Alejarlos de mi yo quisiera
puesto que solo angustia
y desazón me dejan.
Vienen cual ráfaga
de viento gélido
que estática y lúgubre
me transforman toda.
El nerviosismo acude,
a pasos rápidos,
siniestro.
Se marchan las esperanzas,
el buen humor,
los sueños…
Tanto da como esté el tiempo,
pues en el interior
el frío acucia.
Solo pienso en ellos,
no diviso un futuro,
ni veo el pasado.
Solo existe el presente
y ellos, ellos, que llegan
sin pedir permiso
y se instalan orondos
en mi sala.
Ellos que provocan
enfrentamientos tontos,
ellos, los malditos
problemas económicos.
Una vez más, la mujer se incorpora lentamente y sale de la bañera azul, su riguroso baño de espumas y sales ha finalizado. Una coqueta bata de color rosa viejo, envuelve su silueta aún esbelta. Cierra la mampara, huye de los espejos. Deja caer la bata sobre el parquet, comenzando muy despacio, a desparramar la loción sobre su cuerpo en una caricia.
El alma se le escapa, Vivaldi la reclama, los aplausos la transportan.
Desde una enorme pantalla plana, puede ver como baila una joven, etérea, brillante, un hermoso poema.
¿Cuántos teatros, cuántas tablas pasaron por aquellos pies?
Ya no los recuerda. La abrigan imágenes, que entibian su soledad, junto a esas vivencias, que sí retornan con total nitidez.
Los videos entran y salen, mostrando siempre a una increíble bailarina, dejándole la sensación de una realización inmensa. Fruto de trabajo intenso, grandes sacrificios, como olvidarse hasta de vivir…
No supo de otras experiencias La soledad es su única compañera. La seguridad de haberse realizado en el plano artístico es total, no existe tesoro mayor.
Pasado y presente se unen en ella, la sacuden, le gritan que está viva. Muerto está el que no danza.
Ella lo reitera una y otra vez a lo largo del día.