A un mes de las internas, el escenario electoral rumbo a octubre aparece plenamente definido. Los partidos han designado sus fórmulas presidenciales y en estos días avanzan sobre la definición de estrategias de campaña. Llegados a este punto, adquiere vigencia y valor la interrogante que durante largo tiempo muchos se han formulado: ¿conseguirá el Frente Amplio resolver el pleito a su favor en primera vuelta? Si bien por ahora esta interrogante repiquetea únicamente en las mentes de los dirigentes y militantes frenteamplistas, entiendo que existen algunas razones para creer que ella se convierta en la principal incógnita de la campaña. Veamos por qué.
La encuesta de Interconsult, divulgada la semana pasada por Ultimas Noticias, confirmó algo que las otras empresas venían mostrando: la intención de voto del Frente Amplio hacia octubre descendió. Ese fenómeno comenzó a hacerse visible en el tramo final de las internas cuando la disputa mediática entre sus principales candidatos fue subiendo de tono. Un mes más tarde, todos los estudios coinciden en ubicar a la izquierda más próxima del 40% que del 45%. Esta situación tiene por ahora consecuencias importantes, pues no es lo mismo para la izquierda pretender ganar en primera vuelta cuando se necesitan conquistar sólo cinco puntos que cuando se debe remontar diez.
Esa información la manejan con claridad los dirigentes de los partidos opositores. Para colorados e independientes es el argumento para pedir un voto "parlamentario" en primera vuelta. Para los nacionalistas supone una oportunidad que, unida al sorpresivo triunfo del 28 de junio, ha elevado hasta el cielo la moral y las esperanzas de su militancia. La estrategia sería entonces muy clara, votar bien en octubre y ganar en noviembre con el apoyo del Partido Colorado y el Partido Independiente.
Hasta aquí el razonamiento suena muy sensato. Sin embargo, en mi opinión, este escenario de segunda vuelta -por ponerle un nombre- puede cambiar en las próximas semanas. Desde hace años, la intención de voto por el Frente Amplio se muestra sensible al nivel de conflicto o disputa interna en ese partido. Esto quedó muy claro en el último trimestre de 2008, cuando el Frente Amplio encontró graves dificultades para establecer la forma de definición de su candidatura presidencial. La incertidumbre que entrañó este tema (cómo elegirlo, bajo qué reglas, y qué hacer con la idea de la reelección presidencial) erosionó fuertemente su imagen como partido. Las encuestas cerraron el año con un descenso brusco de la intención de voto por la izquierda. Pero en marzo, cuando el Frente Amplio había resuelto el tema, aceptando las normas constitucionales y habilitando la competencia entre tres candidatos, su intención de voto volvió a crecer. No obstante, durante las últimas semanas de campaña, cuando las diferencias entre Mujica y Astori se hicieron visibles, la intención de voto volvió a descender. Ese efecto se extendió hasta la primera semana de julio, cuando los delegados de ambos candidatos protagonizaron una frustrada negociación que obligó a Astori a aceptar su participación sin condiciones.
Este ir y venir de la intención de voto frentista a partir del grado de conflicto muestra una sensibilidad especial del público hacia el orden interno que presenta este partido. Cuanto mayores son las discrepancias internas, menor suele ser el porcentaje de individuos dispuestos a votarlo, y viceversa.
Desde que Astori aceptó acompañar a Mujica, la tensión en la interna del Frente Amplio parece haber disminuido al mínimo. Los actos conjuntos desarrollados por los candidatos, las palabras de reconocimiento que ambos líderes se profesan, y sobre todo, la identificación de un enemigo común, contribuyeron a recrear el cascoteado espíritu de unidad.
Cuando se analizan los movimientos de la fórmula frentista en estas primeras dos semanas de campaña, se observa un acercamiento deliberado a las estructuras orgánicas del partido precisamente en aquellas circunscripciones que le dieron el triunfo en 2004. En los actos conjuntos desarrollados en Montevideo y Canelones, los candidatos demostraron tener en claro cómo jugar esta partida. Mujica, en particular, parece haber comprendido lo que su socio de fórmula le exigía. En sus discursos, ha cuidado como nunca sus expresiones, escogiendo las palabras precisas y evitando tomar riesgos innecesarios. Por esa razón, sus intervenciones se han vuelto parsimoniosas y hasta previsibles. En forma inteligente, Mujica incluye ahora una reivindicación de la gestión del gobierno y alude continuamente al pathos frenteamplista como expresión litúrgica de unidad, elementos ambos casi ausentes en su campaña para las internas. Las palabras vertidas para honrar a su compañero son un capítulo aparte (leer la fundamentación de la candidatura de Astori en www.pepetalcuales.com.uy) y evidencian el ajustado sentido de oportunidad del candidato presidencial frentista. Por último, aparece el elemento de mayor gravitación en ese proceso rumbo a la unidad de acción, me refiero a la identificación de un enemigo común que ahora tiene nombre y apellido, Luis Alberto Lacalle. Los ataques continuos a su gestión como gobernante y sobre todo, las referencias a lo que éste representaría, muestran cuál será la partitura que el Frente Amplio ejecutará en los próximos meses. Ideas fuerzas como la "restauración de la derecha" o el "retorno del neoliberalismo" contribuyen más a la unidad interna que cualquier sofisticado argumento sobre las bondades de un eventual segundo gobierno de izquierda.
Estos pequeños pasos dados por la fórmula frenteamplista provocaron en tan sólo quince días el efecto esperado, aglutinar detrás de la dupla a todo el Frente Amplio. En términos políticos, podríamos decir que la izquierda "cerró filas" en sólo dos semanas. Algo difícil de imaginar a mediados de junio. Este movimiento puede ser crucial para el futuro de la campaña, porque cuando este complejo conglomerado político llamado Frente Amplio resuelve sus disputas y logra encaminarse de forma coordinada hacia una meta precisa, con frecuencia tiene éxito. Por esa razón, podemos suponer que las próximas encuestas mostrarán una recuperación de la intención de voto por el Frente Amplio, ubicándolo mucho más cerca de su objetivo.
Se nos podrá decir que la unidad partidaria no es un factor que explique por sí misma la mejora del desempeño electoral. Sin embargo, hasta ahora eso parece haber sido así. Y además hay factores objetivos que favorecerían ese proceso. Un gobierno y un presidente con niveles de aceptación nunca antes vistos, le dan al Frente Amplio tiene un margen de crecimiento bastante amplio.
Por tanto, si todo funciona así, estaríamos retornando a un escenario caracterizado por la paridad de bloques. De un lado, el Frente Amplio y del otro, el Partido Nacional junto a los partidos menores. En el medio habrá un conjunto de votantes indecisos (aproximadamente un diez por ciento) que definirá la elección. Bajo condiciones de polarización, la campaña puede adquirir diferentes facetas impuestas por las necesidades y urgencias de los competidores. Una agenda bipolar, que combine ataques y agravios con propuestas e ideas de futuro, puede terminar por imponerse y dominar la escena pública, provocando juicios encontrados entre aquellos que admiran la política de ideas y los programas. En este punto, no caeré en el lirismo de pedirles a los candidatos que sólo hablen del porvenir. Mujica tiene razón cuando afirma que "en el futuro, todos somos la Madre Teresa". Una campaña es una instancia donde no sólo se deben escrutar los caminos posibles de una sociedad, sino también un momento para evaluar las trayectorias de quienes nos solicitan el voto. Pero esto, son solo especulaciones. Lo cierto es que, de una forma u otra, la carrera recién comienza, pese a que la interrogante vuelve a ser la misma.
28 de julio
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