Eliza y Miguel
Si te gusta lo variado, buscá en nuestras categorías: hay para elegir.

http://blogs.montevideo.com.uy/elizaymiguel |  Agregar a favoritos  | 
Imprimir Recomendar Agrandar Achicar

15.12.2011 22:26 / Cuentos de Miguel

Dame la mano, Pedro, PARTE 4

DAME LA MANO, PEDRO

Parte 4

A la una de la tarde del día siguiente, el Abogado Jorge Antúnez hablaba por teléfono con "el Tano".

–Sí, Tano, ya tengo la información sobre Pedro Almeida. Lo sorprendieron robando un auto y el Juez lo mandó a la cárcel... ...No, no está en la cárcel central, lo pasaron a penitenciaría... ...Sí, quedate tranquilo que yo me ocupo, esta tarde lo voy a ver... ...Sí, ya sé que es primario... ...Después arreglamos, no hay problema, vos sos un cliente que nunca falla, está todo bien. Voy a hacer todo lo posible para que Pedro lo pase lo mejor que se pueda. Llamame mañana y te digo cómo están las cosas. Chau.

Antúnez iba con mucha frecuencia al penal, era una figura muy conocida. Cuando llegó, solicitó la presencia de Pedro.

–Hola... no te pregunto cómo estás, porque no creo que te guste mucho este lugar.

–No, no me gusta nada... y menos el calabozo.

–¿Cómo calabozo?, ¿qué hiciste?

–Tuve una bronca grande con los dos que estaban en la celda...

–Contame qué pasó.

–Me quisieron coger... le arranqué los huevos a uno y el otro se me tiró encima del corte que yo tenía en la mano y se lo clavó.

–Pará, pará... vamos despacio. Contame todo como fue, con todos los detalles. Quiero toda la verdad, ¿estamos?... de esa forma te puedo defender, ¿me entendés?

–Sí, 'ta bien. –Pedro le relató lo mejor que pudo todo el incidente– Después me mandaron al calabozo.

–Te tiraron con "el Piraña" y "el Ruso"... no se puede creer... Quedate tranquilo, yo voy a arreglar este asunto en la Dirección. Aunque no tuviste la culpa y fue en defensa propia, esto va a complicar tu salida, pero voy a tratar de que estés en una celda tranquila. Mañana vuelvo, ¿necesitás algo?

–No, ahora 'ta todo bien.

Jorge Antúnez era un profesional de gran capacidad, que defendía a sus clientes contra todo tipo de atropello o injusticia. Tenía amigos en la política que le debían favores y le daban respaldo. Era uno de los penalistas más conocidos y respetados por el ambiente delictivo. Se despidió de Pedro y se dirigió a la Dirección del penal.

–¿Qué tal, Ruiz?

–Bien, ¿y vos?, me dijeron que andabas por acá.

–Sí, vine a ver a Pedro Almeida, que ingresó hace dos días como primario... ya escuché su versión... ¿me podés decir la tuya?

–Sí, Jorge, sentate, ¿tomás un café?

–Sí, gracias.

Ruiz sirvió un café para cada uno y se acomodó en el sillón.

–Mirá, debo reconocer que fue un error nuestro haber mandado un primario a una celda de esas... Con tan mala suerte que pasó lo que rara vez se da... la reacción violenta... y como consecuencia, dos heridos graves con peligro de muerte.

–Lo que me querés decir es que sucedió exactamente como Pedro Almeida me lo contó.

–Yo no te voy a mentir...

–No... es que las cosas son tan claras que no hay la menor duda, –dijo Jorge– el primario fue ingresado para alimento de las fieras por algún favor que les debían... Lo que nunca se imaginaron fue que el final no iba a ser el de siempre... Mirá, yo más que nadie sé que el sistema funciona así, pero creo que aquí subestimaste a mi cliente... Alguna vez se tenía que dar. ¡Yo no te voy a decir lo que tenés que hacer para que yo deje todo esto en calma...!

–Está bien, Jorge, en todos estos años, siempre que tuvimos algún problema lo arreglamos entre nosotros, espero que siga así.

–Yo no te voy a complicar la vida, pero tenés que arreglar la cagada que te mandaste: quiero a mi cliente limpio de todo... y en una celda con un compañero como dice la ley, con gente de su misma categoría. Y a esos dos, si se salvan... ¡lejos de este penal...!

–Yo no sé si puedo hacer todo lo que me pedís... vos sabés que no todo depende de mí...

–Yo sé, Ruiz, que vas a poder, porque este cargo te gusta mucho, y te deja mucha guita.

–¿Me estás amenazando?

–¿De qué amenaza me hablás? –le contestó sonriendo– te estoy pidiendo que reflexiones, que pienses qué es lo más conveniente para vos... ¿me entendiste ahora?

–Está bien, Jorge, de alguna manera lo voy a solucionar.

–Ahora sí nos entendimos, como siempre y entre nosotros. Chau, Ruiz, cariños a tu mujer y a tus hijos.

- - - - - - - - - -

Eduardo Velazco había nacido en el barrio Palermo, en la calle Ejido, cerca de la Rambla. Hijo único de docentes, creció en un hogar de clase media donde se paliaban las dificultades con amor e ingenio. En el liceo conoció a Roberto Montalbán, único hijo de un poderoso empresario. Eran amigos inseparables e iniciaron juntos la Facultad de Ciencias Económicas, cuando Roberto murió súbitamente en un accidente de carretera.

Los Montalbán mitigaron su tristeza volcando en Eduardo todo el cariño que le habían dado a Roberto. Cuando se recibió, Carlos Montalbán lo ingresó a la más importante de sus empresas, y así empezó a transitar en el mundo de las finanzas. Era, sin lugar a dudas, un genio, había nacido para los números. Hizo propuestas brillantes que dieron importantes réditos a la empresa, y en pocos años lo designaron Contador General.

El éxito laboral contrastaba con su vida particular. Tenía cuarenta años, cuando la mujer que había elegido como esposa le derrochó todo el dinero que quiso, lo abandonó y obtuvo la mitad de sus bienes en la separación.

Cuando en la empresa se propuso la entrada de varios millones de dólares de dudosa procedencia, Carlos Montalbán fue el único que votó en contra: el lavado de dinero proveniente de la droga iba en contra de sus principios. Ante fuertes y ásperas discrepancias tomó la decisión de vender sus acciones y alejarse. Urgidos por quitarlo del medio lo presionaron, obligándolo mediante amenazas a aceptar un precio mínimo y estafándole un millón de dólares en la transacción.

Por su amistad con Montalbán, la empresa le restó libertades a Eduardo en su trabajo, anticipando un seguro despido. Marta –su secretaria– oyó la noticia y se lo confirmó: al cierre del balance, le darían el cese. Esa noche, solo en su habitación, pensó en las palabras de su padre: "en los momentos más difíciles, cuando creas que estás atrapado en una pieza cerrada, sin un minúsculo hueco hacia el exterior; serénate y piensa, que habrás de encontrar la salida... y si encuentras más de una, elige la que sea más favorable a las circunstancias; nunca te entregues, la solución está ahí, sólo esfuérzate y encuéntrala". Fumó un cigarrillo y se acostó.

Al otro día fue a lo de Carlos, que ya estaba enterado de su inminente despido y de algunas cosas más: le habían quitado libertades pero no retiraron su firma de los Bancos por considerarlo tan honesto como inofensivo: un imbécil –opinaban– que no había sido capaz de reaccionar ante el adulterio descarado de su esposa con el accionista Rafael Suárez, ni siquiera cuando se fue con él.

Eduardo estaba indignado por la bajeza de los otros accionistas, por el concepto en que lo tenían y por la millonaria estafa a su amigo. Podía demostrarles el grave error cometido al subestimarlo. Había sido educado con otros principios, pero tantos agravios ya eran demasiado y estaba dispuesto a actuar a cualquier precio. No le importaba apropiarse de dinero, sino quitárselo a ellos. Necesitaba la complicidad de Carlos y le contó su plan.

Iría a los cuatro Bancos con que trabajaba la empresa a retirar medio millón de dólares en cada uno, se los daría a Carlos para invertir en las otras empresas, haciéndolos de esa forma, desaparecer de inmediato. Se provocaría algunas lesiones visibles que se haría tratar en la urgencia de una clínica médica, donde un Abogado penalista debía esperarlo en la puerta. Acompañado por el profesional, se presentaría ante las autoridades policiales declarándose culpable del retiro del dinero y denunciaría que había sido rapiñado y agredido.

Carlos –que compartía su indignación– encontró justificada la ocasión de dejar sus principios de lado por primera vez y decidió apoyarlo, pero le advirtió que al lesionar los intereses de gente con tanto poder, era posible que lo usaran para forzar al Juez y lograr su encarcelamiento por más tiempo del que indica el código penal. Eduardo lo sabía, pero consumar su venganza era más importante que perder su libertad.

Llevó a cabo la maniobra con éxito, pero el presagio de Carlos se cumplió. Los directivos de la empresa –expuestos a la burla pública ante el hecho– coaccionaron políticamente al Juez y el expediente caratulado "abuso de confianza" fue cambiado a "apropiación indebida". De un fallo que pudo haber sido "procesado sin prisión", o en el peor de los casos con un máximo de tres meses en la cárcel central, resultó que fue a dar directamente a la penitenciaría.

Los esfuerzos de su excelente Abogado sólo pudieron conseguirle un tratamiento especial. Eduardo Velazco estaba solo en una celda, con todo el confort que se puede conseguir cuando se paga buen dinero. Tenía su computadora, una selecta biblioteca, cocina, heladera y le traían la comida de afuera.

Enseguida de la visita de Jorge Antúnez al penal, sacaron a Pedro del calabozo y lo llevaron a la celda de Eduardo. El panorama que tuvo frente a sus ojos al entrar contrastaba tanto con la celda del incidente, que no podía creer lo que estaba viendo: el aspecto era el de una oficina. El hombre de espaldas a la puerta, sentado frente a la computadora, giró en su silla, sonriendo ante la expresión atónita del muchacho y le habló.

–¿Qué tal, Pedro?, me habían dicho que serías mi compañero de celda, espero que aquí te sientas mejor. Soy Eduardo Velazco.

Pedro lo miraba sin hablar.

–Si no querés hablar, no lo hagas, conmigo no tenés ninguna obligación. Todo lo que quiero que sepas es que aquí no vas a tener el problema que ya pasaste... ni ningún otro.

Como Pedro no decía nada, volvió a girar el cuerpo y continuó en la computadora. Al día siguiente, vinieron a buscar a Pedro para una entrevista con su Abogado.

–¿Cómo estás ahora? –preguntó Jorge Antúnez–

–Mejor.

–¿Cuántos hay en la celda nueva?

–Uno.

–¿Sabés cómo se llama?

–Sí, me dijo... Eduardo Velazco.

–¡Ah... bueno!, ¡ahora sí! Estás con el mejor tipo que hay en esta penitenciaría... parece que se quedó con un dinero de la empresa... es buena persona, y muy inteligente. Se van a llevar bien, y podés aprender mucho con ese hombre. En cuanto a lo tuyo, cuando haya novedades te lo hago saber, pero andá pensando que por lo menos, vas a estar dos años... ¡siempre que no se agraven las cosas si se muere alguno de los heridos...! Yo sé que tuviste una vida difícil y con razón sos desconfiado, Pedro, pero mirá que en Eduardo Velazco vas a encontrar un amigo y eso te va a hacer bien. No lo conozco personalmente, pero sé la clase de persona que es. Bueno, vine a ver si había mejorado tu situación, así que ahora me voy tranquilo. Chau.

–Chau, gracias.

De vuelta a la celda, Pedro estaba más animado por las palabras de Antúnez. Eduardo escribía en la computadora.

–¿Es difícil manejar eso? –le preguntó–

Eduardo se detuvo y giró su silla.

–Nada es difícil cuando los deseos de aprender son muchos... ¿cuántos años tenés?

–Creo que veinte.

–¿Por qué decís "creo"?

–A mí nadie me llevó a sacar papeles... me los dieron en el INAME una vez que me revisó un médico y dijo que tenía dieciséis.

–Y la fecha de nacimiento ¿también la puso el médico?

–No. Me preguntaron qué día me gustaba y yo dije "el 6 de enero"... cuando era chico soñaba con los reyes... que nunca vinieron.

–¿Fuiste a la escuela?

–Un poco... aprendí a leer y algo escribo.

Muy poco le llevó a Eduardo hacerse una composición de lugar con respecto a la vida de Pedro. En pocos días ya conversaban amigablemente y Pedro pudo comprobar que Antúnez estaba en lo cierto, se notaba que Eduardo era alguien de quien se podía aprender.

–¿Te gusta leer?

–Sí, cuando de noche nos tapábamos con diarios en el parque Rodó, al otro día yo los leía todos.

–¿Tenés ganas de aprender?

–Y... sí, me gustaría, pa trabajar y no andar siempre disparando de la cana. Quiero ser libre, no 'tar preso.

–Bueno, Pedro, yo te voy a ayudar, aquí tiempo es lo que sobra. Y nos va a hacer bien a los dos, porque no vamos a estar contando los días que faltan para la libertad. Yo te enseño, vos aprendés, estamos ocupados... y sin darnos cuenta nos va llegar la hora de irnos... ¿te parece bien?

–Sí, 'ta bien.

–Entonces… dame la mano, Pedro –dijo extendiendo la suya– ¿amigos?

–'Ta –dijo Pedro y se la estrechó–

Habían sellado un pacto de amistad. Eduardo, entonces, empezó por explicarle cuál iba a ser el plan de estudios.

–Trataré de hacértelo llevadero –le dijo– no te voy a cansar con cosas aburridas, voy a ir a lo más práctico y a lo más útil. Claro que tendrás que leer, eso sirve para que aprendas y para que yo me dé cuenta si tenés memoria. Hay unos libros que te pueden hacer las cosas más fáciles, los voy a hacer traer y con ellos empezaremos. Son seis tomos del "Texto Único", "Pedro Martín" y "El hombre que calculaba"... y un diccionario, por supuesto. Los libros de la guardia vieja siempre me resultaron más amenos que los de ahora. Con los Textos vas a empezar desde el primero, leyendo despacio, y cada vez que no entiendas algo me preguntás para que yo te lo explique. Y te vas a aprender el alfabeto de memoria para poder usar el diccionario. Es fácil, vas a ver. Los otros dos libros se refieren a los números, ahí se aprende a hacer cuentas como si fuera un juego. Después, cuando empecemos a conversar de lo que estudies a ver qué te ha quedado y qué cosas te gustan más, te voy a enseñar a escribir en mi computadora. Vas a dibujar el teclado en un papel para tratar de aprenderte en qué lugar está cada una. No para escribir sin mirar, sino para que no tengas que andar buscando las teclas. Más adelante te voy a dar algunos cuentos. Leer es como ver una película donde te podés imaginar cómo son los personajes como vos quieras. Eso ayuda mucho a mejorar la forma de hablar, ¿sabés? Hay escritores uruguayos que cuentan cosas de gente como vos, como yo, como cualquiera, cosas de la vida, te va a gustar. Entonces, con todo eso en la cabeza, ya voy a poder enseñarte otras cosas, seguro de que las vas a entender bien. Hablaremos de los derechos, las obligaciones y el comportamiento de la gente y muchas cosas más. Quiero que salgas de acá en condiciones de hacerle frente a la vida con conocimientos que te permitan moverte mejor y abrirte un camino... tal vez yo pueda tener algunos planes de futuro para vos, veremos cómo rendís estudiando, creo que tenés pasta... ¿qué te parece?

–Me parece que es mucho todo eso, ¿no?

–No te asustes –dijo Eduardo riendo– te conté todo el programa junto, pero eso se va a ir haciendo de a poco, con todo el tiempo que sea necesario. Y hay algo que quiero que tengas siempre presente: cada vez que no entiendas algo que yo te diga, interrumpime todas las veces que quieras, que te lo vuelvo a explicar de otra forma, no dejes de hacerlo nunca, ¿de acuerdo?

–Sí, 'ta bien... porque hay palabras que no sé lo que quieren decir...

–De eso se trata, cuando no entiendas, paramos y empezamos de nuevo. Me parece que esto va a andar muy bien.

- - - - - - - - - -

Miércoles, jueves, sábado y domingo eran los días de visita. El guardia se acercó a la celda y gritó:

–¡Visita para Almeida y Velazco!

Los llevaron a un amplio salón, donde los detenidos y sus visitas debían sentarse frente a frente. La alegría de Pedro fue enorme cuando se encontró con Pepe, que lo abrazó casi llorando.

–Hermano, ¿cómo 'tas?

–Ahora 'toy mejor, pero cuando me trajeron tuve una bronca grande.

–Sí, ya sé, me contó el tordo que los hiciste mierda... y que por eso vas a 'tar más tiempo...

–Dejá, Pepe, no importa, ya va a pasar... y vos, ¿cómo 'tas?

–¿Cómo 'toy?, hecho pelota, 'toy... 'Tas en cana, vos... pero ahora que te vi 'toy más tranquilo. No salgo a la calle a trabajar porque si caigo yo, ¿quién te viene a ver?, y yo tengo que cuidar lo que tenemos, también... ¡Ah...!, tomá –le dio una bolsa– te traje el cepillo'e dientes, las cosas de afeitar y unas milanesas como te gustan... 'ta todo desparramado, los milicos de la puerta me revolvieron todo.

–Gracias, yo 'toy contento'e que vinieras...

–Y cómo no voy a venir, ¿'tas loco?, sos mi hermano, voy a venir todos los días de visita... Otra cosa, ¿qué le digo a la Sonia?... no sabe nada, no sabe por qué te borraste...

–No... Pepe... por ahora dejá todo así... yo la quiero mucho pero no sé... si se entera que 'toy en cana... andá a saber... mejor no.

–'Ta, Pedro, lo que vos digas. 'Tonce por la tienda no voy a pasar porque si me ve me va a preguntar por vos.

–'Ta bien, gracias.

–Me voy, Pedro, porque vine con "el Tano", pa que pueda entrar también. Pa la otra visita, ¿qué querés que te traiga?

–Con que vengas me alcanza.

–'Ta, chau.

Entró "el Tano" y lo abrazó, se sentía responsable de su encierro.

–Perdoname, gurí, ¡por mi culpa 'tas en cana...!

–No jodas, Tano, 'toy en cana porque me tocó caer, vos no tenés nada que ver... se cagó la piola y ¡marché...!

–Me contó el tordo la bronca que tuviste con esos dos... pero ¡no se la llevaron de arriba...!

–Dejá, Tano, eso ya pasó.

–Sí, pa qué revolver la mierda... al tordo ya le di la guita pa que arregle pa que estés tranquilo.

–Escuchame, si precisás guita pa eso pedile a Pepe que yo le dejé pa lo que se precise, ¿'ta?

–Por ahora yo tengo, 'ta todo bien.

–Bueno, andá, Tano, se acabó la visita.

–Chau, gurí, cuidate, avisame si precisás algo...

–Andá tranqui, Tano.

Miguel

Continúa:

Parte 5: http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_52204_1.html

Parte 6: http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_52258_1.html

-----------

Parte 1: http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_52188_1.html

Parte 2: http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_52200_1.html

Parte 3: http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_52201_1.html



Inicio

Buscar
Buscar en Eliza y Miguel

Sobre mí
Más vale perder el tiempo con amigos, que perder amigos con el tiempo. contador de visitas

Categorías

Mis Links

Archivo


Contacto

¿Qué es RSS?