acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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03.03.2007 21:49 / MIS ARTICULOS

EL PALACIO SALVO (II)

 

DEL “RISSORGIMENTO” AL “FASCIO”

             En 1909 Mario Palanti se instala en Buenos Aires y obtiene buenos encargos, pero no se aleja por ello de la atmósfera cultural de la Italia de su tiempo. Será sensible a la retórica de D´Annunzio y al impulso removedor del “futurismo”, pero seguirá fiel a la visión de Camilo Boito, para quien la arquitectura que habría de nacer en correspondencia con una nueva época, no debería desprenderse del legado histórico del período medieval. En esos tiempos, sus obras -y sobre todo sus proyectos, dibujados a lo Piranesi-, van ilustrando un intento de superación del eclecticismo académico a través de un lenguaje de rebuscada grandiosidad, cargado a su vez de alusiones esotéricas.          

            Vuelve a Italia para participar en la guerra en la que mueren Sant-Elía y Boccioni,  y regresa en 1919 a la Argentina, afirmado ya -en paralelo con Marinetti- su camino junto al fascismo en auge. Retoma entonces su vínculo con los círculos más poderosos de la colectividad italiana y en los cuatro años siguientes concreta su obra emblemática: el Palacio Barolo.           

            En agosto del 23 Mussolini le dedica una foto autografiada  que usará como portada de su libro “Cinque anni di lavoro” - publicado en Milán en 1924-, en el que presenta el proyecto más ambicioso de su vida: la Mole Littoria, una mole en sentido estricto de 390 metros de altura, para cuya justificación no ahorra desmesuras (“Símbolo de una gloria, monumento de una era ... último anillo de una cadena: Termas de Caracalla, San Pedro de Roma, Altar de la Patria, ...”).             

           En los antecedentes de la propuesta, incluye profusas ilustraciones de dos obras suyas -el “Barolo, ya terminado, y el primer proyecto del Gran Hotel de Montevideo- como prueba del dominio de su arte y de lo que él entiende como formalización lograda de una nueva síntesis arquitectónica, alimentada por “la convicción del resurgimiento de la cultura latina en términos de modernidad”, en el marco político del estado fascista que empezaba entonces a consolidarse, pasada la Marcha sobre Roma.  

CONVERSANDO CON EL DANTE

             Su imaginación desbordante, devota del “genio latino” pero abierta al aporte de otras culturas -caso típico de los templos hindúes, cuyas formas abigarradas encuentran eco en los coronamientos de sus torres-, adquiere su mayor expresión en el “Barolo”, “una maqueta ilustrada del cosmos, siguiendo la tradición de las catedrales góticas” (*), proyectado en íntima correspondencia con la visión que el Dante tenía del mundo y sus alrededores, tal como fuera plasmada en la Divina Comedia. Barolo y Palanti previeron incluso que sirviera de mausoleo del gran florentino -detestado por Florencia, se sabe-, de cuya muerte se cumplía en 1921 el sexto centenario. Su condición de edificio de oficinas entre medianeras pudo haber desalentado tamaño empeño, pero ambos tenían al respecto una fijación obsesiva ...             

            Las referencias analógicas entre la organización y el dimensionado del edificio con los parámetros ordenadores de La Divina Comedia son múltiples y han sido relevadas de modo muy convincente por el arquitecto argentino Carlos Hilger, antes citado. Tal vez Palanti creyera realmente que las cuatro estrellas que menciona Dante en su poema no son otras que la Cruz del Sur, de modo que el inmenso faro que corona el edificio -alineado con ellas en los primeros días de junio-, pudo valer como representación del cielo, alzándose sobre las figuraciones abstractas del infierno y el purgatorio. La escultura de “La Ascensión”, hoy desaparecida, afirmaba ese sentido.... y el poema tenía por fin su correlato monumental, pensado a su vez como digno sepulcro para su autor. Tal vez no debamos descreer de lo que dice Hilger, de que tanto Palanti como el Dante fueron miembros de una misma logia secreta: la “fede santa”. Los lectores del “Código Da Vinci” o “El club Dante”, tendrán mejores elementos para juzgar...            

                  En la práctica, uno de los primeros usos del imponente faro tuvo un sentido más terrenal -aunque no menos confuso- que el implícito en su gestación: cuando en setiembre de 1923 se enfrentaron en Nueva York Angel Firpo y Jack Dempsey, se pudo concretar -telegrafía mediante- una comunicación en tiempo real para la ciudad expectante, estableciendo que el encendido de una luz verde indicaría el triunfo del primero y una blanca, del segundo. Como es sabido, hubo que prender las dos...     

COMPLEJIDADES Y CONTRADICCIONES TAMBIEN HACEN CIUDAD

               Terminado el “Barolo y viva aún la esperanza de convencer al "Duce" de hacer en Roma una ciudad dentro de la ciudad -que no otra cosa era la “Mole Littoria, ejemplo consumado de una desaforada vocación monumental de la que luego sacarían buena lección los académicos stalinistas-, Palanti reduce en el “Salvo sus evocaciones esotéricas, cultivadas contemporáneamente entre nosotros por Piria y Pittamiglio. Proyecta y reproyecta el perfil de la torre -achaparrada y casi irreconocible en su primera formulación- y sin perder el orden general, se concentra en lograr el diseño más ajustado de cada uno de los elementos característicos de su mundo de imágenes, perfeccionando al amparo de una mano de obra calificada, los referentes ya abordados en Buenos Aires y retomados en el proyecto, a la postre frustrado, de Roma.             

                El resultado es un injerto extraño al lugar y al tiempo en que se implanta, que no tenía entre nosotros raíces ni dejó frutos, pero que a su vez, sobrevivió a sus circunstancias y adquirió una muy notable significación urbana. Fue un producto indisociable del clima enrarecido de la primera posguerra, cuando todo parecía puesto en cuestión, pero también cuando las propuestas emergentes en el campo de las artes y la arquitectura, abrían un abanico de opciones de dilucidación incierta.           

              La pretendida síntesis de Palanti era un devaneo anclado en esa coyuntura, que resultaría infecundo aún en el cauce del modelo fascista. Así los proyectos que presenta en los concursos del Palacio Littorio (Milán, 1934) y el Auditórium (Roma, 1935), no obtuvieron premios ni menciones, ni merecerían la atención de Bruno Zevi, cuando veinte años después repasa esos acontecimientos. Resulta de todos modos curioso que en 1938 el propio Duce, cuando todavía la arquitectura racionalista era una opción atendida por el régimen, encomendara al muy notable Giussepe Terragni el proyecto -finalmente no construido- del “Danteum”, retomando no sólo la temática de Palanti en el “Barolo”, sino incluso sus referencias analógicas...          

                   Pero aquella valoración crítica no debería negar la importancia del “Salvo” como documento de su tiempo. Demos por bueno que su formalización extravagante no califica alto desde una perspectiva disciplinar, y aún valorando un rigor artesanal que hubiera sido grato a sus maestros medievalistas, admitamos que el “Barolo y el “Salvo” son productos de un empeño errado; pero uno y otro se mantienen vivos y activos, y son parte indisociable de la imagen y la memoria del lugar en que se implantan. En Buenos Aires eso está claro, entre nosotros no creo que tanto.             

                  Aquí están a la vista los muñones que resultaron de la curiosa forma de resolver en los años 80 el problema de los desprendimientos de molduras; se ha plantado una inútil torre de hierro donde debió brillar el faro gemelo del porteño -visibles sus luces desde el río-; se han bastardeado fachadas y galerías con quioscos y carteles indignos de estar donde están, e incluso se ha llegado a pensar en la pintura de los nobles revoques “simil piedra”, desvarío felizmente no concretado, pero que -visto el mal ejemplo que cunde en la ciudad y del que no se ha salvado el edificio contiguo sobre la Plaza- tal vez a alguien se le pueda ocurrir retomar... Esperemos que el esfuerzo de rescate y puesta en valor que están haciendo los “copropietarios”, logre revertir esta situación y se proyecte aún más allá, promoviendo una intervención audaz e inteligente de refuncionalización y adaptación a nuevos tiempos y nuevas solicitaciones. 

 QUE NUNCA FALTEN ...           

                 En el concurso del “Chicago Tribune, Adolf Loos presentó un proyecto-manifiesto de alto impacto: una torre con forma de columna dórica, con las ventanas contenidas en las acanaladuras de su fuste, dominando la ciudad como un puro símbolo, ajena a toda intención tipológica. En las antípodas de esa actitud irónica y desencantada (**) y bien lejos de su rígida visión formal -Loos,  que acuñó aquello de “ornamento es delito”, se hubiera desmayado al ver la decoración del “Salvo”-, Palanti coincidió sin embargo con él en la propuesta de incorporar a la ciudad una referencia monumental con una carga simbólica tan confusa como seductora. Sus fundamentos y evocaciones se han esfumado, pero el producto sigue allí tan campante, y ha mostrado una imprevista capacidad de adaptación (¡si hasta ha incorporado un área de estacionamiento!! ). Sería delirio no saber apreciarlo.               

                  Apenas un año después de su inauguración -y a muy poco de terminado el “Chicago Tribune”-, se proyectaba a dos cuadras del “Salvo” la construcción de un edificio que marcaría entre nosotros la presencia de la mejor arquitectura de su tiempo. Era también la sede de un diario: “La Tribuna Popular”. En Montevideo pasaban entonces cosas muy notables ...  

(*)  Texto de referencia: Carlos Hilger : “Monumento al genio latino”

(**) Loos defendió su propuesta como solución atenta a las bases del concurso, donde se pedía "erigir el edificio de oficinas más bello y excepcional del mundo; construir un edificio que, una vez visto, en imagen o en la realidad, ya no pueda borrarse de la memoria; erigir un monumento que se ligue, para siempre y de forma inseparable con el recuerdo de la ciudad de Chicago, como la cúpula de San Pedro con Roma y la torre inclinada con Pisa..." (tomado de "LOOS" de Kurt Lustenberger/ pág. 132.). Si en el tramo con énfasis agregado sustituimos Chicago por Montevideo, el texto hubiera podido ser suscrito por los Salvo..

IMAGEN DE PORTADA: la notable foto de Caruso marca rigurosamente un tiempo y un lugar. ¿Quién dudaría que este encuentro de gigantes ocurrió en Montevideo?...



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