablamos de conflictos bélicos y cuando recordamos en el evento de hoy la infinidad de patrimonio cultural que ha creado toda esta actividad a través de los cientos de años, tenemos una cierta tendencia a pensar e imaginar las cosas materiales, como armas y armamentos, medios de transporte, obras de ingeniería y hasta la logística, planificaciones y tácticas militares, mucho de lo cual estamos tratando en esta oportunidad.

Ustedes tuvieron en su propio suelo este impacto de las guerras pero nosotros, en Sudamérica, lo vivimos de una forma diferente. Siendo los tenedores de recursos alimenticios, de mano de obra y de los establecimientos industriales, los vacunos, frutas, verduras, hortalizas, esperaban solamente ser procesados para enviarlos a través del océano para alimentar no solamente a las tropas de los ejércitos sino a la población civil.

Nuestras chimeneas, echaban humo cual los cañones que tronaban en Europa, pero estas chimeneas eran cañones que disparaban VIDA, en un proceso que nosotros deseamos traer como un aporte a las Jornadas organizadas por INCUNA.

Y no les traemos una visión genérica, generalizada, sino que nos vamos a referir a la empresa que con mucha razón recibió la denominación de LA GRAN COCINA DEL MUNDO. El principal establecimiento de esta cocina gigantesca, estaba en la CIUDAD DE FRAY BENTOS, en Uruguay, una ciudad que continúa existiendo y que hoy valora enormemente ese antecedente patrimonial riquísimo tan enlazado con Europa y con su gente.

Muchos de quienes leen hoy día el nombre FRAY BENTOS, lo asocian al producto que consumen sin siquiera saber el origen. Hay otras personas que consideran a Fray Bentos como un recuerdo entre amargo y dulce de las épocas de la guerra. Un Embajador Británico en Uruguay nos contaba una experiencia familiar en épocas de racionamiento en Londres: “Abrir una lata de corned beef Fray Bentos era una verdadera ceremonia... como la del té para los japoneses. Hasta que todos no estábamos sentados a la mesa, no se abría la lata... Y vaya si nos costaba hacerlo... porque era como romper un encanto mágico!...”

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Desde principios del siglo XIX, las ricas tierras sudamericanas, fueron la mira de Europa y Estados Unidos para conseguir allá la necesaria proteína de las carnes. Napoleón ya había alertado que el mundo de la política iba a cambiar la forma y sistema de la guerra y que no obstante los ejércitos iban a ser más pequeños en cantidad, igualmente necesitaban resolver el tema de la alimentación y aprovisionamiento ágil y nutritivo. Los científicos convirtieron la importancia de la alimentación basada en la carne, en una cuestión política, aseverando que los pueblos consumidores de esas proteínas obligatoriamente iban a ser triunfadores sobre pueblos cuya alimentación se basara en carbohidratos.

No obstante, un serio problema afrontaban quienes pensaban en salvar 10.000 kilómetros de distancia para aprovechar lo que en los países del Río de la Plata sobraba. Y nos referimos a la inexistencia de un sistema, una técnica, que pudiera concentrar y reducir la carne de los vacunos para su fácil manejo, transporte, distribución y consumo.

Acuciada por los políticos, por los militares y por los investigadores científicos, la solución llegaba hacia 1864, cuando un ingeniero alemán llamado Georg Christian Giebert, residiendo en el Uruguay, propuso la industrialización de una fórmula de extracto de carne a su inventor, el químico compatriota Justus von Liebig. Se inició así, una verdadera aventura comercial e industrial en una empresa que se llamó Liebig ´s Extract of Meat Company que no tardó en convertirse en la productora de un preciado producto que reducía en un solo kilo, el valor nutritivo, el aroma y el sabor de 32 kilos de carne.

Para 1885, la LIEBIG´S ya no era aceptada en las exposiciones mundiales sino como “fuera de concurso”, por haber arrasado todos los premios habidos y por haber. El extracto de carne, pronto convertido en un producto con que se podía elaborar un nutritivo caldo, se consumía por miles de kilos en hospitales, en domicilios particulares, en centros de recuperación y, principalmente, en las vituallas de los ejércitos, armadas y grupos expedicionarios. Desde Groenlandia hasta la Antártida, aún llevado por Stanley al centro de Africa y en el primer vuelo transatlántico de Allock y Brown, convertido en el primer desayuno de los hombres que Julio Verne hizo alunizar en su novela “Au detour de la lune”, el extracto de carne fue tan requerido que, además de la producción incesante en Fray Bentos y no obstante lo caro que era producirlo en Europa, la exigencia de los mercados hizo que también se fabricara allí también.

El extracto de carne, en diferentes variedades y presentaciones, dio paso a la “carne líquida” un producto que los ingleses llamaron OXO a causa de una broma de los peones portuarios de la fábrica en Fray Bentos: las cajas de madera en que se enviaban a través del océano, se las identificaba con el nombre “OX” (buey en inglés) a lo que se les agregaba una “O”, como si fuera un dibujo de dos ojos con una nariz en forma de X entre ellos.

En principio, OXO era simplemente ofrecido como una línea lateral ó suplementaria del extracto original. Pero los pedidos pronto se multiplicaron rápidamente y el pueblo inglés adoptó el producto en sus corazones. Desde hacía tiempo OXO venía vendiéndose en las cafeterías de las estaciones de trenes, en hipódromos y pistas de carreras y muestras agropecuarias. El pueblo estaba convencido que podía conseguir OXO en cualquier lado y el símbolo que lo promocionaba, que enamoraba a los coleccionistas, está todavía en algunas plataformas ferroviarias.

En 1902, el primer regalo promocional fue lanzado: un sonajero para niños fue ofrecido a cambio de un envase vacío de OXO. Y como el producto se hizo a sí mismo un sinónimo de salud, fuerza y resistencia, pronto la empresa comenzó a auspiciar eventos atléticos como la famosa caminata Londres-Brighton. La compañía no sólo fue sponsor de las olimpíadas de Londres de 1908, proveyendo caldo de OXO a los corredores de la maratón, sino que persuadió al equipo de atletas inglés para que recomendara el producto.

La Compañía Liebig, con sus depósitos en Amberes (Bélgica) y oficina central administrativa en Londres, fue, sin lugar a dudas, la responsable de las primeras acciones comerciales y promocionales que hoy reconocemos como mercadeo o “marketing”. Probablemente uno de los mayores impactos causados en la OXO fue cuando en 1902 la Compañía contrató a mujeres como empleadas, lo que no se acostumbraba en la sociedad de aquel entonces.

Hacia fines de 1910, un serio problema de calidad en el producto comenzó a preocupar a la empresa: no obstante lo delicioso y beneficioso que OXO podía ser, le quedaba un sedimento en el fondo del recipiente que no era del todo agradable. Los altamente calificados químicos de la compañía tuvieron que enfrentar la circunstancia, a la vez que se dedicaban a descubrir de qué forma se podía elaborar un producto de igual calidad pero con precio al alcance de las familias comunes; lo que en Inglaterra se dio en llamar "el producto de un penique".

Todo fue resuelto por medio de convertir el producto líquido en una pasta en forma de tabletas. La esencia de la carne vacuna y sus fibrinas y sustancias esenciales fue puesta en una máquina de origen suizo de hacer cubos: el "OXO cube" había nacido. La propaganda decía: "los cubos de OXO son el más grande avance en la invención de comidas desde que el hombre comenzó a comer y la mujer aprendió a cocinar".

El lanzamiento del producto fue hecho también innovando en fórmulas de promoción. Los panfletos eran echados debajo de las puertas diciéndole a la gente que ahora podía conseguir el hasta ahora caro extracto de carne en baratos y maravillosamente convenientes cubos, en cajas de 6,12, 50 o 100 unidades.

Cuando algunos químicos y empresas competidoras pusieron en duda el valor nutritivo del extracto carne, la Liebig Company puso en funcionamiento una de sus famosas cartas y en lugar de afectarlos comercialmente, los catapultó hasta ser una de las empresas más famosas del mundo. En lugar de amilanarse, los responsables de la producción dijeron: “Quizá el valor nutritivo total de la carne no esté presente en nuestro OXO, pero... hay alguna cosa más querida y admirada por las amas de casa que les ha simplificado y ahorrado el tiempo en la cocina?” .

El impacto promocional de la Liebig´s se expandió por todo el mundo occidental y sin lugar a dudas se verificó el mayor cambio visto hasta entonces en la forma de alimentarse, en los sistemas comerciales e industriales y en las investigaciones médico-científicas dedicadas a la alimentación y a la dietética. Desde 1910, la técnica, la química, tuvieron un impresionante crecimiento, proponiendo decenas y decenas de productos, artículos y cientos de inventos... “para liberar el tiempo a la mujer”!

Como si fuese poco, miles y miles de coleccionistas por todo Europa, ya estaban enviciados con las tarjetas a todo color coleccionables que se intercambiaban en los lugares de venta del extracto de carne. Con atractivos temas culturales, un álbum tras otro se llenaban con las más de siete mil tarjetas diferentes, editadas en todos los idiomas, en un furor que duró cien años sin interrupción y que en 1975 cuando la Compañía decidió dejar de editarlas, diez mil coleccionistas entre quienes se encontraban actores, actrices, científicos y gente de la realeza europea, los convencieron a que continuaran las series, lo que sucede hasta hoy día.

Esta presentación apunta en especial a comentar sobre un patrimonio de la industria de la guerra en tiempos de paz. Entonces ustedes se preguntarán dónde encaja esta introducción que hemos hecho. Pues bien... ese “Saladero Liebig”, ese perdido y casi desconocido para Europa PUERTO DE FRAY BENTOS, aún hoy día existe y es una ciudad del Uruguay que creció al influjo de más de cien años de esta producción alimentaria destinada al otro lado del océano. Allí, recién en 1980 dejaron de funcionar las máquinas, después que, orgullosamente, Fray Bentos recibiera la designación de “gran cocina del mundo”. No en vano, porque, desde 1863 hasta 1924 con el funcionamiento del Saladero Liebig y desde 1924 hasta 1979 con el frigorífico ANGLO DEL URUGUAY, los recursos agropecuarios de los ricos campos sudamericanos se convirtieron en más de 200 sub productos que se exportaban a Europa, generando un polo de desarrollo industrial en la ciudad de Fray Bentos y alrededores que dio trabajo a miles de personas.

De hecho, inmigrantes de más de 60 nacionalidades, han sido verificados en las más de dieciséis mil fichas de obreros y empleados que se guardan celosamente en el Museo de la Revolución Industrial, una institución creada por el gobierno municipal local para conservar y preservar esta inmensa riqueza patrimonial de la industria de la alimentación.

La fábrica, iniciada en 1864 con algunos galpones y edificaciones al lado de un puerto muy profundo del Río Uruguay, pronto requirió mejorar y ampliarse, creando hacia 1867 una fábrica donde no solamente que se verificó la única fábrica de extracto de carne del mundo, sino que fue su puerto el lugar por donde ingresó la tecnología que le cambió la vida al Río de la Plata. Maquinarias inventadas exclusivamente para el establecimiento, montañas de carbón de piedra y de sal, toneladas de elementos de construcción, arados a vapor, alambres de púas y hasta animales europeos para mejorar las razas vacunas y ovinas naturales de la región. Todo, contribuyó a que, con justicia, este se denominara “el lugar donde nació la revolución industrial del Río de la Plata”. De hecho, la primera lamparilla eléctrica del Uruguay se encendió en ese lugar, apenas cuatro años después de su invención, prácticamente el mismo mes que también se accedía a la electricidad en Rio de Janeiro (Brasil) y La Plata (en Argentina)

No solamente el establecimiento de Fray Bentos tuvo un crecimiento edilicio propio, sino que generó a su alrededor un pueblo o “company town” cuyas características se conservan hoy día, a 110 años de su construcción.

La Compañía Liebig desde Fray Bentos, amplió su hegemonía regional y pronto llegó a disponer de otras fábricas en Argentina, en sur de Brasil y en Paraguay, además de 34 establecimientos agropecuarios propios o contratados, con millones de hectáreas donde se hacía realidad la promoción de que allí se cuidaba desde el propio pasto hasta el enlatado final, el extracto o la carne conservada que usted consumía...

Dentro de la fábrica, donde miles de obreros hacían una labor sin interrupciones, se seguía el impulso de los mercados europeos y estadounidense, acelerándose cuando los conflictos militares hacía necesario comida para las tropas. En los primeros años, fines de agosto era la fecha adecuada para hacer los presupuestos de obra y hacer crecer las instalaciones, pero pronto, con el advenimiento de los conflictos de fines del siglo XIX y mitad del siglo XX, todo se mezcló en una constante actividad. Mientras se desarmaban unos galpones, otros se erigían. Mientras máquinas quedaban obsoletas, nuevas tecnologías las suplantaban y toneladas de maquinaria industrial iban quedando enterradas junto a los escombros de los edificios demolidos, ganándole terreno al río Uruguay para el fervoroso crecimiento de la empresa.

Mientras todo esto sucedía, los obreros se regocijaban con una broma común en la Liebig: “Acá lo único que se desperdicia del vacuno... es el mugido...”



FRAY BENTOS Y SU PATRIMONIO INDUSTRIAL DE EPOCAS DE GUERRA. Fray Bentos como poblado creciendo a orillas del Río Uruguay, tuvo un impacto aún antes del inicio de la 1ª. Guerra Mundial. Al puerto de Montevideo y en el de Buenos Aires cuando no en el del mismo saladero, llegaban por cientos los emigrantes que sufrían en Europa horas de desazón. Gentes con idiomas de lo más disímiles pero con una sola razón de ser: existir y seguir viviendo sus vidas, huyendo de los países en conflicto. Todos encontraban trabajo en aquella inmensa mole que crecía como hongo después de la lluvia.

La tecnología del enlatado de carne había hecho crecer paralelamente al extracto, la industria de la carne conservada o corned beef. Corned beef es una manera de identificar a un sistema conservador de carnes, según tradición anglosajona. “Corning” era la cura la carne mediante sal o introduciéndola en salmuera, cocinándola posteriormente. Eran sistemas utilizados por la gente de campo para conservar las carnes en tiempos donde no existían la refrigeración.

Cuando el producto comenzó a invadir Europa desde Sudamérica, el corned beef comenzó a llamarse FRAY BENTOS por los usuarios y llegó el momento en que era tan popular llamarlo así que la empresa patentó el nombre, produciendo hasta hoy día carnes conservadas, enlatadas o pre-preparadas con esa marca.

Hoy día, la ciudad uruguaya de Fray Bentos detenta el principal patrimonio industrial regional y sin duda, el mejor conservado de la industria de la alimentación.

Desde 1863, cuando al Ingeniero alemán Giebert se le ocurrió la idea, mirando lo profundo del puerto de Fray Bentos, el desarrollo del emprendimiento fue incesante y no se detuvo por más de 116 años. En algunos momentos de esplendor, se faenaron un millón de vacunos en una década y como las actividades cesaron recién en la década del 70, gran parte de la infraestructura fabril existe y no desapareció como pasó en otros lugares donde también hubieron establecimientos de este tipo. La técnica en patrimonio industrial Dra. Sue Millar de Inglaterra, opinó que este es uno de los pocos lugares donde se manifiesta con esplendor y jerarquía la tecnología de la industria de la alimentación utilizada entre mitad del siglo XIX y mitad del siglo XX.

Pero... volvamos a los tiempos de guerra en Europa. Pongámosnos en la situación de los estrategas que debían pensar no solamente en armamento, en transporte, sino también en el trascendente tema de la alimentación. Desde Napoleón, cuando las campañas militares exigían tremendos esfuerzos por mantener en buen estado a las tropas, comenzó a exigirse soluciones para llevar a los campos de batalla alimentos a la vez que nutritivos, concentrados o fáciles de transportar y que no originaran peso excesivo. En este caso, las opciones propuestas por la Compañía Liebig se ajustaban perfectamente: caldos de carne que se disolvían en un poco de agua caliente y carne conservada de larga duración en latas metálicas, cuyo formato gracias a un invento norteamericano favorecían no solamente el estibarlas sino también abrirlas con facilidad.

La guerra de los británicos contra los campesinos holandeses o bóers, en Sudáfrica, desde 1899 a 1902, hizo que solamente en Fray Bentos se sacrificaran 10.000 vacunos para convertirlos en carne concentrada. Muchos soldados agradecieron el haber tenido esta opción en las semanas de campamentos sitiados por los enemigos.

Las latas de Cubos OXO conteniendo 6,12,50 o 100 unidades, resultaron infaltables y acaso imprescindibles en todos los hogares. Llegado el amargo momento de la primera guerra mundial, la empresa aportó 100 millones de cubos de caldo de carne para la alimentación de los soldados. Mediante un inteligente sistema con carbón que producía calor pero no humo, con lo que el soldado en las trincheras tenía su caldo de carne caliente al instante. Fueron los famosos “OXO Trench Heater” apreciados por doquier.

Las cartas de soldados son fiel documento de esto.

Estrecho de los Dardanelos, mayo 27 de 1915.

Amada madre:

No sé como contarte lo que estoy sintiendo en este momento. No deseo provocarte más angustia, que la que ya sientes por la muerte de Papá, también a causa de esta guerra inmunda. Pero, es inevitable que sepas la verdad. Las noticias que reciben ustedes desde aquí, son todas mentiras. El desembarco fue espantoso. Los turcos nos están masacrando. Casi no quedan compatriotas en mi división, aún así, nadie retrocede.

¡Madre, ojalá sobreviva, pero, siento que voy a morir! Que no retornaré a Liverpool, que no volveré a ver a mis amadas hermanas, Hill y Ely, que no podré obsequiarte el título de médico que tantas veces te prometí. Que mi amor, Becky, enviudará sin habernos casado.

Disculpa madre, por el dolor que sé que te provocarán estas líneas, pero es la verdad. Ojalá te lleguen, mientras yo esté con vida. No sé si será posible, porque están censurando nuestra correspondencia. Te ama y te necesita desesperadamente. Hugh.

PD: ¡Por favor, te lo suplico! ¡Reza por mi vida y envíame OXO!



Según las memorias de Thomas O’Connor, un granjero canadiense que sirvió durante los años 1917 y 1919 en la Canadian Expeditionary Force, “Las raciones para los soldados, generalmente llamadas las “raciones de hierro”, se componían de 1 lata de carne conservada generalmente la clásica marca Fray Bentos con su llave pegada para abrirla; una lata de carne con vegetales normalmente llamada “carne para perros” o una lata de carne de cerdo con porotos; 2 (a veces tres) paquetes de biscochos duros; una onza de extracto de carne o cubos OXO; una ración de té y un paquete de sal. El mismo soldado que escribe esta información decía que respecto a la comida tenía dos malos recuerdos: uno de ellos era la frecuencia con que comían corned beef (como desayuno, como almuerzo y como cena) y que en verano, con el calor, esa comida se convertía en una desagradable masa de grasa. Peor era la ración de “cerdo y porotos” porque muchas veces la carne de cerdo era inexistente y se convertía en “grasa con porotos”.



Cabrían cientos de expresiones y de memorias de soldados referidos a Fray Bentos, cuyo nombre era, al igual que OXO, sinónimo de vida dentro de las trincheras y muchas veces la diferencia entre la vida y la muerte, si tenemos en cuenta las anécdotas que cuentan que las latas de corned beef, en las mochilas, detenían con alta eficiencia las balas y la metralla de las granadas, que se hubieran incrustado en la espalda del soldado.

Fray Bentos, por tanto, pasa a ser, más que un nombre, un sentimiento entre los soldados, que, cuando retiraban las etiquetas de las latas, se encontraban con mensajes dándoles aliento y ánimo, escritos por las mujeres que trabajaban en la fábrica de Fray Bentos, haciendo volar, a través del océano, un deseo desde las lejanas tierras donde pastaban los miles de vacunos que se convertían día a día en el sustento para las tropas... si es que la carga recogida en el puerto del Río Uruguay, allá en Sudamérica, llegaba a salvo y no eran alcanzados los buques de transporte por los mortíferos torpedos de los submarinos nazis que trataban de interferir la cadena de aprovisionamiento aliado.

Caló tan hondo el nombre de Fray Bentos, que, según recogen la Griffith Universityy y el Australian National Dictionary Centre en su investigación sobre términos, palabras y coloquialismos propios de la Primera guerra mundial, que para referirse a algo muy bueno o alguna cosa que estaba bien hecha, los soldados decían “Fray Bentos”, tal como los americanos usaron el O.K. en la Segunda Guerra.

Como si fuese poco ese ejemplo, recordemos que en el 6º Batallón Británico uno de los tanques de combate del Cuerpo de Tanques F-41, recibió el sobrenombre de “Fray Bentos.” Tuvo una destacadísima actuación en la Batalla de Cambrai en noviembre de 1917 y fue capturado por los alemanes en mayo de 1918. Los tanques, pesando casi 14 toneladas, podían transportar solamente 3 soldados en muy incómodas posiciones, desplazándose a no más de 3 millas por hora, siempre y cuando el terreno no fuera muy accidentado.



CUANDO EL PATRIMONIO SE DESCUBRE, SE RESPETA, SE DIFUNDE Y SE COMPARTE. La actual ciudad de Fray Bentos, a través de su gobierno municipal (denominado la Intendencia Municipal de Río Negro), ha recibido un legado muy importante. Alrededor de 6 hectáreas de superficies techadas tenía el establecimiento fabril que fue creciendo incesantemente desde 1863 hasta muy entrada la década de 1950. No solamente para albergar las instalaciones industriales, sino en una especie de “company town” , el pueblito de la compañía construido en las inmediaciones para dar alojamiento a los obreros y mantenerlos cercano a la fuente de trabajo.

Todo lo que creó la industria en su febril crecimiento de más de 120 años, un buen día comenzó a entrar en el proceso de “desindustrialización” , un concepto tan común para todos quienes trabajamos en patrimonio industrial. Cuando Europa comienza su proceso de recuperación de post-guerra, cuando surgió la necesidad de decretar no imprescindibles a los mercados sudamericanos proveedores de alimento durante más de un siglo, es cuando todo comienza a ingresar intempestivamente en la historia, es decir, a convertirse en “patrimonio industrial”.

Pero no solamente interpretamos a todo este bagaje como edificios, máquinas, casas y espacios ocupados por la parafernalia industrial. Quedaba dentro de este panorama, algo mucho más rico e imposible de dejar que se perdiera como las máquinas viejas oxidándose en ambientes ya desprovistos de aquellos acostumbrados rumores de motores marchando, de los mugidos de las vacas camino al matadero, y de los pitazos de los barcos en el puerto. Nos quedaba la sensación como que se perdía irremediablemente la historia del ser humano, como que se diluía en el tiempo la formación de una sociedad entera, donde aportaron sus sudores, su sangre y su trabajo obreros procedentes de más de 60 nacionalidades del mundo.

Es así que el gobierno municipal se responsabilizó de esta situación, aceptando hacerse cargo, como decimos vulgarmente, de un enfermo terminal, lleno de problemas y muy difícilmente de encontrarle medicamentación.

Lo que el municipio ideó fue un megaproyecto en dos sentidos: primero tratar de utilizar edificios aún en buenas condiciones para acoger empresas pequeñas que pudieran desarrollarse ahí, dando trabajo aunque fuera a nivel familiar. Este proyecto es el del PARQUE INDUSTRIAL MUNICIPAL. Por otro lado, había una realidad que saltaba a los ojos: edificios, maquinarias, documentos, que retenían el hálito de una historia social y económica que no solamente era importante para la ciudad, sino que era ejemplo de un proceso que abarcó, comprometió y representó a la región del Rio de la Plata enteramente.

Pero, como bien sabemos que es imposible conservar y preservar la totalidad, el impulso se fue moderando hasta determinar cuales de esos edificios, qué rincones y qué cosas tenían el mayor valor o representatividad del proceso industrial y de las épocas tecnológicas. Comenzamos realizando un circuito turístico cultural en 1990, acompañando a la gente a recorrer “el camino de la vaca”. Este es una experiencia que no hemos podido suspender ningún día desde hace 15 años, con dos recorridas guiadas por día que convocan actualmente a unas 5.000 visitantes por año.

Así, con opiniones, sugerencias y apoyo técnico muy variado, más la experiencia de ver cómo procedía Europa con su patrimonio de la industria, creamos lo que denominamos el proyecto del MUSEO DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL. Por supuesto que no tiene nada que ver como esa “revolución industrial” que ustedes tienen ante sus ojos en Europa, sino una revolución que la industria causó en nuestra región con la introducción de tecnologías de última generación. Imagínense ustedes que, antes de la Liebig trabajando en Fray Bentos, los animales eran muertos solamente para aprovechar algo de su carne para salar y venderla como comida para esclavos y quizá aprovechar la lengua y el cuero. Lo demás, como diría un viajero europeo: “era una espantosa pérdida de carne”...

Después, el proceso industrial llegó a ser tan intenso y extenso que surgió una broma entre la gente, por la que se decía que “lo único que la Liebig desperdicia del vacuno... es su mugido...”

Por otro lado, se importaron maquinarias y herramientas, se profesionalizaron los establecimiento rurales, se cercaron los campos, se plantaron especies totalmente desconocidas como el girasol y el tabaco y hasta se encendió la primera lamparilla eléctrica en Sudamérica en agosto de 1883, el mismo mes donde también se encendía en la ciudad argentina de La Plata y en la ciudad brasileña de Rio de Janeiro...

En tanto, los puertos del Río Uruguay, antes casi inactivos, ahora recibían y despedían cada uno más de 450 embarcaciones por año.

En este entorno, hoy día, algunos de los edificios los hemos reconocido como verdaderos “museos in situ” y no nos ha costado mucho dejarlos tal cual como fueron abandonados el último día de labor, allá por agosto de 1969. Así, por ejemplo, la “sala de máquinas” donde están los grandes compresores de amoníaco con lo que se fabricaba el frío para las gigantescas cámaras frigoríficas de siete pisos de altura y de 100 metros x 40 en cuyo interior más de 100 kilómetros de caños distribuían la baja temperatura para 18 mil toneladas de carne... es decir, lo que hubiera producido una gigantesca faena de 35.000 vacunos!

Estos son números que no nos sorprenden en Fray Bentos. Allí, solamente en la década de 1943 a 1953, se faenaron UN MILLÓN CIEN MIL VACUNOS, empleándose 200.000 toneladas de carbón de piedra irlandés y dando trabajo a 4.000 obreros al mismo tiempo, despachando en un solo mes, 16 millones de latas de carne conservada para Europa!

Otro de los lugares casi mágicos con que contamos es la llamada “Oficina Central”, donde los muebles, máquinas de escribir y máquinas calculadoras, típicos de una oficina administrativa del ´30 parece como que si esperaran que los empleados regresaran de su media hora para almorzar...

Debajo de esta oficina, en un piso inferior, también con 530 metros cuadrados de superficie, acabamos de habilitar la Sala de Exposiciones principal del Museo. Allí hemos procurado hacer un “racconto” de estas doce décadas de historia, pero no haciendo hincapié en la maquinaria, sino homenajeando al hombre y a la mujer que fueron los verdaderos actores de esta epopeya donde, reiteramos, inmigrantes de MAS DE SESENTA NACIONES DEL MUNDO llegaron aquí para encontrar el futuro de sus vidas.

Recién ahora nos estamos dando cuenta que tocamos muy profundamente la sensibilidad de la gente. Nos sentimos anonadados, sorprendidos y desconcertados por el impacto que esta Sala está causando en los visitantes. Muchos lloran frente a las vitrinas y dejan escrito en el libro de visitas que se reencontraron aquí con sus padres y abuelos y, oliendo aún el aroma a pino de los gigantescos árboles de la selva paraguaya con que se construyó este edificio en 1872, se resisten a creer que están en un museo, sino en un lugar mágico donde los fantasmas parece que rondan detrás de cada rincón.

Y ni qué decir de los europeos que son convocados por las dos principales guías turísticas que usan quienes recorren esta parte de Sudamérica. Algunos específicamente viajan los 300 kilómetros desde Buenos Aires o desde Montevideo para desengañarse que ESE FRAY BENTOS que comen todos los días en forma de pasteles o de corned beef es algo real como una ciudad a orillas de ese Río Uruguay caudaloso que sirvió de vena abierta al mundo para dejar salir la sangre de las producciones sudamericanas hacia Europa y el mundo.

En medio de nuestro recorrido, la única chimenea del lugar, que ya cumple el año que viene sus cien años, nos evoca un GRAN CAÑÓN, como el que usaron los ejércitos en la guerra aquí en Europa, pero un cañón que disparaba con ímpetu, ALIMENTO Y VIDA, ESPERANZA Y FUERZA, VIGOR Y SOLIDARIDAD de un pueblo sudamericano que tomó las armas del trabajo para ayudar a Europa a ganar el futuro promisorio que hoy la convoca como la magnífica unión de países apuntando al progreso...




14.03.2007 16:40

Relación de hechos y acciones que determinaron un proceso fundacional de la ciudad.

René Boretto Ovalle


Antecedentes regionales.


La región actualmente conocida como DEPARTAMENTO DE RIO NEGRO es fruto de la actualización geográfica del país, mediante el desprendimiento de su territorio (aproximadamente 10.000 kilómetros cuadrados) del que era el Departamento de Paysandú hasta 1880.

La región litoral del país, tomó importancia a partir de mediados del siglo XIX a causa de la inserción en el panorama rural del Uruguay de una pléyade de comerciantes, industriales y estancieros europeos que poblaron al norte del Río Negro y establecieron específicamente en esta rica zona del Río Uruguay, numerosos establecimientos y explotaciones.

La utilización de esta zona para las famosas “vaquerías del mar” (arreos de ganado gigantescos hechos desde fines del 1600 hasta mediados del 1700 por los Jesuitas) dio como resultado una riqueza de ganado espectacular que fomentó la instalación de establecimientos de saladeros que en principio utilizaban esta abundancia de vacunos para la elaboración de carne salada y seca que se exportaba para los negros esclavos de Brasil y Cuba.

Veremos también cómo algunos de estos establecimientos tomaron la explotación de una forma sistematizada y profesional, aplicando tecnologías totalmente noveles para la región.


El origen del nombre FRAY BENTOS.


Esta denominación se pierde en el tiempo hasta mediados del 1600 cuando comienza a aparecer en la cartografía europea el nombre de “barrancas de Fray Vento”.

No existe hasta ahora una confirmación documental pero se estima que el nombre procede de la presencia de un frayle llamado Bentos o Vento integrante del núcleo de religiosos que la Gobernación de Buenos Aires envió alrededor de 1620 para catequizar a los indígenas de la costa oriental del Rio Uruguay, cosa que no se logró en esa instancia.

El frayle Bentos habría vivido en una oquedad o cueva natural de las barrancas en la actual zona del Arroyo Caracoles, a 20 kilómetros al sur de la actual ciudad de Fray Bentos.


Antecedentes fundacionales de la ciudad.


Como resultado de la apertura del río Uruguay posterior al período de Rosas en la Argentina, y las leyes de ambos países que reglamentaron e impulsaron la navegación de este río interior, comenzó a darse una importante actividad de exportación de productos de la tierra utilizando esta corriente fluvial.

El puerto de la ciudad de Gualeguaychú, hacia 1855 tenía una actividad fuera de lo común al haber sido designado el único puerto habilitado para exportaciones en la Provincia de Entre Ríos. Paradójicamente, Gualeguaychú tenía, como actualmente, dificultades técnicas para el ingreso de embarcaciones de cierto calado directamente para operar en su puerto, lo que obligaba a los barcos grandes a fondear en la otra margen del río, en el puerto natural de las barrancas de Fray Bentos, por entonces zona no poblada.

La creciente actividad portuaria de Gualeguaychú y esencialmente que la zona del embarcadero resultó elegida para que allí se hiciese el trasiego de pasajeros hacia y desde los buques que hacían el recorrido entre “el Salto” y Buenos Aires, fomentó un inusual movimiento.

Desde Gualeguaychú mediante artículos en la prensa, el Dr.Isidoro de María, Vice-Cónsul uruguayo en esa ciudad promovía y alentaba la fundación de una ciudad en las puntas de Fray Bentos, para coadyuvar a la actividad social y económica que de por sí se había establecido.

Este reto lo aceptó el comerciante vasco francés José Hargain que dejó su radicación comercial y familiar en Gualeguaychú para trasladarse a Fray Bentos a fines de 1857 y, con autorización de la familia Haedo propietaria de esas tierras, instalar una hostería, ejemplo seguido por otros comerciantes posteriormente.

La fundación de la ciudad no fue realizada por Hargain a quien consideramos el primer poblador “en forma”, sino que fue propuesta por la familia Haedo en primera instancia, debiendo cejar en sus esfuerzos por el gran desafío económico que ello suponía.

No obstante, en 1858, una sociedad comercial de empresarios uruguayos, ingleses, alemanes e irlandeses residentes en Montevideo, compró las tierras suficientes para el emprendimiento y donó una parcela de tierra adecuada como para que el gobierno nacional oriental procediera a la fundación. Ello sucedió mediante un decreto del 16 de abril de 1859, asignándosele el nombre a la población de “Villa Independencia”.


Crecimiento portuario.


La actividad real de la ciudad fue, de por sí, el movimiento del puerto, donde se producía constantemente la presencia de veleros, polacras, balandras y queches de distintas banderas, así como los transportes fluviales que unían Buenos Aires con todos los puertos importantes del río Uruguay.

La población creció consecuentemente, dándose por cierto la premonición de Isidoro de María en cuanto a que nuevamente debía darse la consecuencia de una ciudad fundada en la margen argentina creándose como consecuencia su ciudad hermana del otro lado.


Un emprendimiento industrial cambia la historia de Fray Bentos.


La Villa Independencia no quedó resignada a la actividad portuaria exclusivamente. Hacia 1861, llegó aquí el ingeniero Georg Giebert, alemán de nacimiento, que traía consigo la idea de llevar adelante un proceso industrial mediante el cual se elaboraría “extracto de carne” según la fórmula del químico también alemán Justus von Liebig.

La fórmula del producto, manejada en el ámbito del laboratorio únicamente en Munich, tuvo la oportunidad de ser llevada al desarrollo industrial y comercial gracias a este emprendimiento de Giebert que en 1863 se concretó mediante la empresa “Giebert et Compagnie” y en 1865, en la “Liebig Extract of Meat Company Limited”.

El producto del extracto de carne se hizo famoso en todo el mundo y prontamente se vendió en cantidades que superaban la producción. Dada la comodidad de lo resumido del extracto que permitía “hacer una sopa para 130 soldados con sólo 4 kilos del producto” el “extratum carnis Liebig” envasado en recipientes cuyas etiquetas llevaban la propia firma del inventor, comenzó siendo vitualla en los ejércitos entonces en guerras europeas, así como en las grandes expediciones características del siglo XIX, como la de Stanley buscando al Dr. Livingstone en Africa, Nansen al polo sur, etc. Era tan famoso el extracto de carne que el escritor Julio Verne lo eligió para darles el primer desayuno en la luna a sus personajes del famoso libro.

El establecimiento en Fray Bentos, dio nacimiento de inmediato a una “ranchada” en sus alrededores – el hoy llamado Barrio Anglo- donde los obreros y sus familiares vivían cercanos a su puesto de trabajo.

La explotación de la carne con el extracto, pronto se convirtió en una explotación intensiva y extensiva de todo el resultado de la explotación agropecuaria, ya que “en la Liebig lo único que se desperdiciaba era el mugido de las vacas”. Los desechos de las faenas, cueros, huesos molidos, sangre seca, etc. se desecaba, se complementaba con productos químicos como fosfatos y se vendía enormemente como fertilizante orgánico, en sustitución del que había sido el famoso “guano” de las defecaciones de aves marinas de las costas pacíficas del Perú.

Avanzada la tecnología a finales del siglo XIX, las carnes envasadas o conservas tomaron su lugar dentro de las exportaciones que dieron grandes soluciones en la alimentación de los soldados en las trincheras de la primera guerra mundial. En el segundo conflicto, ya la Liebig´s transformada en ANGLO DEL URUGUAY S.A. introdujo otras producciones, haciendo realidad uno de los mayores establecimientos mundiales de manejo de la producción agropecuaria. Más de doscientos productos y sub productos salían desde Fray Bentos hacia Europa. Rabos vacunos, lenguas vacunas y de cordero, sesos, conservas, puchero francés, embutidos, albóndigas, dulces, mermeladas, grasas, aceites, jabones y hasta ravioles enlatados se producían en Fray Bentos y se enviaban constantemente hacia Europa, mientras en lo negro de las noches del Océano Atlántico, los submarinos nazis esperaban arteros para cortar esta fuente de abastecimiento a los aliados.

Esta realidad de enorme producción que dio como resultado que la tercera parte de los habitantes de la ciudad trabajara directamente en el frigorífico, pronto cumplió su ciclo. Culminados los conflictos que involucraron a los países europeos y organizados éstos en su renacer a las vidas normales, creado el Mercado Común Europeo, los uruguayos – así como argentinos y otros sudamericanos- comprendimos el verdadero sentido de la no imprescindibilidad y numerosas fábricas se clausuraron.

La que fuera impresionante exponente de la explotación de las riquezas agropecuarias sudamericanas, cerró sus puertas en 1969, vendiendo las instalaciones al gobierno nacional. Este intentó por una década volver a los momentos de gloria, sin éxito y pronto cerró definitivamente.

Hoy día, lo que fuera el Frigorífico Anglo es propiedad del Municipio de Río Negro que procura la instalación de un Parque Industrial Municipal. El Barrio Anglo es propiedad del Banco Hipotecario del Uruguay.





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