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 Antropología. Biología. Política Nacional



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07.09.2019 23:59

De cuando el efecto Pigmalión decide tu voto

 

Por Ana Cristina García

 

                                                                                                “Trata a un hombre como lo que es,

                                                                                                                                                                                  y seguirá siendo lo que es;

                                                                                                                                                                trata a un hombre como lo que puede llegar a ser,

                                                                                                                                                                        y se convertirá en lo que puede llegar a ser”

                                                                                                                                                                                             Johann von Goethe

 

La palabra vano tiene su origen en la raíz latina vanus que significa "vacío". De "vanus-i" deriva "vanitas, vanitatís" que significa: "apariencia esplendorosa de lo que por dentro está vacío".  Vano le llaman en arquitectura al hueco abierto en un muro, por ejemplo una puerta o una ventana;  la principal característica de un hueco es que está vacío. De esta idea de vacío es de donde se forman el resto de los significados de "vano" y sus derivados como: vanidad, vanidoso, hilvanado, desván, vanalidad. Todas estas palabras tienen una connotación de vacío, hueco o falso. Hilvanado es un “cosido en falso" o desván que es un hueco entre el techo y el tejado que está vacío

La palabra necio también tiene origen latino, proviene de nescire, que significa “no saber”. Nescius en latín justamente significa “ignorante”.

Pigmalión, antiguo rey de Chipre, era escultor y se enamoró de una estatua que él mismo esculpió: Galatea. Tan enamorado estaba y tan fuerte era su deseo, que Galatea cobró vida. El “efecto Pigmalión” tiene su origen en este milenario mito griego. Hoy conocemos al efecto Pigmalión como la “profecía autocumplida”. Es fácil identificarlo en la actualidad: Rosenthal y Jacobson, dos cientistas de la educación estudiaron el efecto Pigmalión en el aprendizaje desde la perspectiva de la teoría de la profecía autorrealizada. Teoría entendida como uno de los factores que más influyen en la motivación de los alumnos para aprender. Aparentemente parece que es un efecto mágico, pero no lo es, lo que ocurre es que los profesores poseen expectativas (previas) acerca del comportamiento en clase y de las capacidades de diferentes alumnos, y los van a tratar de forma distinta de acuerdo con dichas expectativas. Es posible que a los alumnos que ellos consideran con más capacidad les den más y mayores estímulos, más tiempo para sus respuestas, etc. Mientras que a los que “creen” que tienen menos capacidades no les dan tantas oportunidades. Estos alumnos, al ser tratados de un modo distinto, responden de manera diferente, confirmando así las expectativas de los profesores. Si esto se hace de una forma continuada a lo largo de varios meses, conseguirán mejores resultados aquellos estudiantes que recibieron más atención del docente y mejores calificaciones en los exámenes. Por el contrario, los que de antemano fueron considerados con menor capacidad y por tanto, desatendidos, obtienen los resultados peores. Obviamente, esta es una práctica caduca que los docentes luchamos por desterrar de las aulas, estudiando, cada vez más neurociencias.

Se preguntará el lector qué relación hay entre vano, necio y efecto Pigmalión. Pues es muy simple explicarlo en estos tiempos electorales.

Antes del día de la elección nadie tiene la certeza de quién será el Partido o candidato ganador. Sí podemos estimar, en base a resultados de encuestas, quién podría serlo. Lo que no podemos es adivinar el futuro. Podemos tener expectativas.

Al leer las encuestas y mirar sus gráficas, nos encontramos con porcentajes, con gráficos y números que evidencian qué Partido Político tiene la mayor probabilidad de ganar. O dicho de otra forma: cuáles son las expectativas acerca de quién se convertirá en ganador.

Sin embargo, ese porcentaje - que es un número, esa columna mayor que las demás - que es una representación, o esa porción mayor de la torta, no contienen ninguna propuesta, no nos cuentan qué dice el Programa de ese Partido que aparece con preferencia entre las expectativas de los encuestados. No comunica ninguna idea, ninguna solución a los problemas que preocupan a los ciudadanos. Ciertamente, podemos decir que ese número está vacío de contenido. Ese gráfico es una representación vacía. Es vano.

Solo un necio elegiría a quién votar sin informarse antes, sin saber previamente qué propone en su Programa de gobierno, qué ideología lo sustenta, qué camino elije para que el país y sus habitantes mejoren.

Y solo un necio permitiría que se cumpliera – gracias a él -  el efecto Pigmalión: votar a ganador y así, convertirlo en ganador.

La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición falsa de la situación, que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva verdadera.

No seamos necios y no permitamos que vanos porcentajes nos empujen a no elegir con libertad y así, en pleno Siglo XXI seguir el pensamiento mágico que produce el efecto Pigmalión en su versión más negativa. Que no se realice la profecía autocumplida, sino que se construya una realidad de ciudadanos libres, con pensamiento crítico, capacidad de análisis, motivados a cambiar el futuro del país, porque sí creemos que cambiar se puede, y que el cambio es hacia adelante.

 

 


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07.09.2019 23:56

De cuando el efecto Pigmalión decide tu voto

 

Por Ana Cristina García

 

                                                                                                “Trata a un hombre como lo que es,

                                                                                                                                                                                  y seguirá siendo lo que es;

                                                                                                                                                                trata a un hombre como lo que puede llegar a ser,

                                                                                                                                                                        y se convertirá en lo que puede llegar a ser”

                                                                                                                                                                                             Johann von Goethe

 

La palabra vano tiene su origen en la raíz latina vanus que significa "vacío". De "vanus-i" deriva "vanitas, vanitatís" que significa: "apariencia esplendorosa de lo que por dentro está vacío".  Vano le llaman en arquitectura al hueco abierto en un muro, por ejemplo una puerta o una ventana;  la principal característica de un hueco es que está vacío. De esta idea de vacío es de donde se forman el resto de los significados de "vano" y sus derivados como: vanidad, vanidoso, hilvanado, desván, vanalidad. Todas estas palabras tienen una connotación de vacío, hueco o falso. Hilvanado es un “cosido en falso" o desván que es un hueco entre el techo y el tejado que está vacío

La palabra necio también tiene origen latino, proviene de nescire, que significa “no saber”. Nescius en latín justamente significa “ignorante”.

Pigmalión, antiguo rey de Chipre, era escultor y se enamoró de una estatua que él mismo esculpió: Galatea. Tan enamorado estaba y tan fuerte era su deseo, que Galatea cobró vida. El “efecto Pigmalión” tiene su origen en este milenario mito griego. Hoy conocemos al efecto Pigmalión como la “profecía autocumplida”. Es fácil identificarlo en la actualidad: Rosenthal y Jacobson, dos cientistas de la educación estudiaron el efecto Pigmalión en el aprendizaje desde la perspectiva de la teoría de la profecía autorrealizada. Teoría entendida como uno de los factores que más influyen en la motivación de los alumnos para aprender. Aparentemente parece que es un efecto mágico, pero no lo es, lo que ocurre es que los profesores poseen expectativas (previas) acerca del comportamiento en clase y de las capacidades de diferentes alumnos, y los van a tratar de forma distinta de acuerdo con dichas expectativas. Es posible que a los alumnos que ellos consideran con más capacidad les den más y mayores estímulos, más tiempo para sus respuestas, etc. Mientras que a los que “creen” que tienen menos capacidades no les dan tantas oportunidades. Estos alumnos, al ser tratados de un modo distinto, responden de manera diferente, confirmando así las expectativas de los profesores. Si esto se hace de una forma continuada a lo largo de varios meses, conseguirán mejores resultados aquellos estudiantes que recibieron más atención del docente y mejores calificaciones en los exámenes. Por el contrario, los que de antemano fueron considerados con menor capacidad y por tanto, desatendidos, obtienen los resultados peores. Obviamente, esta es una práctica caduca que los docentes luchamos por desterrar de las aulas, estudiando, cada vez más neurociencias.

Se preguntará el lector qué relación hay entre vano, necio y efecto Pigmalión. Pues es muy simple explicarlo en estos tiempos electorales.

Antes del día de la elección nadie tiene la certeza de quién será el Partido o candidato ganador. Sí podemos estimar, en base a resultados de encuestas, quién podría serlo. Lo que no podemos es adivinar el futuro. Podemos tener expectativas.

Al leer las encuestas y mirar sus gráficas, nos encontramos con porcentajes, con gráficos y números que evidencian qué Partido Político tiene la mayor probabilidad de ganar. O dicho de otra forma: cuáles son las expectativas acerca de quién se convertirá en ganador.

Sin embargo, ese porcentaje - que es un número, esa columna mayor que las demás - que es una representación, o esa porción mayor de la torta, no contienen ninguna propuesta, no nos cuentan qué dice el Programa de ese Partido que aparece con preferencia entre las expectativas de los encuestados. No comunica ninguna idea, ninguna solución a los problemas que preocupan a los ciudadanos. Ciertamente, podemos decir que ese número está vacío de contenido. Ese gráfico es una representación vacía. Es vano.

Solo un necio elegiría a quién votar sin informarse antes, sin saber previamente qué propone en su Programa de gobierno, qué ideología lo sustenta, qué camino elije para que el país y sus habitantes mejoren.

Y solo un necio permitiría que se cumpliera – gracias a él -  el efecto Pigmalión: votar a ganador y así, convertirlo en ganador.

La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición falsa de la situación, que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva verdadera.

No seamos necios y no permitamos que vanos porcentajes nos empujen a no elegir con libertad y así, en pleno Siglo XXI seguir el pensamiento mágico que produce el efecto Pigmalión en su versión más negativa. Que no se realice la profecía autocumplida, sino que se construya una realidad de ciudadanos libres, con pensamiento crítico, capacidad de análisis, motivados a cambiar el futuro del país, porque sí creemos que cambiar se puede, y que el cambio es hacia adelante.

 

 


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23.08.2019 20:17

 

PRIORIDADES con “efecto mariposa”


“El leve aletear de una mariposa en el noreste africano puede desatar un huracán en el Caribe”                                                                                                                                                                                                             Antiguo proverbio chino

                                                                                                                                                                                                                          

En tan solo dos meses tendremos la oportunidad de elegir mediante nuestro voto a las personas que nos representarán en el próximo Parlamento  los próximos cinco años de nuestras vidas.

Y, créanme, es una gran y única oportunidad si queremos incidir en el mejor futuro del país.

Luego, en noviembre, elegiremos quién será nuestro Presidente y quién presidirá al nuevo Parlamento.

Tomar la decisión de a quién votar, a qué Partido Político elegir y respaldar con mi voto para que esté presente en el Poder Legislativo el próximo período es, sin duda, una prioridad.

Sin embargo, flota en el aire la idea de que esa decisión se puede dejar para después. Tengo cosas más importantes para atender ahora, estoy muy ocupada.

Ese “después” nunca llega, porque como la elección es obligatoria, el 27 de octubre pondremos en la urna un voto que quizá no lo hayamos meditado lo suficiente.

Ese “después” es muy peligroso, porque mientras tanto, otros deciden por nosotros.

La decisión debe ser personal e intransferible, y también tomada en soledad con total conciencia, libertad y responsabilidad, lo que requiere la luz de información fidedigna de todas las opciones que hay para elegir en el menú electoral.

Decidir qué país quiero, decidir a quién elijo para que administre mi dinero, para que garantice mi libertad y para que controle el cumplimiento de los derechos humanos, no es tarea fácil.

Los resultados de las encuestas, el continuo bombardeo  publicitario por todos los medios y soportes; todo eso  así como al pasar, como sin querer, nos va taladrando cual pájaro carpintero, y va construyendo inconscientemente una idea en nuestro cerebro que – sin ser nuestra decisión consciente -  puede empujarnos equivocadamente a inclinarnos a votar a quien en verdad no queremos.

No todo es lo que parece. Ni tampoco todos los políticos son iguales. Hay que informarse de primera mano.

Basta con tener abundante dinero para hacer una muy buena – y sobre todo mucha - publicidad.

Sé que da un poco de trabajo y que lleva algo de tiempo analizar las propuestas de los distintos Partidos en profundidad.

Porque para analizar no podemos basarnos en lo que se dice en las redes sociales, debemos ir más allá, a las fuentes, eso lo sabemos. Cuanta más información tenemos a nuestro alcance inmediato, paradójicamente, es cuando peor informados estamos.

Si no lo hacemos, ahí sí que nos engañaremos feo. Hay que leer las propuestas, los Programas de los Partidos, comparar, ver qué hicieron todos estos años, cuántos proyectos de Ley presentaron, a cuántas sesiones faltaron, cuántas licencias pidieron, a qué autoridades interpelaron, cuántas denuncias elevaron a la Justicia, cuántos viajes hicieron….

Y todos sabemos quién fue en esta legislatura el Senador más esforzado.

 

Mientras escribo esto, se está quemando la Amazonia. Es tan atroz y tan urgente abogar para apagar este incendio y proteger la selva, que se convierte en la Prioridad número 1. Parecer ser que esta Prioridad 1 desplaza a mi prioridad uruguaya, que es decidir a quién votar en octubre. Es una falsa oposición como diría Vaz Ferreira.

¿Pero qué puedo hacer yo?

Brasil y Bolivia ya tienen sus Presidentes, los que deciden los destinos de la Amazonia.

Jair Bolsonaro al este de la selva y a la derecha de la derecha del espectro político brasileño  y  Evo Morales al oeste de la selva y a la izquierda de la izquierda de la política boliviana. Evidencia clara de lo inconvenientes que resultan los extremos en política y de que los populismos no tienen signo.

Entre medio arde la selva y millones de seres vivos mueren o morirán.

Me pregunto si el gobierno uruguayo ofreció su ayuda para apagar el incendio o si para el Mercosur éste no es un asunto de importancia. Hasta ahora solo un largo y prolongado silencio.

Pero, ¿Qué tiene que ver esto con nuestra línea de razonamiento? ¿Qué puedo hacer yo?

Pues puedo hacer mucho: puedo educar, puedo elegir al Partido que más importancia le dé a la Educación en su Programa de Gobierno y que más propuestas sólidas y consensuadas tenga en ese tema. En suma: un partido que esté dispuesto a ponerse al hombro el tema Educación y convertirlo en una política de estado.

Puedo elegir a un Partido que vea al Uruguay inserto en la comunidad internacional con seriedad, responsabilidad y compromiso; abierto al mundo y dispuesto a acordar.

Puedo elegir a un Partido que quiera modernizar al MERCOSUR.

Puedo elegir a un Partido al que le importe el medio ambiente y que reconozca indiscutiblemente el daño que provoca el cambio climático y realice propuestas serias para enfrentarlo y combatirlo. Que prepare las acciones que puedan mitigar sus impactos. Que proponga analizar la instrumentación de un Fondo Nacional para el Cambio Climático.

Puedo elegir a un Partido cuyos Legisladores sean los que más han trabajado sin faltar a su tarea, controlando, proponiendo, legislando y representándome.

Puedo elegir a un Partido al que le importe la transparencia en los gastos del estado y que proponga herramientas para reforzar los mecanismos anticorrupción.

Sí, lo confieso, leí varios Programas y elegí el Programa de Gobierno del Partido Independiente.

Porque no olvido que mi voto del 27 de octubre tiene consecuencias y porque quiero que ese pequeño movimiento de deslizar un sobre en una urna se convierta en un maravilloso “efecto mariposa” que fortalezca y mejore la calidad de la democracia republicana en mi Uruguay y hacia mi América del Sur.

 


Sobre mi: Soy uruguaya,Prof.de Biología y Antropóloga. Enseño en Segundo Ciclo de Enseñanza Media, en Bachillerato Diversificado. Mi interés es trabajar para mejorar nuestro sistema educativo. Es posible! Mis áreas de formación son: Educación, Antropología, Salud y Política. Mi mayor preocupación: los jóvenes. Me interesa todo tema que nos haga más humanos. Soy Post-grado en Gestión de Servicios de Salud y en Economía de la Salud. Siento una clara vocación de servicio y muchas ganas de aportar ideas.
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