
Oliverio Coelho
Más allá de la diversidad de vicisitudes -extremas todas ellas- que padecen sus personajes, una hebra común recorre las nueve historias de Parte doméstico (Emecé, 2009) de Oliverio Coelho: todas están habitadas por un Eros en desgracia.
Si es cierto que no vivimos bajo el signo de Eros (el dios de la atracción amorosa) sino bajo el signo de su hermano, Anteros (el dios que venga a los amores no correspondidos), Parte doméstico es el inventario obsesivo de los deseos frustrados de que se ocupa Anteros.
En la distopía que presenta El umbral, aunque la mujer en cuestión sea, quizá, la última mujer "disponible" en el mundo, ni el tipo está dispuesto a asumir los riesgos que implica semejante contubernio, ni ella aspira, por lo demás, a otra cosa que no sea una muerte digna.
En el huis-clos de Vigilia el narrador termina por enredarse en la telaraña de un Eros corrupto que tiene atrapada a la pareja de ancianos, en la cual el amor -o por lo menos el saberse demasiado el uno al otro- ha mutado en una especie de desconfianza asesina.
En la truculenta y miserabilista Los demonios se anudan dos deseos incestuosos, insofocables pero ya defintivamente imposibles de realizar.
En la veladamente onettiana Otra mujer, debido a su mezquindad sentimental, al protagonista le pasa lo que al fulano de Ante las Puertas de la Ley: pierde para siempre el fruto que sólo a él le estaba destinado.
Un caso más "técnico" -digamos- de incompatibilidad de deseos se encuentra en Caracas: si el seudo Martín encara la realización de su deseo como una terapia de autoestima, entonces su deseo eligió exactamente el objeto equivocado: su cuerpo a Caracas sólo le interesa en tanto imagen.
El caso es idéntico en La presa: a las urgencias de la autoestima aquí también se oponen radicalmente las necesidades de la distancia.
Y así siguiendo, puntualmente. Una y otra vez el azar trama encerronas para deseos incompatibles. Y ni siquiera es posible negociar el inevitable fracaso, inventarle alguna componenda consoladora, porque -antes aún de ser incompatibles los deseos- es imposible la más mínima forma de comunicación.
Oliverio Coelho es un verdadero estilista, su escritura es camaleónica, y parece sentirse a gusto en cualquier registro. Pero en la variedad de las caligrafías y los géneros no se pierde la unidad subliminal y obsesiva de su visión de las barreras que impiden la comunión de las ánimas: cada uno en su jaula y en un zoológico a oscuras -aunque la fría precisión de sus diagnósticos no impida la intensidad angustiada de su mirada.
Todo podemos esperar de un escritor de la más reciente promoción (Buenos Aires, 1977) que ya es dueño de una paleta extremadamente variada y de una mirada a la vez cáustica y poética sobre los enigmas de la condición humana.
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Sobre mí
Ercole Lissardi (Montevideo, 1950) publicó una única colección de relatos: Calientes (1995). Un vendaval de novelas continuaron su obra: Aurora lunar, Últimas conversaciones con el fauno, Interludio Interlunio, Evangelio para el fin de los tiempos, El amante espléndido, Primer amor último amor y Acerca de la naturaleza de los faunos. Casa editorial HUM editó recientemente una suerte de trilogía entorno a la infidelidad: las novelas Los secretos de Romina Lucas, Horas-puente y Ulisa.
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