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11.05.2010 10:18 / General

SI ME PREGUNTAN LO QUE SOY...



Por Soraya Silvera.

Qué puedo decir yo de Guillermo Lamolle que él no sepa. Él se conoce hace mucho tiempo, desde que nació. Pero a todos nos pasa que queremos decir un montón de cosas de alguien a quien admiramos más allá de que sepamos que ya está todo dicho, que no vamos a aportar nada, y no nos queda otra más que decir que es terrible artista y mucho mejor persona (esto último solo lo dicen aquellos que lo conocen en persona o los que se quieren hacer que lo conocen en persona). Pero también es cierto que hay otra tanta gente que no tiene ni idea de quién es, y por lo tanto está bueno hacerse el sapiente y hablar de él como si una hubiera hecho una monografía del personaje para la facultad de la vida.

Cuando decidí llevar a la tertulia de Abrapalabra el libro del Flaco (acá ya me estoy haciendo la que tengo una relación de años, para los que no sepan que todo el mundo le dice Flaco) lo hice porque lo que quería en realidad era entregar algo de mí, presentarme a mí misma. Y yo me presento siempre como 99% murguista. Lo primero que me preguntan es en qué murga salgo, y no, no salgo en ninguna, entonces ahí empiezo con toda la explicación de la pasión por la murga y bla, bla, bla... parte, digamos, en la que se aburren y cambian de tema. Entonces pensé que como mis palabras no sonaban convincentes, podría poner palabras de otro y decir lo mismo, sin parecer melosa ni melodramática, sin nombrar a Tenfield, ni a Marcelo Fernández, y menos a Tabaré Cardozo (cuando digo que me gusta la murga hay quien me dice "sí, a mi también me encanta Tabaré Cardozo", pero lo prefiero a que me digan "ah, sí, a mi me encanta las Llamadas"). Entonces les leí el capítulo "La pasión, o el carnaval como adicción" que tan bien pinta para mí lo que se siente, tanto de parte del murguista como creo yo, del público mortal que los sigue (cómo me gusta llamar a los murguistas "inmortales", "dioses" o "semidioses" -leer mi nota "El Camino al Santuario-", no me pregunten por qué, sé que es completamente exagerado e irreal). Después leí el cuento "La ballena que quería ser murguista", ballena que supe ser y seré siempre hasta que me manden a Manantiales para una desintoxicación murguera, (o me dejen así, total no le hago mal a nadie, no soy violenta, sólo tamborileo la mesa con los cubiertos, eso no es un pecado).

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LA PASIÓN,

O EL CARNAVAL COMO ADICCIÓN.

Por Guillermo Lamolle

Es fácil dejar de fumar.

Yo ya dejé como cien veces.

Mark Twain

Una de las palabras que más figura en los repertorios carnavaleros es "pasión". Además de rimar con corazón, emoción y similares (términos intercambiables que actúan casi como comodín) la palabra pasión resume lo que el murguista siente por su profesión. Es curioso: en el diccionario de sinónimos del Microsoft Word (botón derecho del ratón) aparecen los siguientes: ardor, entusiasmo, efusión, calor, ímpetu, fogosidad, exaltación. No figura por ninguna parte el otro sentido (el original) de la palabra pasión: padecimiento. Bueno, qué puede saber Bill Gates de padecimientos... Sin embargo, es en ese sentido que me gusta usar la palabra pasión, cuando de carnaval se trata. Se parece un poco a la emoción del primer beso, pero también a la del último - cuando sabemos previamente que lo será - . El carnaval no es un modelo perfecto de "fiesta alegre". Alegres son las vacaciones, alegre puede ser una salida a bailar, un asado, el recreo escolar. El carnaval está lleno de melancolía, de tensión, de nervios, de envidias, de frustración. De energías liberadas de golpe, como una explosión. Es, en cierto modo, una forma muy terapéutica de descargar presiones acumuladas. Los murguistas disfrutan cuando la letra que cantan hace reír a la gente, pero más disfrutan cuando hace emocionar al público y -especialmente- , a ellos mismos. No me parece aventurado afirmar que el cuplé es para el público, y la retirada para los murguistas. Porque el cuplé es una cosa más del momento, y la retirada es eterna, conmovedora, y sobre todo eternamente conmovedora, que no es lo mismo. Las canciones que quedan en la memoria, son retiradas, donde todos lamentan tener que partir. Seamos sensatos, a nadie puede poner tan triste terminar una simple actuación en medio del carnaval, cuando capaz que hay que hacer otra diez minutos después. Los murguistas necesitan exteriorizar su tristeza intrínseca, y lo de la partida es una excusa. Es así. En todo caso, si nos ponemos en antropólogos, podría decirse que una vez exorcizada la tristeza por medio del ritual de la despedida, el murguista está en condiciones de recuperar su alegría. ¿Y dónde vivencia (ahora uso vocabulario de psicólogo) plenamente esa alegría? En la bañadera que lo transporta de un tablado a otro. Porque en toda la despedida que se precie de tal, se canta algo así como "nos vamos, pero volveremos". Ese "volveremos" no se lo dice la murga al público como una madre al niño ("mamá va a salir un rato, pero después vuelve"). Nada de eso; la gente es grande. La murga se lo recuerda a sí misma, para que el sufrimiento de la despedida no pase de ser un sufrimiento, justamente, ritual. Los murguistas no son tan adultos cuando están sobre el escenario, y precisan unos mimos de mamá murga. ¿Y para qué quieren volver los murguistas? Para poder despedirse una vez más, y otra, y otra, alimentando la vana ilusión de que será así hasta la eternidad.

De vez en cuando un murguista intenta escapar de ese círculo y dice: "No salgo más". Entonces se despide con mucho más intensidad que habitualmente (tal vez sea eso lo que busca, en realidad, con su decisión). Y al poco tiempo allí está de nuevo. El carnaval es una droga que genera acostumbramiento (de ahí la necesidad de aumentar la dosis de melancolía diciendo que éste será el último año). Un fuerte síndrome de abstinencia, y frecuentes recaídas.

No puedo terminar este capítulo sin mencionar las curiosas asociaciones que realicé al escribirlo entre temas tales como: el complejo de Edipo, el miedo a la muerte, la necesidad de autoperpetuación a través de la reproducción e incluso la teoría del gen egoísta.* Obviamente, no voy a ponerme a hablar de todo eso, porque (aparte de ser un poco atrevido de mi parte) sería ir demasiado lejos en un libro sobre carnaval. Pero sirve para ilustrar lo siguiente: cuando uno está dedicado a escribir el repertorio de una murga, tan amplio y abarcativo, a menudo se ve asaltado por asociaciones de cualquier tipo, la mayoría de las cuales deben ser descartadas (por más interesantes que resulten) para que la actuación no corra el riesgo de ser un plomazo, y - previo a ello - para que los murguistas no se vean tentados a colgar al letrista precisamente de los óranos encargados de su autoperpetuación.

*Una idea de Richard Dawkins que sitúa (en el marco de la teoría de Darwin) al gen como unidad básica de selección, en contraposición con otras que proponen que esa unidad es el individuo, o la población.

Libro: Cual retazo de los suelos. Anécdotas, invenciones y meditaciones sobre el carnaval en general y la murga en particular. Ediciones TRILCE, 2005

Autor: Guillermo Lamolle (Montevideo, 1962) es compositor, director, arreglador y letrista de murga desde 1990. Obtuvo importantes premios: Mejor Director de Murgas en 1994, Mejor Tema Inédito de Carnaval - Concurso Víctor Soliño en 1997 - y Figura Máxima del Carnaval en 2005. Ha sido tallerista de murga, y con posterioridad, tallerista de talleristas. Su máxima aspiración es llegar a ser tallerista de tallerista de talleristas. Éste es su segundo libro sobre murgas. El primero (Sin disfraz: la murga vista de adentro, Ediciones del TUMP, 1998) lo realizó en colaboración con Eduardo "Pitufo" Lombardo. (Copiado de la contratapa del libro)

Director de murga La Gran Siete, festejando 20 años el próximo sábado 12 de junio en Sala Zitarrosa.

Http://www.lagransiete.com



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