acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

http://blogs.montevideo.com.uy/patrimoniosxng |  Agregar a favoritos  | 
Imprimir Recomendar Agrandar Achicar

01.07.2011 15:21 / CARTAS, PONENCIAS Y OTRAS INTERVENCIONES

EL PATRIMONIO COMO PROYECTO DE FUTURO (*) PARTE II

MANTENER, CONSERVAR, REHABILITAR, RESTAURAR

A lo largo del siglo XIX, la acción de los defensores del patrimonio se canalizó a través de dos procesos complementarios e indisociables: una legislación de protección que incluía una estructura formal de relevamiento y control, y una disciplina específica de conservación y restauración (6). El marco legal encontró en Francia su primera formalización hacia 1887, influyendo desde entonces en sucesivas legislaciones (también en la nuestra, aunque a nivel de proyectos frustrados, ya desde 1913…). Las diferencias nacionales se hicieron sentir a la hora de definir los modos de actuar sobre el monumento histórico, y en particular sobre el patrimonio construido, siendo conocidas -digamos que poco entre nosotros…- las radicales divergencias entre Ruskin y Viollet le Duc, la síntesis superadora de Boito, el concepto de patrimonio urbano que desarrolla Giovannoni, etcétera, llegándose progresivamente a un nivel de consenso que habría de expresarse en la Carta de Atenas de 1931, actualizada más tarde en la Carta de Venecia de 1964 (“Carta Internacional sobre la conservación y restauración de monumentos y sitios”).

Con el paso del tiempo, la matriz moderna del patrimonio ganaba en precisión operativa en el acotado campo de las disciplinas específicas de conservación y restauración, a la vez que se iban debilitando los vínculos de los tiempos de forja con “el interés general”. Al salir de la última gran guerra, dos hechos preanuncian un cambio de escena: el protocolo de protección de bienes culturales en caso de conflicto armado (La Haya /1954) y el traslado de los monumentos de Nubia, amenazados de desaparición por la construcción de la represa de Assuan. Ambas experiencias amplían el horizonte de los países involucrados y afirman el protagonismo institucional de UNESCO, de lo cual da testimonio la “Convención de 1972 sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural”, un referente principal de este proceso.

Desde entonces, el patrimonio asumido como una colección de monumentos históricos encuadrados en leyes, regulaciones y procedimientos acuñados en un largo proceso que tuvo a Europa como escenario casi exclusivo, pasa a formar parte del status corriente de la mayor parte de las naciones del mundo. Y en ese proceso, se acercan los tiempos de inclusión de nuevos “objetos de culto”, a la vez que se diversifica su tipología, antes limitada casi exclusivamente a las obras mayores del acervo arquitectónico. La “internacional del patrimonio” parecía gozar de sólido prestigio y larga vida…pero en el mismo momento que se despliega ese escenario en expansión, empieza a desarrollarse un proceso de cambio sustancial de enfoques y contenidos, acelerado a partir del Coloquio de Nara, Japón, en 1994.

Un “diluvio” amenazaba anegar los terrenos recién conquistados. Pierre Nora expone así su visión de esos cambios: " (…) El fantasma de la ruptura y del desorden que (las turbulencias de esta época) parecen provocar, ha conducido a nuestras sociedades, enfrentadas a cambios excesivamente rápidos, a buscar en el patrimonio un refugio compensatorio (…) Hemos pasado de un patrimonio de tipo nacional a un patrimonio de carácter simbólico y de identificación. De un patrimonio heredado a un patrimonio reivindicado. De un patrimonio visible a un patrimonio invisible. De un patrimonio material a un patrimonio inmaterial. De un patrimonio estatal a un patrimonio social, étnico y comunitario (…) Como consecuencia, el patrimonio cambia de naturaleza y de estatuto. Se suma en una misma constelación a las nociones de memoria, de identidad, de cultura, y se convierte en lo sagrado-laico de las sociedades democratizadas " (7).

NUEVOS CONTEXTOS, NUEVOS DESAFÍOS

Y así fueron ls cosas. En poco más de tres décadas hemos pasado de un padrón dominante (el monumento histórico dentro de los parámetros definidos por la cultura del 800, con el protagonismo de los estados nacionales) a un universo ampliado y transformado en el marco de una globalización ya instalada sin vuelta. En este proceso de reciente data, una cosa resulta evidente: el vínculo patrimonio-monumento-nación ya no ocupa el centro de la escena. Allí se ha instalado -y parece que para quedarse-, una visión dominantemente antropológica del patrimonio, donde lo inmaterial gana terreno y asume un neto protagonismo. Curiosamente, el giro del concepto en el seno de la matriz moderna, centrado ahora más en relatos sobre cosas que en las cosas mismas, lo acerca a la vertiente inmaterial del concepto histórico tradicional del patrimonio, viejo como el tiempo y de aplicación extensa, en lo cronológico y lo geográfico. Las dos matrices de lo patrimonial se acercan y abren un escenario nuevo ,,,

Pero esa transformación es expresiva de un cambio más profundo, tras el “momento” de ruptura entre modernidad y posmodernidad del que dieran cuenta en su momento no pocos filósofos (8), y alienta en ese contexto la posibilidad -también con carga utópica- de una mediación capaz de reconstruir el vínculo entre esferas desagregadas, reformulando un relato integrador en tiempos en que “los grandes relatos” no gozan de buena salud…

Ya se trate de criticar y reorientar el proyecto moderno sin condenarlo a un destino de museo; ya de asumir como definitivo el corte de la posmodernidad y abrir el camino a nuevas construcciones histórico-culturales, una renovada visión del patrimonio se hace funcional a los problemas de estos tiempos y puede asumirse como herramienta útil para atender y tratar de resolver las cuestiones que hoy nos afectan.

EN BUSQUEDA DE NUEVOS PARADIGMAS

Así como ocurre con el patrimonio en la visión de los economistas, donde la posesión de bienes de cualquier especie se aprecia en su conjunto y se valora con una medida común para estimar activos y pasivos, hoy el universo de bienes “patrimoniables” tiende a confundirse con el universo de bienes culturales, de todo lugar y de todo tiempo. En esa perspectiva, lo patrimonial se convertirá en un escenario inabarcable, en el que se diluye todo contenido concreto y operable, o se afianzará como una construcción socialmente condicionada por un contexto político-cultural concreto, donde importará más que la colección de elementos a los que se asigna un papel explícito de bien cultural protegido, el relato que une y da sentido a las partes. Un relato que puede operar como plataforma desde donde gerenciaren un contexto democrático y con vista a la consolidación de un proyecto compartido, aquello que la comunidad asume como un capital social acumulado por generaciones.

Pero esa plataforma habrá que construirla. Superados los riesgos -que no son pocos-, ya no estaríamos hablando del patrimonio como una herencia sacralizada en un determinado contexto ideológico, que sólo exige de nosotros cierta atención y cuidado ... y periódicas reverencias, según el modelo de una matriz moderna que ya agotó su contenido, sino de una construcción de nuevo tipo, con fuerte potencialidad de afirmar la cohesión y el sentido de identidad de una comunidad (9). Capaz a su vez de involucrar al común de los ciudadanos en un proceso de desarrollo integral, sustentable y equitativo -que así querríamos salir del estancamiento que nos ha agobiado por medio siglo-, porque aunque parezca paradójico, el patrimonio, asumiendo la continuidad con la herencia del pasado, sólo toma sentido en tanto proyecto de futuro.

EPILOGO

¿Qué contenido tiene hoy para nosotros aquella mención de Artigas -en admonición dirigida a Durán y Giró en diciembre de 1816- sobre “el rico patrimonio de los orientales”?. A su tiempo, Arredondo y Pivel Devoto -gestores principales de nuestra cultura patrimonial- buscaron dar respuesta. Arredondo con su visión aluvional, tan fecunda y en tantos aspectos vigente, en el marco de una pretendida “Civilización del Uruguay” de notoria desmesura; Pivel, intentando anclar la memoria histórica en obras y lugares capaces de evocar y dar testimonio de las gestas fundacionales de la patria. Para avanzar, a ellos habrá que volver…

En paralelo con esas experiencias, varias veces se intentó generar un marco institucional y legal en correspondencia con la experiencia europea, y tantas otras veces la propuesta no tendría observaciones ni reparos, pero tampoco votos para su aprobación…Eso pasó en 1913, 1932, 1942 y 1951, aunque de ello quede hoy poca memoria. En el último intento frustrado, la comisión responsable elevó a consideración del Ejecutivo un listado de bienes a proteger que no superaba los 100 ejemplos. Pasarían 20 años antes de que pudiera sancionarse la ley actualmente vigente -vigente en la forma, que no en los contenidos, ya envejecidos cuando fue aprobada- y cuando en 1975 se concreta el primer listado de protección, la cantidad aumenta moderadamente. Veinte años después, nuestra lista supera la de UNESCO, no admite diferencias de tipos ni grados y a toda cosa aplica sin alternativa posible el molde de monumento histórico. Y así vamos…

Pero podemos superar ese estado de cosas, ahora que vientos de cambio alientan la posibilidad de no seguir atado a modelos sin futuro. Repensemos todo; construyamos un marco institucional y legal adecuado a los tiempos que vendrán; dejemos de celebrar un patrimonio sin sentir culpa por todo lo que destruimos, marginamos u olvidamos (Narbona, Calera, Farruco, las tierras de Sarandí, el 3 de febrero de 1807, la herencia guaraní y una larga lista de etcéteras) y afrontemos la tarea de situar lo patrimonial en el buen sentido que tuvo y ya no tiene, no como ancla -que ata al pasado-, sino como memoria proyectada hacia un mejor futuro.

NOTAS:

(6) Francoise Choay: "L´Allegorie du Patrimoine"

(7) Pierre Nora: "Una noción de devenir" / en Correo de la UNESCO: "El patrimonio mundial: balance y perspectivas" / setiembre 1997

(8) Los filósofos tomaron muy en serio las curiosa experiencias de los arquitectos en los años 80; no Lyotard ("La condición posmoderna" / 1979), pero sí Habermas ("La modernidad: un proyecto inacabado" / 1980; "La arquitectura moderna y posmoderna" / 1981), y Jameson ("El giro cultural" y "Posmodernismo: la lógica cultural del capitalismo tardío" / 1982). Abrieron con ello una reflexión, aún instalada pero apenas explorada por estos lares, sobre un corte cultural probablemente tan significativo como lo fue en su tiempo el que provocara la primera fase de la Revolución Industrial.

(9) "La identidad como factor de cohesión, espacio referencial que aporta los medios para el propio reconocimiento, para perpatuarse, para proyectarse en el futuro, para negociar la historia" Jean-Noel Pelen, citado por Prats.

(*) PUBLICADO EN LA REVISTA RELACIONES / junio de 2007



Inicio

Buscar
Buscar en acerca de patrimonios varios

Sobre mí


Categorías

Mis Links

Archivo


Contacto ¿Qué es RSS?