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Políticamente incorrecto

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La columna de Álvaro Ahunchain

Sobre el autor

Nací en 1962. Dirijo Ahunchain Comunicación y asesoro en esta materia a empresas privadas y públicas y partidos políticos. Soy dramaturgo y director teatral, con piezas editadas en España, Francia y Estados Unidos y estrenadas en Argentina, Chile, Venezuela, El Salvador, México, España y Alemania. Ocasionalmente he producido y dirigido televisión. Ejerzo la docencia en la Universidad Católica, el CLAEH y la Escuela del Actor. Facebook: Alvaro Ahunchain Twitter: @alvaroahunchain

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Siempre veré a Dotta

30.May.2011

 

Todavía no estamos perdidos. Esto es lo que sentí el fin de semana pasado, cuando llegué a una Cinemateca Pocitos desbordante de público dispuesto a escuchar conferencias y debates sobre literatura y cine, en un encuentro organizado por la Facultad de Humanidades y Ciencias y Cinemateca Uruguaya. Me atrajo particularmente la exhibición pública de un video del que mucho había escuchado, pero no había visto: "Jamás leí a Onetti" de Pablo Dotta.

Es un documental inteligente y sensible sobre el gran escritor uruguayo, y también sobre el misterio de la creación artística.

Tiene un algo de "El ciudadano" de Orson Welles. Porque a pesar de que Dotta disponía de una filmación de 15 minutos de su entrevista a Onetti realizada en 1991, la voz del escritor sólo se escucha en off, en breves pasajes. El personaje se reconstruye a través de los recuerdos parciales y subjetivos de su viuda Dolly, Tomás de Mattos, Eduardo Galeano, María Esther Gilio, Juan Cruz y Antonio Muñoz Molina. Y también a partir de la elaboración creativa que la cámara registra en tiempo real, de una Santa María dibujada por Tunda Prada y una canción que compone Fernando Cabrera.

Así, la sensibilidad del realizador permite que "Jamás leí a Onetti" hable de mucho más que del escritor. Es una película sobre la soledad, el deterioro, la vacuidad del éxito y, muy especialmente, sobre la compleja y liberadora misión de crear, como única forma de combatir el olvido y la muerte.

A quienes nos apasiona el misterio de la creación, nos seduce especialmente la secuencia en que Cabrera muestra su canción a medio terminar a Jorge Drexler: esa oportunidad de mirar un proceso creativo por el ojo de la cerradura, a cargo de dos extraordinarios músicos y poetas, es tan interesante como emotiva.

Pero el realizador va aún más allá y utiliza imágenes de una película suya de 1994, "El dirigible", permitiéndonos comprender que en ella Onetti no era sólo un personaje más, sino que se erigía  como el inspirador de toda su poética visual. La ciudad gris, el Salvo deteriorado, los barcos carcomidos por el tiempo, el Parque Rodó desierto, una morgue con perros embalsamados, aquellas imágenes que tanto escandalizaron al Tontovideo de los años 90 -recuerdo señoras que llamaban por teléfono a las radios quejándose de que la película no mostraba nuestras bellezas turísticas- tenían una profunda raíz onettiana.

Se trataba de una generación posdictadura que, en plena era de "los felices noventa", conectaba con la angustia existencial del escritor y se veía a sí misma como un eslabón más en una cadena de fracasos y ausencias, definitoria del ser nacional. Onetti no quería volver a una ciudad que para él ya no existía; en la secuencia fotográfica del suicidio de Baltasar Brum de 1933 estaba todo el antes y todo el después, pero faltaba la foto del momento en que el ex presidente se pegaba el tiro. Al final, la periodista francesa ya no era tal, sino una chica uruguaya, Laura Schneider de vaqueros y sin maquillaje, que se enfrentaba al frío de la rambla en invierno, mientras se escuchaban las tristes metáforas de "La casa de al lado" de Cabrera, tal vez una de las canciones más bellas de la música popular uruguaya:

"No hay tiempo, no hay hora, no hay reloj,

no hay antes, ni luego, ni tal vez,

no hay lejos, ni viejos, ni jamás,

en esta olvidada invalidez

(...)

"Acá en esta casa viven mil,

clavamos el tiempo en un cartel,

somos como brujos del reloj,

ninguno parece envejecer".


 

Así, "Jamás leí a Onetti" es una reflexión de Dotta sobre el escritor, pero también lo es sobre su propia opera prima de 1994. Reencuentra a Onetti para reencontrar al mismo tiempo su pasado creativo: la película intensa y dura que lo marcó como un precursor del nuevo cine uruguayo, pero también como un creador denostado y maltratado por los bienpensantes de la época.

A quienes no lo conocen, recomiendo ver el excelente cortometraje que realizó Dotta antes de "El dirigible": "Tahití". Comprobarán la profunda coherencia de un creador que se impuso la misión de dar un testimonio generacional de oscuridad y desamparo. "Tahití" empieza con una secuencia de imágenes de vacas entrando al matadero y recibiendo una a una los marronazos en la cabeza que acaban con sus vidas. Doloroso símbolo de una generación que asomaba a la edad adulta en un país saqueado y reprimido por la dictadura. Habría que ver si más de veinte años después, ya en democracia y con una economía floreciente, mejoró en algo ese alarmante diagnóstico...


Pero no hay duda de que el rigor y el alto nivel artístico de "Jamás leí a Onetti" ayudan a configurar una imagen esperanzadora de la cultura uruguaya.

Una cultura que no es masiva, porque no aparece ni en las pantallas de televisión ni en los escenarios de carnaval, pero que sobrevive, a pesar de todo.