acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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22.02.2011 12:19 / MIS ARTICULOS

GATTAMELATA, COLLEONI Y EL DAVID EN MONTEVIDEO (III y IV)

GATTAMELATTA, COLLEONI Y EL DAVID EN MONTEVIDEO

Parte III:  EL COLLEONI 

Cuando en 1951 el Concejo Departamental tuvo que decidir el lugar de ubicación de la estatua que poco tiempo atrás había encargado a la “Fondería Artística” del  florentino Marinelli, tomó una sabia decisión, nombrando una comisión asesora que integraron los arquitectos Eugenio Baroffio, Juan Scasso y Américo Ricaldoni. (4). En octubre de ese mismo año, la Intendencia -presidida por Germán Barbato-, quedó habilitada “para disponer el emplazamiento provisorio de la estatua ecuestre del Colleoni, copia de la obra realizada por el escultor Andrea del Verrocchio, en la explanada norte del Palacio Municipal” (5). Lo de “provisorio” tenía que ver con la intención de los miembros de la comisión de exponer la obra al público, abriendo un tiempo de reflexión y alentando propuestas de posibles escenarios para su ubicación definitiva.

Ese “tiempo de reflexión” fue bastante extenso, ya que el informe de la comisión recién se presentó el 14 de marzo de 1955, pero los objetivos que habían llevado a la administración municipal a impulsar el emprendimiento estaban claros desde el inicio del proceso: “servir a la cultura general del pueblo y de enseñanza a los estudiosos del arte”, en tanto “esa copia como la del David de Miguel Ángel son dos obras que constituyen afirmaciones artísticas de un valor singular en el ornato de la ciudad, por lo que ellas significan en la historia del arte universal y por cuanto pueden influir en la educación estética del público, familiarizándolo con las expresiones plásticas de valor perdurable a través de los siglos por sus méritos esenciales”. En cuanto a la ubicación, los miembros de la comisión, fueron decantando sus opiniones, divididas al final en dos opciones: a) el espacio comprendido entre la Biblioteca Nacional y la Facultad de Derecho; y b) el espacio libre del Parque Rodó frente al Museo Nacional de Bellas Artes (hoy, de Artes Visuales), lugar que Baroffio, en solitario, defendía con argumentos que hoy siguen pareciendo convincentes.

El Concejo Departamental, apenas dos semanas después de recibido el informe, da por buena la opinión de dos de los tres miembros de la comisión asesora, resolviendo “que el emplazamiento de la copia de la obra de arte referida, será la explanada que se creará con la supresión de la calle Tristán Narvaja al tránsito vehicular, en la cuadra entre 18 de Julio y Guayabos.”(6) Ya en 1937 la Intendencia había resuelto crear esa plaza entre la Universidad y la Biblioteca Nacional, en línea con la propuesta que sobre el lugar había hecho Mauricio Cravotto. Ahora se retomaba esa idea, en el contexto de la resolución antes citada.

Todo parecía encaminado, aunque la imagen de un condottiero en medio de dos “templos” intelectuales debe haber generado más de una preocupación, causa probable de que en junio de 1955 se formara una segunda comisión asesora, que en setiembre de ese mismo año “indica dos nuevos lugares que serían apropiados para emplazar dicha obra de arte: la calle Durazno, en su encuentro con Bulevar España, y la Plazuela marginada por las calles Ellauri, Massini y Luis Lamas”. Y como si eso fuera poco, dos años después, el Departamento de Planeamiento y Contralor de la IMM retoma el estudio de los antecedentes y dispone que se tengan en cuenta otros posibles emplazamientos: “frente a la Escuela Militar, frente a la Facultad de Ingeniería o frente a la Facultad de Arquitectura”, concluyendo el expediente con la resolución de fecha 2 de julio de 1957, por la cual el Ejecutivo Comunal establece “que la ubicación del mismo se efectuará frente a la Facultad de Arquitectura en el cantero central del Bulevar Artigas”. Tal vez se supuso que allí el Colleoni encontraría un entorno más adecuado para su valoración artística (o con malos pensamientos, que cerca de arquitectos, la imagen de un mercenario exitoso molestaría menos...).

Los argumentos manejados por la primera comisión asesora habían quedado por el camino, y sin que nadie se propusiera convencer a nadie, la resolución quedó cumplida el 17 de marzo de 1958. El Colleoni abandonó la explanada de la Intendencia, y al mes siguiente, sin dar pelea, el David ocupaba su lugar…Pero no termina ahí la historia, porque en 1972, la Junta Departamental de Montevideo decidió “Autorizar a la IMM para emplazar la estatua “Colleoni” en el espacio libre existente en el encuentro del Br. Artigas y la Avda. 8 de Octubre frente al Hospital Italiano” (7). Una resolución no cumplida y ya olvidada, que de haberse concretado hubiera agregado una marca difícil de superar al colosal caos del lugar, pero que vale como referencia del destino errático de los condottieri en la ciudad 

Notas:

(4) Resolución  N° 4535 de fecha 31 de julio de 1951

(5) Decreto N° 7849 del 11 de octubre de 1951 y Resolución de la IMM de fecha  15 de octubre del mismo año.

(6) Resolución  N° 726 del 29 de marzo de 1955

(7) Decreto N° 15.569 11 de abril de 1972 y Resolución N° 2455 de fecha 8 de mayo de 1972

 GATTAMELATTA, COLLEONI Y EL DAVID EN MONTEVIDEO

Parte IV:  EL GATTAMELATTA

No duró mucho el David sin tener a la vista un guerrero bien armado y bien montado, porque siguiendo probablemente igual intención de exposición didáctica que había llevado allí al Colleoni, en el correr del año 1963 la copia del Gattamelata de Donatello -también encargada a Marinelli- ocupaba su lugar en la explanada de la Intendencia. No había mucha convicción en esa decisión, porque pasado un tiempo, el Gattamelata sufrió la humillación de quedar encerrado en los depósitos municipales.

En 1972, al tiempo que resolvía llevar al Colleoni cerca de “la Loba”, la Junta Departamental de Montevideo, compensando ese desatino con una decisión atendible, autorizaba a la Intendencia a emplazar la obra de Donatello “en el espacio enjardinado que sirve de acceso al Museo Nacional de Bellas Artes” (8). Pero luego, jerarcas imaginativos resolvieron su instalación a modo de ordenador urbano en el nudo circulatorio en que convergen sobre avenida Italia, Larrañaga y Garibaldi (lo de “Italia” y “Garibaldi” aportaban “lo contextual”…). Y allí está hoy, bien lejos de la escala que da al original su emplazamiento en Padua, haciendo aquí las veces de “monumento rememorativo”, por supuesto que falso. Pero será difícil -como al Colleoni- bajarlo de su pedestal para llevarlo a un lugar más adecuado. Máxime cuando el paso de los años ha convertido a estos dos caballeros en notorios referentes urbanos. Pero no perdamos las esperanzas.

COLOFON

Un imaginario universalista –pero anclado en las culturas del Mediterráneo-  alentó sucesivas iniciativas de incorporar al escenario de la que una vez quiso ser “ciudad modelo de un país modelo”, una constelación de obras mayores de la estatuaria renacentista. Hubo allí una intención explícita de promover una “educación por el arte” y de aportar al ornato público las referencias clasicistas que durante las tres primeras décadas del siglo XX estaban en correspondencia con la visión de quienes pensaban y construían la ciudad.

Hubo también otra vertiente, menos explícita pero no menos real: apelar a “los valores universales” permitía soslayar las fracturas políticas o la problemática “construcción del pasado”, confiando en el peso de una tradición ajena y distante, bien consolidada como referente cultural prestigioso. Y todo en el marco de una cierta desmesura (valga la sede central de Banco de la República como ejemplo).Tanto la llegada del David como la de los condottieri, se dieron en tiempos de transición entre una etapa “avancista” y otra de crisis económica y política (aquel al inicio de la década del treinta, estos, a partir de los años cincuenta). Sabiendo lo que seguiría, es probable que las decisiones hubieran sido menos ambiciosas, pero su resultado es hoy parte de nuestro capital social. Deberíamos tratarlo con el mayor cuidado.

NOTAS: 

(8) Incluido en Decreto N° 15.569 11 de abril de 1972 y Resolución N° 2455 de fecha 8 de mayo de 1972

IMAGEN DE PORTADA: el Colleoni en Florencia, antes de su embarque para Montevideo (foto de catálogo de la Fondería Artística de Ferdinando Marinelli



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