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Reflexiones y opiniones de un uruguayo que vive en Bélgica.

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Mis artículos

09.04.2013 14:53

 

A comienzos de este fresco abril de 2013, visité el museo de Orsay en Paris. Quedé maravillado por la colección de obras de arte y también por el espléndido edificio restaurado. Este último, tuvo como anterior finalidad, a partir de su inauguración en 1898, ser una gare (estación de trenes) urbana. Que se haya transformado a partir de 1986, en un espacio de excelencia para su  función cultural actual, causa admiración.

Para un montevideano con varias décadas de vida, la evocación de la antigüa estación de trenes « Gral. Artigas » y el deplorable estado actual de sus edificaciones es inevitable, pero no haré ninguna comparación odiosa. Nunca me gustó « hacer la fácil ».

El tema central de estas notas es comentar la iniciativa de ANTEL, la empresa pública uruguaya de telecomunicaciones, para construir un moderno estadio cerrado en el predio donde se localiza el « Cilindro Municipal ».

El mencionado estadio, que en su momento fué de vanguardia, albergando eventos mundiales y sudamericanos de basquetbol, así como otras manifestaciones deportivas, artísticas y culturales, tuvo como es sabido, un final indecoroso. Lo que era su toque de distinción arquitectónica y de ingeniería, el techo colgante, se derrumbó en una noche aciaga, por el paso del tiempo y un mantenimiento deficitario que no logró prevenir el siniestro.

Aunque más allá de alabanzas por su carácter arquitectónico, yo puedo testimoniar mi afecto hacia aquella construcción cilíndrica, como vecino y usuario, pues habité en un conjunto de edificios de su entorno más próximo, durante parte de mi niñez y adolescencia.

Allí presencié la coronación de Uruguay como campeón sudamericano de basquetbol, con el plus de haberme « colado » a la cancha y festejado cerca de figuras como el « Chumbo » Arestia o el « Negro » Hernadez ; también tuve clases de gimnasia como estudiante del liceo 14 y aguanté los excesivos watts de la amplificación del grupo de heavy metal Van Halen, en sus gradas.

Cuando se desplomó su techo, en octubre de 2010, seguramente afloraron recuerdos en muchos uruguayos. Como el que compartimos con la amiga Jorgelina, vecina de edificio durante los años 70-80, que recordó una frase de aquellas tiempos juveniles : « te espero atrás del Cilindro ». Con la oportuna aclaración que ella nunca había aceptado esas dudosas invitaciones.

Este rodeo por los sinuosos caminos de la memoria es para contextualizar el impacto emocional primario ante la información de la reconstrucción (que en realidad es hacer un estadio nuevo) del « Cilindro »

¿Como sería posible preferir mantener un importante espacio urbano deteriorado, con una edificación ruinosa y sin ninguna utilidad, como triste recuerdo de sus momentos de auge, a la alternativa de un moderno y polivalente estadio cerrado, de propiedad pública, por el convenio de una empresa del Estado y la Intendencia de Montevideo ?

Ciertamente que hay diferentes aspectos para analizar y criticar, pero algunas de las reacciones de representantes políticos opositores y sectores del periodismo dan cuenta de la estrechez de miras, que sigue limitando e impidiendo transformaciones para que Uruguay sea un país para el disfrute de todos sus ciudadanos.

No es un gran descubrimiento decir que con una inversión de 40 millones de dólares se podrían construir escuelas o liceos, o equipar mejor hospitales y vislumbrar que un emprendimiento de estas características va a mejorar la consideración de sus impulsores políticos.

Construir una obra de un nivel equivalente a lo que fué el viejo « Cilindro Municipal » en su mejor época, dandole continuidad histórica y funcional al mismo predio, en una zona de la ciudad de indudable dinámica social y demográfica, es algo prometedor. Dentro de 20 años y con una correcta gestión (sea cual sean los colores de los gobiernos departamentales o nacionales), casi nadie se acordará de estas objeciones o de quienes las hicieron.

No creo que los miles de visitantes, entre los que me encontraba durante mi asistencia al museo de Orsay en Paris, se preguntaran por las discusiones y probables polémicas, cuando se presentó y comenzó a ejecutar el proyecto de reciclaje. La curiosidad que se desprendió de mi halago estético, me permitió averiguar con un funcionario del mismo, que el edificio de la Gare d’Orsay fué salvado de su destrucción mercantil, por el gobierno francés presidido por Giscard d’Estaing (consevador), que lo clasificó como patrimonio nacional. Mientras el museo propiamente dicho vió la luz durante la presidencia del social demócrata François Mitterrand.

Es más relevante la discusión sobre la inversión de los recursos superavitarios (cuando los hay) de las empresas del Estado. Pero más allá de las adhesiones afectivas o emocionales, los razonamientos básicos para apoyar el emprendimiento son simples.

Las empresas y servicios estatales, tienen como finalidad servir al país. Su objetivo no es la ganancia o el lucro, pero si además de la meta mínima del equilibrio presupuestal, y como consecuencia de varias circunstancias se producen beneficios, estos deberían retornar de la mejor manera posible a la sociedad en su conjunto.

Es lógico y razonable que el gobierno en ejercicio, a través de sus diferentes organismos con sus respectivos comentidos, tome decisiones al respecto. Por supuesto que hay que construir y mejorar las condiciones edilicias de Escuelas, Liceos y Escuelas técnicas de UTU. También es indiscutible la necesidad de equipar cada vez mejor los hospitales y dispensarios públicos de salud. Pero también debe tener igual jerarquía la promociónn e inversión en la cultura en general, las artes y deportes, que también están estrechamente vinculadas a la educación y la salud de la población.

Asunto de otra índole es la fundamentacion del gasto, para evitar restricciones normativas respecto a las atribuciones de inversiónes de los Entes autónomos, como lo es la Administración Nacional de Telecomunicaciones. Si ya el nombre propuesto de Antel Arena tiene un aire exótico, que sea un instrumento de « marketing directo » parece una especie de broma ideológica.

Su designación está a tiempo de cambiarse. Al ser una continuación histórica y en sus principales finalidades del estadio municipal derrumbado, tendría que demostrarlo simbólicamente en su nombre. No me parece que sus modernas instalaciones deportivas vayan a tener piso de arena, ni será un estadio playero para beach volley ; si se llamara Antel Cilindro no me disgustaría aunque su forma ya no se conserve. Tampoco es cuestión de tirar junto a los escombros del viejo Cilindro la denominación oficial que poseía y tal vez el parque que aloje todas las noveles instalaciones pudiera designarse, con el nombre « Héctor A. Grauert »

Ponganse de acuerdo, construyanlo y dentro de 20 años volvemos a hablar.

 

 




16.02.2013 17:18

 

El escándalo ya fué ampliamente difundido en toda Europa y el mundo. Una marca de alimentos inglesa publicitaba y vendía « Lasagnas a la bolognesa » presentandola como las habitualmente hechas con carne vacuna…que en realidad resultó ser carne equina.

En sus descargos la firma distribuidora revela una alambicada cadena de intermediarios en varios países europeos, hasta llegar al orígen rumano de los caballos, que constituyen su materia prima.

Como la carne de caballo es tan comestible como la de vaca, y pese a las dudas que ofrece su procedencia, no habría un problema de salud pública, sino comercial y ético, además de poner en duda la calidad y seriedad de los aparentemente exigentes controles y normas alimentarias europeas.

En Uruguay hay por lo menos un frigorífico especializado en la faena de equinos para exportarlos a Europa, que según creo es de capitales belgas. No hay ninguna vinculación entre los acontecimientos inescrupulosos de las Lasagnas bolognesas con carne de caballo en Inglaterra y las exportaciones uruguayas, que se de buenas fuentes es de buena calidad y procesada bajo rigurosos estándares industriales.

Solo menciono esto último como asociación espontánea, a través de la carne de caballo como nexo. Animal que a su vez me induce a otras asociaciones.

Recuerdo que el primer juez uruguayo que procesó y condenó a un notorio civil por su participación en delitos vinculados a violaciones de los Derechos Humanos durante la dictadura militar, tenía por apellido Cavalli.

Entre el coro de los que criticaron agriamente su sentencia, se encontraba un destacado abogado y ex vicepresidente de la República, quien en un artículo de prensa hizo un juego de palabras con el nombre del juez, para endosarle el rótulo de « caballo », por la osadía, que según este comentarista, habría cometido.

No pasó demasiado tiempo para que este magistrado renunciara por motivos de salud y es probable que evoco esto debido a la reciente  remoción de la jueza Mariana Mota, de las causas abiertas por delitos contra los Derechos Humanos en épocas dictatoriales, al trasladarla a un juzgado en materia civil.

También me siguieron resonando las connotaciones animalescas, luego de ver hoy  otro artículo de la prensa uruguaya, titulado « Bestias ». En principio atribuí el epíteto a los integrantes de la Suprema Corte de Justicia, que decidieron el traslado de la jueza, pero me equivoqué. Al leer el contenido entendí que según el articulista (un conocido senador nacionalista) bestias serían los legisladores frentamplistas que pretenden que el alto órgano judicial les de explicaciones sobre los fundamentos de su proceder, para quitar las atribuciones en lo que respecta a indagaciones sobre violaciones a los Derechos Humanos, a la jueza Mota.

Sin convencerme el purismo basado en la separación de poderes, como argumento contrario a las solicitudes de explicaciones, hechas por parte de diferentes actores políticos frentistas, también hay otros elementos que me confunden un poco. Pues se atribuye, por personas bien informadas, al actual Ministro de Defensa, también integrante del Frente Amplio en el gobierno, animosidades hacia la jueza desplazada de sus funciones penales por la más alta jerarquía del Poder Judicial.

No es nada bonito.

Aunque lo que realizó Findus (la quemada marca de las lasagnas bolognesas) solo parece ser una avivada un tanto grotesca, luego de deschavada, no deja de ser algo frecuente en el funcionamiento general ideológico del capitalismo ; mostrar las cosas de una manera tal que parezcan muy bonitas, cuando por detrás suelen ser bien distintas y hasta contrapuestas con las hermosas imágenes y sonidos que nos muestran la publicidad y el marketing. Al respecto incluyo al final el cuplé « Que bonito el país natural » de la murga La Gran Muñeca en el carnaval montevideano 2013 (que ha ganado mis simpatías, aún a una distancia que me impide alentarlos en los tablados).

Es cierto que en el mundo ha cambiado y a veces puede ser difícil visualizar y detectar grandes manobras  injustas, pero también es verdad que la gente en muchas partes del planeta y también en Uruguay, está cada vez más cansada y dispuesta a protestar para que no le den de comer caballo, si le vendieron carne de vaca. O lo que es lo mismo en el refranero popular uruguayo, que no le quieran pasar gato por liebre.

 

 




23.10.2012 09:45

 

Todavía no había amanecido cuando pasó el acompañante avisando camarote por camarote que en media hora llegabamos a destino.

La parada en Irún fué muy breve, toda la gente en el tren se preparaba para el inminente arribo. El sonido de mi teléfono móvil indicaba un sms de Marta avisando que todo estaba bien.

Los minutos pasaron rápido y ya estabamos descendiendo en la gare de Hendaye ; nos reencontramos sin dificultades y salimos enseguida, buscando las boleterías para adquirir los pasajes para el último tramo del viaje.

En el camino Marta me contó que el bebé ni se sintió por la noche y que antes de despedirse, Noi la somalí, le preguntó por su país de orígen. Al oír la palabra « Uruguay », le nombró dos futbolistas famosos de la selección participante en el último mundial. Me causó una sensación ambivalente ese reconocimiento, pero no era momento para reflexiones críticas, ya estabamos en la fila para sacar los billetes.

Las opciones eran escasas, la situación real no es igual a la venta por internet. Hubo que dispensar el precio solicitado, pues no había ninguno más económico disponible en la caja; pero si había más onerosos, según nos informó la bien entrenada vendedora.

Sumando lo gastado en los recién comprados tickets para el tren de alta velocidad francés (TGV) y los del Sud Expreso en el que llegamos, probablemente nos costó más que viajar de Lisboa a Paris en avión. Aunque ya están lejos las épocas en que los pasajes de transporte internacional tenían un precio constante para una misma categoría. Ahora depende mucho de la anticipación de la reserva y del uso de la informática ; comprar en el mostrador unos minutos antes del viaje se paga caro.

Como contrapartida había dos ventajas relativas ; el TGV en el que iríamos partía en menos de media hora, no perderíamos tiempo en esperas y arribaríamos a una zona céntrica parisina, lo que significaba un facil acceso al metro para llegar sin problemas a donde teníamos que ir.

Las siete horas de tren hiperveloz pasaron tan prestamente como los más de 200 kilómetros por hora, de la velocidad de crucero del vehículo. En los vagones se notaba el cambio, el diseño sofisticado de asientos y demás comodidades poseía un estilo más chic ; incluso muchos pasajeros y aún los revisadores de este transporte, exhibían un vestuario muy cuidado, contribuyendo voluntariamente o no, a dar una impronta francesa.

Las estaciones (gares en francés) se sucedían rapidamente y asi en el primer tercio del trayecto pasamos por Bordeaux y recordé amistades uruguayas afincadas desde hace años en esa linda ciudad. En el TGV no tuvimos ninguna complicación por asientos o lugares, aunque iba bastante completo.

Solo un ligero dolor de cabeza me inquietó una parte del viaje y me impulsó a ir hasta el vagón cafetería, mientras Marta dormitaba. También allí se daba el toque de buen diseño ; las mesas estaban delineadas con una ergonomía tal que permitían permanecer parados a los pasajeros que asi lo preferíamos, sin riesgos de golpearnos o caernos, en caso de movimientos bruscos del vagón.

Luego de ingerir un analgésico disfruté mi café y pain au chocolat, divisando el paisaje de la campiña gala. Fué una buena terapéutica, puesto que el principio de migraña fué desapareciendo poco a poco.

Al volver a mi lugar  con los sentidos  agudizados, reparé más en zonas de los extremos de cada vagón, con asientos  más modestos, sin disfrutar de los grandes ventanales de la zona principal y con personas bastante amontonadas junto a voluminosos equipajes. Evidentemente es otra categoría de pasajes más baratos, de la cual ni noticias nos dieron en la boletería de Hendaye; probablemente estarían agotados, son menos asientos y sus clientes parecen ser usuarios ya conocedores de esos sitios.

Esta breve recorrida por el tren de alta tecnología, también fué útil para recordar el tríptico de la revolución francesa : « Libertad, igualdad, fraternidad », pero oportunamente flexibilizado y posmodernizado, de acuerdo a los tiempos que corren.

Entre la conversación con Marta, lectura y contemplación del paisaje nos fuimos aproximando amenamente a la región parisina. Cuando quisimos acordar ya estabamos entrando a la Gare de Montparnasse en plena ciudad.

Eran alrededor de las dos y media de la tarde, descendimos y nos mezclamos con la multitud que transita en sus andenes a esa hora un día hábil de la semana. Luego de montar por una escalera mecánica ingresamos a un amplio estar sobre la entrada del edificio, desde el cual se veía a pocos metros la tour de Montparnasse, un solitario y controvertido « rascacielos » un tanto discordante con el entorno, y el hormigueo de cientos de parisinos por las calles.

Nos detuvimos frente a un ventanal en una parte más tranquila y nos dispusimos a llamar por teléfono a nuestro viejo conocido Jules.

Le propusimos encontrarnos más tarde en la ile de la Cité, por el quai des Orfèvres, a la altura del pont Saint-Michel. Lo invitamos a beber un demi de cerveza (no en la Brasserie Dauphine, que ya no existe), en la primera cervecería que nos toparamos luego de cruzar el puente sobre el río.

 

 

 




13.10.2012 14:46

 

La primera señal inquietante fué una señora hablando en portugués, que desde la puerta del camarote intentaba encontrar el número que figuraba en su pasaje. Dió una breve mirada y siguió. La apariencia para un observador recién llegado era la de un espacio absolutamente completo.

Hacía unos veinte minutos, el acompañante del tren había pasado para « abrir » las camas. Los dos asientos de cada lado, durante el día eran plazas para sentarse frente a frente; al anochecer se transformaban en cuchetas, luego que el encargado con una herramienta apropiada, permitiera descender las literas, antes plegadas en las paredes del compartimiento, con la ropa de cama pronta.

Cuando pasó la portuguesa vió una pareja de africanos con un bebé (Mose y Noi, mi compañera Marta ya conocía sus nombres y su orígen de Somalia). Enfrente estabamos sentados nosotros dos; yo con la cabeza agachada a causa de la cama de arriba y Marta a mi lado, con aspecto de estar prontos para transcurrir la noche allí.

Era explicable que la mujer siguiera de largo, para continuar buscando en camarotes menos repletos de gente, pero eso no duró mucho tiempo.

Unos pocos minutos después reapareció junto a su marido, un hombre petiso, pero ancho. Ya no estaban en actitud de exploración sino en pose reivindicativa, protestando porque alguien (es decir alguno de los que estabamos en el lugar) ocupaba su sitio.

En principio la ausencia de idioma en común dificultaba el esclarecimiento de la situación. Para aumentar el grado de confusión, el portugués ingresó al atestado espacio con la valija de su mujer. Como si esto fuera poco, dada su escasa estatura, montó sus pies en los bordes de las camas de abajo, para subir ese equipaje a un estante encima de la puerta.

Su actitud prepotente pudo dar lugar a una escalada violenta, aunque por mi parte, cierta comprensión de lo que estaba aconteciendo aumentó mi toleracia. Entendí el estress que causaba a la pareja el miedo que la mujer quedara sin el lugar que su billete le daba derecho.

Luego de esto, habiendo salido al corredor, tuve la intuición de preguntarle a la portuguesa si hablabla francés. Su respuesta positiva fué un inicio de distención para ambas partes, pues le expliqué que mi presencia allí era transitoria y que tenía mi asiento - cama esperándome en otro vagón.

Esa información allanó el camino, pero no solucionó plenamente el conflicto, puesto que el marido portugués no admitía que su mujer pernoctara con otro hombre en el lugar. A esta altura el foco del asunto se posaba en Mose, que no había mostrado disposición para abandonar el compartimiento de buenas a primeras.

El revisador del tren ya estaba también en el pasillo exhortando a no exaltarse y discutiendo con los portugueses. Mose, que también había salido, alegaba que él había cambiado su sitio de común acuerdo con otra pasajera y con la anuencia del responsable allí presente.

El rol « diplomático » que yo había adoptado y el conocimiento de la historia de los hechos, me posibilitó darme cuenta que la solución razonable consistía en retornar a la situación primaria. El acompañante del tren compartía esa tesis, además de estar investido con la autoridad formal para laudar.

Sentí simpatía por este funcionario, que me hizo recordar el aforismo, tantas veces escuchado en mi infancia en boca de mis mayores: todo comedido sale mal.

Le dije a Mose mi opinión que no nos quedaba otra que irnos a nuestros lugares iniciales, lo cual para mi era más sencillo porque lo había conservado sin involucrar a ninguna otra persona. Aunque a disgusto él había comprendido que no podría pasar la noche junto al resto de su familia y como una manifestación de su contrariedad se negó a dialogar con el matrimonio portugués, expresando no hablar su lengua.

Saludé a Marta, que había tenido que estar en el medio de esa confrontación sin tener arte ni parte, ya que ella estaba indiscutiblemente en su legítimo lugar. Nos despedimos hasta la madrugada del otro día, con la certeza de nuestra mútua comprensión y sin apremios, porque sabíamos que aún nos aguardaba el trayecto hasta Paris y tendríamos suficiente tiempo para estar juntos y comentar los sucesos.

Al irme yendo hacia mi vagón, aún participé de los últimos ecos del inicidente. En otro camarote próximo, la mochilera que inicialmente había cedido su plaza al somalí, no estaba conforme con volver a cambiarse y no entendía porqué hacerlo, si ambos habían estado de acuerdo en la permuta.

Me permití interceder y relatarle en una combinación idiomática ad hoc como era la cosa. Ella comprendió rapidamente , agradeciendome la explicación, que ninguna otra persona le había dado.

Fué un problema de comunicación, que se complicó en el cruce de reglamentos y prácticas de ese submundo cosmopolita de un tren nocturno internacional.

La señora portuguesa, que seguramente había emigrado a Francia años atrás, estaba también allí junto a su marido, recogiendo algo para llevarse a « su » camarote ya despejado de hombres. Paradojalmente, el portugués debería compartir el camarote masculino con Mose y dos pasajeros más. Ella me preguntó, al verme en la puerta hablando con la jóven, entre sorprendida y expectante : - ¿Ud. también está acá ?

Me despertó una sonrisa y la espontánea respuesta : - ¡No, gracias a deus !

Continué por el corredor y dos vagones más allá, me reencontré con mi asiento, el libro y mi equipaje ; envié un sms a Marta y me dispuse a seguir leyendo antes de dormir, en la tranquilidad que allí reinaba, por contraste con lo recién vivido.

 

 

 

 

 




01.10.2012 19:45

Esta es la primera parte del breve relato de un viaje, que aunque no se desarrolla en Uruguay, tiene como cometido abogar por la revitalización de los medios de transporte sobre rieles, tanto en Montevideo, como en todo el territorio uruguayo. Lamentablemente y pienso que de manera equivocada, trenes, tranvías y metropolitanos, subterraneos o al aire libre, fueron dejados de lado para privilegiar el uso de automoviles y autobuses, por las rutas de pavimento.

En el Sud Expresso.

Ya faltaba poco para que partiera el tren. En la estación Santa Apolonia hacía mucho calor aquel día de comienzos de setiembre, pero había valido la pena llegar apenas después del mediodía para cambiar los pasajes y el destino. No iríamos a Madrid sino a Hendaya y de ahi tomaríamos un TGV hasta Paris.

En el andén, unos minutos antes de las 16.30 la hora de salida, divisamos dos empleados de la tripulación del tren y allí nos dirijimos. El que parecía un inspector o acompañante, hablaba portugués, pero entendía sin problemas el español y con buena disposición, nos indicó el vagón que nos correspondía a cada uno.

El itinerario que estabamos por comenzar era la antigüa línea « Sud Expresso » que unía Lisboa con Paris. Aunque la crisis que azota con fuerza la península ibérica, hizo que la empresa ferroviaria portuguesa (CP, Comboios de Portugal) cesara de hacer ese viaje el año pasado. La española RENFE, en la cual adquirimos los billetes,  retomó uno de sus principales tramos que atraviesa el estado lusitano y España, conectando la capital portuguesa con Irún, en el país vasco y a un paso del otro lado de la frontera francesa, llega a la gare terminus en Hendaye.

Subimos para localizar nuestros respectivos sitios. Depués de instalarme en mi camarote, cuyas otras tres plazas ya estaban ocupadas por sus respectivos titulares, transité los dos vagones de distancia para reencontrarme con mi compañera.

Ella estaba sola ; me comentó que al parecer una jóven que hablaba inglés también tenía su sitio allí, pero prefirió irse a otro lugar del vagón junto a unos amigos que también viajaban. El tren había iniciado su trayectoria y luego de transcurrido algún tiempo, especulabamos que tal vez ese camarote destinado a mujeres, no tuviera más pasajeros que mi compañera.

Considerando que el acompañante  y revisador se había mostrado « canchero » al controlarnos los pasajes y que percibimos bastante laxitud en los criterios, esto nos permitiría hacer buena parte del trayecto juntos en su compartimiento. Pero la expectativa no duró mucho.

El convoy se detuvo en la estación Oriente, la otra grande de Lisboa y allí subieron más viajeros. Entre ellos una pareja de presumible orígen africano con un bebé, quienes ingresaron al lugar en que estabamos, cambiando subitamente el contexto.

Una vez instalados la madre con su niño, un robusto y regordete afrodescendiente, prontamente el padre fué ingresando bolsos y valijas, alguna bastante grande. Como corolario traían un carro para el bebé, que lejos de ser de los plegables para viaje, era de los más voluminosos. Luego de trabajosas maniobras logró encastrarlo entre la ventanilla y el lavabó, con la consecuencia de obstaculizar casi totalmente el acceso al mismo.

Pese a la incursión bastante invasiva de los espacios comunes con sus equipajes, la familiaridad desplegada por los ocasionales co-inquilinos era cordial.

El infante desplegaba simpatía al mirarnos con insistencia y sonreir. Su madre y su padre, este último hiperactivo en el trasiego de bultos, pero también bien dispuesto a jugar y cuidar del hijo pequeño, parecían una compañia confiable, pese a las diferencias culturales e idiomáticas.

Transcurrido cierto lapso, se apersonó en el compartimiento la jóven y espigada « mochilera », que era la poseedora de una de las plazas. En pocas palabras en idioma inglés, se entendieron con el hombre para hacer una permuta de lugares. Ella había estado todo el trayecto, hasta ese instante, con sus amigos y prefería seguir en aquel espacio.

Tomé nota mental del cambio, pues se generaba una interrogante a responder. Si ahora la pareja africana estaba definitivamente instalada, en un camarote que reglamentariamente era exclusivamente femenino, ¿cual podría ser mi actitud ? Comencé a pensar que aceptando la situación de hecho, debería también trasladarme a la litera aún vacante, para estar junto a mi compañera, que no había previsto compartir camarote con un matrimonio y su bebé.

Hasta esa hora yo había alternado mi presencia entre dos vagones, ya que mi lugar « oficial » estaba en un compartimiento masculino, junto a otros tres varones de diferentes estilos y procencias, pero que me daban la impresión de ser correctos y bien adaptados a la cohabitación durante el viaje.

Había retornado hasta allí unas tres o cuatro veces, desde que tomé posesión de mi asiento, dejando la valija al costado, para luego ir al otro vagón. Cada vez que  pasaba algunos minutos en mi lugar original, aprovechaba para ir leyendo la novela « Heroes rotos » que había recibido de las manos de Joaquín, su autor, hacía justo una semana. El libro me servía simultáneamente como signo de ocupación del asiento, ya que lo dejaba a la vista cada vez que salía a visitar a mi compañera.

El nuevo equilibrio se rompió bruscamente antes del anochecer, luego que el tren realizara una nueva parada, la última en territorio portugués.

 

 

 


 




17.09.2012 16:21

 

« Si no exageramos un poco nos aburrimos todos », escribió alguna vez La Penuria en la presentación de su blog.

Calificar la recreación pictórica del Ecce Homo en la iglesia del pueblo español de Borja, como posible acontecimiento estético más importante en lo que va del siglo XXI, puede ser un ejemplo de lo sugerido por la recordada bloguista, y aunque no lo tengo por hábito, lo hice de manera más o menos deliberada. Pero no injustificada.

El emergente del Cristo de Borja y su restauradora Cecilia Giménez, vecina del pueblo de 80 años de edad, se produjo casi simultáneamente a otro evento, pretendidamente relacionado con el arte y extremadamente mediatizado, mientras que ambas histórias  son casi totalmente antagónicas.

Lo sucedido (material y virtualmente en las redes de internet) en torno al grupo de muchachas rusas Pussy riot aparece como un fenómeno hiper-producido, con sospechosa difusión masiva y repetitiva por los grandes medios masivos de comunicación occidentales y con grandes probabilidades de ser una puesta en escena con fines de distracción a gran escala y/o una PsyOp (operación psicológica en la jerga de la inteligencia militar).

Mientras que la restauración fallida y a la vez consagratoria, de un deteriorado fresco con la imágen del rostro de Cristo, comenzó como un hecho pueblerino y sin grandes pretensiones. Su resonancia en las redes sociales virtuales fué espontánea y autoorganizada, contribuyendo muy rápidamente a la repercusión social real, inimaginada previamente y sin premeditación constatable.

La acción casi anónima de una veterana se tornó acontecimiento artístico universal, con repercusiones genuinas de solidaridad, agradecimiento, compasión y admiración, que colocaron a su obra en la galería del reconocimiento mundial, mediante las redes de internet con su potencial de participación y democracia directa.

Opuestamente, la efímera estelaridad de las bellas jóvenes rusas, fué impulsada por una difusión multimediática solo posible con el apoyo de poderes fácticos con grandes recursos. Pero solo logra una transitoria y artificial atención más por las consecuencias provocativas, que por el evento real : una especie de happenig que solo tangencialmente tiene que ver con lo musical, arte que supuestamente cultivan las Pussys. (Aún sin demasiados conocimientos del idioma de Shakespeare, los usuarios masculinos de internet y también muchísimas mujeres no anglofónas, sabrán el significado usual de esa palabra).

En los primeros días de la irrupción mediática de las fotogénicas intérpretes, sin ningún prejuicio de mi parte, intenté buscar en Youtube alguna canción de las mismas para apreciar su proclamado punk ruso ; fué muy difícil. Miles y miles de videos de actividades proselitistas a su favor, o sobre derivaciones de su juicio público en Moscú, sobre sus declaraciones opositorias al gobierno ruso y su primer ministro, pero practicamente cero de música.

Cuando al fin encontré la interpretación de una « canción », vi mucho artificio escénico y estética de video clip, para adornar una presentación musical muy mediocre, tanto en su pretendido género, como en general.

Pluna riot.

También muy mediocre y tremendamente costoso para el Uruguay está siendo el desarrollo del affaire Pluna. Unicamente con las informaciones de público conocimiento, era bien notorio que el centro del « negocio », para los que lo ejecutaron en su provecho, fué la compra de los aviones con la garantía del Estado uruguayo.

Cualquier persona bienpensante podría suponer que la manera de ganar dinero para una aerolínea comercial está fundada en que sus aviones vuelen correctamente, sus pasajeros estén conformes, su administración sea adecuada, sus gastos menores que sus ingresos, etc. Aunque en la experiencia privatizadora progresista de Pluna, el asunto de los servicios que debía prestar la línea aérea de bandera nacional, parecieron ser solo la cobertura de operaciones financieras de cientos de millones de dólares, cuyas ganacias (lícitas o de las otras) fueron para la parte privada.

Concomitantemente los riesgos de las garantías y posibles pérdidas (que ahora ya son ciertas) serían para el Estado de Uruguay. El capítulo del remate de los aviones Bombardier, todavía inconcluso es aún más esclarecedor para la ciudadanía en general, que pagará de una manera u otra las pérdidas.

Es como si el otrora feliz comprador de un buzón, luego del porrazo de sentirse estafado y reconociendo su equivocación, lleve el buzón a remate público con la esperanza de resarcirse de sus gastos ingénuos.

Ahora se rumorea una posible intervención venezolana, para « salvar la petisa » que podría privilegiar más los aspectos políticos y estratégicos de su conveniencia, que el costo « de mercado » de los aviones usados y poco atractivos comercialmente. En octubre se verá que pasa con eso.

Pero si de ingenuidad y de ingenio hablamos, y vistas algunas de las últimas ideas y « proyectos » de gobernantes y afines, voy a proponer la subasta de los aviones de Pluna al mejor postor y sin base alguna. Con lo recaudado y deduciendo los gastos del remate, se finaciará la grabación, edición y distribución de sendos CD y DVD de una actuación en vivo de las Pussy riot en el Estadio Centenario de Montevideo.

Con las importantes ganacias que esto producirá, se saldarán todas las deudas de Pluna S.A. y Pluna Ente autónomo, comenzando, claro está, por el principal Banco acreedor. Del resto el superior gobierno puede disponer a su criterio. No pretendo comisión ni prima por la idea; solo algún ejemplar de los materiales audiovisuales autografiados por las artistas y tal vez, los viáticos para ir un fin de semana a Borja en España a ver el Ecce Homo en su nueva versión.

 

 



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Leonel Elola Verocay. Vivo en Bélgica desde el 2004. BXLMVD habita una adyacencia psicogeográfica entre Bélgica y Uruguay; esa es su ventaja y a la vez su handicap.

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