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03.08.2009 03:12 / Mis artículos

Demasiados errores en un mes

Cuesta creer que en tan pocas semanas, un candidato experimentado como Luis Alberto Lacalle haya cometido tres gruesos errores discursivos. Primero sugirió a los inversores que no inviertan; más tarde anunció que en caso de ganar aplicaría la motosierra al gasto público; finalmente, comparó al Plan Ceibal con la Tarjeta Joven. Estos tres errores no comprometen la chance electoral de Lacalle, pero sí provocan consecuencias electorales importantes. Por un lado, modificaron radicalmente el clima favorable al Partido Nacional tras la noche del 28, y por otro, permite al Frente Amplio organizar un discurso crítico hacia Lacalle sin necesidad de apelar a los recurrentes hechos del pasado vinculados con la corrupción. Además, los tres errores trajeron la primera gran novedad de la campaña. Lacalle no enfrenta a Mujica, enfrenta a una estrategia colectiva -liderada por Vázquez, Astori y el propio Mujica- con recursos sólidos y contundentes. Pero vayamos paso a paso.

Lacalle se luce como estratega

La performance de Lacalle hasta la última semana de junio había sido impecable. Durante los últimos dos años, el líder herrerista logró convencer a una buena parte de los uruguayos de que podía ser una alternativa real al gobierno de izquierda. Ese proceso fue complejo y se inició a mediados de junio de 2007, con una carta que anunciaba su retiro de la competencia. Sobre fin de año, luego de demostrar que no existía el sustituto para competir con Larrañaga, reapareció anunciando que sería candidato y que seguiría la gira del presidente por el interior del país, presentando "la otra campana", una suerte de respuesta o réplica a los planteos de Vázquez.

En los primeros meses de 2008, renunció al Directorio del Partido Nacional y anunció un acuerdo político-electoral con el otrora disidente herrerista, Francisco Gallinal. La Unidad Nacional (UNA), nombre asignado a la alianza entre el Herrerismo y Correntada Wilsonista, otorgó a Lacalle un posicionamiento moderado que incluía una veta pública wilsonista, hasta ahora inexistente en su ya larga trayectoria política. Un renovado discurso político donde Lacalle abandona una parte importante de sus concepciones radicales, le permitió transformarse en un candidato aceptado por el electorado de centro. Los errores tácticos de su rival (inició tarde la carrera, no renovó a tiempo ni su discurso ni sus propuestas y equivocadamente intentó mostrarse como un interlocutor de Mujica) favorecieron su desempeño en el último tramo de la campaña, donde Lacalle se limitó a hacer comentarios generales y evitar los anuncios estridentes. El 28 fue un momento de gloria, pues no sólo derrotó con luz a Larrañaga, sino que también logró convencerlo de que integrara la fórmula. El anuncio, con bombos y platillos ante todo el país, quedó para la mejor historia de nuestras campañas.

A grandes rasgos, ese fue el periplo que Lacalle debió transitar a lo largo de dos años. Desde el ostracismo y las traiciones hasta el triunfo de junio y su reluciente candidatura presidencial. Como él mismo le había confiado a un dirigente del interior "¡el muerto revivió!".

Lacalle comete errores

Durante el mes de julio, las cosas comenzaron a cambiar para Lacalle. No sé bien si ello ocurrió debido al cambio de escenario que impone la competencia hacia octubre, o si el candidato se durmió en los laureles, como se dice vulgarmente. De una u otra forma, Lacalle comenzó a cometer errores que terminan por beneficiar a la campaña de su rival. La reiteración y sobre todo la frecuencia, llama a sorpresa a quienes valoramos y veneramos su condición de político-estratega. Hagamos un breve recuento.

El primer error discursivo lo cometió el jueves 25 de junio, unos días antes de las internas, cuando declaró al semanario Búsqueda que ".si fuera inversor esperaría a diciembre para decidir qué hago.". Al otro día comenzó la veda electoral y el tema pasó desapercibido, pero a la semana siguiente el tema fue retomado por su principal contendiente. En efecto, José Mujica escribió el 2 de julio una columna en su blog con el título Breve manual para inversores, donde señala que ".estos dichos constituyen una pequeña canallada de campaña electoral. Nosotros decimos lo contrario: invierta tranquilo ahora que este país va a seguir ofreciendo la estabilidad y la seguridad que el capital requiere.". A partir de entonces, los dirigentes frenteamplistas hicieron cola para criticar y golpear a Lacalle por su falta de "patriotismo", su "irresponsabilidad" y su aparente "sabotaje" a la economía del país. Cuando el propio Chiruchi tomo distancia de dicha postura, afirmando que él "no hubiera hecho esas declaraciones porque, de este modo se genera alguna duda al inversor afincado en el país", muchos pensamos que Lacalle enmendaría su error de alguna manera ingeniosa. Pero no fue así. El lunes 6, el candidato presidencial nacionalista, en conferencia de prensa en la sede de Directorio del Partido Nacional, volvió insistir: ".Lo que a mí me preguntaron lo vuelvo a contestar: yo esperaría si fuera una persona que tuviera que arriesgar un capital en Uruguay". Dicha respuesta, impulsó ya no sólo a la dirigencia frenteamplista, sino al propio gobierno. A partir del martes 7, ministros como García, Martínez, Rossi y Bonomi salieron al ruedo para criticar a Lacalle. Desde el Partido Nacional, nuevas figuras se sumaron a la polémica. Apareció De Posadas con nuevos argumentos sobre la no inversión y otras figuras como Penadés, Heber o Gandini. Desde entonces, el tema de las inversiones está presente en cada aparición pública de la fórmula frenteamplista, así como de la mayoría de los dirigentes.

El segundo error discursivo de Lacalle surgió durante la gira nacional de la fórmula. El miércoles 8 de julio, en conferencia de prensa en la ciudad de Paysandú, el candidato nacionalista dijo que ".el gasto público será lo primero que atenderemos cuando lleguemos al gobierno, vamos a entrarle con una motosierra...". Dicha expresión pasó desapercibida al principio, pero el martes 14, en un encuentro organizado por dos coordinadoras montevideanas del Frente Amplio, José Mujica se burló de las expresiones de Lacalle: ".que se guarde la motosierra, es una máquina peligrosa, no se debe usar cuando uno está muy fatigado...". Al día siguiente, el Director de OPP, Enrique Rubio salió con artillería pesada. Dijo al diario La República ".aunque la imagen de Lacalle con una motosierra es bien gráfica, es conveniente desentrañar lo que significaría en la práctica esa afirmación. Implica destruir todos los avances en protección social, en inversión productiva, en equidad, que ha logrado el gobierno. La única manera de recortar el gasto público es demoler las inversiones en desarrollo productivo, es demoler el incremento presupuestal para la educación, el Plan Ceibal, el fortalecimiento de la educación pública, la universalización de la educación inicial, las escuelas de tiempo completo, la salud pública, el Hospital de Ojos, el crecimiento de las asignaciones familiares.(y sigue)". De esta forma, la metáfora de la motosierra escogida por Lacalle se convirtió rápidamente en un ícono de sus opositores, asociado al recorte del gasto del gasto social más que al gasto público, como era la intención original del emisor. Desde ese momento, dirigentes y militantes frenteamplistas cultivan la imagen de la motosierra en afiches publicidad en semanarios, diarios y páginas de Internet.

El tercer error discursivo se produjo el 28 de julio, en una conferencia brindada por el candidato en la sede de la Universidad de Montevideo. Esa mañana, Lacalle volvió a hacer precisiones sobre las inversiones, señalando la necesidad de brindar certezas jurídicas y seguridad. Asimismo, rechazó enfáticamente la acusación de que en un eventual gobierno recortaría el gasto social y para demostrar ese compromiso, expresó su valoración positiva de ciertas políticas sociales de la actual administración. Fue allí donde cometió el sacrilegio de comparar al Plan Ceibal con la Tarjeta Joven distribuida por vez primera durante su gobierno: ".el Plan Ceibal ha cumplido una labor identitaria, muy parecida a la que cumplió la Tarjeta Joven cuando la inventamos durante nuestro gobierno (.) El tener un pedazo de plástico en esta economía de consumo era como pertenecer a ella. 400 mil tarjetas fueron distribuidas y los jóvenes podían comprar más barato algunas cosas, dándoles la sensación de pertenencia, por lo menos al que no tenía nada, tenía su pedacito de plástico (.) algo similar ocurre con el Plan Ceibal, puesto que el empezar ver a los chicos en los pueblos con la cajita verde da una sensación de que no había un muro de separación entre tener y no tener computadora.". Si bien puede aceptarse la comparación sobre el sentido de pertenencia que ambas políticas generarían sobre los sectores excluidos, no parece muy lúcido el ejercicio de poner en un mismo nivel a un programa como el Ceibal que pondrá a Uruguay a la vanguardia en el mundo (en setiembre se convertirá en el primer país en brindar un computador a cada niño en edad escolar) ni todo lo que ello significa en materia de educación y conocimiento, con un programa como la Tarjeta Joven orientado al mercado, por más que su mayor rédito podía alcanzarse en materia de consumo de bienes culturales. Hubiera sido lógico comparar el INJU de Gandini y su Tarjeta Joven con el estático e inoperante INJU frenteamplista. Pero no, a Lacalle se le ocurrió compararlo con el programa estrella de la administración Vázquez. El resultado no se hizo esperar. Al día siguiente salió la Ministra de Educación y Cultura a criticar a Lacalle: ".El Plan Ceibal no es un plan de consumo de computadoras, sino un plan de educación e integración. Por detrás de la entrega de computadores se busca enseñar también a los maestros y un cambio en la manera de educar y de aprender.". En los días siguientes, el comentario sobre la comparación realizada se incorporó a los discursos de los candidatos y dirigentes frenteamplistas.

Lacalle regala ideas

O sea, en el mes de julio, Lacalle otorgó importantes herramientas programáticas importantes a sus competidores. La reacción inicial de muchos frenteamplistas -entre ellos Mujica- de desempolvar los viejos expedientes de denuncias de corrupción contra varios jerarcas del gobierno de Lacalle, fue sustituida por insumos frescos provenientes del mismo candidato a derrotar. Temas como la inversión externa, el gasto público social y el mismísimo Plan Ceibal, alimentan los motores del discurso frentista, sirviendo como parte aguas entre ambas campañas. De un lado, el acto responsable y patriótico de cuidar al inversor, la defensa de los programas sociales y el bendito Plan Ceibal y sus doscientos sesenta mil cajitas verdes. Del otro, el sabotaje a la economía, la motosierra y la Tarjeta Joven como una llave al consumo.

No sabemos cuánto afectará a Lacalle, en términos electorales, estas equivocaciones. Eso lo dirán las próximas encuestas. Suponemos que el candidato nacionalista comenzará a extremar los cuidados para que estas cosas no le sigan sucediendo. Lo que si sabemos es que a Lacalle le comenzó a quedar clara la dimensión del desafío. Competir con el Frente Amplio por la presidencia parece ser una tarea bastante más exigente que enfrentar a Larrañaga en una interna. Los hechos muestran que no sólo los integrantes de la fórmula frentista esperan un traspié del candidato nacionalista, sino también el propio gobierno. Los testimonios aquí transcriptos muestran que luego de cada error, aparecieron Mujica y Astori para criticar, pero también y contundencia los ministros de Vázquez. Por tanto, la campaña comienza a mostrar una importante novedad que debería tener consecuencias a la brevedad: de un lado está la fórmula del Partido Nacional, pero del otro, surge una estrategia colectiva denominada Frente Amplio. Como dijimos hace una semana, este conglomerado tan plural y folclórico, ha cerrado filas y sus tres cabezas visibles, Mujica, Astori y el propio Vázquez, están con las antenas encendidas y muy inspirados.

3 de agosto de 2009



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Sobre mí
Profesor e Investigador del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República

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