acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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29.12.2010 15:34 / MIS ARTICULOS

ARQUITECTURA PARA LA INTEGRACIÓN CIUDADANA (*)

(*) Nery  González: texto según intervención en la sesión de fecha 13.10.2010 de la VII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, realizada en Medellín / Colombia. (intervención acompañada por la proyección de imágenes, más video aportado por el programa “Habitantes” de TV Ciudad).


La etapa nacional de selección

Existe en Uruguay una larga tradición de aplicación del concurso público para la selección de propuestas en el área de arquitectura y ciudad, y a esa tradición de amplio consenso nos acogimos en la etapa nacional de la VII BIAU/Medellín 2010. Para cada una de las tres categorías establecidas en la convocatoria, se constituyó un Jurado integrado por un delegado de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, otro por la Sociedad de Arquitectos del Uruguay y un tercero elegido por acuerdo de ambos técnicos y el suscrito, en mi condición de Delegado Nacional (actuando además como coordinador y asesor en todo el proceso de selección).

El involucramiento de las instituciones antes citadas fue importante no sólo como  garantía del mejor nivel de evaluación, sino también en cuanto hace a la difusión del evento, con la consecuencia de un alto número de propuestas y una muy significativa participación en el Concurso en la Red. Cumplida esa instancia, las propuestas seleccionadas pasaron a ser consideradas por los Jurados instalados en Madrid, con el resultado que recogen el Catálogo y la Exposición, que bien pudimos apreciar en estos días, siendo otro ejemplo del nivel de excelencia que la Bienal ha mantenido en todas sus instancias y que mucho me complazco en reconocer (y en agradecer a los responsables de tanta cosa bien hecha).

Dicho esto, también hago constar una particular valoración positiva para lo que pareció ser el motivo central de reflexión de un Encuentro por tantos motivos excepcional -esto es: “La Arquitectura para la Integración Ciudadana”- y la elección de una sede, esta Medellín que estamos viviendo, donde una sintonía feliz entre la disciplina arquitectónica en su acepción más amplia y una política urbana “progresista” en sentido estricto, nos ofrece el mejor escenario para esa reflexión. Agrego a ello que como arquitecto, y más aún, como ciudadano, tengo una alta valoración de la actividad de quienes proyectan y construyen los espacios de vida de nuestras sociedades, y en particular, de aquellos responsables de la creación de artefactos muy notables por su funcionalidad, por su carga semántica y por su formalización seductora, que valen como calificados mojones de identidad en nuestras ciudades. Pero más seductora resulta a nuestros ojos la posibilidad de abordar el tipo de cuestiones relacionadas con el lema adoptado por la Bienal.

Es probable que una separación temática y una apertura hacia otras disciplinas que centran su enfoque en la ciudad y su gente, hubiera evitado algunas confusiones en las etapas de selección, pero aún dando por buena esa apreciación, el resultado es ampliamente positivo. Estamos viendo ejemplos de buena y muy buena arquitectura, y a la vez, estamos aprendiendo de una experiencia concreta, digna de la mayor atención: el Medellín de los últimos 15 años. Yo hablaré ahora de una experiencia también -a mi juicio-muy notable: el Montevideo heredado, un lugar pensado en clave de equidad, como escenario de convivencia democrática.

En cuanto a los trabajos seleccionados en la etapa nacional y los presentados al Concurso en la Red, podrán ser apreciados en el Portal de la Facultad de Arquitectura (patio@farq.edu.uy) (**); los seleccionados por el Jurado Central, están ya aquí a consideración de ustedes.

Lejanas herencias en la ocupación del territorio y la configuración del escenario urbano en el marco de un proyecto de equidad

Según una feliz síntesis de nuestros historiadores, fuimos en tiempos de la dominación española “pradera, frontera, puerto”. Pradera “sin ningún valor” a los ojos de los conquistadores, convertida luego -Hernandarias mediante- en cantera inagotable de cueros y carne; también frontera caliente entre dos imperios, y por tanto “plaza fuerte” antes que “puerto de mar” y asiento del Apostadero Naval, sede desde 1767 de la flota de la Corona española en el Atlántico sur. En 1680 los portugueses jugaron fuerte y fundaron Colonia del Sacramento -hoy Patrimonio de la Humanidad- a la vista de Buenos Aires. Medio siglo después doblan la apuesta e intentan instalarse en la península de la bahía de Montevideo, afirmando su visión del Río de la Plata como límite de sus dominios. De la frustración de ese intento nacerá en 1724 Montevideo como antemural protector de Buenos Aires, recinto amurallado cuya modesta traza se aparta de la existente en la contemporánea Colonia portuguesa, ajustándose al rigor de las leyes compiladas en tiempos de Felipe II. La cuadrícula hispánica será en adelante el sello de identidad de nuestros asentamientos urbanos.

Ya constituido en 1830 el Uruguay como república independiente, la consolidación del Estado y la forja de un sentimiento de identidad nacional, con sus mitos fundacionales, sus instituciones y sus códigos de convivencia, cubrió todo el siglo en medio de un estado de guerra permanente. Hudson habló de “la tierra purpúrea”, y habló bien. Pero en 1904, la última guerra civil llegó a su fin, y hubo un pacto implícito de cambiar balas por votos, y a partir de allí siguieron tres décadas de avance, en parte discutido y en parte consensuado. En ese lapso, contando con un fuerte aporte migratorio -principalmente desde España e Italia- , la población total pasó de unos 70.000 habitantes a más de 1.300.000 (según censo de 1908); nacieron y crecieron pueblos y ciudades, manteniendo la traza y la escala en sintonía con la herencia del asentamiento colonial. Eran tiempos difíciles, pero en cada núcleo urbano, la plaza “matriz” era el centro de referencia comunitario, un lugar de todos (también, y principalmente, de los edificios símbolo de los poderes hegemónicos).

Al inicio del siglo XX, los cambios de escala que ya se anunciaban en el último tercio del siglo XIX,  adquirieron un dinamismo desarticulador de la trama heredada. En particular en Montevideo -capital en muchos aspectos de espaldas a su territorio-, un primer empuje de “modernidad” impulsó cambios profundos en el escenario urbano, que empezaron a procesarse en términos de transferencia de valores -la altura de las edificaciones como símbolo de progreso-, para encauzarse finalmente en el marco de un programa político que tenía como objetivo concreto, remodelar la ciudad en la perspectiva de convertirla en “capital modelo de un país modelo” -un modelo de socialdemocracia sui generis, exitoso durante varias décadas-, haciendo del espacio urbano, de sus referentes monumentales y de sus servicios públicos, un “condensador social”, forjador de ciudadanía en un proyecto de equidad.

A tal efecto, apenas iniciada la segunda presidencia de José Batlle y Ordoñez, se convocó un concurso internacional para definir la nueva estructura vial de la ciudad, la ubicación de plazas y parques y la incorporación de quince edificios públicos, entre ellos la sede de los Poderes Ejecutivo y Judicial, la Municipalidad, centros educativos, museos, etc. Como consecuencia de una instancia que tuvo gran difusión en la prensa de la época -los proyectos sobre “la gran ciudad futura” ocuparon páginas enteras-, en 1912 se formaliza el primer Plan Regulador de Montevideo, punto de partida de una práctica de “ordenamiento territorial” que ha sido referente constante en la vida de la ciudad.

Los espacios y servicios que hicieron tangible “el derecho a la ciudad”

 Esa temprana intención “reguladora” tuvo una concreción distante de planes y proyectos ambiciosos (“la gran avenida central” o la edificación que uniría las plazas Matriz e Independencia al estilo de las galerías vidriadas existentes en Nápoles, Milán y Buenos Aires), pero hizo posible que se fueran sumando operaciones que en las tres primeras décadas del siglo generaron una profunda recalificación del tejido urbano. Se diseminaron en los barrios “escuelas de calidad” y plazas de deportes; se multiplicaron los parques, las calles se poblaron de árboles… y se construyó la Rambla, uniendo una sucesión de playas de uso público, sobre 20 kilómetros del borde costero. No era de extrañar que al llegar Le Corbusier a Montevideo en la primavera de 1929, resumiera su impresión en esta frase: “Evidentemente, la gloria de este país, el orgullo nacional de ustedes, es el avancismo en todas sus formas y en todo su alcance”. Un “progresismo ciudadano” que Vaz Ferreira había alimentado con sus reflexiones sobre el derecho básico de “estar en el mundo”.

La ciudad heredada, un patrimonio renovado que apunta al futuro

La traza de la ciudad -la cuadrícula heredada y la nueva trama de avenidas- era una buena matriz para desarrollar un programa de ocupación del territorio en forma integrada. Se sumaba a ello una tradición de arquitectura de sobria presencia, nacida con los ingenieros militares del período colonial y afirmada con los aportes de los técnicos formados en tiempos de auge del neoclasicismo (Toribio y su hijo, luego Zucchi y Poncini). Y allí está como referente el Cabildo de Tomás Toribio, donde todavía resuenan las palabras de Felipe II al arquitecto de El Escorial: “Sobre todo no olvides lo que te he dicho: simplicidad de formas, severidad en el conjunto, nobleza sin arrogancia, majestad sin ostentación”.

En el entorno del 900, las variantes del eclecticismo y puntuales influencias modernistas, parecían hundir esa herencia en el pasado (el curioso “injerto”  del palacio Salvo hizo lo suyo en ese sentido, sin perjuicio de convertirse luego en “la Tour Eiffel” de Montevideo), pero a partir de 1925, una eclosión del “espíritu nuevo” -incluyendo un paralelo episodio de cuño “art déco”-, ayudó a consolidar un escenario urbano de particular significación, con resonancias de viejos valores de funcionalidad, sobriedad y equilibrio, no exento de fulgores expresivos. Valgan los ejemplos del Palacio Lapido, el Centro Médico (público) con la imagen icónica del Hospital de Clínicas, el estadio Centenario, las viviendas de Cravotto y Vilamajó, y muchas otras obras de las que estamos justamente orgullosos.

Y en esa tradición de calidad queda alineada la obra que fuera seleccionada en esta Bienal: el Aeropuerto Internacional de Carrasco, puerta de la ciudad -mejor, del país-, proyecto de Rafael Viñoly, nacido en Uruguay y formado en Argentina, hoy uno de los mayores arquitectos del mundo (rango que nuestro Aeropuerto confirma),

Arquitectura para la integración ciudadana: algunos ejemplos a compartir.

Pasada la mitad del siglo XX, aquella ilusión de “la ciudad para todos” empezó a devaluarse; y eso ocurrió paradójicamente, en el momento que en nuestra Facultad se hacía dominante la conciencia del “hondo sentido social de la arquitectura”, se reformaba el plan de estudios con ese contenido y en particular dos discípulos de Le Corbusier -Carlos Gómez Gavazzo y Justino Serralta- impulsaban la formación de “arquitectos de comunidad”, tal como hoy los quisiéramos tener.

Gozamos todavía de todo lo bueno que acumuló aquel tiempo pasado respecto a la construcción de un escenario urbano cuya potencialidad integradora sigue viva, pero aun cuando alentamos la esperanza de retomar ese camino -y hay señales que justifican esa visión optimista-, Montevideo es hoy un lugar problemático, donde conviven casi sin tocarse varias “ciudades” segregadas.

Para revertir ese proceso disgregador, uno de las herramientas más efectivas ha sido la implementación del programa de Escuelas de Tiempo Completo, ya con varios cientos de obras concretadas o proyectadas a lo largo de todo el país, abriendo ventanas al futuro en los barrios más carenciados. Y abriendo esas ventanas junto al Plan Ceibal, por el cual cada niño de mi país dispone de una laptop, tal como las que aprecian ustedes en el video que ahora proyectamos, en la perspectiva de cerrar la cada vez más excluyente “brecha digital”. Vemos imágenes de dos de esas escuelas: “la amarilla” en la ciudad de Salto -que ya da nombre a su barrio- y la escuela de Santa Catalina, en Montevideo. Creo que dan la talla como proyectos de buena arquitectura, pero valen sobre todo como parte de una práctica social integradora, que hoy cuenta con el apoyo de todo el espectro político. Nos alegra mucho ver confirmado este camino en un Medellín que apostó primero a la educación de calidad, y sobre ese cimiento sólido está construyendo un futuro mejor para su gente.

Sumo a ello el ejemplo de las cooperativas de construcción por ayuda mutua. Uno de los libros seleccionados, editado por la Intendencia Municipal de Montevideo, da cuenta de una larga experiencia que permitió anclar la vivienda popular en la trama consolidada de la ciudad. Y últimamente ha ido más allá, rehabilitando viejas construcciones patrimoniales del casco histórico, junto a las “bóvedas” que formaban parte de las fortificaciones coloniales.

Hacia un mejor futuro para todos.

Cuando meses atrás se realizaron trabajos de mantenimiento en la Puerta de la Ciudadela -uno de los referentes principales de la ciudad-, se cubrió la fachada sobre la calle Sarandí con una gigantografía de una toma efectuada en 1874, cuando el baluarte colonial aún no había sido demolido. Estamos viendo una imagen donde pasado y presente se funden en una visión seductora… que nada significaría si no estuviera ligada a un proyecto compartido de construir un futuro con equidad. Y para concretarlo, vale cargar nuestras mochilas con la enseñanza de un maestro uruguayo que se hubiera sentido muy a gusto en esta Medellín de ladrillo. Hablo de Eladio Dieste y muestro algunos ejemplos de su obra, en tantos sentidos ejemplar con relación al tema que aquí nos convoca (una arquitectura rigurosamente “sustentable”, con profundo sentido de economía humana). Termino citándolo: Como resumen, quiero decir que  no veo modelos por imitar; veo algo mucho más incitante: una tarea, un camino y sé que tengo una brújula”.

¿Nosotros hoy tenemos brújula? Estando en la Bienal, apreciando tantos aportes valiosos y viendo en particular la experiencia exitosa que políticos y arquitectos llevan adelante en Medellín, junto con la gente que asumió compromisos y supo alentar esperanzas, creo que vamos en camino de construirla.

 

(**) El Servicio de Medios Audiovisuales de la Facultad de Arquitectura editó un DVD interactivo, en el que se incluye detalle de cada uno de las obras evaluadas en la etapa nacional de selección, más las actas generadas en ese proceso (incluida la intervención del Jurado en Madrid).



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