La Piedra Lunar
Ejercicio de Libertad de Conciencia

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23.08.2009 14:26 / Mis críticas teatrales

"MANO DURA" Y "ASISTENCIALISMO": DETECTORES DE MISERABLES

Ese chico se lo que va a hacer,
cuando ya no tenga gracia,
va a ponernos contra la pared,
va a hacer temblar de miedo nuestra panza,
va a robarnos solo un poco de
lo que nosotros le robamos hoy.

IgnacioCopani

Una cosa que no me cansa es referirme al dramaturgo argentino Rafael Spregelburd, en cuya monumental obra "Bizarra: una saga argentina" (una miniserie teatral de diez capítulos semanales que integraba video con 60 actores en vivo alternándose) en un momento hablan dos personajes refiriéndose a una acción de la provincia que repartía huevos y harina entre los pobres para paliar su situación. Otro personaje replica que esa era una acción que solamente servía para resolver necesidades altamente específicas, porque, ¿qué se puede hacer con huevos y harina? A esto y con tono enfático que denotaba obviedad le responde el otro personaje (un funcionario de la citada provincia): ¡¡¡¡panqueques!!!

Esto es un ejemplo de verdadero asistencialismo: darle a los desprotegidos algo gratis, sin evaluar sus necesidades ni generarles capacidades de poder elegir su vida una vez consumidos dichos recursos entregados de manera arbitraria. O sea, se acaban y la situación permanece incambiada.

Sin embargo, hay otras formas de repartir, y el humor de Spregelburd lo denuncia Intentaremos demostrar que para un miserable, repartir recursos a los desfavorecidos en lugar de gastar más en reprimirlos, es un desperdicio contraproducente, porque comete el error de hacerle creer a los pobres "que tienen derechos".

Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar a tres filósofos de la práctica, con los que tengo la suerte de compartir un curso de maestría, que manejaron conceptos que suelen estar fuera del debate público, en especial porque los filósofos mismos han sido desplazados de su lugar intelectual por diversos profesionales - imprescindibles - pero que han monopolizado el espacio de opinión, sobre lo normativo en una sociedad bien organizada.

Como reacción, obviamente los intelectuales que se dedican a la filosofía se han profesionalizado, pero siguen siendo los únicos que tienen que ganarse el derecho a ser llamados por su profesión, porque un profesional de la medicina es un médico, uno de la química un químico y uno de la arquitectura un arquitecto, pero uno de la filosofía debe ganarse el derecho a ser reconocido como "filósofo", porque sigue primando la acepción valorativa sobre la descriptiva, en el área. Igualmente la sociedad les sigue debiendo el restituirles el lugar en la reflexión normativo/descriptiva que solamente un filósofo está preparado para realizar, sin solaparse ni con los sociólogos ni los politólogos. Si el ideario colectivo en lo social se erige sobre éstos últimos dos apoyos, queda tan inestable como una silla de dos patas.

Como no puedo recordar, por la fuerte impresión que me causaron sus ideas quien dijo qué cosa, los cito en forma genérica, y que me disculpen si no entendí alguna de ellas, pero mi especialidad no es ciertamente la filosofía política. Éstos eran los Licenciados en filosofía Fernanda Diab, Laura Umpiérrez y muy especialmente el Dr. en Derecho y Lic. Ricardo Marquisio. Por supuesto, no puedo omitir a mi referente de siempre en el tema, que es el PhD Gustavo Pereira[1] cuya generosidad me permite recibir siempre material de estudio cada vez que escribo sobre el asunto.

Básicamente, la idea que me surgió al escuchar a estos profesionales de la filosofía, se vincula a la diferente manera en que la justicia social se concibe desde los distintos candidatos que en este momento se disputan la presidencia, y muy especialmente los aspectos vinculados no solamente con el tema distributivo, sino con el de la forma de resolver la inseguridad.

Por razones obvias, me voy a referir únicamente a Mujica (socialista e igualitario) y Lacalle (liberal neoclásico y partidario de la "mano dura"), porque Bordaberry no es un candidato serio [2], no porque su persona no lo sea, sino porque tiene menos posibilidades de conseguir el puesto que las de su propio padre de ganar el Premio Nóbel de la Paz o las de Carlos Bueno de ganar el de Física.

Recientemente, en el informativo de Canal 4, presencié un acto fallido de "Pedro", en el que dijo que, en lugar de gastar 400 millones dólares en el PANES, hubiera sido mejor construir 400 escuelas con 400 maestras. Por supuesto que confundir el PANES con el "Plan de Equidad" y sumar ambos gastos, además de falacia o ignorancia, es omitir la profunda diferencia entre ambos emprendimientos públicos.

Obviamente, no creo que alguien tan inteligente como "Pedro" pueda creer seriamente que una escuela puede funcionar con una sola maestra (imagínense, seis grados, dos clases por grado y dos turnos, con un solo docente). Sí creo que un acto fallido habla más de una persona que un discurso escrito, y eso es indicativo del verdadero valor que este candidato, desahuciado en esta vuelta, (en la que viene no, eso es seguro, malgré moi) le da a las personas y trabajo de los docentes. Algo parecido al berenjenal en el que Lacalle se metió al usar la metáfora de la motosierra, error táctico que rápidamente fue capitalizado por la izquierda para ilustrar su real desprecio por los pobres.

El tema es sencillo, este gobierno tiene solamente tres puntos débiles (dos de ellos muy discutibles pero eficaces para ganar votos) sobre los que sus opositores tienen la obligación de ensañarse. Seamos claros, en época de elecciones el juego es así, si no se ataca fuertemente, se pierde. Mientras no se violen las leyes, todo vale. Por eso, los programas de archivo se la pasan mostrando a Larrañaga insultando a Lacalle, antes de las internas, y la pésima calidad de perdedor de Astori en las mismas condiciones. Lo que no ocurrió jamás, fue que colorados o frenteamplistas se atacaran entre sí, como sí pasó con los blancos. Volviendo a los puntos débiles, éstos son: la inseguridad, la educación y la distribución de la riqueza.

Con respecto al primero de los tres puntos, y más allá del terrible mal que le hizo Daisy Tourné a la imagen del gobierno, el problema no comenzó con la presidencia de Vázquez, pero es un hecho que un humanista como él tiene un aprecio y conocimiento del valor de la vida humana como para, so color de defender los derechos de las víctimas, atentar contra los de los delincuentes.

Los criminales, que por supuesto deben hacerse cargo tanto de sus actos como de sus consecuencias, deben ser forzados por el Estado a hacerlo; pero sin afectar la dignidad que todo ser humano, honesto o no, se merece, de acuerdo con el imperativo kantiano (que sería más conocido si, como reclamo, los filósofos no tuvieran por único foro público un muy buen programa en el canal estatal, la iniciativa social llamada "Red filosófica del Uruguay" y esta columna).

Según dicho principio, todo ser racional es un fin en sí mismo y jamás un medio para conseguir otros fines (por ejemplo como los son los votantes para los políticos en campaña, meros instrumentos para atornillarse o llegar a un escaño). En este caso, ante el miedo generado por el estúpido manejo de la crónica roja por parte de los informativos, prometer castigos y dureza policial parece ser una buena carnada para pescar votos, pero ojo con el anzuelo que lleva dentro. ¿tenemos una policía capaz de llevarla a cabo con idoneidad? Y además, ¿es deseable, siquiera?

La policialización de la seguridad solamente es una aspiración de fascistas como García Pintos. Algunos, como los socialistas, pretenden, por vías distintas, que la tensión social, verdadera causa de la violencia, se resuelva con distribución de la riqueza, pero no en la forma del asistencialismo a lo Duhalde, sino de forma sustantiva, que genere oportunidades reales para los que no las tienen. Sobre esto me extenderé más adelante. Como acotación, y obviamente, en un país en que nadie reconoce ser de derecha, los que dicen que no creen en esas categorías, lo son, pero saben que si lo reconocen pierden votos. Esa mentira es válida en lo táctico, pero igual de condenable en lo moral como cualquier otra.

Volviendo a la "mano dura", curiosamente, el hecho de que un Bordaberry la reclame es, no solamente creíble sino una opción muy válida para los que, en democracia tienen todo el derecho a ser reaccionarios, y despreciar el valor de la vida humana reclamando castraciones, pena de muerte o lobotomías como castigos en poder del Estado. Sin embargo, es casi un chiste que lo invoque Lacalle.

Por parafrasear las palabras de ese gran filósofo que es Francisco Casal, "moralmente sodomizado" por los militares chilenos de la época, que se metieron impunemente en Uruguay, provocando un "golpe de estado técnico" a raíz del caso de Eugenio Berríos, violentando el poder, no solamente de la policía, sino del propio Lacalle, que fue tan impotente ante este ataque como Hitler en la URSS, cuando a los panzers se les congelaba el combustible en los tanques y servían de blancos fijos para los pesados y lentísimos tanques soviéticos.

Rechina también como el "Qki" compatibiliza eso con su tan reiterado catolicismo y la "cristiana caridad" que debería tener por valor cardinal.

La inseguridad viene de mucho antes que este gobierno, pero no fue bien resuelta por el mismo, fundamentalmente por culpa de dos pésimos ministros como Díaz y Tourné, pero si se va a prometer mano dura para resolverla (suponiendo que esa fuera la solución) hay que tener autoridad moral para hacerlo. "Pedro" la tiene, el "Qki", no.

El segundo asunto a que aludí, la educación, no es un fracaso sino un debe del gobierno. La dignificación de la tarea docente con salarios (que sí subieron y hoy en día pagan más que los privados) y generar infraestructuras dignas de una labor tan importante. Curiosamente, cuando blancos y colorados gobernaron generaron la pauperización de la educación con la que lidió este gobierno (insuficientemente, pero los recursos, en un país que hereda la deuda que dejó Batlle son más que limitados) y ahora prometen resolverla. Como cantan Larbanois-Carrero, "el cantar tiene sentido y saber cuando le toca".

Sin embargo, el "Plan Ceibal" no lo puede discutir ninguno de los candidatos (y no lo hacen) y gestionarlo para el Uruguay fue un logro del Presidente del LATU, Ing. Miguel Brechner, que logró convencer a Negroponte, el creador del concepto "one laptop per child" de llevarlo a la práctica en un país que no tiene la masa crítica de población para hacer rentable la implementación del mismo.

La consecuencia de que los niños pobres tengan su laptop y acceso a Internet, fuera de los cibercafés, potenciales puertas de entrada a la prostitución infantil y la pasta base, es una forma no solamente de redistribuir la riqueza (concepto que aterroriza a los reaccionarios) sino de generar en ellos y sus familias capacidades reales, que les den posibilidades de elegir. Y sin posibilidades de elegir, no hay libertad.

Cuando un sector desprotegido de la sociedad carece de estas opciones, cae víctima de las "preferencias adaptativas", o sea de creer que si limpiar parabrisas o morir de hambre son sus opciones, su mecanismo de supervivencia les hace convencerse de que limpiar parabrisas es una libre elección, y la manera de realizar su propio plan de una vida buena.

Esto es inaceptable para quien sea realmente un liberal o aprecie la justicia social, pero la realidad es que para el sector privilegiado, ésta es generar condiciones que le permitan conservar e incrementar sus privilegios (como pasó en los gobiernos de Menem, Color de Mello y Lacalle) y acusan a quienes intentan entregar recursos contantes a los menos favorecidos de practicar el "asistencialismo".

Acá debemos realizar una distinción que frecuentemente la izquierda no hace y es un error injusto. No es lo mismo un reaccionario (un fachito) que un neoliberal. El primero desprecia a los pobres de la misma manera que lo hacía Hitler con los judíos. Ejemplifiquemos, (puede ser un mito urbano pero es claro para demostrar mi punto) en un carísimo balneario esteño tiene su casa una famosa modelo argentina. Un día recibe la llamada de una vecina, preguntándole si dejaba que su "doméstica" utilizara las instalaciones de la misma. Al recibir la respuesta negativa, alarmadísima, le avisa que hay una negra realizando eso mismo, tomando sol, paseándose, etc. La respuesta fue: "ah, sí, es mi amiga Naomi Campbell que está de vacaciones" [3].

Un liberal, en cambio, confía en que si el estado se retira de todo lo que no sea ser "juez y gendarme", la propia sociedad se encargará de generar los espacios de justicia social.

O sea que la valoran, pero como la caridad privada jamás redujo la indigencia y la pobreza como lo hicieron el PANES y el "Plan de Equidad", se parecen a un señor que se da contra una puerta de blindex todos los días, y no aprende que, o la abre o la puerta le va a seguir rompiendo la cabeza. En este caso, la cabeza se la van a romper los pobres sobre los que recae el peso de la injusticia.

Para los liberales (que también creen que distribuir es asistencialismo se haga como se hiciere) la distribución se hace por iniciativa privada, entendiéndola como la antes mencionada caridad (malentendida como sinónimo de limosna). El Dr. Gustavo Pereira me contó una anécdota que una colega suya colombiana le refirió, como ejemplo de un sistema privado de alta eficiencia que tienen en su país para repartir la riqueza: en los semáforos, en lugar de limpiavidrios, hay adolescentes con subfusiles (ametralladoras para el vulgo) y detienen a los autos caros, obligándolos amablemente, no a trabajar 80 horas semanales por un sueldo miserable, sino a entregar billetera, rolex, joyas y a veces el propio auto.

A mi modo de ver, es un ejemplo genuino de iniciativa privada. La diferencia entre los pobres colombianos y los nuestros es que no generan preferencias adaptativas y se rebelan contra la injusticia. Y no permito que acá se lea lo que no escribo: repudio cualquier atentado contra la ley y la dignidad humana (que no siempre van de la mano) pero éste es el escenario más probable cuando "la mano invisible del mercado" se hace cargo del destino de una sociedad.

Cabe sí, la objeción que hacen los liberales neoclásicos de que cuando el estado reparte se inhibe la iniciativa privada de distribución voluntaria. Pero, como ya dijimos, la caridad/limosna jamás resolvió nada, por algo Nietzsche escribió "en el mundo solamente hubo un cristiano y murió en la cruz". Ni cristianos, judíos, musulmanes o ateos son capaces de resolver de por sí la injusticia social, pero si son privilegiados, se golpean el pecho al grito de "asistencialismo" cuando un Estado con conciencia lo hace.

Seamos claros, el asistencialismo existe, y lo practican los estados paternalistas (o corruptos como el de Menem), pero cuando los recursos que se reparten sirven para generar capacidades que de por sí dan alternativas de elección, o sea libertad sustantiva, no se trata de eso sino de la única acción genuina de un Estado inteligente, sensible y preocupado por su pueblo: SOLAMENTE SON VÁLIDAS LAS ACCIONES Y EMPRENDIMIENTOS CUYAS CONSECUENCIAS PRIMARIAS Y ÚLTIMAS ALIVIAN LAS CONDICIONES DE LOS MENOS PRIVILEGIADOS.

Así, del mismo modo que los judíos nos ponemos en alerta, seguros de estar ante un antisemita cuando alguien dice "que tiene un amigo judío", cuando alguien pide más garitas de policía en la cuadra o se queja de que se le regala plata a los pobres para que compren celulares y "bases" o camperas, estamos ante una alarma similar.

Esa plata les pertenece y lo que hagan con ella es asunto suyo, jamás de los "oligarquetas" que preferirían que no se la sacaran del bolsillo. Y que sepa todo aquel justo, que sabe, por ser una verdad kantiana, que los hijos de cualquiera no son inferiores a los propios por el hecho de ser pobres, que "mano dura" y "asistencialismo" son la huella digital y el modo de identificar, al menos provisoriamente, a un miserable. Una vez no alcanza. Si junta tres instancias, bingo. Aléjese, que es lo mejor que le puede pasar.

Ésa, y no otra es la forma de poder vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús, Hillel, Kant y tantos otros. Que nadie, como dijo Jorge Luis Borges sea inferior a su destino, y en la democracia el abanico entero de opiniones no es solamente importante sino constitutivamente esencial. Pero que todos y cada uno de los seres humanos se igualen en dignidad, capacidades y oportunidades, es esencial, no existe otro camino noble a seguir.

Que así sea.

Bernardo Borkenztain

[1] Recomiendo fervientemente leer la entrevista que le hice, "La ética del siglo XXI" en esta misma columna.

[2] Acá quisiera referirme a una anécdota personal, sin cortar el hilo de la columna, porque recientemente un fachito pretendió castigar mis opiniones respecto del acto fallido, acusándome de dogmático porque considero que amén de que ese acto fallido es delator, la emboscada que le realizó a Michelini fue un acto cobarde y miserable que solamente sirvió para lavar la imagen de su apellido y la conciencia de los reaccionarios que ahora lo pueden votar sin remordimientos, porque es un buen hijo que recurre a cualquier cosa para defender a su padre. Lo que no les importa, con tal de que la riqueza no se reparta, es que dicho progenitor sea el cobarde dictador que entregó las instituciones a los usurpadores con el miserable discurso de que lo hacía "para defenderlas". Y, aunque esto nada tiene que ver con defender a Michelini (no puede afirmarse lógicamente sin caer en una burrada inadmisible que atacar la táctica sea defender a la víctima) el antemencionado fachito me borró de sus amigos de "Facebook", al tiempo que me acusaba de dogmático, sin lograr otra cosa que un ataque de risa por semejante narcisismo que lleva a alguien a creer que es un honor pertenecer a dicho círculo. Por un acto de elegancia y piedad me reservo el nombre, pero dejo constancia de la anécdota.

[3] Y aconsejo a los amables lectores que hagan un análisis de conciencia para ver si les cambió algo, íntimamente, la deriva de "una negra" a "Naomi Campbell", porque el "enano fascista" del que hablaba Oriana Falacci lo tenemos todos, solo que algunos lo deifican y otros lo reprimimos.



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Sobre mí
Químico profesional y aprendiz eterno de filosofía, me gusta antes que nada la posibilidad de intercambiar ideas y discutir, de ser posible con nivel, y si no, al menos con cortesía. Lo que no implica que no defienda con fuerza mis puntos de vista. Valoro antes que nada la tolerancia, que no es pasividad. Las opiniones en disenso no solamente son bienvenidas sino que deseadas. Lo que no admite polémica, es que "EL BIEN DE MUCHOS SE ANTEPONE AL BIEN DE POCOS, Y AL DE UNO".

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