acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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31.07.2007 11:12 / MIS ARTICULOS

EL PALACIO LEGISLATIVO (III)

(III) ¡ AL FIN LA PIEDRA FUNDAMENTAL !

              Concretado su fallo, la Comisión del Palacio encaró de inmediato las dos cuestiones que el concurso había dejado abiertas, esto es: a quién asignar los trabajos que el malogrado Meano hubiera debido procesar, y de qué forma encarar el estudio de una nueva ubicación, atento a la unánime crítica sobre el emplazamiento elegido. Sobre este punto la Comisión incorpora nuevos asesoramientos -siendo especialmente sensato el aporte del ingeniero Víctor Soudriers-, concluyendo en la necesidad de ampliar alguna de las áreas del programa y reubicar el edificio en un lugar más adecuado. Sería en la cercana plaza Flores, vinculando en una primera instancia el palacio con el puerto (los dos macro-emprendimientos que consolidaban la imagen institucional y productiva del país …y la hegemonía de la capital), y situándolo luego en el eje común a las calles General Flores y Agraciada, con fachada principal sobre esta última, en esos tiempos, una calle angosta y terminada a la altura de la actual Galicia (entonces Orillas del Plata).  

              Jacobo Vázquez Varela -un arquitecto con dos apellidos ilustres, bien llevados-, fue primero miembro del jurado y luego asesor de la Comisión del Palacio en el proceso de reubicación, asumiendo un nuevo protagonismo al resultar ganador del llamado que ésta realizara a efectos de adjudicar los trabajos de ajuste del proyecto y elaboración de los recaudos que servirían de base para la realización de las obras. Vázquez Varela no había demostrado especial afecto por el proyecto de Meano, pero ello no fue motivo para que dejara de aspirar al trabajo para el que convocara la Comisión del Palacio. Y allí su oferta fue competitiva en un doble sentido: por su menor precio y por las garantías de adecuación al proyecto original que derivaban de su asociación con Antonio Banchini -estrecho colaborador de Meano en Buenos Aires-, garantías que el trabajo final daría por bien cumplidas.  

              Ya iniciada esa tarea, en los primeros días de mayo de 1906 la Asamblea General eleva la dotación prevista para las obras de $ 700.000 a $ 1:300.000 y declara de utilidad pública la expropiación de los terrenos que rodean la plaza General Flores. Quedaba entonces definida la nueva ubicación del palacio y estaba ya avanzado el proceso de elaboración del proyecto ejecutivo, por lo que se daban las condiciones para colocar la piedra fundamental de una obra que había tenido en el presidente de la República su principal impulsor. No era entonces de extrañar que antes de finalizar su mandato, Batlle concretara esa instancia en formal ceremonia; y así, el 18 de julio de 1906, en discurso que parecía recoger lejanos ecos de otra “oración inaugural”, pudo decir, con fervoroso idealismo: “De aquí irradiará a todo el país un fulgor intelectual y moral cada vez más intenso. Aquí se elaborará la felicidad, la grandeza y el honor de la patria”.  

                 Pero aunque no lo expresara en ese momento, esa exaltada confianza en las virtudes del parlamento democrático no se extendía al escenario proyectado. No lo convencía la austeridad del proyecto de Meano, que veía como excesiva, y menos lo convencía la falta de un entorno y una perspectiva adecuada; pero sobre todas las cosas deploraba que se dejara de lado la posibilidad de construir un poderoso sistema urbano, uniendo con una gran avenida los dos grandes “palacios” que a su juicio habría que construir: el Legislativo ya en proceso, y el de Gobierno, que no habría que demorar en iniciar, en el lugar donde Maillart lo había previsto.  Es probable que en los años siguientes su visión sobre las relaciones entre el poder y la ciudad se viera fortalecida en contacto con los ejemplos europeos, no necesitando de teorías sociológicas o semiológicas -que tardarían en aparecer- para tomar cabal conciencia del papel del monumento como articulador privilegiado del escenario urbano y factor legitimador del sistema político. Todas estas cuestiones se retomarían con fuerza en los años sucesivos, alimentando en particular una prédica sistemática desde el diario “El Día” (1).

POLEMICAS EN TIEMPOS DE WILLIMAN 

           En noviembre de 1906 Vázquez Varela y Banchini presentan los planos modificados, haciendo constar que "...el edificio resultará más elegante sin perder absolutamente nada de la clásica silueta del primitivo proyecto (...) que la Comisión estaba especialmente interesada en conservar", juicio sin duda compartible, con excepción de la resolución del basamento, que iba más allá de lo que probablemente Meano hubiera admitido (2). Pero al comienzo del gobierno de Williman, el interés público estaba centrado más que en la arquitectura del palacio, en las consecuencias derivadas de su ubicación, en el proceso de adjudicación de las obras y en su costo, en progresivo aumento aún cuando estaba todavía a nivel de proyecto. Y no era por cierto la única inversión "monumental" sobre la cual especular, cuando ya estaba avanzada la construcción del puerto, se iniciaba "la rambla de los Pocitos" y el proyecto del Palacio de Gobierno empezaba a generar encendidas polémicas.

                Las expropiaciones en el entorno de la plaza Flores insumieron más tiempo y dinero del previsto, haciendo que el llamado a licitación recién pudiera concretarse en abril de 1908; un mes después -el 22 de mayo- "El Siglo" transcribe un discurso del ingeniero Serrato con relación a la situación económica: "Se observa (...) de dos a tres años a esta parte, que la balanza comercial se ha equilibrado primero y tiende hoy a sernos desfavorable (...).es prudente, pues, que todos pongamos la mano en la manivela de los gastos, no para darle nuevos impulsos, sino para graduar prudentemente su funcionamiento". Aunque al abrirse los sobres un mes más tarde, la oferta de la empresa Debernardis quedaba por debajo del monto previsto para el rubro obras, la Comisión, urgida por mayores costos de expropiaciones y previsora de lo que luego debería afrontar, apura "la manivela de los gastos" -pero no justamente en el sentido que le diera Serrato- proponiendo una nueva ampliación del monto asignado.

FERNANDEZ SALDAÑA Y FIGARI PEGAN DURO

              La crítica se hizo sentir con fuerza en las Cámaras y en la prensa, llegándose a proponer que las obras fueran diferidas "hasta que la posición económica del país se considere más holgada". La exposición que Fernández Saldaña hace en la Cámara de Representantes en sesión de fecha 06.07.1908 es más contundente, sosteniendo que el país no necesitaba "monumentales edificios" y que el dinero a emplearse en la construcción del Palacio Legislativo "tendría una aplicación más útil en obras públicas imperiosamente exigidas por la campaña" (3). Pero esas críticas no prosperan; en ese mismo mes la Asamblea General amplía la dotación a $ 2.500.000... y nadie duda que no será la última ampliación. El 26 de setiembre las obras tendrán su formal inicio, actuando el ingeniero José Foglia como director técnico, responsabilidad que mantendrá durante todo el período de construcción. 

               Apenas cuatro días después de fecha tan significativa, Figari publica en "El Siglo" una carta sin desperdicio. Empieza fuerte: "permítame que condene la construcción de una obra tan costosa, pomposa y pesada como es el Palacio Legislativo", y luego acelera, llamándole "cetáceo monumental", "mudo fósil griego", "armatoste gigante", etcétera; coincide con Fernández Saldaña en cuanto a sostener enfáticamente que esa inversión cuantiosa debería aplicarse a otras urgencias sociales y concluye con una reflexión que sintetiza su pensamiento: "Dejemos a los particulares que hagan viviendas palaciegas y suntuosas. El estado, entre tanto, debe atender a la satisfacción de las necesidades primordiales, reclamadas por la verdadera cultura, por la cultura de  mejor cepa. Ya tendrá tiempo de abordar el estudio de la monumentalidad artística nacional cuando se halle habilitado para ello, que no es ahora por cierto ". Batlle tenía una visión bien distinta, y aún ausente, más poder de decisión; y en este enfrentamiento con Figari, que no sería el último, defendía valores de construcción simbólica de la ciudad que Aldo Rossi hubiera hecho suyos... 

NOTAS:

(1) A vía de ejemplo y con relación al proyecto que pronto se empezaría a construir en la plaza Flores, en edición del 7 de marzo de 1908, se incluyen estos comentarios: "...por más que nosotros consideremos que otros de los planos presentados al concurso respectivo eran mejores que el admitido, no dejamos de creer que el del arquitecto Meano, en su género, con ser, como es, una copia servil de los planos del congreso de Viena, constituirá para Montevideo, una obra arquitectónica de verdadero prestigio artístico y de verdadera grandeza monumental. La pureza, la elegancia y la monumentalidad de sus líneas lo hacen digno del objeto a que se lo destina. Tal vez, sin exagerar, sea el palacio legislativo más hermoso y mejor distribuido de la América del Sud, a pesar de que los argentinos hayan invertido en el suyo la friolera de 25 millones de pesos oro y que sus líneas exteriores sean más monumentales que el que aquí se va a construir".
Atento a la frase con énfasis agregado, los méritos que se reconocen a la obra parecen rendir tributo más a Theófilo Hansen que a Meano, a cuyo proyecto atribuye a su vez "algunos defectos idénticos" a los que dice reconocer en el ordenamiento interior del edificio del Congreso, pero que aquí "han sido habilmente corregidos". Se apreciaba así el trabajo de Vázquez Varela-Banchini -y no sólo en cuanto a los aspectos funcionales-, pero la "grandeza ornamental" era en rigor una intención a futuro...que llevaría aún unos años poder concretar.

(2) Volviendo sobre ese tema, años después Moretti trataría infructuosamente de realizar "una radical reforma" de esa base "que no está en relación con la obra y que es impropia para su función". Ya en 1914 Geranio y Aubriot habían sido coincidentes con esa crítica, aunque más duros en la forma de exponerla...Y tenían razón. 

(3) A su vez, la abrupta tala de 140 árboles que la Municipalidad había plantado dos años antes en el área a ocupar, fue reseñada por "El Siglo" en un suelto de breve título y anticipados pruritos ecologistas: "Asesinos".

La imagen que ilustra este capítulo corresponde al parlamento de Viena, fuente de inspiración que Meano nunca ocultó. 

SIGUE EN PARTE IV

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