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02.01.2013 21:24 / Mis artículos

My Bloody Valentine: Nueva era

 

Si los seguidores de las teorías apocalípticas fueran un poco más informados y cultos hubieran prestado atención a una noticia que recorrió todos los portales y blogs musicales el 21 de diciembre, el día que algunos esperaban que acabara el mundo o que comenzara una visible nueva era.

Ese mismo día los integrantes de la banda My Bloody Valentine anunciaban que habían culminado el masterizado de lo que será su tercer disco, separado, nada menos que por 22 años de su álbum anterior.

Es una noticia poco importante si no se sabe nada del contexto. La banda irlandesa My Bloody Valentine editó dos álbumes, Isn't Anything de 1988 y Loveless en 1991, convirtiéndose por un corto periodo de tiempo en uno de los grupos más populares del rock británico. Mucho más importante que eso fue su influencia en otros músicos, que se alimentaron de su propuesta.

Su álbum Loveless carga con la leyenda de haber casi fundido al sello Creation, por el costo de horas de grabación en el lapso de dos años y el líder del grupo, Kevin Shields, se convirtió en una de esas figuras que tanto gustan a la prensa roquera, a medio camino entre genio loco y enajenado a secas, que ostentaron gente como Brian Wilson o Syd Barrett.

Tras Loveless la banda firmó un contrato millonario con el sello Island para un tercer disco que nunca existió. Se dice que Shields grabó dos álbumes completos en el estudio que se construyó con el dinero del contrato con Island, que descartó sin que nadie llegara a escucharlos. En 2008 la banda volvió a reunirse para tocar en vivo y supuestamente grabar el disco que ya llevaba 17 años de atraso, pero todo volvió a diluirse.

Si la noticia de un nuevo disco terminado de My Bloody Valentine no es un anuncio de una nueva era, no sé que otra cosa pueda serlo.

Dejando leyendas roqueras e ironías de lado, hay muchas razones para alegrase por esta noticia.

Los dos álbumes que My Bloody Valentine editó sumados a varios Ep’s que lanzó antes de 1988, son una muestra de lo mejor de la música de fines de la década de 1980 y principios de la del 90, una época particularmente creativa en materia de rock.

Hay cantidad de ejemplos, desde Hendrix y Velvet Underground a Sonic Youth, del uso del ruido como elemento creativo dentro de un contexto pop. Kevin Shields y My Bloody Valentine no fueron los primeros en usar la distorsión y los efectos electrónicos en las guitarras eléctricas como parte fundamental de su sonido, pero lo hicieron en un contexto bastante distinto, bastante más similar a las elaboradas sinfonías para adolescentes de Phil Sector que a las explosiones de Jimi Hendrix.

Las capas y capas de ruido guitarrero que se escuchan en los dos álbumes de My Bloody Valentine visten canciones etereas y paradójicamente minimalistas (pese a su enorme elaboración sonora), donde la melodía y la voz humana (ya sea de Dave Conway, Bilinda Butcher o el propio Shields ) ocupan un lugar central aunque no estén en el primer plano de la mezcla. Una buena muestra de esto son canciones como “Soon”, “Sometimes” o “Only Shallow”, que hacen que nuestro concepto de lo que es una canción se modifique. Hay un placer abstracto en la escucha que está más allá del desarrollo de una historia.

Pese a su carácter mítico y a su efímera fama, Loveless no es un disco extremadamente escuchado. Salió en un año bisagra en la música rock -el año de la explosión del grunge -y su delicadeza y carácter etéreo no acompañó el aire de los tiempos. Como sucede más de una vez en el rock, la leyenda y los mitos taparon a la creación.

Tal vez el nuevo disco de My Bloody Valentine, si es que finalmente existe, no anuncie una nueva era en la humanidad. Pero su música hizo y puede hacer del mundo un lugar un poquito mejor.



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Sobre mí
Alguna gente lo conoce por su trabajo periodístico, otros por lo que hace como músico y productor artístico; pero la mayoría no lo conoce en lo más mínimo. Ha escrito (y escribe) para Brecha, la diaria, Bla, Dossier, El País Cultural, Global Rhythm, Relix Magazine y Unchin, entre otros medios. Fue editor del suplemento R de la diaria.

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