¿ Libertad de expresión ?
Anna Donner Rybak. Compañeros; hasta la victoria.

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El Segundo Sexo

12.10.2011 18:41

"Los progresos sociales y cambios de eras se producen en razón de los progresos de las mujeres hacia la libertad, y las decadencias del orden social, en razón del decrecimiento de la libertad de las mujeres.
Charles Fourier (Gracias Itahisa ...)
" GERARDO BLEIER

Resulta imposible hablar del progreso de la mujer sin decir SIMONE DE BEAUVOIR.
"Una mujer no nace; se hace", su más popular máxima.

De Beauvoir es considerada por muchos una madre del feminismo, nació en el seno de una familia católica, de niña practicante, y un día se "dio cuenta" de que en "cielo estaba vacío", no "había ningún dios".
Estas vivencias las relata en su libro "Memorias de una Joven Formal", al realizar tan descubrimiento se confesó (ingenua) con el cura de siempre, quien lógicamente es de imaginar lo que le habrá dicho.

En "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola Estés queda clara la Naturaleza Salvaje Femenina.
Yo no creo en entidades universales y mucho menos en las entidades "LA MUJER" y "EL HOMBRE", en eso cree John Gray, que lleva años de popularidad con su estúpido libro "Los Hombres son de Marte y las Mujeres son de Venus".
Somos INDIVIDUOS, y el ser.hombre o ser.mujer es tan solo un mero atributo.

-¿Cuál es el origen de la división entre Hombres y Mujeres? -
En tiempos del paleolítico, tanto las mujeres como los hombres hacían "todo"; cazaban, "trabajaban", lo único que hacían las mujeres que no hacían los hombres era tener hijos. Según Engels, con el origen de la agricultura , la sedentarización del hombre y el surgimiento de la propiedad privada, los comportamientos comenzaron a diversificarse.
Las mujeres se quedaban cuidando los cultivos, y los hombres salían a cazar. Así se fue desvirtuando aquella Naturaleza de "Valquiria Guerrera" Femenina, el gozo y el placer del cuerpo.
La opresión crecía, la mujer ya no era La Mujer sino que fue siendo cosificada, y adquirió el título de "Segunda Sombra", de su esposo-hombre-marido. Fue perdiendo protagonismo, quien importaba (y trágicamente aún importa para much@s) es El Hombre, puesto que él era quien traía el "sustento" para "el hogar", entonces dada su condición de "Macho Abastecedor", había que "servirlo", y ese fue el triste papel que la sociedad otorgó a La Mujer, servir al hombre, vivir para él, esperarlo con la "sopita a punto", "pantuflitas en la puerta", a la hora que el Señor llegaba de trabajar, y ¡guay si la sopita no estaba a punto que tamaño rezongo en algunos casos devenido en paliza recibía!

Pero la mayor opresión fue sin lugar a dudas con el surgimiento de las religiones monoteístas.
Todo lo concerniente al tema GOZO SEXUAL era concebido como PECADO, el sexo sólo tenía la función de la PROCREACIÓN, así tenían que ser Madres Santas, lo cual daba lugar a que el sexo fuera un calvario, y en esas condiciones es natural que el sexo sea un calvario. Claro que a ellos, LOS MACHOS, sí les estaba permitido, ponderado y aplaudido el GOZO, y más aún el gozo con "LA OTRA", "LA PUTA", la puta se definía a aquella mujer que gozaba del sexo, pero la "Moral" era la otra, la Madre, la Santa.

Otras teorías dicen que "El Macho" al ver a la madre, le recordaba a Su Madre, por lo tanto, ¿cómo el macho podría tener sexo con su madre? Entonces, a buscar a "la puta". (Puta en el sentido metafórico de la palabra).

Todo ese lastre llevó a que la mayoría de las mujeres se sintieran reprimidas con respecto a la SEXUALIDAD, al cuerpo y al gozo, lo cual genera daños irreversibles en la psiquis, y además, dado que el sexo es SALUD, al reprimirlo, podemos considerar que una mujer que no goza sexualmente está ENFERMA.

Todas esas cosas fue descubriendo Simone de Beauvoir; un día viendo a la ventana del edificio de la vereda opuesta, la luz de una cocina y una mujer secando platos, le dijo a su madre "Yo jamás me casaré, no quiero ese destino para mi".

¿Por qué todas las mujeres DEBEN CASARSE? Ese era el CONDICIONAMIENTO (y es por desgracia todavía para muchas) de LA ENTIDAD MUJER.
Las consecuencias son nefastas, puesto que al creer en la Entidad Hombre y la Entidad Mujer, y dado que cada una de esas entidades tiene comportamientos definidos apriori y distintos, (ej: los hombres no lloran, las mujeres "sienten", si un hombre llora es porque es "raro", el destino de todo ser en el mundo es casarse, formar una familia y tener hijos, etc), esto lleva a que TODOS se CASEN cuando muchos de esos "todos" no tienen la más mínima gana ni de casarse ni de tener hijos.
¿Qué sucede con esos hijos?
Al no ser deseados sino impuestos, los progenitores no les tienen PACIENCIA, por lo tanto apenas nacen, abogan a la excusa de que "no tengas al bebé en brazos mucho tiempo que se malcría", excusa que les viene de parabienes para no hacer upa al bebé, ya que no les nace el deseo de mimarlos. (Y ojo que no está mal que alguien no tenga ganas de tener hijos, lo que está mal es que a pesar de no tener ganas de tener hijos, esté "obligad@" a tenerlos.)
Esos hijos no deseados van creciendo y SIENTEN el abandono, primero son enviados a ver "dibujitos", más grandes son enviados a jugar a "la compu", esos son los chicos que tienen inglés, tenis, ballet, judo, y todo lo que más "les quepa" en el día, con tal de que los padres no tengan que pasar tiempo con ellos. Así, esos chicos se transforman en adolescentes sin rumbo, claro está que algunos "sobreviven", pero la mayoría son proclives a caer en adicciones como las drogas, y otros con peor suerte padecen de serios trastornos de personalidad, al no tener la contención del hogar, deviniendo quizá en cosas nefastas, como por ejemplo, homicidas, porque NO ES CONDICIÓN EXCLUYENTE que los que matan son del "cante"; también hay asesinos de "guante blanco" (sino preguntenle a Pablo Goncalvez).

Por todas esas causas, Simone de Beauvoir investigó LA SITUACION DE LA MUJER, la historia, hecho que culminó en un magistral ensayo "EL SEGUNDO SEXO", donde desarrolla todos estos conceptos.
Lógicamente, condenada por LA IGLESIA, LOS CONSERVADORES, LOS MACHISTAS, pero Simone vivió FIEL a sus PRINCIPIOS, de hecho jamás se casó (aunque el amor de su vida, Jean Paul Sartre se lo propuso), ni tuvo hijos.
Progreso Femenino es a Simone de Beauvoir como las papas fritas a las milanesas.

Pero aún HOY, en los albores del siglo XXI, much@s MACHISTAS quedan, y peores son las mujeres machistas, que los hombres machistas.

Y existen sociedades como por ejemplo las teocracias islámicas, en las cuales la mujer es una COSA, que tiene un DUEÑO, y ese dueño puede hacer lo que le venga en gana con ella, si el macho entiende que la mujer debe morir, la mujer muere, y esa aberrante conducta está permitida, HOY MUEREN MUJERES LAPIDADAS y los que les tiran las piedras son sus maridos, sus hermanos.

Volviendo al machismo y a la desagregación de La Entidad Mujer en 1) Santa Madre y 2) Puta, es entonces que esto genera que la tan ponderada "FIDELIDAD" por la iglesia, caiga por el propio peso del rótulo, y como las santas madres son frígidas, los machos se van a buscar a las putas para satisfacerse.
Entonces las santas madres se divorcian por la infidelidad del marido.
Pero, lo cierto es que alguien dijo que una mujer , una HEMBRA en todo el sentido de la palabra es aquella que es una madraza, y una puta en la cama con su marido. Dicho de otro modo, la MISMA MUJER debe cumplir todos los roles, y no desagregarse, cuánto PROBLEMA SE EVITARÍA si no existieran las entidades EL HOMBRE, LA MUJER, si no existieran "cosas de hombres" y "cosas de mujeres", todo sería tanto más simple...
Pero no nos engañemos. Falta mucho para que las sociedades acepten las ideas de Simone de Beauvoir, falta mucho por recorrer en la ruta del progreso de la mujer.

Anna Donner Rybak © 2011




08.03.2011 19:49

 

Segundo Acto

El segundo sexo: un Otro.

Yo estaba entre los estudiantes más destacados. Era vehemente cuando expresaba mis opiniones y filosa en la polémica. Los varones me buscaban y se enorgullecían de mi amistad. 

Un día, René Maheu, que formaba con Paul Nizan y Jean Paul Sartre un  trío inseparable, me entregó un dibujo que Sartre había hecho para mi. Me hice amiga suya, y me habló de la Cosmología eugénica, que había compuesto a partir de un personaje de Cocteau. 

"La casta superior es la de los Eugenios, está formada por Sócrates, por Descartes, y en la actualidad por Nizan, Sarte y yo. Luego están los Marranos, que nadan en el infinito y los Mortimer, que nadan en el azul. Usted está ubicada entre las mujeres humosas, que tienen un destino. También hay animales metafísicos: el catoblepas, que se come los pies, el catoborix, que se expresa con borborigmos, y casi todos los colaboradores de la Nouvelle Revue Francaise. Se lo digo, Simone, todo pensamiento de orden es una tristeza insoportable. El Eugenio trata de hacer de su vida un objeto original y alcanzar cierta comprensión de lo que es único. Usted pierde su tiempo con gente que no vale la pena. Me pregunto qué lugar queda para mí en medio de la banda que la rodea. Usted es un castor. Los castores andan en banda y tienen espíritu constructivo. Sartre quiere conocerla."

Me sumo a "Los compañeros"

Comprendí rápidamente que Sartre los aventajaba a todos en sus conocimientos.

SARTRE SE CORRESPOPNDIA EXACTAMENTE CON EI IDEAL QUE ME HABÍA HECHO A LOS QUINCE AÑOS. ERA UN ALMA GEMELA EN LA QUE ENCONTRÉ, INCANDESCENTES, TODAS MIS PASIONES.

Deshacíamos todos los idealismos, nos burlábamos de las almas nobles, de todas las almas y los estados de ánimo, de la vida interior, del misterio, de las elites. Planteábamos que los hombres no eran espíritus sino cuerpos prisioneros de sus necesidades, arrojados en una aventura brutal. 

Cuando conocí a Sartre, él ya tenía esbozadas las ideas que estructurarían su obra filosófica. Me sentí por primera vez en inferioridad de condiciones. Sartre apoyó mi proyecto de escribir, pero yo descubrí que la novela que estaba haciendo presentaba mil problemas en los que no había pensado. Los demás tenían más claro como encararían sus obras; yo tomé conciencia de que mi camino recién se iniciaba. Fue la primera vez en mi vida en que me sentí intelectualmente inferior a persona alguna.

En otoño de 1929 Sartre y yo formulamos nuestro compromiso del Carrousel. Sartre no tenía vocación por la monogamia. No pensaba renunciar a la diversidad.

"El nuestro es un amor necesario. Conviene que conozcamos también amores contingentes".

El pacto incluía la transparencia, nos contaríamos todo, incluyendo los amores "contingentes".

Mi misión era tomar conciencia del esplendor de la vida. Tenía que escribir ese esplendor para rescatarlo de la nada. Sartre vivía para escribir, él quería testimoniar todas las cosas, exponerlas. Nos parecía inevitable que cada uno de nosotros cumpliera su misión. Escribir, crear. Nos atrevíamos a esa aventura creyéndonos dueños absolutos de nosotros mismos.

...

Poco quedaba de mi solitaria adolescencia: tenía muchos amigos y la relación amorosa con Sartre tomaba diversas formas. Había tenido mi primer "amor contingente", Jacques Bost, discípulo de Sartre. 

"Me acosté con el pequeño Bost hace tres días. Fui yo la que se lo propuso, por supuesto. Tu castor. "

Sartre aceptó, era parte del pacto. 

Muchos hombres me hicieron comprender que era atractiva. 

...

En mi juventud había sido dominada por dos preocupaciones: vivir intensamente y realizar mi vocación de escritora. Mi empresa Había sido mi propia vida. Tenía dos propósitos: ser dichosa y entregarme al mundo a través de mi obra. Era feliz gracias a mi relación con Sartre de modo que sólo me preocupé por tener una experiencia de vida lo más rica posible. Veía cosas insospechadas y las investigaba con tenacidad: la cultura, las gentes, el mundo.

Queríamos ver todo por vez primera, descubrir, inventar. Ya habíamos inventado nuestra relación y nuestra libertad.

"El hombre debe ser creado de nuevo"-"Un día la gente se sacudirá su esclerosis e inventará su vida, como nosotros hacemos ahora".

EL SEGUNDO SEXO

La idea de escribir "El segundo sexo" surgió por casualidad. Quería escribir una novela de sobre mí misma, y me di cuenta de que para hacerlo debía indagar sobre la condición femenina. 

Comencé mi investigación en octubre de 1946. Hice un ensayo sobre los mitos que los hombres habían creado acerca de la mujer a través de las cosmologías, las religiones, las ideologías y la literatura.

Mi tesis central era de una audacia infinita. Afirmaba que la mujer es el otro de la cultura y que esto era así por la opresión de los hombres sobre las mujeres, y que el universal era masculino.

Era extraño y estimulante descubrir a los cuarenta años un aspecto del mundo que hería mi vista y antes yo no veía. Pero Sartre me decía que debía agregar la historia y también las bases fisiológicas de la diferencia entre el hombre y la mujer.

¿Qué quería decir ser "el otro"?

El sometimiento de la mujer se iniciaba en una operación de la conciencia. El sujeto (hombre) se definía a sí mismo separándose de lo Otro. Así quedaban dos términos formados: el Sujeto, que es libre  y el Otro, considerado como un objeto.  Lo que definió la situación de la mujer es que se descubrió y se eligió en un mundo donde los hombres le imponían que se asumiera como el Otro.- "Todo conjunto humano incluye  a un otro ¿Cómo se supera esa situación?"- me preguntaban. 

Cuando el Otro era un sujeto, luchaba para lograr la reciprocidad. Así era como se llegaría a la verdadera situación de alteridad.

 La fórmula de la relación de la alteridad entre el hombre y la mujer, sería que la mujer fuera Otro, era diferente, pero también era un sujeto. La mujer era libre y se realizaba en su proyecto.

¿Qué problemas trataban "El segundo sexo"?

Cada vez estaba más segura de que la mujer no nacía, sino que se hacía. Había revisado todas las teorías de cada disciplina para evaluar qué aportaban  al problema de la mujer. Y concluí que sobre ella no pesaba ningún destino, ya fuera fisiológico, psicológico o económico. La mujer podía ser tan autómata como el hombre.

Seguí el consejo de Sartre y me sumergí en los libros de fisiología y de historia. Hice un inventario de todo lo que había aparecido en psicología y sociología. No me limité a una compilación. los prejuicios de los investigadores, mujeres y hombres aparecían con toda claridad. Me dediqué a reestablecer "los hechos"; discriminándolos de los preconceptos.

Antes se adjudicaba la diferencia entre el hombre y la mujer a su función diferente en la fecundación. pero ahora la biología establecía que los organismos machos y hembras no eran diferentes. Por el contrario, eran simétricos y complementarios.

Cuando recorrí los grados de la escala animal, noté que la vida se individualizaba de abajo hacia arriba. En las especies más primitivas la vida se empleaba para el mantenimiento de la especie, mientras que en las más desarrolladas aparecían los individuos singulares. La vida adoptaba las formas más complejas y se individualizaba en lso mamíferos. 

La separación de los dos momentos vitales, mantener y crear se realizaba de una manera terminante en los mamíferos: la madre tenía con la cría relaciones sumamente estrechas (mantenía la vida) y el padre se desentendía de ellas (se dedicaba a crear). 

Todo el organismo de la hembra estaba adaptado a "la servidumbre de la maternidad". La iniciativa sexual quedaba en manos del macho. 

La hembra era prisionera de la especie.

La vida entera de la hembra estaba regulada por un ciclo sexual que estaba ligado al celo. Era el ciclo del estro. 

La hembra era pasiva cuando estaba en celo. Era tomada por el macho. El la inmovilizaba y realizaba los movimientos activos del coito. La penetraba: tenía que vencer una resistencia. La hembra aparecía como una interioridad violada. 

La hembra sufría el coito, que la separaba de sí misma por la penetración y la fecundación interna. La aventura sexual era vivida por ella como una experiencia interior y no como una relación con el mundo y con el otro. 

La diferencia fundamental entre el macho y la hembra mamíferos consistía que para el macho , en el mismo momento en el que su vida trascendía en Otro, el espermatozoide se desprendía de su cuerpo. El proceso de la hembra era inverso: el óvulo había empezado a separarse de ella cuando se desprendía del folículo, pero penetrado por una célula extraña se instalaba en el útero. 

Entre los mamíferos, el macho luchaba por su autonomía. Era más grande, más rápido y más aventurero. Su vida era más independiente, sus actividades eran más libres. Era siempre el que mandaba en las sociedades animales. La hembra, en cambio no se afirmaba en su individualidad. No se oponía a los machos ni a las otras hembras. Aceptaba sin elegir, al primer macho que aparecía.

La individualidad de la hembra estaba frenada por el interés de la especie. Perecía poseída por potencias extrañas.

A medida que era mayor la individualidad, la oposición entre los sexos se acentuaba. El macho diversificaba sus actividades. 

En la hembra se agudizaba el conflicto entre sus propios intereses y los de las fuerzas generadoras que la habitaban. Esto se expresaba en que el parto era más difícil y peligroso. 

La mujer era la más individualizada de las hembras y también era la más frágil, la que vivía más dramáticamente su destino y la que se distinguía más profundamente de su macho.

Entre la pubertad y la menopausia se desarrollaba en la mujer el complejo proceso de la menstruación, que conmocionaba su organismo. Casi todas las mujeres sufrían turbaciones durante ese período, provocadas por la inestabilidad de la hipófisis y de la tiroides: gran fragilidad nerviosa, cefaleas. 

Durante la menstruación la mujer experimentaba del modo más penoso, que su cuerpo era una cosa oscura y extraña. 

La mujer, como el hombre era su cuerpo. Pero su cuerpo era distinto de ella. 

La gestación era un trabajo que no ofrecía a la mujer ningún beneficio individual, pero que le exigía sacrificios notorios. En los primeros meses solía tener falta de apetito y vómitos. 

El mismo parto era doloroso y peligroso. Así se manifestaba la rebelión del organismo contra la especie. 

En esa crisis se veía que el cuerpo no siempre satisfacía a la especie y al individuo a la vez. Podía suceder que el niño muriera,  o que al nacer matase a su madre. 

"¿A quién salvamos? ¿Al niño o a la madre? - Salve al niño."

La lactancia también era una agotadora servidumbre. La subida de la leche era dolorosa y traía fiebre. La madre alimentaba al niño a costa de sus propias fuerzas. 

Las mujeres encerraban dentro de sí un elemento hostil, era la especie.

El ciclo generador concluía por medio de una crisis también difícil: la menopausia. 

El organismo femenino tenía una inestabilidad que no presentaban los varones, había alteraciones en la fijación del calcio y fenómenos nerviosos.

El  conflicto especie-individuo daba al cuerpo femenino una fragilidad inquietante. 

En ninguna hembra la esclavitud del organismo a la función reproductora era tan fuerte y rechazada como en la mujer: la crisis de la pubertad, y la menopausia, la maldición menstrual, el embarazo largo y difícil, los partos riesgosos.

Su destino se volvía más pesado cuanto más se rebelaba contra él al afirmar su individualidad. El macho, en comparación, aparecía como un privilegiado. Su vida genital no se oponía a su existencia personal. Se desarrollaba de manera continua, sin crisis y sin accidentes.

La debilidad, la inestabilidad, la falta de control y la fragilidad relativas de la mujer eran hechos que provocaba que su aprehensión del mundo fuera más limitada. Y que también tuviera menos firmeza y perseverancia en sus proyectos. Y era menos capaz de realizarse. Su vida individual era menos rica que la del hombre.

El inmenso progreso realizado por el psicoanálisis consistía en considerar que todos los factores de la vida psíquica tuvieran un sentido, un sentido humano. En concreto, no existía el cuerpo tal como lo describían los sabios, sino el cuerpo vivido por el sujeto.

La naturaleza no definía a la mujer. Era ella quien se definía a sí misma. Ella recreaba su naturaleza femenina a través de su afectividad y de sus vivencias. 

La mujer era una hembra en la medida en que se experimentara como hembra. 

Fuente: Simone de Beauvoir para principiantes (Analía Efrón, Luis Roca).

Anna Donner Rybak © 2011




07.03.2011 18:19

 

Primer Acto.

MUJER – HOMENAJE

8 de marzo Día internacional de la Mujer

 

Biología sin destino; la mujer no nace, sino que se hace.

Mientras miro atrás y veo a esa criatura adolescente, me asombra ver como fui estafada. A la larga, todo cuanto uno creyó ser, en verdad fue un mero existir. El interlocutor de los intelectuales son las masas, y no el entablishment.

Sufrir las contradicciones del mundo no sirve de nada, pero olvidarlas es mentirse. Las palabras, universales, eternas, presencia de todos en cada uno son lo único trascendente que reconozco y me emociona; vibran en mi boca y mediante ellas comulgo con la humanidad.

Un día me dije:"Tengo cuarenta años". Cuando desperté de esa perplejidad, tenía cincuenta. El estupor que entonces se adueñó de mi todavía no se ha disipado.

La entrada de la casa de mi niñez estaba ubicada entre los cafés "La Rotonde" y "Parnasse". “La Rotonde” se llenaba desde las diez de la mañana con gente que tomaba parada o sentada. Escuchaban jazz, la "música negra" tocada al piano. Ahí se emborrachaba Modigliani, que vendía sus cuadros por monedas.

Mis padres formaban una curiosa pareja.

Papá, un parisino cosmopolita, estaba tan convencido de su superioridad con respecto al mundo, de su refinamiento y de sus dotes espirituales que no emprendió ninguna tarea que le haya dado dinero. -La nobleza es un rasgo espiritual. Una mujer es lo que su marido hace de ella- decía.

Mamá, una católica devota, de provincia, se casó con mi encantador padre, siendo una bella heredera, pero sus padres (mis abuelos) no recibieron la dote prometida. Mi abuelo se fue a la quiebra y a la cárcel tiempo después de su casamiento. Entonces los sueños de papá se hicieron humo porque se había casado con mamá para darse la gran vida. Mamá siempre se sintió culpable: "El no ha nacido para tareas menores".

A papá no le gustaba la profesión de abogado pero el teatro fue su verdadera pasión. Crecí viendo a mis padres representando funciones a beneficio y en salones privados.

De muy chica sorprendí a todos con mi precocidad, a los tres años yo leía y recitaba fábulas y largos poemas que papá me enseñaba.

Aprendí de mamá a controlar mi lenguaje, a censurar mis deseos, a decir y a hacer lo que exactamente se debía decir y hacer. - De nuestra obediencia y de nuestra piedad depende que Dios salve a Francia.

A los siete años fui una niña modelo. Me había influenciado mi confesor, el Padre Martín.  Me gustaba oír en la mañana gris el ruido de nuestros pasos sobre las losas, sentir el olor del incienso y el vaho de las velas. Me arrodillaba a los pies de la Cruz soñando con la taza de chocolate que me esperaba en mi casa.

Yo era tan piadosa como mi madre; para mi no había diferencia entre su mirada y la de Dios.

A los trece años, me flagelaba en secreto, esperando que se abrieran para mi los misterios de la Santidad.

A medida que yo iba entrando en la adolescencia, mis firmes creencias de la infancia se iban agrietando cada vez más.

Un verano, mi madre dejó pasar un libro sin censura. Vi escenas de amor ardiente y desde entonces  me entregué a mis fantasías eróticas antes del sueño.

A los quince años era presa de un arrebato sexual  muy  violento, sin tener la menor idea de qué se trataba. Sentía muy vagamente que me faltaba otro cuerpo. Cuando fui a confesarme con el padre Martín me decepcioné gravemente. Mientras mi confesor me hablaba, una mano imbécil se había abatido sobre mi nuca, doblaba mi cabeza, pegaba mi cara contra el suelo. A partir de entonces nada se interpuso en mi camino hacia el escepticismo. Nada me haría renunciar a las alegrías terrenales.  Me resultaba más fácil pensar en un mundo sin creador que en un creador que sufriera todas las contradicciones del mundo. Por vez primera me enfrenté con el miedo a la muerte.

Mi madre tenía autoridad sobre mí. Yo la respetaba. Había adquirido sus mismos valores, el deber, el mérito. Y los tabúes sexuales siguieron siendo centrales en mi vida. No  le conté a nadie mi crisis espiritual y seguí comulgando. Sufría por sentirme marcada, vacía, separada.

A partir de entonces elegí mis propios libros y algunas lecturas me hicieron cambiar la opinión que tenía de mi  misma. "Soy valiosa. Me atrevo a ser yo misma".

Una tarde, a los catorce años, estaba ayudando a mi madre a lavar los platos. Por la ventana vi otras cocinas donde otras mujeres frotaban cacerolas o pelaban verduras. Me pregunté: "Estas horas infinitamente repetidas y que no llevan a ninguna parte: ¿Viviré yo así? Si no hay ninguna meta ¿para qué caminar? NO, NO ME CASARÉ NI SERÉ AMA DE CASA, MI VIDA CONDUCIRÁ A ALGUNA PARTE."

Comencé a imaginar un amor en el cual el intercambio intelectual fuera intenso.

Mi hermana ya no me idolatraba, mi padre me hallaba fea, mi madre desconfiaba del oscuro cambio que adivinaba en mi.

Zazá era mi mejor amiga desde los diez años. Compartíamos el mismo banco de la escuela. Era morena, desenvuelta, descreída. Zazá marcó mi juventud. Nos llamaban "Las Inseparables". Sus padres me toleraban las conductas que los míos me prohibían. Conversábamos de nuestros estudios, nuestras lecturas, de lo que conocíamos del mundo, no de nosotras mismas. Yo no pretendía que Zazá sintiera por mí algo tan definitivo como yo por ella: me bastaba ser su compañera preferida. La admiración que sentía por ella no me disminuía a mis propios ojos.” (Memorias de una joven formal)

Zazá descubrió antes que yo que estábamos rodeadas cristiana falsa. Queríamos salir del mundo en que vivíamos, al que sentíamos hipócrita.

Cuando abandoné la fe y la obediencia Zazá fue mi sostén. Compartíamos un gran deseo de felicidad. Hablábamos de lo que quería cada una para el futuro.

Yo quería trabajar, ser independiente, y concebía el amor como una relación entre dos compañeros, y él  debía ser culto, superior. A Zazá solo le importaba la sensibilidad, el entendimiento. “El podría ser un obrero”, me decía. Juntas nos enfrentábamos a la mediocridad del Colegio. Discutíamos con ardor cada concepto y chocábamos con las limitaciones y pacaterías del ámbito escolar.

Decidí dedicarme a la vida intelectual, ser profesora y escribir. Pasé brillantemente mis exámenes, terminé el colegio y elegí mi carrera. Quise doctorarme en filosofía en La Sorbona, y las profesoras del Colegio pusieron el grito en el cielo para inquietar a mi madre. Le decían que la filosofía corroía mortalmente muchas almas y que en un año en La Sorbona yo perdería la fe y las buenas costumbres. Mas mi padre, aprobó mi proyecto, y me dijo que sería profesora de liceo. Entonces acepté estudiar letras y no filosofía. Mi madre pensaba que la literatura era menos sacrílega.

Al mismo tiempo me enfrenté con varias versiones de la moral sexual. Me molestaba que se impulsara a los muchachos a iniciarse sexualmente con chicas de clase inferior y que a las mujeres se les exigiera pureza. Yo era demócrata y romántica. Quería que la pureza fuera un deber para todos. Pensaba que cuando encontrara al verdadero amor me entregaría en cuerpo y alma. No me gustaba el sentido práctico de mis primas, que se permitían licencias con sus amigos, pero cuidándose de permanecer vírgenes.

Ya era grande. Mi primer viaje sola. Estaba actuando bastante bien. Pero todos esos hombres que me miraban me ponían nerviosa.

Yo era una estudiante entusiasta y rigurosa. Haría la licenciatura en letras con Zazá en la Escuela Normal de Neuilly. Estudiaría matemática general en el Instituto Católico y cursaría filosofía en La Sorbona. ¡Había logrado ser una estudiante!

Un día mi madre consideró que había llegado el momento de hablar de sexo conmigo. Yo temía a ese momento. Me dijo que había “ciertas cosas” que “tenía” que “saber”. Entonces le respondí: “Ya las sé”. Ella, piadosa me contestó: “Dios va guiar tus pasos” . Entonces tomé coraje y le dije “ya no creo más”. Ella me respondió: “¡Pobrecita! Si no crees en Dios no podrás ser feliz”. Me sentí muy aliviada. Por fin me había sacado la máscara.

Ya no me encontraba a gusto en casa. Desde mi confesión de la crisis religiosa, mi madre había dejado de hablarme. Entonces esperé complicidad  por parte de mi padre, pero él también me rechazó. Me dijo que me pasaba todo el día metida en libros. “Tu prima es graciosa y conversadora. Tú nunca hablas cuando ella viene a tomar el té”. ¿Qué demonios quería? El mismo había elegido para mí tres carreras difíciles. No podía esperar eso de mí, estudiaba todo el día y no podía dedicarme a frivolidades.

Mi padre comenzó a sentir resentimiento cuando me vio estudiar. El hubiera preferido casarme con un hombre distinguido y volver así a un círculo social superior. Mis profesores le parecían unos pedantes que tenían ideas distintas a las suyas. Mi padre creía en la nación, en la raza, en la casta, en la familia, en la patria. Yo, creía en los derechos del hombre, el pacifismo, el internacionalismo y el socialismo.

La literatura tomó el lugar que había ocupado la religión en mi vida. Antes había leído solamente a los autores clásicos, que eran como monumentos: grandiosos pero ajenos. Los libros de escritores contemporáneos que ahora leía eran de hombres de carne y hueso, y  hablaban de la vida actual.

El conflicto estalló. Mi padre sostenía que la literatura contemporánea era decadente e inmoral. Comenzamos las discusiones por aquellos autores, y las continuamos con los valores de la vida.

En cuanto abría la boca, les daba de dónde agarrarse, y me encerraban de nuevo en ese mundo del que había tardado tantos años en evadirme, donde cada cosa tiene su nombre, su lugar y su función. Donde el odio y el amor, el mal y el bien son como el negro y el blanco. Ese mundo bañado de una implacable luz, que la sombra de una duda no roza jamás. Prefería guardar silencio” (Memorias de una joven formal)

Los escritores de la nueva generación también se habían rebelado contra los padres, la familia, la tradición. Se proponían ser auténticos y entendían la sinceridad con uno mismo. Para lograrla, se detenían en el análisis detallado de cada estado de ánimo. Estaba bien visto mostrarse inquieto, insatisfecho. Y yo me entregué a la inquietud.

Ya nadie creía que debía importar el bien y el mal, sino en que el hombre debería realizar su destino por el camino del bien o por el del mal, sin importar moral alguna. Admitían los actos inmorales siempre que fueran gratuitos, desesperados y rebeldes.

Comencé a flirtear con mi primo Jacques, un joven inquieto. Hablábamos durante horas del arte moderno y de sus proyectos literarios. Me prestó más libros. Así como él, me introduje en el arte moderno, las obras de Picasso, Braque o Matisse.

Me enamoré de Jacques en silencio. Pero él tenía una vida de la que yo no participaba. Frecuentaba los bares de Montparnasse, por donde habían pasado Trotski, Lenin, los cubistas, los surrealistas; era el comienzo de la contracultura, las drogas y el amor libre.

Mi amor por Jacques me atormentaba. El tenía un ánimo cambiante que me hacía dudar de sus sentimientos. Pero cuando él pareció definirse, yo comencé a dudar de mi propia aceptación. Me parecía que Jacques era poco serio y sospechaba que su rebelión contra la familia terminaría cuando se casara.

Jacques me había desilusionado. Nada me interesaba. Nunca sería feliz, nunca encontraría a alguien como yo...

Fuente: Simone de Beauvoir para principiantes (Analía Efrón, Luis Roca).

Anna Donner Rybak © 2011




27.02.2011 12:59

 

Espías en la facultad  al viejo gordinflón, ¿qué le ves?, ¡Es un Maestro! ¡Mira  su modelo! ¿Pos mija que Ud. no tiene un novio? Voy con él a la facultad, (silencio), Pos chica ¿es que tú estás bien? Dolorida. Mija, ya pasa. Lléveme al hospital. ¿Cuánto dormí? ¡No puedo moverme! ¡DUELE! ¡DUELE MUCHO! Desespero. Tranquila chamaca, traeremos sus pinturas. Con el  dedo gordo del pie tracé aquel extraño mundo, mi novio se fue a París, ¡Hoy pude sentarme! No me gustan las sillas de ruedas, ¡alcáncenme un bastón! ¡Pos chamaca, no se agote! ¡No soy una inválida! Han pasado los meses, me acerco al Maestro, tengo una carpeta con bocetos. ¿Quién eres tú? No tengo tiempo, échale una vichadita, pos ven. Pero sí que eres buena...

Voy con el Maestro a una fiesta, el bastón ya es historia, llevo el dolor al inconciente, y bailo, y bailo, y bailo, y camino con dificultad, y el Maestro me coloca a su altura, Estoy enamorada,  ¡Mijita, pos no ve que es muy mayor?, ¡Tómenos una foto!,¿Así, vestida de hombre?

El maestro y yo nos casamos, en Estados Unidos lo quisieron corromper, había mucho dinero en juego, pos volvimos a casa, dicen que los mundos que creo son espeluznantes, pobres, no comprenden, dos son las fracturas, la de mi columna, que me provoca dolores insoportables, que estoicamente soporto, y ahora, la posibilidad de engendrar vida. Nado en sangre mezclada con lágrima, ¡y estos malditos se asustan del rojo de mis cuadros! ¡Cobardes! Está enloqueciendo, Siempre fue muy extraña. 

¡Con mi hermana! ¡Miserable! ¡Jamás te voy a perdonar! ¡No quiero irme! ¡Andate! ¡Pos mija, tenía razón tu madre! 

Trepo la pirámide con el fugitivo Trosky, ¡Sí que eres valiente! Te amo. ¿Y Don Trosky? Pos chamaca, esta mañana tuvieron que irse.

Mija, muéstreme ese dedo, está violeta. Me siguen sacando pedazos.¿Qué quedará de mi?

Me han construido un lecho de bonita madera labrada, ya no puedo sentarme, sigo, pintando. ¡Gordo, ha vuelto!, no puedo vivir si tí, no me dejes. 

Se inauguró mi muestra. ¡Quiero ir!¡El médico lo tiene absolutamente prohibido! ¿Qué médico? ¡Carguenme! 

Llego a mi momento de gloria, transportada en un altar de madera. Me vitorean. 

Gordo, vas a estar bien, no te vayas, Gordo soy feliz. 

Me tuve que ir.


F.K. In memorian

Anna Donner Rybak © 2011 



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Sobre mí
Anna Donner Rybak nace en Montevideo el 21 de setiembre de 1966.Desde 1989 hasta 1996 es docente en UTU de Programación de Sistemas y de Lógica.En 1993 se recibe de Analista de Sistemas.Escribe desde 2000, diversos géneros: Cuentos históricos, cuentos de humor, Columnas de actualidad, Ensayos, Poesía y fantástico.

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