acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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29.10.2011 16:40 / MIS ARTICULOS

JUSTINO SERRALTA; CELEBRAR LA VIDA (I)

El pasado 27 de octubre Justino Serralta completó el camino de su rica y larga vida y pasó a instalarse en las memorias del futuro. Si de él algo aprendimos y si somos consecuentes con el legado que decimos apreciar –complejidades y contradicciones asumidas-, allí seguirá su brújula abriendo caminos hacia la construcción de escenarios en los que la vida pueda ser por todos celebrada, en un contexto de "diversidades dialogantes" y en un plano de equidad (tal el mensaje de sus alegorías dibujadas ... y de sus "conversaciones" en torno a las mesas de dibujo de la Facultad).

Pocos estuvieron tan cerca de Serralta como Conrado Petit; pocos lo conocieron mejor. Años atrás tuvo que escribir una nota de bienvenida al  llegar aquél a Montevideo e inaugurarse una exposición con su obra. Hoy, me atrevo a tomar ese texto y reproducirlo en clave de homenaje a Serralta, y también a Petit ..., y al Taller –el viejo Taller Altamirano- que los tuvo por protagonistas y que nos hizo lo que somos.

 

NG 

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Justino Serralta:

arquitectura y poesía de lo complejo (*)

 

Conrado Petit Rucker

El maestro, el amigo, el sembrador de removedoras reflexiones, de inquietantes conclusiones; pensador, investigador, artista. Un excepcional apasionado en la búsqueda de las esencias de la realidad; de esa realidad que generan los hombres al ocupar, usar, y compartir el espacio. Dueño de una integridad a toda prueba y de una modestia que desconcierta cuando se logra descubrir lo que ella encierra…

Lo conocimos hacia 1952, cuando Serralta regresaba de Francia y se reincorporaba, ahora como docente, a la Facultad de Arquitectura. Una Facultad que, por aquellos años, se veía conmovida, revolucionada, por ideas de cambio y de compromiso con una realidad social que de hecho reclamaba la atención y la intervención técnica-asistencial de un centro de estudios hasta ese momento “de espaldas a la vida del país real”.

Serralta, arquitecto uruguayo, retornaba de París luego de cuatro años de apasionado trabajo en el estudio de arquitectura de Le Corbusier: la Meca a la que esperaban llegar jóvenes arquitectos de todo el mundo. Eran los años del proyecto y construcción de la Unidad de Habitación de Marsella, de los estudios sobre el Modulor, donde Serralta tuvo decisiva participación.

En esa Facultad de un clima efervescente, Serralta ingresa a la función docente en el Taller de Arquitectura que dirigía el profesor Alfredo Altamirano. Entre otros jóvenes docentes, lo acompañaban los arquitectos Nelson Bayardo y Héctor Iglesias Cháves.

Se constituyó un formidable equipo docente, y la formación estudiantil se desarrolló en un marco de cuestionamientos, de polémicas, de ideas renovadoras, donde el impulso creador de alumnos y profesores no encontraba pausa ni reposo.

Serralta se nos aparecía parco, acaso duro, de juicio certero e implacable al marcar desvíos, errores o insuficiencias en la propuesta del alumno. Se le tenía una confianza ciega, y algunos le temían. Había que ir bien pertrechado para enfrentarse a Serralta en las correcciones.

Como años más tarde diría el profesor Nelson Bayardo, que luego encabezara con espléndido brillo su propio taller: “…era el mejor de nosotros”.

Paralelamente al Taller Altamirano, Serralta había ingresado como investigador al Instituto de Teoría de la Arquitectura y Urbanismo que dirigía el maestro y arquitecto Carlos Gómez Gavazzo, y en el cual llegó a la Sub-dirección antes de que la dictadura desmantelara la Facultad.

En 1961 asume la Dirección del Taller al amparo de su talento y de una estrecha interrelación entre la enseñanza, la investigación y la extensión -asistencia asesoramiento- a las instituciones o comunidades de nuestro medio.

Serralta fue uno de los profesores que señaló una época en la Facultad de Arquitectura. Los que fuimos sus alumnos o colaboradores seguimos marcados por el cariño y la admiración que le profesamos, por la originalidad de sus ideas. Siendo ante todo un docente, alternó también en la actividad profesional con obras, escasas, pero de elevado nivel arquitectónico.

La diáspora universitaria que provoca la intervención de la Universidad por la dictadura y la persecución a miles de jóvenes, sus hijos entre ellos, llevó a Serralta a Francia. Una etapa dolorosa de su vida, marcada por sinsabores e incertidumbres, pero también por una exitosa actividad docente, manteniéndose en un permanente estado de reflexión y de creación.

Creador nato; poseedor de esos rasgos que caracterizan a los genios. Su modo de expresión: el lápiz, el dibujo. Pocas palabras. Su pasión: la docencia, la investigación, encuentra campo de ejercicio también en Francia.

Se aboca a elaborar un resumen de sus ideas-fuerza; documentar la esencia de sus reflexiones, de su inventiva, y aparece L’Unitor, destinado a proporcionar “…herramientas para arquitectos y otros técnicos en la producción del espacio acondicionado, así como para las autoridades competentes y para los usuarios”.

Como dice Joël de Rosnay (Le Macroscope, Ed. Seuil, 1975): “Microscopio, telescopio: palabras que evocan las grandes aperturas científicas hacia lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, …sumergirse en las profundidades de lo vivo, …la célula, los microbios, los virus, …abrir los espíritus a la inmensidad del cosmos, trazar las rutas de los planetas y las estrellas. …Hoy en día nos enfrentamos a otro infinito: lo infinitamente complejo. Pero esta vez sin instrumentos. Sólo con un cerebro desnudo, una inteligencia y una lógica sin armas ante la inmensa complejidad de la vida de la sociedad”.

A ese desafío se enfrentó Serralta -lo infinitamente complejo- desde los albores de los años sesenta. Lo infinitamente complejo de los factores, de los sistemas, de las leyes que gravitan o determinan el afincamiento de la comunidad humana y la “arquitecturación” del espacio que ocupan.

La “complejidad” es hoy tema de debate, de investigación, en todos los campos del saber. Serralta nos propuso el resultado de sus investigaciones y reflexiones: L’Unitor es una herramienta de observación. Posibilita aislar las “cosas” pero, a la vez, al mostrarlas en su continuidad orgánica, imposibilita su consideración aislada. Se trata de un enfoque sistémico, holístico, de la realidad y de las acciones, para transformar o preservar la realidad.

Dice Serralta: “Nos han puesto anteojos para deformar la realidad. Inventemos herramientas para pensar y actuar de conjunto; es un punto de partida para poner todo en relación bajo el signo de la unidad y diversidad. Los hombres tienen necesidad de Unitores para construir el Unitor planetario”.

 

Como arquitecto: un artista, un técnico, un científico, un filósofo. Un día, desde París los amigos empezamos a recibir correspondencia en tarjetas, o “tarjetones”, dibujados. Siempre el lápiz, la pluma, y la síntesis plástica expresiva en los mensajes que nos remitía.

La pasión investigativa y la formidable creatividad y expresividad artística se volcaban en la correspondencia. El trazo ampuloso y sintético a la vez entremezclado, en infinidad de formas expresivas, las preocupaciones, dolores o regocijos que acuciaban al autor.

Y las reflexiones en el plano de las indagaciones estético-matemáticas  (ah, el Modulor!), las relaciones áureas, la “coudée” egipcia, el triángulo 3,4,5, etc…., desbordan las tarjetas plasmando mensajes en pequeñas obras de arte y de sapiencia.

Y retirado de la actividad docente se sumerge de lleno en el campo de la creación plástica, que va paralela a la elaboración de L´Unitor (1981), síntesis de ese pensamiento en un insólito “libro”: un acordeón impreso artesanalmente en serigrafía por el autor, por su hijo Charles, y otros colaboradores, familiares y amigos. Una obra de arte, presentada como tal en el Gran Palais, 1986, Salón de Otoño.

Las tarjetas y tarjetones llegan ahora plenos de color, y los “cuadros” ocupan su lugar en la producción del artista.

Y se suceden las exposiciones en diversos países europeos, y ese hombre “fuera de lo común y artista ilustre” al decir de un periodista francés, adquiere notoriedad y hoy llega, retorna, a su país.

Tan parco o tímido como siempre, pero con la ternura interior, generalmente oculta, ahora aflorando, incluso sonriente.

Bienvenido.

 

 

(*) Texto que formó parte del folleto editado en oportunidad de inaugurarse en el Museo Blanes la exposición sobre la obra de Justino Serralta, organizada por la Intendencia Municipal de Montevideo y la Facultad de Arquitectura (UdelaR), con la colaboración de la Embajada de Francia (2004)

 



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