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03.10.2012 18:54 / Mis artículos

Eduardo Mateo: Cuarenta años después

 

Los artistas que se convierten en “intocables” son un problema. Ese aura casi divino, que generalmente otros le endilgaron, impide dialogar con ellos y genera resistencia por parte de mucha gente.

Eduardo Mateo nunca fue un músico masivo, pero fue, casi desde siempre una leyenda viviente de la música uruguaya. Su muerte temprana (a los 50 años) agrandó el mito, entre otras cosas porque despojó a Mateo de todo lo incomodo que representaba su figura terrenal. La locura o al menos el desapego a lo que la mayoría entiende por realidad, la intransigencia artística absoluta que podía ser entendida también como actitud autodestructiva, su estado permanente de casi indigencia y en definitiva su estampa de artista maldito, lucen muy bien para la leyenda, pero no son nada lindas en la convivencia diaria.

Mateo se convirtió en el clásico ejemplo del artista nombrado hasta el cansancio pero casi nunca escuchado.

El paso del tiempo, como siempre, ayudó a que su obra fuera vista con otra perspectiva.

En octubre se cumplen cuarenta años de la primer edición de Mateo solo bien se lame (editado en 1972 en Buenos Aires y Montevideo), el álbum más emblemático de Mateo y un clásico de la música uruguaya casi desde su salida.


Hay muchas razones para que este disco sea considerado una obra  maestra. Mateo solo bien lame es un trabajo redondo. No hay ningún relleno  y de las trece canciones incluidas en el álbum al menos ocho (“Yulele”, “Quien te viera”, “De nosotros dos”, “Tras de ti”, “Niña”, “¿Por qué?”, “La mama vieja”, “La Chola”)  pueden considerarse de lo mejor del compositor.

El disco tiene una muy lograda unidad que está dada por el sonido y los arreglos, pero también por lo melódico y letristico. En todo el álbum se respira una tristeza contenida con una referencia constante a la soledad, y las letras de amor, además de melancolía, tienen una ambigüedad extraña que les da un encanto suplementario.


Hay muy pocos elementos en el disco, pero estos están usados de manera más que creativa y siempre diferente. Las percusiones por ejemplo, son todas bastante sencillas técnicamente, pero alejadas de casi toda convención de género. Las guitarras muestran el enorme y único talento de Mateo como guitarrista rítmico y su capacidad de hacer arreglos totalmente inesperados, pero que resultan perfectos para cada canción. Porque de ultima de eso se trata Mateo solo bien se lame, de un conjunto de muy lindas canciones.

Las historias de cómo se hacen los discos interesan a poca gente. De todas maneras siempre me gusta usar este clásico de la música uruguaya como ejemplo de cómo no hay caminos buenos o malos para llegar a la belleza. Lo que importa es el resultado final y no como se llegó a él.

Porque este disco, que siempre ha sido señalado como un ejemplo de pureza, simpleza e inmediatez creativa existe gracias a la producción artística, a la edición y a la tecnología .

El rol de la producción artística corrió por parte del uruguayo Carlos Píriz (además técnico de sonido del álbum) y del argentino Eduardo Rozas.

El trabajo de ambos fue increíble. Por un lado porque el disco existe gracias a ellos.  Mateo, en un momento muy particular  y autodestructivo de su vida, aunque a la vez extremadamente prolífico creativamente, boicoteó la grabación de mil maneras (las anécdotas sobre la grabación ya son leyenda) y gran parte del trabajo de ambos productores fue lograr que el artista fuera al estudio a grabar.

Por otro lado las decisiones artísticas que ambos tomaron fueron fundamentales en el producto final.

Mateo solo bien se lame, pese a su aire de simpleza e inmediatez –todo parece estar grabado en vivo- es un producto que existe gracias a la tecnología de la grabación multpistas.


Podría decirse que el álbum es un documental de las grabaciones que hizo Mateo en los estudios Ion de Argentina a fines de 1971 y, como en todo documental, las cosas no ocurren exactamente como son mostradas en la pantalla, o, en este caso, en el disco.

Por ejemplo: las frases que Mateo dice antes de los temas, los titubeos y comienzos fallidos de las canciones, que le dan ese aire de entrecasa a la grabación, si bien fueron espontáneas, no pertenecen necesariamente al tema que las sigue, ni fueron dichas en ese orden; muchas canciones sin final fueron editadas para que si tuvieran una conclusión y, por supuesto, se eligieron las mejores tomas entre muchas posibles. En el disco hay un cuidado –y dada la tecnología disponible en aquel momento, arduo-  trabajo de edición.


 

Como el ambiente musical del que provenía Mateo tendía en esa época hacia el hard rock y la grandilocuencia del rock progresivo, el aire acústico e intimista del disco resultó sorprendente y removedor para muchos músicos uruguayos. Sin embargo Mateo demostró tener una conexión casi sobrenatural con cierta música de su tiempo.

Mateo solo bien se lame se grabó a fines de 1971 y se editó a fines de 1972. Es exactamente el mismo lapso de tiempo en el que se grabó y editó el hoy reverenciado Pink Moon del músico ingles Nick Drake, artista que tiene más de un punto de comparación con Mateo, aunque, obviamente, ninguno de los dos tuviera noción de la existencia del otro.

En el transcurso de los tres primeros años de la década de 1970 vieron la luz discos fundamentales de Paul McCartney, John Lennon, Leonard Cohen, Syd Barrett o Joni Mitchell que aunque muy diferentes al disco de Mateo también buscaban la simplicidad, el despojamiento y los sonidos acústicos.


Más cerca geográficamente, en 1972 Caetano Veloso editó Transa,  el segundo álbum de su periodo británico, que tiene similitudes con el espíritu de Mateo solo bien se lame. De 1973 es el hipnótico “álbum blanco” de Joao Gilberto, un disco donde el papá de la bossa nova canta acompañándose solo de su guitarra y de la percusión minimalista de Sonny Carr. Y también de 1973 es el álbum Artaud de Luis Alberto Spinetta, un inesperado disco acústico -teniendo en cuenta que Spinetta venía de la experiencia eléctrica de Pescado Rabioso- que con el tiempo se transformaría en uno de sus álbumes fundamentales.

Tal vez sea esa conexión con el aire de los tiempos, y  el retorno del interés por la música acústica que han hecho que, muy lentamente, Mateo solo bien se lame venga siendo “descubierto” por oyentes en distintas partes del mundo. En 2007 un pequeño sello estadounidense, especializado en música de los años sesenta, editó, muy lujosamente Mateo solo bien e lame. Los comentarios  maravillados y las comparaciones con los artistas Tropicalistas y el folk psicodélico anglosajón de la época no se hicieron esperar y pueden leerse fácilmente en internet.

El paso del tiempo ha hecho que podamos volver a dialogar libremente con la música de Mateo. Dejando de lado el peso de su nombre y los preconceptos que obstruían su obra. Este disco es la mejor puerta de entrada para una música, que cuatro décadas después, sigue siendo única.




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Sobre mí
Alguna gente lo conoce por su trabajo periodístico, otros por lo que hace como músico y productor artístico; pero la mayoría no lo conoce en lo más mínimo. Ha escrito (y escribe) para Brecha, la diaria, Bla, Dossier, El País Cultural, Global Rhythm, Relix Magazine y Unchin, entre otros medios. Fue editor del suplemento R de la diaria.

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