acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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06.06.2012 23:56 / MIS ARTICULOS

EL CABILDO DE MONTEVIDEO. PATRIMONIO EN DEBATE (parte II)

Tiempos difíciles y frustraciones varias

 

Muerto en el año 1810 cuando los trabajos en la planta alta recién se iniciaban, no llegó Toribio a ver terminada esa etapa de la obra, por lo que  la composición, textura y color del revoque en cuestión se mantuvieron a nivel de proyecto a futuro, nunca conocido. Su hijo José, de 16 años en ese entonces y sin otra formación que aquella que su padre pudo brindarle (acompañada de un bagaje documental -proyectos incluidos-, seguramente rico), asume en 1830 el cargo de Maestro Mayor de la novel República, el mismo que detentara su padre en tiempos coloniales. Retoma entonces trabajos pendientes en la planta alta y los adelanta sin llegar a completarlos y sin avanzar sobre las fachadas, siendo probable que el día de la Jura de la Constitución éstas presentaran realmente el aspecto que muestra Blanes Viale en su famosa evocación histórica, con protagonismo de ladrillo y piedra.

 

Cuando en el año 1858 muere José Toribio, recién se había podido ocupar la Sala de Representantes sobre el ala de Sarandí dos años antes y todavía seguía el edificio sin su coronamiento (cornisa y pretil perimetral, más el frontón en el eje de acceso), con el consecuente mantenimiento de la situación inacabada de los entrepaños de fachada. En ellos, los “rústicos” de ladrillo y piedra sólo habían recibido, a manera de protección provisoria y con intención de regularización de su aspecto, “una lechada de cal o un ligero revoque”. De ese estado da cuenta el dibujo acuarelado  que en ese mismo año hacen los franceses Aulbourg y Rabú, apuntando éste al respecto: “El cabildo tiene gris la piedra y el fondo así…; y complementa Pérez Montero a la vista del croquis original “en cuanto al así en la acuarela aparece de color rosado claro, indicándose al parecer, algunas hiladas de ladrillo aparente”.

 

Primera conclusión fuerte: desde el inicio de los trabajos  (1804) y hasta el año en que muere José Toribio (1858), los dos responsables principales de la obra pudieron ver en los entrepaños sólo el “rústico” con el ladrillo a la vista -con la piedra como complemento puntual- o protegido provisoriamente con un encalado o un revoque “chirleado”. Todas situaciones propias de una obra en dilatado proceso de construcción; nunca una solución definitiva.

 

El Cabildo por fin terminado, con clara lectura (al gusto de la época)

 

Ya en 1860 hubo moderados avances que permitieron mejorar a todos respectos el interior y exterior de esa casa Central”, pero habría que esperar a los últimos años de esa década para ver la obra terminada,  existiendo sobre este punto amplia constancia histórica. Valga por ejemplo la nota -citada por Pérez Montero- que en febrero de 1869 el Jefe Político Manuel Pagola envía a José Bustamante, entonces Ministro de Gobierno de Lorenzo Batlle: “El edificio de esta casa central ha recibido una reparación completa, tanto en su exterior como en el interior, hecha exclusivamente con fondos de Policía. En el exterior se ha hecho picar toda la piedra y revocar la parte de material que tenía, concluyendo el frontis y toda la cornisa que da a la Plaza y a la calle Sarandí”.

 

¿Cómo lucían las fachadas del Cabildo luego de un proceso de construcción de más de 60 años? Tal como lo muestran las fotografías tomadas a partir de 1870: en piedra gris la trama ordenadora y el motivo monumental del acceso, en los términos próximos a los proyectados por Toribio; en revoque “imitación piedra” todos los trabajos realizados en el nivel de coronamiento, más chambranas, jambas y dinteles de vanos sobre la calle Sarandí; y en todos los entrepaños, un revoque de cal que marcaba un contraste radical con los elementos de piedra. No se conocen responsables directos de esos trabajos, pero no existe la menor duda en cuanto a la total despreocupación que demostraron respecto a la fidelidad con la herencia de Toribio, ya que al tiempo que generaban esa presencia propia de una iglesia de Ouro Preto, eliminaban los escalones tallados por Fulgencio Abril sustituyéndolos por huellas y contrahuellas de mármol de Carrara, e incorporaban una baranda de hierro con diseño propio de la época, cerrando además el espacio de la escalera -abierto hasta ese momento, tal como consta en el relevamiento de Capurro- con una claraboya y un vitral  decorado, en línea con lo que años después haría Santos en su “palacio”.

 

Queda claro que en estos tiempos, nadie se había propuesto “volver a Toribio”. Otros vientos soplaban, llevándose lejos los consejos que Felipe II diera a su arquitecto del Escorial: “Sobre todo no olvides lo que te he dicho: simplicidad de formas, severidad en el conjunto, nobleza sin arrogancia, majestad sin ostentación”, paradigmas a los cuales Toribio seguiría fiel en todas sus obras y proyectos. Muy notoriamente en el Cabildo y no menos en la fachada de la Iglesia de San Francisco en Buenos Aires, en la reconstrucción de la iglesia de Colonia del Sacramento, el frustrado proyecto de la Casa de Misericordia o el Hospital Maciel, finalmente concretado por su hijo a partir de 1825.

 

Del revoque contrastante al revoque imitación piedra

 

Debilitada -o mejor, agotada- la herencia neoclásica en la segunda mitad del siglo XIX, y generando confusión su origen colonial en tiempos de afirmación “nacional”, nada tiene de extraño que el énfasis puesto en contrastar los materiales de fachada con resultados apartados de la “severidad” propia de la visión original, no mereciera crítica alguna. Y así siguieron las cosas hasta que ya en la primera década del siglo XX, instalados fuertemente nuevos paradigmas de apreciación -y nuevos materiales, caso del cemento portland- el “revoque imitación piedra” se convirtiera en una opción difícil de ignorar, afirmada por reglamentaciones municipales cuyos efectos serían comentados irónicamente por el arquitecto Román Berro.  (“La ciudad gris”, artículo publicado en la revista “Arquitectura”/ años 1916-17, Nº 21). Cuando  se coloca en la fachada la placa de mármol y bronce que conmemora el centenario del Cabildo Abierto de 1808, ya el revoque “contrastante” había sido sustituido por el que llegó a nosotros, un revoque de cal, tierra romana y portland, cuidadosamente relevado en 1925 por los estudiantes del curso de Topografía de la Facultad de Arquitectura,

 

Sin mayores especulaciones teóricas se tuvo por bueno incorporar el revoque “imitación piedra” (en nueva versión del ya usado a fines de la década del 60 para completar cornisa y pretil perimetral, etc.) contemporáneamente utilizado en el Hotel Carrasco, en el Hotel Colón, en el Palacio Taranco y en otras grandes obras de la época, arrastrando en el caso del Cabildo la impronta formal del buñado. Y con esa imagen, de tonos grises, fue el Cabildo “lugar de memoria” durante más de un siglo, y lo fue sin que nadie fundamentara la decisión adoptada en un acercamiento a las ideas de Toribio (aunque más cerca estaban…). Como había ocurrido antes en los 60, mal podrían hacerlo, ya que el propio intendente de Montevideo promovía en ese tiempo, con total convencimiento -y plena receptividad de la prensa- el impresentable proyecto de Augusto Guidini para agregar un piso al Cabildo, y maquillarlo además al gusto exuberante de la época hasta hacerlo irreconocible.

 

Imagen de portada: el dibujo acuarelado de Aulbourg y Rabú (1858)SIGUE EN PARTE (III)

 

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