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28.08.2013 19:16 / Mis artículos

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Tengo que confesar que hubo semanas en que llegaba el miércoles y no tenía idea sobre lo que iba a escribir para la columna que subiría esa noche. Pero de una manera u otra siempre aparecía algún tema, alguna tenue excusa para hablar de algún músico del pasado, un disco de un artista nuevo que estaba bueno, algún aniversario.

Porque aunque “escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura” (el dicho se atribuye a mucha gente que va de Frank Zappa a Steve Martin, pasando por Elvis Costello), en verdad, siempre hay alguna cosa para decir, pese a que la experiencia de escuchar o tocar música sea imposible de poner en palabras.

Esta columna estuvo casi siempre acotada al rock y sus mundos aledaños y, salvo unas pocas excepciones (Mateo, Galemire, Osvaldo Fattoruso, Alberto Wolf y los Terapeutas) a la música anglosajona. Capaz que fue un error cerrarse a escribir sobre otras músicas, pero me pareció que estaba bueno poner un límite -que a la vez es enorme- y que era interesante salir de lo local. Hace años tenía la impresión de que la gente ignoraba todo lo que pasaba acá, ahora a veces me parece que solo miramos para adentro, que cada vez estamos más provincianos.

Suscribo a la teoría de que la cantidad de música buena e interesante (concepto muy subjetivo, claro) es constante en el tiempo. Solo cambia la atención que se pone sobre esa música. Hay épocas en las que lo innovador se convierte en masivo, hay otras en que hay que buscar mucho para encontrar música que diga algo distinto.

Creo que el momento que estamos viviendo es maravilloso para la gente con curiosidad musical. Hay –como siempre- muy buena música y hoy está, como nunca antes, al alcance de la mano. Lo malo es que hay tanta cosa que es muy fácil sucumbir ante el exceso de información. Hay veces que uno termina añorando las épocas en que todo era más difícil y conseguir un CD o un vinilo de un artista medio desconocido era una proeza.

Diversión y arte intentó ser un medio para ordenar ese caudal de información, destacando cosas nuevas y también volviendo sobre el pasado. Porque, a diferencia de lo que pasa en nuestras vidas, con la música uno puede viajar en el tiempo todo lo que quiera

Escuché una cantidad de música que había olvidado en este proceso, otra que casi no conocía y descubrí a una cantidad de artistas nuevos. Estoy muy agradecido por eso y espero que la gente que leyó la columna haya disfrutado al menos una mínima parte de lo que yo lo hice escribiéndola.

Todas las cosas tienen su ciclo y, como ya habrán adivinado, esta es la última Diversión y arte .

Voy a extrañar el stress de los miércoles. Espero que podamos reencontrarnos pronto.




21.08.2013 23:05 / Mis artículos

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Muchas veces pienso que si escucháramos música sin preconceptos nos gustarían propuestas mucho más variadas y, a la vez, quizás no le prestaríamos demasiada atención a otras. Sé que es un pensamiento contradictorio con lo que hago en esta columna, que es escribir sobre música, aportando preconceptos a quienes leen y no hayan escuchado nada acerca del artista que hablo, pero bueno, así es la vida.

La reflexión viene a cuento, porque me acerqué a la música de Julia Holter con ciertos prejuicios al leer lo que todas las reseñas sobre ella resaltan: que su propuesta es una mezcla de música culta contemporánea, jazz y pop, dado que es una compositora con estudios académicos que se volcó al pop hace relativamente poco.

En mi caso esos prejuicios eran positivos, ya que me interesó saber que clase de música podía hacer una artista con ese background. Pero supongo que leer esto debe haber alejado a mucha gente, sin haber escuchado una sola nota.

Si no supieramos nada acerca de la formación musical de Julia Holter y de las influencias cultas que ella misma cita, quizás su música nos llegaría de otra manera menos contaminada, y nos gustaría –o no- por causas que no tienen nada que ver con el lugar que le adjudicamos.


Julia Holter editó su primer álbum de canciones en 2011. El disco se llamó Tragedy y en él la artista tocó todos los instrumentos además de grabarse a si misma. Es un álbum con una propuesta que uno podría asociar a los artistas más experimentales de la música indie estadounidense, como St Vincent  por ejemplo, pero a la vez con un nexo con la obra de músicos de décadas anteriores como Laurie Anderson.

Si bien todos los discos suyos tienen un hilo conductor, no se trata de obras conceptuales al estilo de las de Laurie Anderson. La formación “culta” de Holter sí se escucha en su música, especialmente en su especial talento para orquestar sus composiciones, pero sus discos no dejan de ser música pop.

Hace poco editó Loud City Song, su tercer álbum, donde comparte el rol de instrumentista con otros músicos y donde por primera vez hay un productor artístico, (Cole MarsdenGreif-Neill).


El álbum está lejanamente basado en la novela Gigi de Colette (y en la comedia musical del mismo nombre hecha en 1958), pero puede ser disfrutada sin saber el contexto. Además de ser una compositora muy interesante y una excelente arregladora, Julia es una gran cantante y en este disco es donde más se nota ese talento. “World” la canción que abre el álbum con un comienzo a capella, luego acompañado de un arreglo coral es una excelente muestra de esto. Siempre es un  terreno resbaloso hacer comparaciones, pero a la vez es una buena manera de describir algo. A los nombres ya citados uno podría agregar en este álbum a Joni Mitchell en la lista de influencias. La canción “He’s Running Thru My Eyes” remite directamente a la obra de la canadiense. “In the Green Wild”, tal vez la mejor canción del álbum,  muestra el perfecto balance de todas las tendencias que se dan en la música de Holter, amplificadas aquí por un gran sonido, grandes músicos y una muy buena producción.





14.08.2013 17:17 / Mis artículos

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Si se dice que un artista hace buena música de fondo, eso puede sonar más como un insulto que como un halago. Porque generalmente se tiene la idea de que una buena obra musical debe llamar la atención y despertar reacciones visibles en un oyente.

Por eso hay gente que ve con cierto desprecio la idea de una música que acompañe sin interferir demasiado.

Alrededor de 2009 comenzaron a aparecer en Estados Unidos una serie de artistas jóvenes, que revisitaban la música de la década de 1980 de una manera muy particular. Con rastros de pop bailable, pero también de la música ambient de Brian Eno, del Paul Mc Cartney experimental de The Fireman y Mc Cartney II y hasta del rock climático de bandas como My Bloody Valentine, estos músicos construyeron un universo sonoro con muy pocos medios (era música hecha en computadora a partir de loops y de sintetizadores) que sonaba a la vez muy familiar y muy novedoso. Se trataba de música agradable, que parecía ideal para amenizar la previa o el final de una fiesta, donde hasta los temas cantados tenían un aire etéreo en el que no importaba mucho que era lo que se estaba diciendo.

En internet un blogger llamó irónicamente a ese estilo “chillwave” y el término quedó. Como siempre las similitudes que se encuentran entre distintos artistas, que hacen que uno hable de un género o movimiento son medio forzadas. Pero lo cierto es que hay una línea que puede unir propuestas como la de Neon Indian, Toro y Moi o Washed Out. Quizás sea casualidad, quizás sea que la crisis económica hizo que en vez de hacer bandas de rock estos jóvenes intelectuales y desempleados se encerraran a hacer música en su cuarto y buscaran hacer algo luminoso y optimista para contrarrestar la mala onda; o quizás todos se pusieron a escuchar los discos de sus padres a la vez y los interpretaron de una forma similar. Lo cierto es que gente como Chaz Bundick (Toro y Moi) y Ernest Greene (Washed Out), por ejemplo, procesaron información parecida de manera similar y se dieron conocer con música que se difundió rápidamente y le gustó- esto es importante- a mucha gente.

Quienes hayan visto la muy recomendable serie Portlandia reconocerán enseguida el tema “Feel it all around” de Washed out, editado en el EP Life of Leisure (2010), que sirve como cortina al programa.

Greene comenzó haciendo música en su cuarto cuando tuvo que volver a la casa de sus padres ya que le era imposible encontrar trabajo como bibliotecario. Esa música encontró rápidamente vía de difusión que convirtieron  su primer álbum larga duración como Washed Out llamado Within and Without (2011) en un modesto e inesperado éxito.

Convertido ya en un artista “hecho y derecho”, que da entrevistas, sale de gira y tiene una banda acompañante, Greene acaba de editar Paracosm, su segundo disco.

Es un disco con más producción que el anterior y con músicos “de verdad” en algunos temas, pero que sigue la línea de su primer álbum. El disco trasmite aun mejor un estado de ánimo extraño, de calma y feliz melancolía, con ritmos que pueden llegar a ser bailables, pero parecen estar hechos más para sentirse bien, mientras uno hace otra cosa. Y que además si uno se pone a escuchar con atención puede descubrir una cantidad de capas y detalles en una música a la vez sencilla y muy elaborada, que no le pide esfuerzos a su oyente, pero lo gratifica de muy distintas formas.


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Sobre mí
Alguna gente lo conoce por su trabajo periodístico, otros por lo que hace como músico y productor artístico; pero la mayoría no lo conoce en lo más mínimo. Ha escrito (y escribe) para Brecha, la diaria, Bla, Dossier, El País Cultural, Global Rhythm, Relix Magazine y Unchin, entre otros medios. Fue editor del suplemento R de la diaria.

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