Eliza y Miguel
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28.06.2013 14:07 / Notas de Eliza

Los puntos sobre las íes (segunda parte)

 

Primera parte en:

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LA LUCHA DE TOTA

Desde el día de la desaparición de Elena, su madre María Almeida de Quinteros, apodada "Tota", nunca descansó en su búsqueda. Su vida cambió. Jamás se había imaginado la lucha que iba a emprender para saber dónde estaba su hija.

Pero el 7 de enero de 2001, esta incansable activista de los desaparecidos que también fue Presidenta de la Junta Departamental de Montevideo, falleció a los 82 años de edad. 

Tota murió sin tener noticias de Elena. Su hija tenía 31 años y era maestra titulada, aunque no ejercía por habérselo impedido las autoridades dictatoriales.

Así escribió Kintto Lucas su Adiós a Tota Quinteros:

"«¿Dónde está el olvido? ¿Quién habla de esperas? / Que aquí yo la busco sea como sea / adiós al cansancio, adiós a los años / adiós las mentiras, adiós los engaños».

Los versos de Rubén entran por sus oídos, por su mente, por su piel, andan por todos los rincones de la casa, por todas las esquinas del barrio, por todos los barrios de su Montevideo, por cada lugarcito de un país que espera... Los versos entran como hace tiempo, se pasean por su pensamiento, y se hacen amigos de los recuerdos que, son como imágenes en la mirada, son gorriones que quieren volar.

Ella piensa en la vida caminada, que es como pensar en Elena, que es como pensar en la bruma que invadió el país, que es como pensar en tantas sonrisas que se marcharon, tantos corazones, tantas miradas.

Y piensa cuando la guerra civil española, cuando París fue bombardeada, cuando el mundial del 50, cuando su casamiento, cuando Elena se hace maestra, cuando las marchas, cuando los enfrentamientos con la policía, cuando el país comienza a caerse, cuando llegan los uniformes.

Y piensa cuando corría 1976  tiempo del no se puede decir, no se puede reunir en las esquinas, no se puede...  cuando Elena queda tras los fierros, cuando ya nadie da razón de su paradero...

Y piensa cuando empezó a caminamundear por su hija, que en realidad era por todos los hijos... Cuando crece, cuando florece, cuando remonta de sus cacerolas, cuando se hace madre de muchos...

Y piensa, cuando la huelga de hambre por la amnistía general... cuando cada viernes, junto a las otras madres, en la Plaza Libertad, mantiene la foto de Elena. Cuando otros versos se hacen mundo en el aire Montevideano:

«Volverá la alegría / a enredarse con tu voz. / A medirse en tus manos / y a apoyarse en tu sudor. / Borrará duras muecas pintadas / sobre un frágil cartón de silencio / y en aliento de murga saldrá: / a redoblar, a redoblar, a redoblar muchachos la esperanza / que su latido insista en nuestra sangre para que esta nunca olvide su rumbo. / Porque el corazón no quiere entonar más retiradas».

Y piensa, sigue pensando... como quien no quiere dejar de lado los pedacitos de recuerdos que lleva a cuesta, y se acostumbra a quererlos y derramarlos una y otra vez entre la gente... La vida y la memoria siguen caminado juntas...

María Almeida de Quinteros. Más conocida como Tota, nació en 1918, en un barrio de Montevideo de origen obrero. Se casó a los 26 años y tuvo una hija a la que dio el nombre de Elena.

A pesar de la humildad del hogar, con el apoyo de sus padres Elena siguió los estudios de maestra. Allí comenzó su pelea por una educación mejor, pero un régimen autoritario se iba imponiendo, y llegó la dictadura...

En 1976 Elena Quinteros fue detenida y torturada. Intentando escapar argumentó un supuesto contacto con un compañero en un lugar cercano a la embajada de Venezuela. Hasta allí la condujo el personal de inteligencia. Elena saltó el pequeño muro y se introdujo en la embajada. Sus custodias corrieron atrás. Los funcionarios de la embajada pelearon para que no la sacaran de territorio venezolano, los policías forcejearon y se la llevaron. Después nadie dio razón de su paradero.

Allí comenzó el trajinar de Tota en busca de su hija. Luego de un intenso caminar denunciando la realidad que vivía el país durante la dictadura, regresó a Uruguay en 1984. Pero el autoritarismo todavía no se terminaba. Junto a otras madres de desaparecidos formó el Comité de Familiares de Desaparecidos, y realizó (a pesar de sus 66 años) una huelga de hambre pidiendo la amnistía para los presos políticos y el regreso a la democracia.

En 1989 se eligió concejal de Montevideo, y allí comenzó otra lucha, caminando barrio por barrio, juntándose a los que no tienen casa, a los desocupados, saliendo a las calles con la gente, siempre dispuesta a recibir el reclamo de los habitantes de la ciudad y brindarles ayuda.

Hoy sigue buscando a Elena, todos la seguimos buscando". Kintto Lucas

EL RESARCIMIENTO

El tiempo ha pasado. Tota ya no está y aun se oculta el lugar donde fue sepultada Elena. Pero la Justicia se hizo cargo de Nino Gavazzo, de Juan Carlos Blanco y otros más... hasta que poco a poco, irán cayendo todos.

QUIÉN ES QUIÉN

El Ministerio de Relaciones Exteriores  como todas las instituciones durante la dictadura  tuvo los mandos civiles bajo órdenes castrenses. Los funcionarios con cargos de autoridad que no lo aceptaron ¡se fueron!, dejando atrás sus redituables veleidades cortesanas en pro de una discreta paz interior.

JUAN CARLOS BLANCO. Era subsecretario de José A. Mora Otero y al fallecer éste, asumió como ministro en 1972. Fue un títere más del autoritarismo militar... pero eso no le quita culpa. Estuvo en conocimiento total de los hechos y los aceptó. Ni se le pasó por la cabeza renunciar a su cargo y es más... Parece estar convencido todavía  y hasta orgulloso  de haber cumplido con su deber. ¿Ante quién?, está por verse. Sólo me constan dos modelos que orientan su vida: el catolicismo y la masonería.

JULIO CÉSAR LUPINACCI. Sin defender al ministro Blanco, digo lo que sabemos perfectamente todos los que estuvimos en Cancillería en tiempos de dictadura: el civil que daba las cartas era él... sin estampar firmas incriminatorias.

Y continuó su carrera ascendente en el Servicio Exterior uruguayo a la vuelta de la democracia. El presidente Lacalle lo designó embajador ante Chile, el presidente Sanguinetti lo designó embajador ante Argentina y el presidente Batlle lo designó embajador ante el Vaticano.

Y allá le dieron "una buena acogida" (parafraseando al Arzobispo uruguayo Nicolás Cotugno), proponiéndole "un buen acuerdo" entre Uruguay y el Vaticano para "defender con rigor y promover con constancia aquellos valores que dignifican la existencia humana".

No le pesó al Papa el historial de represor, ni el fervor ultraderechista, ni le molestó que fuera masón... ni otras cosas... Vio un católico recalcitrante y fanático... y no hubo mejor credencial.

Después, como broche de oro, Julio César Lupinacci se jubiló por límite de edad y fue asesor del ministro de Relaciones Exteriores Didier Opertti sobre temas del Tribunal Penal Internacional.

En el interrogatorio de marzo de 2002 negó ser uno de los verdugos de Elena Quinteros responsabilizando totalmente al ministro Blanco. Es curioso que no realizara acción judicial alguna por difamación o injurias, ante la divulgación de su nombre como violador de los derechos humanos.

ÁLVARO ÁLVAREZ. Autoritario, soberbio y despreciativo. Ultraderechista nato, durante la dictadura se movió más cómodo que nunca. Ignoro si pudo haber favorecido a alguien más que a sí mismo y no sé de nadie que lo apreciara.

Cuando declaró en el juicio le cargó el fardo al ministro Blanco  –al igual que Lupinacci  y negó la responsabilidad que indiscutiblemente también tenía.

El 19 de abril de 2005 murió sin pagar sus deudas a los 74 años. Hubo una única y escueta participación en la página de obituarios del diario El País... todo dicho.

GUIDO MICHELÍN SALOMÓN. De perfil bajo y poca resonancia en su accionar, como la mayoría de los viceministros de Cancillería. Llega "de afuera" (cargo de confianza) al asumir J. C. Blanco en 1972. A fines del 76  cuando mandan a Alejandro Rovira de la cartera del Interior a "poner orden" por todo este asunto y otras cosas  Michelín desaparece de escena, tan discretamente como había llegado.

Poco hay para decir sobre él, salvo su apoyo incondicional al ministro Blanco y la conocida "plana mayor" de aquella época. Así lo demuestra su actitud con el embajador venezolano y su aporte para la confección del memorando.

Hay sin embargo un hecho jugoso, poco conocido para la gente ajena al Palacio Santos. Fue el año del golpe, cuando el Goyo Álvarez pisaba fuerte desde el cuartel. Tal vez por desconocimiento del ambiente en que estaba inmerso, Michelín no tuvo en cuenta que allá las paredes oyen, y lo que recogen se esparce como reguero de pólvora, por lo que llamamos "radio pasillo".

Así fue que emitió un comentario sobre la virilidad de don Gregorio, que si bien se comentaba por ahí, dicho por un jerarca tomaba otro cuerpo y forma. Y el Goyo se enteró... el alcance de "radio pasillo" le daría envidia a cualquier emisora real.

Fue así que una tarde, paró una camioneta del ejército en el repecho de Cuareim, y por esa puerta entró el Goyo fusta en mano, secundado por dos milicos armados. Atravesó el patio empedrado y subiendo la escalera, irrumpió en el primer despacho del "patio del angelito": la Subsecretaría.

Adentro, arremetió a fustazos contra Michelín, a la vez que lo insultaba a voz en cuello. Según cuentan los que presenciaron todo, a pesar de protegerse agachándose detrás de su escritorio, unos cuantos fustazos se llevó. Descargada su ira, el Goyo "se despidió" de su víctima con una frase que los funcionarios usamos jocosamente durante mucho tiempo: "Y no se te ocurra mandarte a mudar. Acá te quedás, porque es acá donde yo te necesito". Y aunque con ganas de irse, se tuvo que quedar, nomás.

En su declaración subraya la negativa de las fuerzas armadas y policiales de tener implicancia en el incidente, diciendo: "no dudábamos de lo que la embajada venezolana nos transmitía, pero chocábamos contra una pared, una negativa total".

Hoy pertenece a la gobernación del Rotary, como Instructor Distrital. Su responsabilidad en los hechos también quedó demostrada, pero hasta ahora y por este caso, el único recluso sigue siendo el ministro Blanco.

EL JUICIO AL CANCILLER Y EL FALLO DEL JUEZ CAVALLI:

Los vistos y considerando del fallo comienzan señalando que "De autos surgen elementos de convicción suficientes para entender que el Sr. Juan Carlos Blanco Estradé está incurso como coautor, en un delito de Privación de Libertad muy especialmente agravado pues el hecho obedece a móviles políticos o ideológicos.

La participación del indagado fue la de coautor pues hubo una cooperación directa en el período de la consumación. Como se dijo antes, se trató de una cooperación material, al llevar adelante, como cabeza de la Cancillería, un plan para distorsionar los hechos, negando la realidad".

Luego menciona el expediente administrativo de la Cancillería, el interrogatorio de Blanco y la prueba testimonial aportada al caso, y la reunión que Blanco mantuvo en el Ministerio de Relaciones Exteriores con el subsecretario Guido Michelín Salomón, el asesor de la Cancillería Álvaro Álvarez, y el embajador de Uruguay en Venezuela, Julio César Lupinacci.

"En esa reunión, se dispone por el canciller la realización de un memorando a presentar a autoridades del gobierno analizando las ventajas o desventajas de la entrega de quien identifican como 'la mujer'. Luego de detallar cada una de ellas, culminan por recomendar la entrega y sugieren la explotación publicitaria de ese acto".

"Debe decirse que existe semiplena prueba de estos hechos, en el sentido que el Sr. Blanco, como canciller de la República, estaba por demás enterado de la denuncia de secuestros, detenciones y desaparición de personas en el Uruguay.

El entonces canciller, sabía perfectamente la discordancia entre las afirmaciones de quienes ejercían el mando y lo que se denunciaba en el mundo, más precisamente, en una serie de naciones de fuerte tradición democrática.

En otras palabras, sabía por fuentes que van más allá de la ola de rumores que sacudió Montevideo en aquellos días sobre el terrible destino de la Sra. Quinteros (hecho notorio), que el mundo entero sostenía la verdad que a lo largo de los años se fue confirmando, hasta ser ratificada por el propio Sr. Blanco en esta indagatoria: la desaparición forzada por los órganos de represión de la Sra. Quinteros".

"A pesar de las manifestaciones del indagado en el sentido que ni sospechaba que la Sra. Elena Quinteros hubiera sido detenida por funcionarios uruguayos, si se aprecia el texto del memorando, se verá que de ningún modo pensó de esa forma".

Efectivamente, en el mismo se decía: "No puede persistirse en la posición de alegar que la acusación venezolana carece de elementos de juicio ante las determinaciones concretas de datos contenidos en la última nota de Venezuela".

Cavalli hace referencia a la actitud que tomó y la que debió tomar el ex canciller, lo que parece trasladable al resto de concurrentes a la reunión donde se decidió sobre el destino de Elena Quinteros:

"Se considera que la realidad que asumió, la que puede asumir hoy y la que debió asumir siempre (Blanco), es que los mandos de la época habían procedido a la detención de la maestra y para ocultar el error debían negar que la tenían y hacer desaparecer cualquier rastro de ella".

"Dos vías tuvo el Sr. Blanco para elegir. La que optó fue cooperar a propagar la verdad formal que se le decía, colaborar con los captores e instruir al cuerpo diplomático para que salieran al mundo a decir que quienes mentían eran los funcionarios extranjeros".

En ese sentido Cavalli agrega que "otro acto que supuso la colaboración con las personas que privaban la libertad de la Sra. Elena Quinteros lo constituye el libramiento de un comunicado de prensa el 6 de julio de 1976, por el cual el Ministerio de Relaciones Exteriores a su cargo, desvirtuaba hechos y atribuía responsabilidad en el episodio al embajador venezolano Ramos.

Lo más relevante para el caso desde el punto de vista penal, es que la colaboración antes detallada, practicada en el Uruguay de 1976, suponía además, echar la suerte de la Sra. Elena Quinteros hacia un final presumiblemente trágico".

El Juez Cavalli dictó sentencia... y fue tratado de "caballo" y de "burro" en el EDITORIAL DEL MATUTINO EL PAÍS:

"Esta desdichada sentencia jamás hubiera sido dictada por Armando Tomassino, por su tío Julio César de Gregorio, por Alvaro Macedo, por Francisco Gamarra, por Julio Guani ni por Pablo de María. Pero sí fue dictada por Eduardo Cavalli. Un juez cuyo apellido nos hace recordar la célebre anécdota parlamentaria de Emilio Frugoni, cuando le dijo al diputado Carvalho que le sobraba la 'r' que le faltaba a su colega Buranelli...".

El extenso documento en que se basó el juez Cavalli para sentenciar a Juan Carlos Blanco, contenía también un análisis de la responsabilidad penal de Álvaro Alvarez, Julio César Lupinacci y Guido Michelín Salomón; demostrando su colaboración con el procesado.

Pero esa será otra historia, si es que se registra en hechos, y en vida de los tres que quedan. Porque todos estos personajes  no sólo el ex canciller  incurrieron en "crimen de escritorio", decidiendo quién vive y quién muere desde un elegante y cómodo sillón, sabiendo perfectamente que Elena Quinteros estaba en poder de las fuerzas represoras.

La desaparición forzada es un delito de lesa humanidad. No proscribe. Sólo hace falta tiempo para que todos y cada uno de los responsables por Elena y por todos los torturados, muertos y desaparecidos; salden su deuda con la sociedad.

Es curioso el vuelco que tienen ciertos acontecimientos con el transcurrir del tiempo. Los mismos mentores del Plan Cóndor son los que hoy desclasifican sus archivos y aportan datos esenciales para la inculpación de sus antiguos protegidos. ¿Quién lo hubiera dicho...? Más bien que es algo lógico; es el histórico proceder del gran hermano del norte: primero te ayuda, después te usa y por último te escupe.

Dicen que la mentira tiene patas cortas... pero no tanto, si es capaz de dar zancadas de más de treinta años. Y que la justicia es ciega... pero esta buena señora tiene ojos, aunque los use para mirar para otro lado cada vez que puede... y mientras nadie la acorrale.

Por Elena, por Tota, y para todos quienes no sabían de ellas más que lo que fue  y es  "conveniente" divulgar; quise expresar aquí todas las certezas que conozco  as recabadas y las propias  y, como homenaje a su memoria, poner los puntos sobre las íes.

Eliza

Con información de archivos del PIT/CNT, El País, La República, Correo Socialista, Equipo Nizkor y Associated Press.

Primera parte en:

http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_63796_1.html



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