Es hombre de Dios quien pide sol moderado,
el pan nuestro y un poco de manteca,
buena digestión
y alegría
pero sin ignorar
que todos tenemos
nuestros Getsemaní,
nuestros calvarios.

- Díganle al Rey que lo perdono,
quiero servirlo bien,
pero más a Dios.

Y aparta, sereno, la barba
para apoyar mejor el cuello
de modo que el verdugo pueda decapitarlo
sin esfuerzo excesivo.

Por momentos
un como bisbiseo entre las cosas
sugiere o insinúa
una cierta verdad
-esa,
precisamente,
que más allá de todo
siempre evita en el último segundo
la victoria del caos,
total, definitiva -
una vaga verdad, un tintineo,
que luego se confunde
entre la multitudes del sonido,
aunque un regusto deja
útil para seguir por algún tiempo.
Entiéndaseme bien:
no es que me tiente
abandonar la revelada Fe,
pero es cosa muy buena
sentirlo a Dios diciéndome al oído,
allá de tarde en tarde,
unas tibias palabras de ternura.

Que no pueda entenderlas
no es cuestión de importancia.

Juan de Marsilio

I

Grillos y ranas
definen con su música el silencio.
Mi esposa y yo empezamos a dormirnos.

II

Con sus helados pies de pesadilla
el miedo se pasea en los jardines
y los perros le ladran.

III

Lloran las gatas sus amores pardos.
Un borracho reposa en la cuneta.
Pareciera que el tiempo no corriese.

IV

Tras navegar a ciegas
y sin chocar contra ningún escollo
desembarca la luz por el oriente.

Juan de Marsilio