acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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03.03.2007 21:46 / MIS ARTICULOS

EL MONTEVIDEO QUE NO FUE (III)

(III) DERRIBANDO LAS MURALLAS ...

¿O PERDIENDO UNA OPORTUNIDAD ?  

             El 25 de agosto de 1829, la Honorable Asamblea Constituyente y Legislativa que siguió a la ratificación del Tratado Preliminar de Paz por el que se creaba el Estado oriental -aún sin nombre definido ni límites precisos-, aprobaba la ley que habilitaba la demolición “a la posible brevedad”, de todas las fortificaciones de la parte de tierra de las Plazas de Montevideo y Colonia. El asunto ya figuraba en la propuesta elaborada por Lord Ponsonby –interesado “facilitador” de aquellos tiempos- a fines de 1826, pero sin reparar en ese antecedente y en otros muchos que le precedieron, se ha visto en aquella decisión la consecuencia necesaria del pasaje de una sociedad absolutista y mercantilista a otra republicana y liberal, o más frecuentemente, la concreción lógica de un sentimiento republicano que veía en esas murallas un símbolo de la dominación imperial (española, lusitana y brasilera). Aunque tal vez el Fuerte, en tanto sede de todos los gobernadores extranjeros, hubiera podido asumir igual condición y quedar librado a igual suerte… cosa que no ocurrió).  

                      Sin perjuicio de la pertinencia que pueda reconocerse en uno u otro fundamento, ni ignorar la probable persistencia subyacente de la condición planteada por el enviado de Canning, parece razonable atender a dos razones de peso decisivo para que, por lo menos en el caso de Montevideo, se pasara rápidamente de la aprobación de la ley a su ejecución: la línea de fortificaciones ahogaba el desarrollo de la ciudad y a su vez las tierras fiscales comprendidas entre las murallas y el ejido, eran una inapreciable fuente de ingresos para un erario público que nacía con balance en rojo.   

                    Según cita Castellanos, en la instancia legislativa sólo Miguel Barreiro argumentó a favor de mantener las murallas “... para defendernos de un ataque exterior”, cosa curiosa si se piensa que en diciembre de 1816 Artigas ordenó al mismo Barreiro su demolición, sobre la base de un argumento muy sensato (“Mi plan siempre ha sido sostener la guerra en campaña...”, allí donde mejor provecho sacaba de sus recursos). El avance de la invasión portuguesa impidió cumplir ese mandato, pero igual criterio estratégico se exponía en un diario de la época cuando comentaba los primeros trabajos de demolición: “...Tan inútiles en su objeto militar con relación a los recursos del país, como peligrosas por el apoyo que ofrecían a un invasor más poderoso y dueño de las aguas, las murallas de Montevideo más bien servían para base de las operaciones de un conquistador que para refugio de nuestra independencia...” (*). 

                        Pero hubo quien, al igual que Barreiro, no pensaba lo mismo. Tal el caso del Dr. Francisco de Salazar y Morales, quien en 1829 propuso un plan alternativo de extraordinarias proyecciones. La ciudad amurallada quedaba tal cual era, en tanto su expansión daba lugar, no a una trama contigua, sino a una “ciudad nueva”, unida a la “ciudad vieja” por una avenida que seguía aproximadamente el trazado de la actual 18 de julio…pero en medio de un espacio verde, “enjardinado desde el mar a la bahía”. Esta ciudad-nueva -en sentido estricto- se construiría sobre un esquema de ordenamiento radial muy parecido al que más de sesenta años después propondría el reformador inglés Ebenezer Howard para la “Garden City”, referencia obligada en la historia del urbanismo por sus implicancias sociales, higienistas y paisajistas.

                      Según descripción de Liliana Carmona (**), “...La nueva ciudad tendría su centro en el lugar más elevado de la colina  (en las inmediaciones de Tres Cruces), donde localizaba una plaza de 100 a 150 varas de radio, bordeada por los principales edificios públicos. De la plaza partía la gran calle comercial de 100 varas de ancho, dirigida al espacio enjardinado y otras seis calles radiales de menor ancho; dos dirigidas a la bahía, dos a la campaña y dos al mar. El trazado se completaba con calles transversales que formaban polígonos concéntricos”.

                La propuesta de García de Salazar no tuvo andamiento. Su visión a la vez utópica y fermental no encontró eco en las urgencias fundacionales del momento, de modo tal que el acondicionamiento de las primeras áreas de expansión -el trazado de Reyes (1829-36), villa Cosmópolis (1834) y el pueblo Victoria (1842)- se resolverían con burocrática y defectuosa aplicación de la cuadrícula colonial.            

                 El Montevideo bipolar pergeñado por un Licenciado en Medicina hubiera convertido a la ciudad en un modelo digno de la mejor fama, con el recinto amurallado de la “ciudad vieja”  desarrollándose sin romper con su traza histórica, mientras la “ciudad nueva” crecía en torno a una nueva centralidad, localizada en el mismo lugar que cien años más tarde elegiría Mauricio Cravotto como “corazón urbano” en su proyecto del Montevideo de 3 millones de habitantes.           

                  Pudo también, como ocurrió con la propuesta esquemática de Howard, alimentar otras experiencias y extender su influencia hasta nuestros días (tal el caso de las “New Towns” inglesas, herederas de aquellas “utopías”). Pero no fue así como sucedieron las cosas... las ideas de García de Salazar quedaron en el olvido (no consta que Cravotto las conociera) y nada en la ciudad guarda memoria de quien fuera incomprendido promotor de removedoras ideas sobre el proceso de construcción de nuestro espacio de vida. Asumiendo el obvio cambio de escenarios y problemas pendientes, ¿hoy le iría mejor…? 

NOTAS:

(*) La demolición de la Ciudadela ya había sido planteada con similares fundamentos, en setiembre de 1770, por el ingeniero José Antonio Borja, uno de los tres técnicos consultados por el Gobernador de Montevideo Agustín de la Rosa sobre el estado ruinoso de la construcción -que no tenía entonces 30 años…-. Decía Borja en su informe “En cuanto que, después de demolido todo lo construido en la parte de tierra, quedase esta ciudad  lugar abierto con solas las batería del mar, hay bastantes razones en que fundarse para tener por sólido el pensamiento; porque, en dominios tan distantes de la principal fuerza de la monarquía, si estuviese esta plaza fortificada y la tomase o la rindiese algún enemigo de la Corona con grandes fuerzas navales que ayudasen a sostenerla, sería sumamente difícil su recuperación,…”.

Veinte años más tarde, Santiago Liniers elevaba al Virrey Arredondo una propuesta sensata en su fundamento y radical en su concepción. Dando por evidente que “agregar obras a una mala, es aumentar el mal sin remediar el daño”, aconsejaba no seguir adelante con las reformas y complementos que se proyectaba realizar para corregir los defectos de las fortificaciones de Montevideo, construyendo en cambio un canal que uniendo las costas del río con las de la bahía –paralelo a las murallas, desde el Cubo del Sur hasta el del Norte-, convirtiera la plaza fuerte en una isla…No consta que alguna autoridad hubiera llegado a considerar el tema (ver al respecto JUAN A. APOLANT: “LA RUINA DE LA CIUDADELA DE MONTEVIDEO”). 

La intención de demolición de las murallas estuvo también contenida en órdenes que Alvear no llegó a cumplir cuando abandona la ciudad a principios de 1815, y formó parte de la contrapropuesta que Pico y Rivarolla elevaron  Artigas en Paysandú, el 17 de junio de ese mismo año.  En su artículo 7º decían: "Siendo de opinión los mejores militares de la América que las fortalezas en ella son más bien opuestas a sus intereses, que propias a su conservación, por razones muy obvias; se propone, que si no es contra los intereses de la Provincia Oriental, se demuelan las murallas de Montevideo, por convenir así a los intereses generales de la Nación" (Archivo Artigas / tomo 28 / pag. 234)

(**) LILIANA CARMONA: ”CIUDAD VIEJA DE MONTEVIDEO /  1829-1991    Transformaciones y propuestas urbanas”

IMAGEN DE PORTADA: "La ciudad de San Felipe de Montevideo y sus nurallas, luego da hebar sido tomada por los ingleses (1807)"; según se reproduce en "Los barrios de Montevideo" de Aníbal Barrios Pintos (tomo X, pag. 27). Así imaginaba verla García de Salazar -pero con sus murallas intactas- al transitar desde "la ciudad nueva", proyectando además convertirl en parque el erial del primer plano...



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