acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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19.12.2010 13:48 / MIS ARTICULOS

ARQUITECTURA URUGUAYA EN EL SIGLO XXI: TERRITORIOS AMPLIADOS-TERRITORIOS ABANDONADOS

 

Desde el pasado 9 de diciembre, la sede del Centro Cultural de la Alianza Francesa funciona como ágora de reflexión sobre las obras que arquitectos uruguayos han venido realizando, aquí y en el mundo, en la última década.

A principios de octubre se presentó en Barcelona -en el Institute for Advanced Architecture of Catalonia (IAAC), gestor del emprendimiento-, la exposición que hoy se puede visitar en la Alianza Francesa. Fue concebida en el marco del programa “Nueva Arquitectura Uruguaya (NAU): paisajes locales, prácticas globales”, y el curador es el arquitecto uruguayo residente en España Raúl Leymonie.

Primera clave de interpretación: estamos en tiempos de posmodernidad, donde la práctica arquitectónica se constituye como “mercado global” con códigos y referentes de vigencia planetaria, se aleja de toda utopía progresista respecto de la ciudad y su gente, prescinde de discursos justificadores y se instala sin mayores reparos -aunque por suerte, con excepciones- en un espacio de prestigio que en términos de analogía gastronómica cabe identificar con lo gourmet, ese ejercicio de alta cocina, sin duda estimable, pero que poco se ocupa de los avatares de las prácticas culinarias corrientes, y menos aun de las de mera sobrevivencia.

La convocatoria no promueve una visión crítica sobre ese proceso: asumido un escenario global de pautas homogéneas, plantea como objetivo alentar una reflexión “sobre el carácter de “no-centro o periferia” que tiene el país” y la influencia de esa situación en la forma  “de cómo es vista la arquitectura en su dimensión cultural desde la sociedad, desde las instituciones y desde los profesionales”. Difícil tarea, cuando la selección recorta y pega imágenes mediáticas con una visión dominante de arquitectura-objeto, más abierta a la seducción formal que a un razonable balance crítico. El catálogo de obras dentro de fronteras queda bien alineado con el catálogo -hasta ahora inédito- de “prácticas globales”, pero funcionando éstas como referencias paradigmáticas.

La previsible consecuencia es la exclusión de obras del “paisaje local”, que con otro rasero hubieran tenido mejor suerte. Pasar esto por alto induce a confusión, lo que no impide el reconocimiento hacia quienes armaron la muestra y la hicieron llegar hasta nosotros.

JUGANDO EN LA GRANDES LIGAS

Uno de los mensajes fuertes del programa NAU se apoya justamente en la ampliación del territorio de actuación de los arquitectos uruguayos, residan en el país o fuera de él. De los 108 trabajos expuestos, 50 lo son bajo el rótulo de “prácticas globales”, correspondiendo a obras realizadas en el extranjero con autoría plena o participación activa de arquitectos formados en Uruguay. Si sumamos las cuatro obras realizadas en nuestro país por exitosos gestores de escala mundial como Carlos Ott y Rafael Viñoly /1, incluidas en el rubro “paisajes locales”, llegamos a la mitad del material expuesto. Aunque la presencia de arquitectos uruguayos en el extranjero y el reconocimiento internacional de su obra tienen una larga historia -en continuidad con episodios muy recientes que la reafirman-, en la dimensión comparativa que habilita la muestra, resulta evidente que nos estamos moviendo en un contexto nuevo.

Varios ejemplos son ilustrativos de ese territorio ampliado y de sus múltiples variantes de ocupación. También lo son de un nivel de respuesta adaptada a esas circunstancias y en sintonía con las pautas dominantes de la arquitectura de estos tiempos. Ver imágenes de obras de Carlos Ott en varias ciudades del mundo confirma una trayectoria conocida, pero resulta una buena sorpresa poder apreciar de qué forma esa performance exitosa se va replicando en múltiples experiencias de distintas escalas y contenidos, con un común denominador de imagen competitiva.

La exposición nos acerca a Pablo Laguarda (estudio Laguarda Low, con sedes en Dallas, Kiev, Beijing y Tokio); a Julio Gaeta (estudio Gaeta-Springall), que salta de la revista Elarqa a una extensa y calificada obra en México; a Gonzalo Rivas participando en el espectacular proyecto de los “nenúfares” de Tailandia (supongo que con permiso de Catalano), o al propio curador de la muestra, colaborando en JAR Arquitectos en el proyecto de ascensor público en el barrio San Julián de Teruel. Otros varios nombres se suman a esa lista, pero destaco dos trabajos sobre los que volveré más tarde: el conjunto de 32 viviendas en Conil (Fernando Pérez en el estudio “Mediomundo”, Sevilla), y el proyecto premiado en el concurso “Elemental” de Chile (Baptista+Baptista arquitectos).

LOS PAISAJES LOCALES

La exposición hace patente el despliegue exitoso de una generación que ha “aggiornado” su lenguaje en línea con las pautas globales de la arquitectura de estos tiempos, y al hacerlo, ha encontrado carriles para situarse con éxito en la escena internacional. El sentirse parte de un colectivo confiado en que “se puede” es algo visible en diversas expresiones de nuestra vida cultural: notoriamente en la música popular, y también, por suerte, en la arquitectura. La lógica implícita en la selección se inscribe en ese contexto y afirma un sentimiento de corte generacional -abonado por buena parte de los textos que integran la muestra- que en parte responde a una realidad, pero que en parte arrastra una implícita renuncia a espacios ya ganados. Digo esto en la medida que esa “nueva” arquitectura, gozosa de su especificidad disciplinar y retraída a un diseño de escrupulosa factura, excluye la necesidad de un discurso que lo justifique y debilita su vínculo con la ciudad, en tanto las demandas desde lo social-urbano-patrimonial son asumidas como "externalidades" que otros manejan (y allí los silencios también juegan).  

En ese contexto no cabe extrañar que sobre 58 ejemplos seleccionados, 26 correspondan a viviendas -individuales o en pequeños grupos-, incluyendo diez proyectos ganadores de concursos de estudiantes. Todas son exploraciones fermentales para la práctica académica, o trabajos que califican alto como referentes puntuales del escenario construido, sumados a ejemplos  de notoria relevancia. Pero resulta sintomático que no abunden los ejemplos de buen diálogo con la trama urbana, o de operaciones de recalificaciòn del espacio público, y sobre todo… que no exista un solo proyecto de vivienda popular.

El curador de la muestra pudo tomar como referencia varios de los proyectos que formaron parte de la selección nacional para la VII Bienal de Medellín, o algunos edificios de vivienda que levantan una  imagen digna, en medio de adefesios y banalidades (basta caminar por 21 de setiembre para tomar conciencia de un cierto trastorno bipolar de la profesión, de cuyas consecuencias, en la Alianza vemos sólo los escasos momentos de euforia /2). Tal vez no hubo obras ni proyectos atendibles de vivienda popular, lo que en tiempos de “emergencia habitacional” debería encender luces amarillas, bien visibles desde las oficinas del gobierno y los salones de la academia. Principalmente en aquellas, donde no acaba de definirse un rumbo que termine con décadas de políticas erráticas; en la propia muestra aparecen ejemplos contundentes de la capacidad de respuesta de nuestros arquitectos cuando operan en contextos adecuados. Tal los varios trabajos premiados del estudio Mediomundo en España, y muy especialmente el conjunto de casi 100 viviendas evolutivas, ya construido en Antofagasta en el marco del concurso Elemental (Baptista+Baptista Arquitectos).

DE LA ALTA COCINA A LA MESA DE TODOS

En resumen, la exposición aporta elementos para reconocer un ámbito de gestión del colectivo de arquitectos, en el que se han generado transformaciones que no siempre somos capaces de reconocer. Pondría ese aspecto en su haber; y en el debe, apunto una visión que al enfatizar lo nuevo y su potencialidad de integración a la escena global, corre el riesgo de hacer perder una traza de continuidad que importa reivindicar. No en términos de relato histórico sin consecuencias prácticas, sino como trillo orientador de una arquitectura social con vocación de equidad, que es parte de nuestra mejor herencia. Una arquitectura “para la integración ciudadana”, valga el ejemplo de Medellín: “una urbe plagada de nuevas escuelas, bibliotecas y centros culturales proyectados por arquitectos de prestigio en el mismo corazón de los barrios más carenciados”/3 .

También aquí “se puede” caminar en sintonía con esa experiencia removedora, que no reniega de la calidad y especificidad de lo disciplinar, pero que opera en el marco de una política de inclusión social, priorizando la calificación del espacio público y multiplicando los programas afirmadores de esa política, empezando por la educación. Sin apartarnos de buenos ejemplos, bastaría con mirar en el espejo de nuestra propia experiencia, cuando en la primera mitad del siglo pasado se construyó un escenario propicio para el desarrollo de una sociedad “avancista” (un escenario hoy desarticulado y empobrecido, pero también plataforma generosa sobre la cual todavía es posible reconstruir una trama de interacción social no segregada).

La exposición motiva balances, retoma cuestiones adormecidas/4, despliega brillos con riesgo de autocomplacencia, no ve la ciudad, pero abre un panorama del que pocos tenían conciencia. Al hacerlo, genera una oportunidad para repensar los escenarios en que nos movemos, para revisar una práctica docente desajustada de las demandas reales -aunque siga siendo eficiente para generar una “selección” competitiva- y para alentar, en fin, una reflexión capaz de abrir un camino de convergencia positiva entre lo político y lo disciplinar. Logrado esto, podemos volver a intentar hacer una mejor ciudad con mejor arquitectura. La mesa está esperando ser servida.

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 NOTAS

/1 Viñoly nació en Uruguay pero se educó y formó como arquitecto en Argentina (digo, para no alimentar el síndrome gardeliano)

/2 La arquitectura uruguaya se debate hoy entre dos posturas, en cierta medida contrapuestas: una vinculada al grueso de la producción material, y otra vinculada a escasos ejemplos sui generis y el corpus de la producción académica. La primera, de características pragmáticas, está representada mayormente por arquitectos que no incorporan en su accionar profesional inquietudes culturales, inclusive podría decirse, preocupaciones estéticas. Este grupo, conformado por los principales hacedores de arquitectura, la gran mayoría de los desarrolladores privados y los gerenciadores de la construcción, centran su interés estrictamente, en la condición de mercancía del objeto arquitectónico”. Párrafo extraído de “La buena educación”, texto que integra la exposición, aportado por el colectivo Fábrica de Paisaje.

/3 En Clarin.com. Arquitectura de fecha 25 de octubre de 2010. Los temas que se discutieron en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo que se realizó en Medellín. Silvia Arango y la polémica con la temática del encuentro.

/4 El imaginario colectivo del idílico acceso a una educación terciaria, conjuntamente con la inercia educativa de un país que no se ha revelado capaz de incorporar alternativas eficaces y atractivas de educación técnica y títulos intermedios, ha generado un exceso de egresados en la mayoría de las profesiones tradicionalmente convalidadas. En la arquitectura específicamente, Uruguay ostenta el tercer lugar en el mundo en porcentaje de arquitectos per cápita”. “La buena educación”, Op. Cit.

(*) Publicado en el semanario BRECHA, en edición del viernes 17 de diciembre de 2010

IMAGEN DE PORTADA: AFICHE DE LA EXPOSICIÓN



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