Versión para imprimir 23/11/18



De ídolos y piedras rodantes...

 

El Mundial del 78, las Malvinas y el ROCK argentino, buscando una identidad en el corazón del oriental huérfano de ídolos…

Ya desde el folclore, el tango y aún el arte, siempre hubo una mezcla y una discusión eterna. Quién era el mejor intérprete, o el mejor autor, o quién tocaba mejor la guitarra. Y cuando Zapata murió, nos dejo una enseñanza, si no la ganas la empatas. Gardel era francés, Juana era de América, y Atahualpa era rioplatense, al igual que Mareco, Almada, Espalter y Berugo.  Crecimos desde la incertidumbre de cuál era nuestra identidad, ya que ser argentino era ser porteño, y ser porteño era casi como mala palabra. Pero sin embargo admirábamos su capacidad de generar ídolos, leyendas y hasta éxitos de piedras inanimadas y frías.

Un día estábamos con Carlitos preparando la música para una fiesta que teníamos el sábado siguiente en un club, el primer evento fuera de una casa que nos tocaba hacer. Estábamos muy concentrados en armar los diversos momentos musicales, donde recorríamos el pop de Jacko y Madonna, el rock de ACDC y Men At Work, las baladas de Air Supply y Elton John, la farándula con algo de música brasilera y la ola disco italiana, así como el momento de la “porteñada”. Seleccionábamos lo que engancharíamos, siendo habitué de esos espacios el querido grupo “Los Abuelos de la Nada”. En eso, muy inocente y sin conocimientos de escenarios (no tenía tele y menos MTV), le pregunto el porqué de que Calamaro no fuera el vocalista principal del grupo, y si lo era Miguel Abuelo. Mi amigo, con una sonrisa socarrona y sobrado de argumentos me contesta: “Es que Miguel es un monstruo en el escenario, Calamaro se dedica más bien a los teclados y la parte arreglística, además de escribir varias de las canciones”. Para mí fue una revelación. No cantaba el que afinara más o tuviera una voz más melodiosa. Lo hacia quien diera mas espectáculo. Este concepto me persiguió por mucho tiempo y me dedique a investigar a los diversos grupos existentes, siendo ese descubrimiento probado y comprobado en cada oportunidad.

Sin embargo, este día no quiero abundar sobre quién debería cantar, o que debería primar. Sino sobre el rock argentino y su influencia en nuestras vidas. El poder entender (o al menos saber que querían decir esas palabras, aunque todas juntas no dijeran nada) convertía a todos esos grupos en nuestros. En cada baile o en nuestros hogares, cantábamos a gran voz cada estribillo. Piensen conmigo y mencionen himnos en español: “Tirá para arriba”, “Mil Horas”, “Demoliendo Hoteles”, “Bailando en la Vereda”, “Luna de Miel”, “La Rubia Tarada”, “Jijiji”, “Cleopatra”, “Pensé que se trataba de Cieguitos”, “De Música Ligera”, “Don José”, “Es por Amor”… Sé que ustedes habrán agregado muchos más y esa es mi idea también al despertar estos recuerdos.

Nos dolimos con la separación de “Los Abuelos…”, las muertes de Miguel Abuelo y Federico Moura, estábamos expectantes de cada nueva locura de Charly, tratábamos de comprender la cabeza de Spinetta, criticamos las pretensiones glamorosas de Soda Stereo. Crecimos con toda esa música en nuestras cabezas y con la convicción de que estaban ahí nomas, cerquita, solo cruzabas el “charco” y ya eran nuestros. Sabíamos lo que hacían, lo que comían, con quienes se acostaban, si les dolía la barriga. Solo teníamos que leer “Radiolandia” y “Siete Días”, o si de casualidad llegaba alguna “Humor”, y allí nos enteraríamos de algunos chismes (hoy llamado “periodismo de  farándula”) aunque fuera con algunos meses de atraso. Y si lo pensamos hoy a la distancia, estaban más cerca nuestro el Indio Solari, Charly Alberty o Pipo Chipolatti, que Ricky Musso, Renzo Teflón o el gordo Parodi. Siempre con esa mentalidad bien uruguaya: “pero si este pibe estudia acá, el flaco aquel labura en el súper, el gordo toma el 7A todas las mañanas conmigo!!”. Pero este sentir no era monopolio de los jóvenes en los 80, sino que habíamos mamado esto de nuestros progenitores, y si hay dudas, pregúntenle a Julio Sosa!!

Sin embargo los tiempos cambian, la Negra Sosa decía que nos vamos poniendo viejos y hasta el amor no reflejamos como ayer, sin embargo, esa es una de las materias en donde más hemos aprendido y donde nos hemos especializado a pesar de los fracasos, y estoy hablando del amor. Asimismo, también en cuanto a la identidad, a la valorización del tipo que busca un producto excelente, sea en el área que sea. Y si no, lean nuevamente el artículo de la semana pasada y verán algunos grupos de los que hablo y su evolución, no sólo en su música, sino en nuestros criterios acerca de ellos.

Ya no necesitamos ídolos importados ni piedras rodantes, a pesar de haber sido nuestros en aquellos años difíciles. Salud a los hermanos argentinos y su música que nos formó!






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Esencia de Música
Un viaje para los sentidos, los recuerdos y las emociones

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